Partida Rol por web

Estoy pensando, estoy pensando... Es mi rinconcito de pensar, no me metas prisa.

-Nu meter priza, peru me eztán cumiendu!-  Protestó la orco.

Jagga no dudó en iniciar la retirada y desató los caballos mientras que Botones, se afanó en excavar como un perrillo enloquecido.

Quiso disparar el arco, pero la flecha se le cayó de las manos. Estaba demasiado débil. Pensó que moriría, o peor aún, que todos los que quería morirían y ella deambularía por el bosque como un alma en pena recordarlo. Entonces escuchó algo a su espalda en dirección a la piedra donde había intentado dibujar el diagrama infernal y desde allí vio venir a todos sus amigos a la carrera.

      Seguir las huellas del carro no fue difícil hasta que abandonaron el sendero. Sîglü confirmó que se dirigían a hacia la entrada secreta de las minas por el mismo atajo que habían empleado unos días atrás para llegar al santuario. Shanshar había seguido la ruta a través de los ojos de Jess, pero el bosque tenía un aspecto muy diferente de noche y para cuando alcanzaron la zona donde había acampado su compañera, el día comenzaba a despuntar.

Amanecer

Bosque de Tamar

Valle del Sarda.

  El zumbido de unos grandes insectos llamó vuestra atención. Provenían de una roca vertical cubierta de pupas blancas que crecían sin cesar como babas que manaban de la piedra. Bajo las crisálidas se distinguía un dibujo de trazado ingenuo, como hecho por una niña. Trataba de imitar una estrella de cinco puntas, pero el resultado se parecía más a una caricatura sonriente del afable Fornund.

Al acercarse descubrieron unas manchas de sangre en el suelo. La vegetación estaba aplastada alrededor como si alguien se hubiera caído o tumbado.

   De las crisálidas emergieron más de aquellos mosquitos alados, del tamaño de murciélagos, pero con afilados aguijones. Los bichos saltaron de la roca y volaron como dardos en dirección a los aventureros, pero al llegar hasta el grupo fueron repelidos por una fuerza invisible y se dispersaron por el bosque. Casi al mismo tiempo escucharon unos gritos cercanos:

-Jagga, desata a los caballos y sube a la carreta. ¡Retirada! Y tú, Botones... ¡Botones! ¡Escucha mi voz! Saca a la ratatopo que hay en el interior de la toporrata que eres. ¡Excava! ¡Húndete en la tierra! Ahí estarás a salvo. ¡EXCAAAAVAAA!-

La vocecilla de Jess era inconfundible.

Despierto en algún momento de la noche sin tener una idea muy clara de cuánto tiempo ha transcurrido. Tal vez sería más preciso decir que me despierta un joven al que no he visto en mi vida pero con cara de buena persona y de inteligente. Es él quien nos dice... cosas, no lo sé, no termino de entenderle. Algo de que la vampiresa ha sido destruida y que él puede ver a través de los ojos de Jessy; o podía. Me ofrezco a examinarle la vista pero no parece por la labor.

Quien sí parece tener mejor disposición a dejarse tratar es el ojeroso hombre serpiente, a quien trato diligentemente para eliminar la debilidad de su vigoroso cuerpo.

Al parecer Elyzabeth y Jessy se han perdido en el bosque. ¡Cómo se les ocurre salir por ahí solas a estas horas! Fuera todavía está oscuro y dentro parece que falta mucha gente que estaba aquí anoche. Sin embargo, hago un repaso mental y no consigo recordar quién nos falta. Supongo que eso significa que estamos todos y podemos ponernos en camino.

Antes de partir me encomiendo a Ilmáter para que guíe mis pasos con certeza hasta las desaparecidas chiquillas y me diga si se encuentran sanas y salvas.

Incluso para mi cansada vista resulta sencillo seguir el rastro que ha dejado su carreta y emprendo la andadura con el entusiasmo de aquel que está acostumbrado a recorrer los caminos sin más ayuda que su bastón y sus sandalias. Mis viejos ojos se acostumbran bien a la penumbra y aunque el bosque está infestado de mosquitos no son más que una molestia menor, me he topado con cosas mucho peores en mis caminatas.

Redoblo el paso cuando escucho la voz de una de las muchachas que hemos venido a buscar y me encamino hacia ella.

