Partida Rol por web

Resolución Turno 812

La música seguía desconcentrando a Tamuk, que no sabía qué le estaba pasando. Vio volar las flechas y al huargo ser herido, vio comenzar a aparecer enemigos pero no entendía nada. Al menos no hasta que le empalaron.

Menos entendía el huargo. Oled, que así le llamaban, sólo sentía el dolor de su costado y que se iba en sangre. Nunca se había sentido tan débil, luchaba por mantenerse en pie. Si sólo pudiese aclarar la cabeza.

Laufinwë y Aegnor volvieron a atacar al huargo pero esta vez no tuvieron suerte. El monstruo estaba cerca y tocado pero se movía con rapidez y esquivaba mientras sus ojos se iban inyectando en odio. Pronto estaría recuperado.

Entonces el troll de guerra salió de su agujero. Eran tres metros y medio de músculo y salvajismo lo que salió de su guarida. Caminaba con soltura a pesar de la armadura completa de metal que llevaba y observaba la escena como si no fuese algo que le molestase lo más mínimo. Portaba un grandísimo escudo en su mano izquierda, lleno de muescas y hendeduras y algo de sangre. Y en su mano derecha llevaba lo que parecía un pequeño árbol pero que era en realidad un descomunal garrote que llevaba en una de sus manos. Durante aquellos instantes se limitó a observar la escena altanero. Se dio cuenta de que había elfos, nada odiaba más.

Elfos, vais a morir Dijo lapidario.

Elhoram se acercó con rapidez a su enemigo y con una finta se colocó a su espalda. El orco pareció reaccionar pero estaba desorientado y antes de darse cuenta sintió el odio del rohirrim. Él era un hombre de paz, pero todo tenía límites. Y el rohir descargó todo su odio con un ataque brutal y salvaje. El movimiento arañó la pantorrilla en primer lugar y luego, cuando el orco, espoleado por el dolor se giró y vio a su enemigo sólo pudo sentir la punta del arma entrando en su abdomen, abrasando todo el tiempo y reventando, intestinos, vasos sanguíneos y músculo, arañando la columna y rompiendo la piel de su espalda para empalarlo brutalmente. La sangre comenzó a brotar a borbotones mientras el orco sentía acercarse el pálido manto de la muerte.

Grobag se sentía desfallecer pero no estaba atontado y devolvió el golpe. Con un ataque desmañado de algún modo consiguió alcanzar al dunadan de modo no muy efectivo pero la pierna comenzó a sangrar.

Turno 813

Fue el silencio un implacable cronista de los hechos. Un silencio que hacía más mordiente el hedor de la sangre, la negra sangre del odio. El silbido de las flechas, el acerado ruido de las armas y el menguante estertor del orco empalado fueron los únicos indicios de aquel fatal encuentro. El combate sería breve, intrincado y letal, pero interminable también. Como la eterna batalla entre las legiones de la Luz y de las Sombras, pensó Eruannë. Aquello era solo el principio, o acaso el fin… Solo los valar lo sabían.

Tal vez fuera el esquivo azar el que hiciera errar las saetas de los elfos, pero fue el soplo de la valië el que guió el brazo del animista; o así lo creía Eruannë sorprendida por la determinación de Elorham quien, con las mismas manos que tantas heridas habían sanado, daba implacable fin al enemigo. Era la sangre guerrera de los ancestros que corría por las venas del rohir.

−Está hecho −susurró cuando vio la lanza atravesando de lado a lado a la bestia.

Eruannë dejó caer suavemente el arpa a sus pies mientras que con la otra mano aferraba el arco. La azul mirada clavada en la abominable criatura que surgió como una pesadilla vomitada de las entrañas del antiguo Utumno, el abismo donde todos los grandes males del mundo fueron criados. Tenía miedo, era cierto; pero no por ello dejaría de combatir hasta su último soplo de aire. Rechinaron sus dientes y sus labios conjuraron unos pretéritos versos, los mismos que su padre recitara en una guerra tan extraordinaria y lejana que parecía imposible, una batalla en donde todas las fuerzas de la Creación estuvieron presentes. Y donde el Enemigo Oscuro fue desterrado por siempre más allá de las Puertas de la Noche, pero el Mal sembrado seguía dando negros frutos.

−I faire fana enta vahtame

Amba i artuile inye cenes mi i nulcalóresse... 

