Partida Rol por web

Esperando que sus compañeros hiciesen el fuego, Launfinwë no podia apartar sus ojos del ser que en un pasado fue un soberbio árbol. La deprecación en la que se había convertido, lo que le estaban obligando a realizar. Convertido en un guardián de algo aún más oscuro. La torre en la que se encontraban no le había dado buena impresion antes de ascender y lo que sus ojos veían corroboraba sus sentimientos.
La espera se hacía tediosa, larga y el semielfo podía escuchar su reapiracion, el latir nervioso de su corazón esperando lo que iba a acontecer en breve

Turno 1014

La herida de Drustan era considerable, no hacía falta más que escuchar el sonido del hueso cuando se fracturó. Por suerte, ya estaba fuera del alcance del orodrim, al igual que el resto, y eso nos dejaba unos minutos para pensar nuestras proximas acciones.

Dejé por un momento el pedernal y la yesca a un lado, pues no encontraba cerca nada para que el fuego prendiera. Mientras el resto se ocuparían del valiente beornida, saqué del petate la ultima hoja de darsurion que aún me quedaba y me la apliqué en la herida que no terminaba de sangrar levemente. Finalmente tapé la herida con la hierba con un jirón de mi capa, a sabiendas de que necesitaría más descanso o alguna ayuda adicional de algun compañero para su total curación; pero era consciente de que el beornida precisaba mucho más ayuda por el momento que yo mismo.

Turno 1014

La elfa saco su arpa. Sus dedos rasgaban las cuerdas con delicadeza, creando poco a poco una dulce melodía que comenzó susurrante, pero que fue creciendo en intensidad sin dejar de sonar dulce y armónica.

Su vista no se apartaba del negro árbol que tenia delante, dejando que su música llegase a el y le aliviara el corazón.

Turno 1014

El malvado árbol era un obstáculo difícil, pero al mismo tiempo su alcance era limitado. Una vez lejos de sus peligrosas ramas, podían curar las heridas y preparar un plan. Elorham se concentró primero en la pierna de Drustan. Murmuró palabras sagradas...

-Gelácne bán... Gelácne bán...

Y pudo sentir cómo comenzaba la curación. No obstante, no se iba a curar del todo hasta dentro de muchas horas. Tal vez demasiadas.

-La princesa...

Entonces recordó que entre sus pertenencias tenía algunas dosis de una hierba que podía potenciar aún más la curación. -El fuego. Necesito preparar un cataplasma..., les dijo a los compañeros y pensó en cómo moler las flores amarillas de Arfandas que llevaba.

Turno 1014

Zigûr pudo recuperarse solo, no estaba muy herido pese a haber recibido un fuerte golpe. Fue cuestión de tiempo que su cabeza volviese a estar centrada.

Se levanto y se coloco junto a Eruannë, preparándose para lo que estaba por venir.

RESOLUCION TURNO 1014
 

Todos estaban a salvo, o al menos todo lo que se podía estar en la cima de la torre, con un campamento orco a la vista y a meced de un corrompido árbol.

Drustan tenía una pierna rota, y Elorham se afanaba en hacer lo posible para curarlo. Una herida grave que sin duda lo hubiera tenido meses postrado, sin asegurar una aceptable recuperación. Sin embargo, el animista sabía lo que hacía e imponiendo sus manos hizo algo asombroso. El beornida notaba como su hueso se volvía a unir cuando las manos pasaban sobre el lugar de la fractura. Sus manos firmes se posaban, sin llegar a tocar, en la pierna del guerrero. Un calor extraño invadía su extremidad, su pierna rota estaba curada, al menos la parte más grave. Aun tendría que reposara para que la naturaleza hiciese su trabajo, Elorham había hecho cuanto estaba en sus manos.

Fue Adronath el que trato de mitigar el dolor, pues la herida física aún era visible, con una flor que poseía. Una flor de grandes pétalos amarillos y capítulo azulado. Machaco la flor, tal y como la sacó de su bolsa de cuero, con sus dedos sobre la palma de la mano hasta conseguir una pasta. Después extendió esa pasta en el lugar exacto donde Drustan había sido golpeado, refrescando la zona y bajando la hinchazón, se sentía mejor.

Además de la flor que Adronath había aplicado a la herida, Ástomer hizo algo parecido con una hoja de Arfandas. Consiguió su cataplasma mezclando la hoja machacada con algo de agua de su cantimplora. Se la puso al beornida donde no estaba la medicina del animista y tapo todo con un jirón de su propia capa a modo de vendaje. Drustan estaba más que agradecido, y realmente se sentía mejor teniendo en cuenta lo que había pasado.