—¡Tra-tra-tranquila Jessy. Ya lle...gamos! —le prometo a voz en grito para que deje de estar asustada.

¡Pero corred más deprisa!-regañó.

No... No llegarían a tiempo. Y Botones estaba sufriendo con tanta picadura. La toporrata estaba excavando con sus patitas delanteras, y tenía la cabeza sumergida en la tierra, pero para esconder también sus cuartos traseros fuera de la vista de los insectos lovecraftianos, Jess tenía que cortar la correa que unía el cuello de botones con el tronco del árbol.

Palpó el suelo del carro, con la vista clavada en su objetivo, hasta que encontró la flecha. Deslizó la saeta por la cuerda del arco y apuntó bien.

Te echaré de menos, pequeñín... Sé una toporrata libre.

La flecha hizo un sonido sordo al salir escupida, más tarde silbó al cruzar el cielo y luego detuvo su movimiento. Instintivamente, Jess llevó la mano hacia atrás, para acariciar las plumas de las flechas de su carcaj por si tenía que coger otra, y hacer un segundo disparo, a la espectativa de lo que hiciera su primera flecha.

Despertarse, recoger, ponerse armadura, salir.

No había podido dormir del todo bien, con todo lo que había sucedido la noche anterior, y menos preocupado como estaba por la salud de la pequeña y adorable Jess, pero se obligó a reposar, pues sabía que si no recuperaba sus fuerzas, no le sería de ayuda a su vieja amiga.

Shanshar les avisó que algo les pasaba a las chicas y que su magia le permitía saberlo. Fornund no dudó, pues aquel hombre había exhibido unas capacidades mágicas sorprendentes y hasta ahora, las había empleado siempre en beneficio de todos. 

La caminata a buen paso por el bosque era sencilla, como seguir el rastro del carromato de la Pequeña Gran Jess con su ratita, pero él, pese a no encontrarse del todo a disgusto en medio de la naturaleza salvaje (algo que no admitiría nunca) seguía prefiriendo una buena montaña. 

- Mosquitos gigantes, malditos mosquitos. Cuando yo digo que nada bueno hay en un bosque... - masculló, al ver salir de sus crisálidas a aquellas repugnantes criaturas. Por suerte, algún tipo de conjuro les protegía, así que la amenaza fue rechazada y pudieron seguir adelante. Al escuchar las voces de las chicas, Fornund no lo dudó, salió corriendo hacia adelante, en dirección hacia ellas. - ¡METEROS CON ALGUIEN DE VUESTRO TAMAÑO! ¡YA VOY JESS! - 

Si con el grito conseguía espantar a los atacantes de Jess, mejor, si conseguía que se encararan con él, mejor aún. 

Se sentía mucho mas seguro al tener a Yrlinand con él, que había vuelto a hacer una gran labor. Además sus ojos podían perforar la oscuridad de forma mas eficaz, algo que era de agradecer.

Como siempre por cada cosa buena ocurrían como mínimo dos malas, así que no llegó a sorprenderse del todo cuando al alcanzar a Jess esta se veía asediada por unos mosquitos infernales. Al ver que el voluntarioso pero lento enano iba en su ayuda exclamó -ပွေးသှား- al mismo tiempo que palmeaba la espalda del paladín. Quería que llegase a proteger a Jess sin que se quedase atrás, algo demasiado común en él.

Pero no era eso lo único que quería lanzar al enano, dudaba que Ely tuviese el poder de romper su conjuro que afectaba a cualquier ser vivo... salvo que Jess no estuviese viva, así que volvió a lanzar el mismo conjuro sobre Fornund, no dudaba que acabaría por tocar a Jess y en ese momento saldría de dudas sobre si seguía viva o no.

ខ្សែសង្វាក់ភ្នែក- fueron las arcanas palabras que invocó antes de retirar la mano de la armadura del enano y ver como salía despedido como una flecha.

Terminó diciendo con voz lacónica -tened cuidado con Jess, es posible que ya no esté viva y nuestros problemas se hayan multiplicado.

Naja Naja se dejó hacer. La bondad de Dámasor siempre era reconfortante y el viejo hizo que se le escapara una sonrisa cuando entendió que las dos jóvenes se habían escapado como si de dos adolescentes rebeldes se trataran, huyendo de sus estrictos padres en busca de algún jovencito del que estuvieran enamoradas.