Turno 813

La negra sangre del orco salía a borbotones, manchando al animista. En los ojos de la vil criatura había odio, y ahora también dolor y miedo mientras su desgraciada vida se escapaba para siempre. Con un golpe fuerte y seco, sacó la lanza de su vientre y el orco se derrumbó al suelo. Elorham sentía la fuerza y el coraje de sus antepasados, pero no había júbilo en su corazón. Tampoco odio. Ni pena por el orco. Era una sensación de vacío. Como si una pequeña parte de él mismo, de su alma, se hubiera ido para siempre al clavar la lanza.

En cada victoria, el guerrero deja parte de su espíritu con el enemigo que derrota.

Entonces escuchó el silencio. Eruannë había dejado de tocar el arpa. Era la señal. Elorham se dio la vuelta y su mirada se cruzó con la de ella, que ya tenía el arco en sus manos. Agarró su lanza manchada de sangre con las dos manos, y avanzó…Adelante, con la lanza a la batalla...

Frean to gefeohte, ongan þa forð beran gar to guþe

Vio al orco en el centro. Estaba desorientado y aturdido, y Elorham cargó contra él.

Turno 813

De nuevo me avalanzo con todas mis fuerzas para intentar rematar al orco ya debilitado, aunque había conseguido herirme debido sobre todo a mi baja guardia mientras le atacaba.

No había tiempo que perder, el huargo y el mastodonte que ya se acercaba serían enemigos formidables y había que estar preparado para ellos.

Turno 813

"Maldición, bestia desgraciada, ya regresa a la oscuridad de donde saliste."

Aún herido y aturdido, el huargo se movía con agilidad esquivando saetas entre saltos, sin importar que fuéramos dos los que lo teníamos como objetivo. Las flechas simplemente no daban en el objetivo.

Puse otra flecha en la cuerda y tense. No teníamos tiempo de apuntar apropiadamente... el huargo se nos echaría encima enseguida.

"Pronto seran garras y colmillos contra acero. Eres mi última flecha.... ve ."

Resolución Turno 813

La bardo dejó caer el arpa. Era una pena tratar así el instrumento pero no era momento de perder tiempo, cargó su arco y apuntó al monstruo. Apenas esperó un segundo, la flecha voló certera y se clavó en el hombro derecho, haciendo daño. El olog gritó de rabia. La flecha había entrado hasta la pluma y habría matado a una persona normal pero el monstruo no se sintió afectado.

Laufinwë disparó el arco con prisa y falló el golpe, viendo aproximarse al Olog Hai embrazó el escudo por si acaso. El destino se conjuró en contra de Aegnor, el arco se descordó cuando iba a disparar y le golpeó dejándole confundido.

El huargo sacudió la cabeza y vio por primera vez a sus enemigos. ¡Elfos! Gruñó y corrió hacia Laufinwë estirando las garras, presto a devorarle. El guerrero por suerte aprestó su escudo y contuvo el golpe. Aún así una de las garras del animal le araño la pierna, pero era sólo un rasguño.

Entonces se movió Grub.

¡Tú primero! Dijo señalando a Aegnor. El elfo estaba en una situación desesperada y no pudo hacer nada cuando vio aquella mole abalanzarse sobre él. El golpe fue tremendo. El garrote le echó unos pasos hacia atrás y sonó un crujido. El elfo apenas se quejó pero extrañamente se mantuvo en pie, atontado y vacilante pero vivo todavía.

No había tiempo, pensó Ástomer y con un golpe afortunado aunque algo débil consiguió acabar con la resistencia del orco que se derrumbó sangrando por varias heridas.

Elhoram no tenía tampoco tiempo de pensar en nada. Debía matar a aquel otro enemigo para poder ayudar a los suyos. Corrió y por suerte el orco no le vio venir. la lanza hizo un extraño resbaló sobre la armadura de cuero y luego paró en una juntura donde finalmente penetró en el pecho pero sin hacer un gran daño.

El combate se recrudecía. El Olog Hai era un enemigo temible.

Turno 814

Si se levantan las legiones del Oscuro, si tropezáis con los escollos de lo impuro, mirad a la estrella, invocad a la valië.

