Partida Rol por web

Es visiblemente nervioso quedó detrás de sus padres, escuchando, pero el baño no era tan grande como para que  entraran todos y su hermana agradecería que no se sumara a las miradas preocupadas, dándole de ese modo algo de privacidad.

Arabella se abalanzó sobre el borde de la bañera, visiblemente asustada por el estado de su pequeña.

—¡Hilda! ¡¿Hilda?! ¿Te encuentras bien, cariño? ¿Qué ha pasado?

Hilda estaba asustada, apenas reaccionó al ver a sus padres y su hermano llegar corriendo al cuarto de baño. Tenía la cabeza empapada y por el pelo le escurría gran cantidad de agua. Abría la boca y tomaba grandes bocanadas de aire, como el si acabara de recuperar la capacidad de respirar por primera vez. Se llevó las manos a la cabeza, se retiró el pelo y miró a todos lados asustada.

-¿D-dónde está? - Preguntó asustada.

- ¿Dónde está quien? ¿Qué? - preguntó asustado. Se levantó pues estaba al borde de la bañera y empezó a mirar hacia todos los lados. - ¿Qué demonios está pasando? - dijo al borde de la desesperación. Aquello ya no era normal, estaban sucediendo demasiadas cosas extrañas.

Ed se pregunto a quien se refería y por que estaba tan agitada, desde el pasillo. Parecía tenso.Todos estaban nervisos y se contagiaba, quizá se sugestionaban unos a otros... pero lo cierto era que Ed tenía los pelos de la nuca erizados.

Se quitó los pelos de la cara y el agua que la empapaba, mientras intentaba recuperar la respiración. Estaba claro que había estado sumergida totalmente en el agua de la bañera.

-El niño... ha estado aquí... pensé que quería jugar papá... porque yo tenía su soldadito pero... pero...

Hilda miraba a uno y otro lado, asustada.

-...el no quería jugar...

De repente, tosió y escupió agua en una bocanada.

Arabella estaba pálida. Hilda no era de esas niñas que armaban jaleo para llamar la atención y tampoco solía contar mentiras tan graves. ¿Acaso estaba equivocada y no se trataba de una sugestión sino de un peligro muy real?

Se adelantó para ayudar a su hija, cubriéndola con la toalla.

—Ya pasó, cariño. ¿Qué te ha hecho?

"¿Que niño?" Penso Ed confundido, mientras estaba en el pasillo. Exhaló aliento aliviado de saber que estaba bien, aunque no parecía haberlo pasado precisamente bien.

Hilda continuaba tremendamente asustada. Temblaba, aunque era difícil saber si por el frío de estar tanto rato en el agua o por la experiencia traumática por la que acababa de pasar. Según les había dicho, un niño había tratado de ahogarla porque ella tenía su soldadito de plomo. Sin embargo, en el baño solo estaba ella. Eber registró toda la estancia, pero no había rastro de ningún niño, ni lugar en el que pudiera haberse escondido.

Pero sabían algo con certeza. Hilda no era una niña que se inventara cosas de ese tipo. Ni tampoco exageraba cuando se ponía enferma o algo le pasaba. Y podían verla en esos momentos tan asustada y pálida como si alguien hubiera tratado de asesinarla. Las cosas extrañas que ocurrían en aquella casa empezaban a salirse de madre.

Sacaron a Hilda de la bañera, la secaron con una toalla, la vistieron y la llevaron abajo al salón, para que cogiera calor con el fuego de la chimenea mientras descansaba en sofá. No tardaría en quedarse dormida.

Ed trató de consolar y reconfortar a su hermana, hablando con normalidad. Estaba preocupado y mucho. Pero trataba de no dejarlo salir. La verdad es que el estaba tambiñen asustado, no aterrado, pero si en una tensión constante en aquella casa, no sabía por que exactamente, pero era una sensación que no se podía sacar de encima.

Estaba mirando las llamas de la chimenea mientras recordaba lo que le habia pasado. Apretada en su mano, que ya le dolía con fuerza, tenía el soldadito de plomo.

-¿Donde se ha escondido, Edward? No lo vi cuando entró en la habitación pero tiene que estar aquí en la casa. Esto es suyo, volverá a por él-le dijo a su hermano enseñándole el soldadito de plomo-¿Puedo dormir esta noche contigo?

Eber estaba dando vueltas alrededor del salón, intranquilo, completamente intranquilo. No había forma de calmarlo. Estaba venga a pensar en todo lo sucedido ese día y los días anteriores. Nada estaba bien y nada tenía explicación lo que era todavía peor. Esta frustrado, no podía defender y proteger a su familia y eso le atemorizaba. 

Escuchó a su hija hablar y se giró de golpe hacia ella. Miró ese soldadito de plomo y extendió la mano para que se lo dieran. 

- Déjame ver eso - dijo Eber.