Recobradas ya las fuerzas gracias al Santo, el monje caminaba junto a los demás siguiendo el rastro que el carro que Jess había tomado prestado dejaba sobre el terreno. De vez en cuando el monje estiraba los brazos, tensando los músculos, o se acuclillaba un par de veces en un rápido movimiento. Siempre el cuerpo alerta, tenso, dispuesto a reaccionar inmediatamente ante cualquier amenaza. Así fue cuando, por fin, dieron con las jóvenes huidas. Mucho podía correr el paladín acorazado y paticorto que, cuando se quiso dar cuenta, Naja Naja ya le pasaba por la izquierda, dejando atrás tan sólo una mirada desafiante y una sonrisa ladeada en su deformado rostro.

El monje fue el primero en llegar hasta el carro. El conjuro de curación del santo había obrado un milagro y Naja Naja se sintió capaz de enfrentarse de nuevo a cualquier demonio y machacar cualquier muerto viviente por grande que fuese. Poco después llegó el paladín con su voluminosa armadura, titineando como las campanas del templo de Moradin.

Algunos insectos los acosaron también allí. Los que atacaron al enano no encontraron hueco donde clavar su aguijón, mientras que el monje recurrió a su velocidad para apartarlos con manotazos y espachurrarlos a continuación con uno de sus movimientos fluidos.

Jagga no tenía ni la velocidad ni la armadura de los aventureros y presentaba un aspecto lamentable. Su piel estaba cuarteada y había perdido su color verdoso natural, como si un vampiro la hubiera chupado toda la sangre. La orco había caído entre los dos caballos que tiraban del carro y yacía inconsciente en el suelo.

Los caballos apenas se tenían en pie y amenazaban con dejarse caer en cualquier momento aplastando a la salvaje. La toporrata había logrado huir, dejando profundas huellas de sus garras en el blando suelo del bosque. Un pequeño fuego humeaba despidiendo un extraño olor familiar. El sol matinal despuntaba entre los árboles iluminado la vegetación, pero no había rastro de Jess ni de Ely.

Poco después llegaron el resto de Aventureros: Nalfeim, Nerisnath, Dámasor y Shanshar. Sîglü e Isabella apretaron el paso para no quedarse atrás. Habían descubierto que el santo, de alguna manera, espantaba aquellos bichos e hicieron lo posible por mantenerse a salvo cerca de él.

-¿Dónde está mi niña?…¡Ely, soy tu madre, por favor perdóname!- Suplicó Isabella.

La mujer palpó bajo el heno que se amontonaba sobre el carro.

-Shanshar me explicó que tengo que protegerte de la luz. No quiero provocarte ningún daño, por favor dime si estás bien- dijo temerosa de que su hija se achicharrase si levantaba el heno. Entonces sus manos encontraron un bulto. Recorrió su pequeño contorno con gesto de extrañeza y lo sacó a la luz. Todos reconocieron la bolsa mágica de Jess cuya magia le permitía contener gran cantidad de objetos sin apenas aumentar de peso. La curiosidad y la desesperación hicieron que Isabella abriese la bolsa y mirase dentro. De inmediato se escuchó a Jess chillar desde dentro del espacio adimensional que encerraba el artefacto. Isabella, chilló a su vez asustada y sin querer dejó caer la bolsa al suelo. Se hizo el silencio. Unos miraban a los otros en busca de respuestas. Finalmente Nalfeim apoyó su lanza en el carro, recogió la bolsa y miró en su interior. Un nuevo grito de dolor resonó en su interior. El clérigo palideció al ver a Jess acurrucada allí dentro. Cerró la bolsa y la depositó sobre el carro.

-¿Dónde está mi hija?- Preguntó Isabella.

Nalfeim se sintió superado por lo que acababa de ver. Negó con la cabeza sin poder ofrecer una respuesta a la desconsolada madre y se limitó a abrazarla.

-¿...Y porqué Jess tiene ahora el mismo aspecto?- Sollozó Isabella refugiándose en los brazos del viejo clérigo.

.