Eruannë alzó sus ojos y su mirada tropezó con una fugaz y atroz pesadilla. Un enorme garrote que oscilaba como un péndulo marcando un tiempo sin tiempo, tomando impulso y lanzándose como un bólido contra un cuerpo. Crujido de huesos y carne magullada. Salvaje y brutal fue el ataque del monstruo; enorme el miedo de Eruannë. El crujido de los huesos de Aegnor resonó muy dentro de la silvana abriendo una grieta de espanto en su espíritu. Y el terror se hizo sangre, carne y hueso. Un frío atroz la invadió. Huir, correr como el viento tal vez. No lo pensó. Solo sintió el miedo arañando su frágil cuerpo y mordiéndole las entrañas. Miedo real, crudo, palpable. Sus piernas vacilaron y un gélido temblor trepó por su espalda… pero no temblaron sus manos; no.

Si se agitan las olas del Odio, de la traición o del terror, mirad a la estrella, invocad a la valië.

Y a pesar del miedo, brillaron sus bellos ojos del color del cielo estrellado y fue firme su mirada, así como el pulso de su mano. Presta, y con un grácil movimiento, sus dedos colocaron otra flecha en el arco y otra saeta surcó el aire. Entretanto, sus labios exclamaron:

—Ástomer, Elorham... Enviemos a la bestia de regreso al abismo del que nunca debió salir...

Y si acaso la ira, el egoísmo o la impureza impelen violentamente la nave de vuestra alma, invocad su nombre...

—Tintallë, Mi Señora, iluminad mi saeta—invocó.

Turno 814

Por fin acabé con el orco, pero no había tiempo que perder; la mole había salido de su guardida y en la primera oportunidad casi mata al elfo. Tenía que intervenir y atacar al maldito uruk hai para que se fijara en mí y dejara al resto por unos instantes, tenía que ganar tiempo.

Así que me avalancé por la espalda en un ataque sin mucha fe, más enfocado a que me atacara a mí y defenderme todo lo que pudiera.

Turno 814

¡Cwild! ¡Cwild! ¡Muerte! ¡Muerte!

Recitó Elorham y notó como su lanza penetraba la carne del orco. Podía seguir, pero el combate había cambiado. El olog había salido de su guarida. Inmensamente grande, fuerte y resistente. Y lleno de odio. Como un eoten o gigante de las antiguas leyendas, arrasaba con todo a su paso. Aegnor fue el primero en recibir su furia.

Elorham no dudó más. El orco que tenía delante se tambaleaba aturdido y desorientado. Sangraba por el pecho tras la última embestida. Con el olog en el campo de batalla, y Laufinwë luchando contra el monstruoso huargo a pocos, el animista dejó al orco y rápidamente avanzó hasta ponerse detrás del infernal lobo. Rezando a sus ancestros para que le dieran una vez más su fuerza, ahora que la lucha estaba más encarnizada, atacó con su lanza.

-¡Cwild! ¡Cwild wearg!

Pero ya al golpear, se dio cuenta de que este enemigo era mucho más complicado de vencer que los orcos aturdidos a los que se había enfrentado hasta ahora. Miró a Laufinwë. Su vida estaba ahora en las manos del medio elfo, y la de él en las de Elorham.

Turno 814

Apenas si había alcanzado a embrazar correctamente el escudo cuando la bestia se abalanzo sobre mi. A mi lado, el seco y brutal golpe había dejado a Aegnor más muerto que vivo, pero no tenía tiempo para preocuparme por él. El huargo se me abalanzo con fuerza brutal. Interpuse el escudo entre los dos y enseguida sentí el descomunal golpe. Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron y la sangre humana en mis venas demostró su fuerza, aguantando el terreno ante la embestida de la bestia. Apenas si una de sus zarpas había logrado rozarme... estaba vivo de momento. 

Pero entonces apareció Elorham, valiente como cualquier Rohir pero equivocado. Era un riesgo innecesario y además demasiado peligroso pues esta bestia podía matarlo e un solo golpe. Yo estaba más preparado para resistir su embestida y ese era mi trabajo. Solo esperaba que la bestia se acordara más de mis flechas que de su lanza.

-Ven aquí cachorro rabioso, en mi acero conocerás el dolor.-

Desenfunde la espada y golpee mi escudo un par de veces, para luego soltar una estocada cautelosa, cuidando mi defensa... teniendo fe en mis compañeros.

"Solo debo aguantar y proteger este lado... Oromë dame fuerza."

Las tortas continúan en el capítulo IX