Lafinwë, Adronath y los dos elfos del bosque negro, permanecían quietos, observando la abominación y pensando en un modo de superar aquel obstáculo. Poco podían hacer. A ellos se les unió un recuperado Zigûr. El mago se había levantado tras su desorientación por el golpe recibido. Un fuerte golpe con el que resulto herido, pero era momento de seguir adelante.

La elfa saco entonces su arpa. Sus dedos, casi de inmediato, comenzaron a rasgar las tensas cuerdas del instrumento. El sonido comenzó a brotar, un sonido inconexo y carente de forma, que poco a poco se fue transformando en una suave melodía. La canción iba cogiendo forma, igual que en los inicios del mundo lo hizo La Cancion. Poco después se diferenciaba una dulce tonada que invitaba a la reflexión. El negro árbol la percibió, y lo hizo de un modo inesperado pues sus ramas bajaron calmadas ya mientras se mecían con suavidad. Algo había conseguido hacer la barda a aquella abominación, había bajado la guardia, era el momento de atreverse a ver si de verdad era así…

Turno 1015

"Ningún olva pierde por siempre el camino que le señala la tierra, ningún kelva pierde sus raíces. Y ningún elda pierde su estrella por siempre."

Mientras los dedos de la elfa rasgaban las cuerdas del arpa, el recuerdo de aquella horrible visión regresó a los ojos de Eruannë, cuando las estrellas derramaban sus lágrimas sobre los mellyrn, los más bellos olvar que jamás se vieran en Endorë y una estrella de rusientes destellos lo anunciaba: un terrible augurio había caído sobre ellos.

—Sobre los olvar… —susurró.

Por un instante retornó aquella pesadilla y entre los jirones de un tiempo que aún no era vislumbró dos ojos que ardían en la negrura y una silente sombra cargada de odio; la tierra estremecida y herida, los lamentos del bosque. Y soñó que las criaturas del bosque se apretaban a su alrededor para escuchar su canto. Criaturas grandes y pequeñas, criaturas silenciosas y sufrientes, criaturas vestidas con hojas. Olvar… Soñó también que los innúmeros ojos del firmamento custodiaban su sueño y que desde las entrañas de la tierra le hablaba una voz grave y profunda y que desde el aire los vientos la protegían con poderosos escudos de remolinos. Y más allá, en lo alto de una oscura torre (que no era otra que esa misma torre que ahora hollaban sus pies), los aguardaba algo inminente y oscuro.

Entonces Eruannë se había inclinado sobre el espejo de agua y rozado el agua con la punta de sus dedos. Más allá del ahora lejano cielo un ominoso suspiro había cobrado vida, se había derramado sobre las doradas coronas de los árboles y las había amortajado de nieblas. Y entre las lóbregas y engañosas sombras, lo cierto se había hecho incierto y lo verdadero, dudoso. La oscuridad se había hecho densa, viscosa, abrumadora, y Eruannë se había encontrado perdida en aquel lúgubre sitio. Recordó cuando un escalofrío estremeció su piel al roce del gélido aliento de una espectral presencia. Pero lo único que percibió entonces fue el impenetrable murmullo del polvo y la hojarasca arremolinándose en torno a ella, los lamentos alejándose más y más y el frío horadando sus huesos. Oscuridad, soledad, frío, miedo y un largo y execrable silencio. De pronto, las sombras se espesaron, la noche creció y el viento aulló con agudo clamor. Y algo inasible tomó la forma de una atroz pesadilla de garras, de púas y colmillos que clavaron su furia en la trémula carne de la elda. Un oscuro y monstruoso mallorn la atacaba. Eruannë apretó los dientes y cerró los puños con fuerza. Rechinaron sus dientes y sangraron las palmas de sus manos y la tierra crujió a sus pies y bajo la densa niebla que envenenaba el aire circundante.