Nerisnath había explicado a sus improvisados compañeros, allá en la posada de Tergar, cómo la piedra ioun de Mugarius había absorbido para si la mayor parte de la magia de su conjuro de detección. Sólo al esforzarse en su conjuro había podido percibir las auras del resto de objetos mágicos que llevaba encima. Había sido en ese momento cuando el falso símbolo de Pélor se había mostrado tal y como era realmente: la serena faz del dios del sol se había transformado en la expresión burlona de un demonio de colmillos retorcidos. La acusación de servir a Lord Lustmord, aunque lógica, había sido un gambito para intentar que el Inquisidor se delatara a si mismo, pero o no le servía a él, o tal vez no fuera consciente de ello. Sea como fuere, Mugarius se servía de su bastón, y de la piedra ioun, para burlar la magia de detección que lanzaran sobre su persona.

Hasta ahora. Dudaba que Mugarius se hubiera enfrentado antes a un mago de un mínimo talento. Aquella había sido la razón por la que la antigua maga roja le había pedido a Naja Naja que se lo arrebatara con uno de sus eléctricos movimientos. Cuando aquello no había funcionado y no había tenido más remedio que utilizar magia letal para evitar que el semielfo escapara cuando lo intentó.

Tras haber explicado sus motivos, demostró la validez de su hipótesis al identificar con su monóculo encantado los objetos mágicos que portaba Mugarius.

Aceptó con sorprendente timidez -para alguien que proyectaba tanta confianza en si misma- la gratitud de Naja Naja. Y se retiró a sus aposentos poco después. Había sido una decisión acertada, teniendo en cuenta que Shanshar los había despertado poco después para desvelarles el paradero de Jess.

Durante el viaje bajo las estrellas, le había pedido a Dámasor y a Naja Naja, con cierto tono cansado, que le recordaran por qué estaban haciendo aquello. No por ignorancia, sino como forma de expresar su descontento. Los acontecimientos se sucedían más aprisa de lo que a ella le gustaban. No le había dado tiempo a planificar nada, sino que había tenido que estar reaccionando sin parar a lo que le llegaba. Y Nerisnath odiaba improvisar.

¿Estirges? -se preguntó a si misma cuando vio el espectáculo que estaban dando Jaggay Jess ¿Tanto escándalo por un puñado de estirges?

Durante nuestro periplo nocturno por el bosque, encuentro de lo más estimulante la conversación de la encantadora Naerish. Para un viejo como yo, siempre resulta muy enriquecedor estar cerca de aquellos que son más jóvenes e inteligentes que yo mismo. Sus preguntas me hacen reflexionar sobre el sentido filosófico de la vida y qué es lo que estamos haciendo aquí, en este mundo. A juzgar por su ceño fruncido, no estoy del todo seguro de que mis torpes respuestas satisfagan la inquietud de mi interlocutora.

Redoblo mis esfuerzos por alcanzar a las desaparecidas Jessy y Elyzabeth cuando escucho los gritos de la primera. Sin embargo, cuando consigo dar alcance a aquellos compañeros que son más rápidos que yo, no consigo ver a ninguna de las dos por ningún lado.

—Yo... no-no lo entiendo... —reconozco, mirando alternativamente a la compungida Inés y a mi buen amigo Nalfeim— ¿Do-dónde se han me... metido nuestras dos... mo-mo-mocitas?

Naja Naja se limpió los puños, pringosos de los viscosos interiores de los mosquitos gigantes, en la tela de sus amplios pantalones para inmediatamente ponerse a ayudar a Jagga. Si no la sacaban de allí pronto podrían aplastarla los malheridos caballos. La tomó por debajo de las axilas, sin un asomo de repugnancia por tal hecho, a pesar de que era una sucia orca, y tiró de ella hasta ponerla en lugar seguro. Era una tarea mucho más sencilla que si hubiera sido su oronda compañera, Siglü, a la que ya habían salvado de ser devorada por el cadáver gigantesco. El hombre-serpiente ano dudó en activar el poder de su cinturón para tratar de aliviar las heridas de la salvaje.

- Eshto debería shervir.- Dejó con mimo a la orca tendida en el suelo para que otros más duchos en la materia, como el Padre Dámasor, se encargaran de ella como era debido. El no podía hacer mucho más. Raudo se prestó a acompañar y proteger a Isabella en su desesperada búsqueda de su hija. No le gustaba nada el cariz que estaba tomando la huida de las dos jóvenes y las expresiones que veía en los rostros, tanto de la madre como de Nalfeim, no auguraban nada bueno.