Hilda miró a su padre sorprendida, hasta que se dio cuenta de lo que le estaba pidiendo.

Bajó su mirada hasta el soldadito de plomo apretado en su mano. Se quedó mirándolo por unos segundos hasta que, lentamente, abrió su mano y la alzó había su padre, dándole el pequeño juguete antiguo.

-Creo que es de él...

—Vamos a prepararte una buena taza de cacao caliente, cielo. No dejaremos que ese niño malo se salga con la suya. Vamos a buscar a sus padres para que le castiguen.

Después de consolar a Hilda y dejarle la toalla para que pudiese secarse, se acercó al quicio de la puerta, llamando la atención de su marido.

—Y-yo también lo he visto, Eber —le susurró—. ¿Te acuerdas de cuando se me cayó la sartén en la cocina? Era igualito a como lo describe Hilda. Y hemos encontrado algo mientras recogíamos. No me gusta nada.

Aquel soldadito de plomo que Hilda había encontrado mientras limpiaba el desván con su madre, no era lo único que las dos habían hallado en aquel lugar. También habían encontrado un dossier vació donde podían haberse guardado documentos importantes, y en la misma caja una pequeña insignia que tenía una esvástica tras la que se alzaba una espada con dos serpientes enrolladas, una insignia del cuerpo médico nazi.

Mientras la familia comentaba los últimos sucesos, alguien llamó al timbre de la puerta. Por la mirilla pudieron comprobar que era el viejo vecino de la casa de al lado.

El timbre hizo que Eber pegara un respingo. Cogió el muñeco en su mano. 

- Traed todo lo que habéis encontrado que no sea nuestro, bajadlo aquí, vamos a investigar buscando respuestas. Rápido, rápido. Y no os separéis.- les dijo y con la cabeza les indicó que lo hicieran. 

Ladeó la cabeza y estiró sus brazos. Se dirigió hasta la puerta y la abrió. Cuando se dio cuenta de que era el vecino estuvo a punto de pegarle pero se contuvo. 

- ¿A qué debemos el honor? - preguntó.

-¡Deben irse! - Fue lo primero que dijo el anciano vecino. De igual manera que les había dicho en otras ocasiones. Pero en esta ocasión su rostro no era tan hosco y su mirada adoptó un tono compasivo. -Están en peligro...

El viejo llevaba unos documentos bajo su axila derecha. Parecían unos folios viejos y antiguos, y no entendían que relación podría tener con lo que les había estado pasando y con el hecho de que ahora el hombre viniera a advertirles de que corrían peligro allí. Algo que por otro lado parecía ser cierto. No obstante, Arabella recordó la carpeta del dossier vacía que había encontrado en el desván, y se preguntó si acaso no serían aquellos los documentos que allí debía haber.

-Si me permite explicárselo...

Arabella se acercó como una exhalación al escuchar la voz del vecino. Conocía el lenguaje corporal de su marido y era evidente que se estaba conteniendo. Tal y como estaban las cosas, debía hacer algo por detenerle.

—Dejémosle pasar, cielo. Es evidente que tiene razón y podría ayudarnos. No estamos como para rechazar a la ligera cualquier opción. Además, es posible que sepa lo que ocurre en esta casa.

Hilda asomó su cabeza por detrás de su madre, observando al anciano con desconfianza pero, a la vez, con curiosidad.

-¿Es por el niño? Lo conoce, ¿verdad?-le preguntó, convencida de que aquel hombre conoceria al niño que ya se había cruzado en aquella casa dos veces. Quizás él les supiera explicar quien era y qué quería, y como era capaz de aparecer y desaparecer de repente.

Asintió a la pregunta de Hilda sobre si podía dormir con él esta noche. El fuego le había atrapado y lo miraba meditativo.

Ed estaba ensimismado mirando el fuego, aunque escuchaba a su familia, se preguntaban por el niño que había visto Hilda, pero al mismo tiempo su madre decía que también había visto algo, hablaban de un soldadito de plomo, que parecía haber pertenecido al niño, no era las únicas en ver algo raro, pero no quiso decirlo, no le encontraba sentido a nada de aquello y eso le hizo enmudecer.

Bajo las cosas que había encontrado en su cuarto, todo, cuando su padre lo ordenó. ¿Que iban a encontrar? Seguía sin 

Cuando todo parecía un callejón sin salida, cuando aquello empezaba a parecer unahistoria de fantasmas, el vecino volvió, por un instante Ed se puso tenso, pero el enfrentamiento no llegó. Al menos esta vez hubo mas dialogo, un "están en peligro" hizo que se relajara, pues parecía que esta vez iba a haber dialogo. Que curioso que aquellas palabras le tranquilizaran.

- Encontrar un poco de sentido a su actitud ayudaría a que todos nos tranquilizáramos. Por favor, explíquese, por que estamos en peligro. - Dijo Ed al fin por primera vez en mucho tiempo.