Al fin, aferró entre sus dedos el arpa y ejecutó una dulce melodía que avanzó y retrocedió, que flaqueó y trastabilló, que se levantó sobre sus propias cenizas y se erigió infranqueable, acorde tras acorde, como una torre de piedra. (Como una torre de luz y de sosiego, muy distinta a la que tenía ahora frente a sus ojos.) La silvana resistió el maligno embate y puso en su canto todo el poder y la magia que extrajo de sí y de todo lo que conocía y amaba. Cerró los ojos para no confundir su canción con la tristeza del mundo. Y cantó a los pájaros y sus gorjeos se hicieron eco en su voz; cantó al lejano y bravío mar y al suspiro de la brisa; cantó a las refulgentes miradas de las estrellas y a las nieves que teñían de plata las altas cumbres; y cantó a las criaturas que se vestían con hojas y echaban raíces, a las flores que se abrían al rocío y al silencioso musgo que envolvía las piedras. Pero, ante todo, cantó por el Bosque Dorado cuyos hijos habían palidecido y se retorcían negros y lúgubres, ajenos a su áurea esencia.

(Como ahora, frente al atormentado Orodrim.)

No le deseaba mal alguno, no creía que nadie tuviera el derecho de erigirse en juez y verdugo de aquella criatura. Otro era su sino, otro el camino que lo conduciría a su inevitable final. Avanzó unos pasos hacia el árbol y susurró:

—Lachglin es el nombre del mago —susurró. —Él es tu enemigo, y no nosotros. Que la Valië te otorgue la paz que el Oscuro Mago te arrebató. No menguará la luz del día que vengaremos esta afrenta. Tienes mi palabra.

Eruannë sabía que aquel retorcido olvar no comprendía sus palabras (ella no poseía aquel prodigioso conocimiento que el animista había demostrado) e ignoraba si acaso el Orodrim todavía conservaba algo de los muchos dones con que Yavanna había bendecido a sus hijos, pero no por ello dejaría de intentarlo. Era un olvar, uno de los hijos más amados por la Valië…

Luego, volteó la mirada hacia sus compañeros y susurró:

—Zigûr, vuestra ciencia nos será de mucha utilidad en el observatorio. ¿Quiénes lo escoltarán?—dijo, y señaló con una ligera cabezada hacia el observatorio. No podían dejar ningún recoveco sin escrutar antes de dar el siguiente paso. —Id con cuidado y observad donde pisan vuestros pies. Os esperaré aquí, junto a la puerta. 

Y su mirada regresó al olvar.

Turno 1015

La música tocada por Eruannë no sólo atrapo los pensamientos de Launfinwë, sus sueños también. Sus recuerdos de tiempos mejores, más felices, sin lucha, sin dolor. Todos llegaron al unísono y se esfumaron cuando Eruannë pidio investigar el resto del observatorio -Iré, acompañaré a Zigûr y haré que regrese sano y salvo- Volvió a aferrar con fuerza la empuñadura de su espada dando un pequeño golpe a su escudo. Temeroso, el semielfo dio los primeros pasos con cautela, casi arrastrando los pies y mirando constanteme las ramas, ahora inmóviles.

Turno 1015

El mago aun sentía un fuerte dolor en el pecho, aunque estaba recuperado del golpe. Miraba receloso a aquel apaciguado árbol, que había dejado de mover sus ramas con violencia.

- Vayamos a echar un vistazo, pero no nos demoremos demasiado. - dijo echando un vistazo atrás, como si esperase ver un batallón de orcos corriendo hacia allí.

Se encamino hacia las escaleras para subir al observatorio donde estaba aquel telescopio.

Turno 1015

- El mago lleva razón, Namirë espera apresada, quien sabe las maldades que estará sufriendo - añadió el elfo. Dio un paso al frente, luego otro, en dirección a la puerta. Temía un nuevo ataque del árbol.

Turno 1015

- Si, vayamos, hay que darse prisa. Abramos esa puerta para ver lo que nos espera tras ella... - El elfo avanzo mas decidido que su compañero.

Turno 1015

Las notas del arpa de Eruannë transportaron la mente y el corazón de Elorham lejos de este sombrío lugar. Por momentos, se veía rodeado de bellos árboles dorados, fuera del tiempo y del espacio de Arda, donde las vidas se dibujaban en eternos círculos. Pero no era más que un espejismo, un sueño inalcanzable para los mortales, que solamente podían contemplar desde la lejanía el esquivo reflejo de aquello. Y aún así, Elorham comprendía la importancia de la música. No en vano, fueron los Ainur los que expresaron la esencia de su ser, incluso antes que el mundo era. Y de esa esencia se creó todo.

Con cierto dolor, el animista regresó al aquí y al ahora. Comprobó la pierna de Drustan, y le dijo: -Has de descansar, amigo. Unas pocas horas. Los huesos necesitan reposo, pero se curarán bien.