- ¿Qué pasha?- Preguntó el monje sin atreverse, no sin permiso, a mirar dentro del saco que solía portar la joven y dicharachera Jess. Lo primero que se le pasaba por la mente era que la hija de Tergrar, de nuevo incapaz de controlar sus nuevos y perniciosos instintos, se hubiera comido una parte de Jess a modo de tentempié.- ¿Dónde eshta Ely?

Menos mal que no se me ha dado por cambiarme de ropa aquí dentro, porque a todo el mundo le da por mirar-pensó para sí.

La mochila mágica se sacudió en un espasmo, como si algo se moviese dentro. En el interior, Jess lamentó haber tocado la faceta cristalina responsable del temblor. En el exterior, la voz de Jess comenzó a escucharse por el bolsillo del morral.

Lo... lo tengo todo bajo control. Casi. Maté a Morrigan. Y... y... Y evité que la luz del sol le diese de lleno a Ely-mejor por empezar con lo que Jess había hecho bien-. Aparte de eso... Aparte de eso, puede que las cosas se saliesen un poco de madre. Un demonio se llevó a Ely. Hizo un pentagrama con tiza, y se abrió un portal.

Inexplicablemente, salieron del portal un montón de esos insectos demoniacos. Yo no tuve nada que ver. Fue el demonio. En serio. Hay una roca de camino hasta aquí, junto a la que se me cayó la tiza cuando estaba dibujando... cosas que no tenían que ver con pentagramas e insectos demoniacos. ¡Tenéis que buscar la tiza! Entre los arbustos también encontraréis la sombrillita de Morrigan.

En cuanto encontréis la tiza, trataré de abrir un portal para ir a buscar a Ely. He estado practicando un montón, y a la tercera va la vencida. ¡Esta vez no saldrán más bichos! ¡Lo dibujaré bien!

¿Qué...? ¿Qué tal está Jagga? ¿Se pondrá bien?

Escucho la voz de la encantadora Jessy pero por más que miro a mi alrededor no la veo por ninguna parte. En quien sí reparo es en la paliducha figura de tez verdosa de una de las mujeres orcos que estaban anoche en la posada con nosotros. Le aseguro a nuestra invisible interlocutora que yo cuidaré de su amiga y también que trataré de localizar la tiza de la que nos habla.

Cómo ha llegado la mujer orco hasta aquí es para mí un misterio que espero poder responder tan pronto como la haya ayudado a recuperarse. Me arrodillo junto a ella y le impongo mis manos. Una vez que recobra el conocimiento, no dudo en interrogarla amablemente sobre lo sucedido.

Mientras busco debajo de las piedras y aparto arbustos tratando inútilmente de localizar o bien a Jessy o bien a su tiza perdida, pido que me expliquen en qué circunstancias fue destruida la vampiresa conocida como Morrigan y por qué razón escaparon las tres jóvenes de la amorosa y vigilante protección de tantos y tan capaces campeones del bien como hay aquí reunidos. Y por último, pero no por ello menos importante, me interesa saber cómo es posible que una muchacha decente como ella se haya vuelto invisible y ande escondiéndose de nosotros de este modo.

Nerisnath abrió mucho los ojos cuando Jess contó su historia.

—¿Tienes la más remota idea de lo que estás haciendo? —le preguntó retóricamente en un tono brusco haciendo esfuerzos por no terminar la frase con la palabra "niña".

Lo único que hacía falta en aquellas circunstancias era que Jess jugara con magia avanzada que estaba muy lejos de entender. Más que ayudar, aquella muchacha de buenas intenciones y pájaros en la cabeza estaba empeorándolo todo.

Preferiría que dejara las manos quietas y el asunto en manos de los profesionales. Con un estudio profundo y la documentación adecuada, tal vez podría hacer funcionar todo aquello.

La dientes de la calavera que pendía de su cinturón castañearon en una risa.

—Cada vez que veo a una jovencita alocada me digo a mi misma: esa chica necesita el poder de abrir portales al infierno.

¿Verdad que sí, calaverita?-dijo la voz de la mochila, sin entender la ironía-No necesitas saber lo que estás haciendo cuando guía tu mano el poder del amor. Con el poder del amor abriré un portal a los infiernos... y traeré a mi mejor amiga de vuelta.

¿Cómo vais por ahí?-preguntó, impacientándose-¿Encontráis la tiza de olor de azufre o la sombrillita de color negro desesperación?

