Partida Rol por web

No pude reprimir un gruñido al ver la escena del elfo lléndose tranquilamente con aquellas... cosas.

- ¡Elfos! -gruñí por lo bajo, con el ceño tan fruncido que las cejas casi me tocaban la punta de la nariz-. Deberíamos dejar que se lo comieran vivo... Bien, ¿qué hacemos?

Que intrigante situación.

- Sí, yo cada vez estoy más seguro de que había que dejar atrás al elfo, pero lo haremos después de rescatarlo... porque no creo que se vaya con esas elfas sólo para echar un polvete. Creo que las tendencias sexuales de los elfos son bastante ambiguas, por lo que he leído.

Miro al enano:

- Pues intentaremos seguirlas... haremos ruído con nuestras armas y armaduras, así que continuaremos con el plan inicial: que el pequeño Joran nos cubra oculto desde la espesura para aprovechar la posibilidad de una sopresa.

Asintiendo, Willen sigue a las elfas. Algo le dice que no es exactamente lo que quería, pero tampoco es nada desagradable observar el sinuoso movimiento de sus caderas al caminar delante de él. No, nada desagradable...

El grupo menos sigiloso de la historia de los acechadores sigue a las dos damas y al elfo en el bosque, pero no es necesario que pasen muchos metros para que las mujeres se den cuenta.

Ambas se ponen a la defensiva y mientras una de ella os mira desafiante, la otra abraza a Willen y se lo lleva.

-¡Marchaos!- Exige la mujer mientras se acerca a un árbol.

Miré sorprendido por un instante a la fémina que nos exhortaba a volver por donde habíamos venido. ¿Cómo se habrían percatado de nuestra presencia? Aunque en el primer momento estuve tentado de hacerle caso y dejar que se llevaran al molesto elfo, gruñí profundamente. Una criatura como esa no iba a darle órdenes a un enano.

- ¿Quién demonios sois y qué hacéis con ese elfo? -exclamé sin pararme a pensarlo dos veces.

Adopté una posición que era tan buena para defenderse como para cargar, preparando mi martillo. No tendría reparos en partirles el cráneo a un par de salvajes insolentes, aunque fueran mujeres.

Pongo mi mejor sonrisa pero en mi mano sigue presta la maza:

- Perdonadnos bella dama... nos iremos enseguida en cuanto nos devolváis al elfo. No es gran cosa pero es nuestro compañero y todavía tiene que encender la fogata de nuestro campamento. No está bien que alguien deje sus obligaciones por unas faldas, por bonito que sea el relleno de la mismas. Estoy seguro de que podréis entenderlo...

Espero que entren en razón o al menos nos den buenos motivos para quedarse con nuestro elfo. Después de todo no hay nada en mi religión que me impida abrirle la cabeza a una elfa.

El elfo arqueó una ceja. El abrazo de la fémina era tan... cálido. Como sus ansias de seguir con ellas, pues eso habían dicho. Sígueme. Pero no calla, por lo que tras un momento de consideración decidió ventilar una pregunta.

- Pero... no dijisteis que ya habían preparado el fuego para la noche y estaban bien sin mí? La duda resquebrajó un poco sus ganas de seguirlas; aunque esos pechos blandos apoyados contra su cuerpo... su sonrisa se ensanchó, un poco idioticamente.

- No cabeza de corcho: te fuiste y no regresaste... oh, vale, pasaste por un portal hasta este lugar... supongo que son las cosas que los elfos hacéis cuando queréis escaquearos de vuestros menesteres... ¡pero en la abadía siempre me han dejado claro que lo que hay que hacer hay que hacerlo! ¡Sin disculpas! ¡Así que pasa para el campamento, despídete de tus amigas y diles que ya las verás cuando volvamos!

Suspiro hastiado y divertido ante la sonrisa bobalicona del elfo desde unos matorrales cercanos. Con las dagas en las manos y listo para actuar por si acaso, espero pacientemente el desenlace del entuerto.

Las palabras de la elfa, susurradas en la oreja de Willen son persuasivas. Muy persuasivas.

-Venga, marchémonos- La mujer se abraza con fuerza al elfo, presionando su propio cuerpo con el suyo.

-No estáis en vuestras tierras.- La mujer frunce en ceño, el viento mece las ramas causando que pequeñas volutas de nieve caigan en nubes de polvo brillante que se arremolinan a vuestro alrededor.

-Tenéis las de perder, marchaos.- La mano de la mujer acaricia el árbol que tiene a su lado.

- Bien dicho. Nos vamos. ¡Vamos Willen! ¡Espabila!

Me encojo de hombros y sigo sonriendo, pero con la maza preparada. Ya se conoce el dicho: a Avandra rogando pero con el mazo dando...

Willen permanece atontado con las dos mujeres, ambas se acercan, dejándoos por tercos e inútiles y lentamente sin daros la espalda se ponen en contacto a un árbol cercano. Su imagen se vuelve borrosa, como si no pudierais ver bien, apenas pestañeáis ya no están allí ... si no en otro árbol mas lejano.