Luego se incorporó y se acercó a Eruannë. -Nihtegale, debo entrar en el observatorio. No diré que no me aterra hacerlo, pero al mismo tiempo sé que es lo que debo hacer. Si no regreso...

Se quedó en silencio, pues realmente no había sentido la presencia de la muerte tan cerca antes, y era difícil asimilarlo. En realidad, se sentía más vivo que nunca, ahora que las esperanzas se desvanecían ante la imparable maldad de este lugar. Agarró su lanza y se acercó a los que se preparaban para subir al observatorio, posicionándose en la retaguardia.

-Vigilad vuestros pasos, dijo a modo de advertencia. Había aprendido a confiar en las visiones de Eruannë.

Turno 1015 bis

Eruannë asintió a las palabras de Laufinwë y susurró:

—No os acerquéis a ningún olvar, aún una brizna de hierba puede ser mortal tosigo.

Fue entonces que la cantora vio a los elfos encaminar sus pasos hacia la puerta que conducía al interior de la torre. Como antes había ocurrido con Aegnor, la sangre parecía bullirles en las venas ante el solo recuerdo de Namiré. Eruannë suspiró. Esperaba que su impaciencia no los condujera por el mismo derrotero que Aegnor... y que tampoco arrastraran a los otros por el mismo despeñadero.

Aegnor, fue un fuego que sucumbió a su impaciencia. ¿Y acaso su caída salvó a Namire?

Cuando Elorham se acercó, Eruannë contempló los fatigados trazos de aquel rostro y sonrió:

—Volveréis. Es una breve mirada al cielo , sonrió, pero su rostro se ensombreció brevemente al voltear la vista hacia los elfos, y susurró: El mago nos espera en las entrañas de la torre. No os dejaré solo cuando bajeis, ¿sino quién os "rescatará" entonces? —bromeó, y una enorme sonrisa asomó en sus labios.

Y acaso las valiër guíen nuestros pasos en este atroz laberinto...

RESOLUCION TURNO 1015
 

Los dedos de la elfa bailaban sobre las cuerdas de su arpa. La música sonaba delicada, suave, invitando al enemigo, en que se había convertido el ser, para el que tocaba. Este estaba subyugado por las notas y la melodía, relajándose hasta no poder, no sentir la necesidad, de atacar a aquellos que se le acercaban. No dejaría de tocar mientras aquel peligro existiese, no mientras sus compañeros estuviesen en peligro. Eruannë sugirió, no sin esfuerzo mientras mantenía la cadencia de su música, que Zigûr subiese al observatorio.

El mago accedió instigado por Lafinwë, que se ofreció de inmediato a acompañarlo. Elorham se les unió también, una especie de impulso le empujo a hacerlo, quizás curiosidad, aunque por sus palabras más pareciese que tenía algo pendiente allí. Juntos, y no sin recelos para con el árbol, se encaminaron hacia las escaleras. Lafinwë iba en cabeza, seguido por Zigûr y por ultimo Elorham. Los escalones estaban bien tallados, sin apenas desperfectos, salvo los del uso cotidiano. Carecían de barandilla y en cuanto habían subido una decena de escaleras estaban prácticamente en un abismo. La subida salía de la planta de la torre, un resbalón y caerían al vacío hasta estrellarse contra el agua, en la mejor de las suertes. Era la verdadera complicación del ascenso, el hacer frente al miedo y al viento que pudiera soplar. Zigûr tropezó, y a punto estuvo de precipitarse al abismo que se abría a su derecha cuando su pie resbalo en uno de los escalones. Por suerte recobro el equilibrio colocando la mano sobre la roca a su izquierda. Sus compañeros temieron por el pero enseguida continuaron subiendo. Llegaron al fin al observatorio.

Aranel y Elenmenel se acercaron a la puerta entre tanto. La puerta era de piedra, negro laen como las contraventanas. Parecía pesada y carecía de pomo alguno, tampoco podían verse cerraduras o bisagras. Aun asi se diferenciaba perfectamente en la pared, pues sobresalía al menos cuatro dedos hacia afuera. No habían tratado de esconderla, no era necesario. Los elfos trataron de encontrar un mecanismo para entrar, incluso intentaron hacer palanca con sus armas sin conseguirlo. No había manera, física, de poder entrar allí, de abrirla por las buenas.

Drustan quedo tumbado, necesitaría reposo, un largo reposo de varias horas si quería recuperarse. Cualquier movimiento que no fuese caminar resultaría fatal para su pierna. No se veía con fuerzas de correr, subir escalones y mucho menos de luchar. Se sentía algo inútil, una carga para sus compañeros, pero tenía mucho que decir aun, su arco, su experiencia, aun podía ayudar.