¿Estirges? -se preguntó a si misma cuando vio el espectáculo que estaban dando Jagga y Jess ¿Tanto escándalo por un puñado de estirges?

    Nerisnath se acuclilló para examinar uno de los enormes mosquitos que el monje había espachurrado. En principio solo se diferenciaban de los Estigres por sus ojos amarillentos hasta que vio que los que seguían llegando eran desviados por el aura del ilmaterino como un saliente de roca en la corriente de un río. ¿Estigres “demoníacos”? murmuró.

Inexplicablemente, salieron del portal un montón de esos insectos demoniacos

La joven Jess dio una explicación muy similar, aunque no por ello menos inquietante.

   El hombre-serpiente sacó a Jagga de debajo del carro y Junto con Dámasor, trataron de que volviese en si. Habían drenado casi toda su sangre, pero la curación mágica hizo que comenzase a recuperarse.

Cuando Naja Naja miró dentro de la bolsa le pareció entrever a la intrépida espadachín, acurrucada entre los pliegues del misterioso espacio adimensional que albergaba la bolsa de contención. La chica no presentaba heridas visibles, pero el pelo castaño de la joven se había aclarado. Su tez estaba pálida y ojos estaban enrojecidos como si padeciese de fiebres. Los iris también habían tornado a un inquietante tono anaranjado y sin embargo su mirada aún seguía transmitiendo la misma energía positiva y optimismo juvenil de siempre.

El ilmaterino dejó a Jagga al cuidado del monje y el clérigo y trató de encontrar la tiza de la que hablaba Jess. En cuanto se alejó, los estigres infernales volvieron a acercarse al grupo, acosándolo con sus afilados aguijones pero Nalfeim alzó su símbolo sagrado y los mantuvo a raya con un conjuro de protección.

 -Sea lo que sea que queráis hacer aquí, será mejor que lo hagamos rápido. Este lugar está infestado-

Los insectos no eran rival para los avezados aventureros, pero por muchos que aplastasen, seguían apareciendo más.

Dámasor regresó al cabo de un rato con las manos llenas de piedrecitas de colores. Incluso un huevo moteado, pero ni rastro de la tiza o la sombrilla a la que se refería Jess.

Nalfeim resopló. Ely desaparecida…Demonios, plagas de insectos infernales, portales al abismo. El clérigo miró a Isabella y sacudió la cabeza. El plan de subir a la montaña y hablar con el maestro Corvinus estaba dentro de sus posibilidades, pero lo que se les venía encima parecía demasiado peligroso para llevar a la madre de Elyzabeth con ellos. El clérigo asomó la nariz por la bolsa:

-Jess: ¿Estás segura de que ese debe ser nuestro siguiente paso? ¿Seguir a Ely a través del portal en lugar de ir al santuario a pedir ayuda a Corvinus?- El clérigo levantó la mirada en busca de una confirmación por parte de los demás.

Nalfeim hizo una pausa y sacó de su mochila el equipo que la joven había abandonado en el sótano de la posada. -Te he traído tus cosas-

Después se volvió hacia Shasnhar y le preguntó: -¿Cuál era tu plan para convencer a ese mago megalómano? Antes o después tendremos que ir a verle, pero preferiría no poner en peligro a Isabella si podemos evitarlo-

Mientras los demás se pronunciaban, Nailfeim relató a Jess como habían acabado con Mugarius y los objetos que habían saqueado al falso pelorita.

Fácil - replicó el mago a Nalfeim mientras se agachaba junto a Nerisnath, no obstante el mago parecía haberse olvidado del clérigo y musitó - un encantamiento para ver las auras revelará fácilmente la tiza y la sombrilla.

Ajenos invocados, parece ser. El conjuro podría ser...* ¿que opinas?- preguntó a la maga roja. Puede que tuviesen mala reputación pero en conocimiento del Arte eran segundos a muy poca gente, lo mínimo era respetarlos como colegas de estudio.

Parpadeó de nuevo y dijo otra vez a Nalfeim -sigo poseyendo su arcanábulo. El cuál desearía estudiar con la ayuda de Nerisnath y la tuya. Sus secretos son la clave para controlar a Corvinus y en el peor de los casos negociar con él. Pero eso requiere que nos calmemos y nos tomemos unos días para ello.