Partida Rol por web

Turno 810 bis

Luego, Eruannë se embozó en su capa, tomó el arpa entre sus manos y comenzó a ejecutar aquella muda melodía que sus compañeros ya le habían visto ejecutar y que los envolvió a todos. Luego susurró:

—Os he envuelto en un manto de silencio. Escucho al enemigo, los huelo… —Entonces volteó la mirada hacia los rostros que la observaban expectantes y explicó en detalle lo que el favor de la valië le concedió descubrir: —Hay tres troneras disimuladas entre los pliegues de la piedra, allí, allí y allí  —dijo, y las señaló una a una.—Están preparadas para atacar con ballestas a quien se aproxime. Escalar es difícil, tal vez podría echar unas sogas con mi arco, pero escucharán el ruido… Además la parte superior de la puerta es de acerados dientes, no creo que podáis atravesarla. —Hizo una pausa. —La puerta no está trabada con cerradura alguna; bastará empujar de ella para abrirla…  

Y otra vez entrecerró los ojos, se concentró en cada uno de sus sentidos muy lentamente y percibió el entorno hostil que la rodeaba y aquella poderosa fuerza que le erizó los vellos de su nuca. Entonces susurró:

—Quiera la valië iluminarme…

Silencio.

—Son…

Otro silencio.

—Son tres orcos. Uno de ellos está junto a la puerta; lo escucho respirar... Los otros probablemente se encuentran ocultos en las troneras. Huelo un huargo también y… —Apretó los dientes con fuerza. —El otro es un poderoso enemigo, una criatura maligna, feral y más inteligente que los orcos…

Eruannë abrió los ojos y contempló a sus compañeros con cierta preocupación en la mirada.

—Hay un abominable olog-hai del otro lado.

Y más allá, mucho más lejos aún... 

¿Qué...?

Una fuerza maligna y poderosa.

—Lachling—susurró para sí.

Turno 810

El orco estaba muerto y nadie lo lloraría. Era necesario y punto. Continuamos nuestro camino sin inmutarnos y pronto vimos nuestro primer obstáculo. Seguramente el primero de muchos.

Eruanne y todos los demás nos arrebujamos en nuestras capas y nos acercamos a la vegetación circundante. Debíamos perdernos en el entorno y trazar un plan para asaltar lo que parecía una difícil posición defensiva.

La eldar parecía completamente concentrada. Por unos segundos me quede en silencio, asombrado de su rostro y su compenetración. Pero más increíble aún fue oírla relatar lo que sus sentidos desvelaron. Verdaderamente increíble lo que los eldar podíamos ver a veces, incluso más allá de lo evidente, pero esta vez Eruanne se mostraba completamente segura de todo lo que la rodeaba.

"Tal vez sea una buena señal... tal vez Oromë apruebe nuestra cacería."

-Tres orcos, un huargo y un olog hai... todos enemigos peligrosos.- mire la puerta preocupado y sorprendido. ¿por que razón no tendría preparada y puesta una traba interior? -Debemos deshacernos de los dos ballesteros en las troneras y luego abrir la puerta antes de que logren cerrarla. Ya ahí el combate sera cuestión de habilidad, suerte y quien golpee primero.-

Turno 810

Elorham estaba realmente asombrado ante el detalle de lo que les contaba Eruannë. Es sin duda un buen augurio, pensó. Una vez trazado el plan básico, se propuso a seguir al resto del grupo, oteando a su alrededor con la esperanza de que el animal que había convocado acudiera.

-Eruannë, te cubro para inhabilitar a los dos ballesteros. Espera a la distracción de nuestro amigo animal. Si logras hacerlo, me centraré en el huargo y el orco, que puede que lleve el cuerno.

Miró a todos sus compañeros. En el transcurso de esta larga aventura, había aprendido a confiar en ellos. Y haría lo que estuviera en su mano para evitar que ninguno pereciera. -Vamos a rescatar a esa princesa.

Posicionándose en la retaguardia del gurpo, comenzó a acechar hacia la puerta para reducir la distancia.

Turno 810

Bien, vamos allá, dije para mí.

Por lo visto los enemigos estaban más o menos localizados, un punto a nuestro favor el factor sorpresa, pero un solo error y darían la voz de alarma y este factor se desvanecería. Había que ir con sigilo y eliminarlos cuanto antes.

Bueno, algún voluntario para subir a las troneras y eliminar a esos dos malnacidos?

Turno 810, parte 3.

Eruannë asintió a las palabras del animista y se preparó para encantar a los orcos apostados en las troneras cuando llegara el momento. Y eso dependía de Elorham y de la criatura a la que había invocado para que los ayudara. Pero antes...

—Ástomer, entre vuestras muchas habilidades, ¿tenéis acaso alguna que sirva para cubriros a los ojos de los orcos? A vos y a Elorham, si es posible, y permaneced juntos mientras nos aproximamos. Aegnor, haced otro tanto, por favor, y no os separéis de ellos ya que fue sobre vos fue que eché el manto de silencio y mientras permanezcáis juntos nadie os escuchará —le advirtió al elfo. Luego, volteando la mirada hacia Laufinwë, susurró: —Acompañadme en el frente y preparad vuestro arco o vuestra espada por si acaso somos descubiertos. Deberemos acercarnos a las troneras con mucho sigilo. Y que el favor de la valië sea con nosotros...