Los demás aguardaban tras la elfa, viendo cómo se desarrollaban las cosas.

RESOLUCION TURNO 1015
 

Los tres compañeros llegaron a lo alto del observatorio, era una zona más amplia de lo que parecía desde abajo, formando una superficie casi circular de unos cuatro metros de diámetro. La propia roca hacía las veces de barandilla, el observatorio había sido horadado en ella. El único lugar sin protección, era donde comenzaba la escalera y único acceso hasta allí. El suelo era similar que el de abajo, negruzco y bien limpio.

El telescopio descansaba, sobre un trípode, cerca de la baranda, miraba al cielo, hacia el este. Seguramente se usaría para contemplar las estrellas por la noche, pero por el día podría servir para otear los alrededores hasta bien lejos. Era metálico, de bronce desgastado pero pulido, debía de tener mucho tiempo y sin embargo se conservaba limpio. Colgado del trípode, los tres pudieron ver un extraño aparato, parecía ser un astrolabio como los usados por astrólogos y marinos.

Turno 1016

Durante unos minutos me quedé observando a Drustan y apoyandolo con mi presencia. Sabía como se sentiría el beornida, mas por no ser util en la misión que por el dolor físico sufrido. Pero ahora solo cabía esperar y tener paciencia que esa pierna se curara.

Fui tras los elfos para intentar abrir esa maldita puerta, aun con la incertidumbre de un posible ataque del orodrim. Antes que nada me concentré por si la puerta tuviese alguna trampa oculta si conseguiamos abrirla; no nos podiamos fiar de nada.

Turno 1016

Encabezando la pequeña partida, Launfinwë observó los dos extraños objetos. Avanzó con la cautela que una situación tan tensa podía requerir. Se aproximó en primer lugar al telescopio rozándolo con la punta de la espada, solo lo movió unos centímetros y el sonido del chocar de ambos metales, la espada contra el cobre, fue lo único que interrumpió la respiración del semielfo. Una acción temeraria después de ver el araqie sufrido por la corrupción del árbol. Algo que aún le llenaba de tristeza el corazón.
La estancia era pequeña no se veían nada que pudiese ser peligroso pero en una torre en al que vivía un hechicero nunca se está seguro de nada. Giro su cabeza para ver a Zigûr, siempre tras él -¿Que es esto? Aquí parece que nos encontramos a salvo- Señaló con la punta de la espada el telescopio que acababa de tocar.

Turno 1016

Mientras subía por las escaleras de piedra, el rohir no pudo evitar mirar al árbol que les había atacado. Aún apaciguado ahora por el arpa de Eruannë, su maldad seguía latente. Dentro de la torre podía haber otros como aquel árbol, o tal vez necesitaran de la luz del sol y del aire y de la lluvia para poder vivir y aterrorizar a los intrusos. De una forma o de otra, el grupo se enfrentaba a un enemigo capaz de doblegar a los olvar a su voluntad.

Una vez arriba, Elorham comprobó con el resto de los que habían subido que había un telescopio y otro artilugio. Estaba claro que Zigur era el que más podía saber de estos objetos, pero el animista también era considerado erudito para los habitantes de la Marca. Tal vez pudiera ayudar en algo al introspectivo hechicero.

-Zigur, ¿crees que esto se puede usar para dirigir el telescopio?, preguntó tratando asimilar los posibles usos y cómo se podían mover los extraños aparatos.

Turno 1016

La subida casi le cuesta un disgusto al mago, apunto estuvo de precipitarse a las aguas negras de la laguna, y desde allí arriba eso significaría la muerte. Pero logro reponerse y llegar a la cima de la roca. Por suerte allí se formaba una baranda y estaban protegidos.

Como sus compañeros, se puso a tratar de averiguar si aquellos objetos tendrían alguna utilidad, mas allá de la obvia.

- Si, creo que eso sirve para saber la posición de las estrellas... - dijo no muy seguro antes de ponerse a inspeccionar los dos aparatos.

Turno 1016
​Percepción

El elfo inspecciono el telescopio, no había visto muchos y no sabia bien que buscar. Lo toco, lo movió, y después se retiro para dejar paso a sus compañeros.

No averiguo nada que no supiera ya, se trataba de un elaborado objeto, de lentes claras y precisas. Estaba sobre un trípode de madera, y mas allá de mirar las estrellas no supo encontrarle otra utilidad.