Dicho esto, se concentró en las cuerdas del arpa y sus dedos se movieron ágiles y suavemente sobre las cuerdas buscando la melodía adecuada mientras aguardaba el momento en que aquellos horribles engendros asomaran ante sus ojos, justo cuando la criatura invocada por Elorham los distrajera de su vigilante acecho.

Turno 810/2

Saque una flecha y prepare el arco mientras me perdía en el entorno. -Así sea. Pase lo que pase no hay vuelta atras. Nuestro destino lo decidiremos hoy.- Cada músculo de mi cuerpo esperaba atento a una orden para moverse. Era el momento. Habíamos pasado por mucho para cumplir nuestro encargo y sin lugar a dudas las siguientes horas serían las mas difíciles y largas de todas.

"Veremos quienes encuentran su final, si ellos o nosotros."

Tardó, pero respondiendo a la llamada de Elhoram se escuchó un aleteo ligero. Segundos después un zorzal de descoloridas plumas se posó en su hombro. Era un ejemplar ya mayor y piaba con la voz apagada. Pero tenía todavía mucha vitalidad en los gestos.

-Ah, þrysce, musitó el animista al ver el zorzal acudir a él. Era un animal viejo e inteligente. –Es una buena señal, amigos. La Naturaleza nos envía ayuda, y un mensaje. Hemos de vencer con la astucia y la pericia.

Elorham concentró en el animal que se había postrado en su hombro. Miró sus ojos, y le transmitió lo que necesitaba que hiciera. –En un momento, volarás hasta los agujeros de la montaña.

Y a continuación recitó unos versos que le parecieron oportunos para la ocasión.

Un viejo zorzal, frágil, delgado y pequeño,
con el plumaje herido por la ráfaga,
eligió lanzar así su alma
sobre la creciente tristeza.

Acechó junto a sus compañeros hacia la puerta del desfiladero, sin separarse de Ástomer según las indicaciones de Eruannë. Un manto de oscuridad y de silencio les protegía…

Resolución Turno 810

Eruannë volvió a hacer su truco. El sonido desapareció aunque veían las cuerdas del arpa ser rasgeadas y vibrar no emitían ningún sonido. Es más, parecía que lo absorvían.

El zorzal invocado por Elhoram revoloteó hasta encontrar el agujero desde el que los defensores disparaban las saetas sobre quien fuese necesario. Además, al haber sido instruido para distraer a quien estuviese al otro lado, piaba con fuerza.

Quien se movió con torpeza fue Elhoram mientras que el resto del grupo se aproximó sin vacilación pero a pesar de ello no fueron advertidos y el grupo parecía un fantasma. Los vigías sólo debían mirar un poco hacia delante para verles pero no lo hicieron y alcanzaron la puerta.

¿Un bicho pequeño? El orco miraba la tronera. ¿esto se podrá comer? Voy a dispararle y ya veré luego.

Sentían la presencia del orco al otro lado de la puerta. La puerta en sí no estaba cerrada. Bastaba con empujar para pillar por sorpresa a los enemigos. A través de la rendija pudieron ver el huargo, aburrido y dando vueltas mientras que el olog hai parecía estar más escorado a la derecha.

Era momento de atacar.

Turno 811

El viejo zorzal cumplió con creces su labor distrayendo la atención del enemigo. Tras la puerta, Eruannë observó con detenimiento la escena mientras sus dedos continuaban acariciando las cuerdas del arpa con una nueva melodía, zigzagueante y enrevesada, como un laberinto. Cuando se hizo una idea certera de lo que enfrentaban, susurró:

—Primero debemos asegurarnos de que no den la alarma…

Las palabras del orco que hicieran prisionero regresaron a la memoria de la elfa: “pero en el lugar no somos menos de cincuenta” había dicho, y no mentía. Al menos medio centenar de orcos se encontraban apostados en las cercanías de la torre. Entonces recordó otros detalles que les dijera el prisionero: “No podéis perderos, una vez paséis la entrada, un par de kilómetros más allá veréis el lugar.”  Después de este primer encuentro, tendrían que moverse con más cuidado aún y evitar cualquier otro encuentro desagradable.

Se volvió hacia Ástomer y le señaló el orco con un ligero movimiento de la cabeza; el montaraz podría acabar con el orco en uno o dos golpes. Luego le susurró a los elfos:

—Laufinwë, Aegnor… Encargaros del huargo y aseguraros de que no escape. Yo haré otro tanto con los orcos de las troneras, y si acaso falló… —Se giró hacia el rohir —Elorham, confío en vos: buscad la forma de acallarlos. Ese cuerno no debe sonar —y añadió: —Es hora de que hablen el acero y las saetas.

Dicho esto, Eruannë esperó que el montaraz diera el primer paso para después avanzar ella misma hasta tener a los orcos de las troneras ante sus ojos. Y concentró cada acorde que brotaba de las cuerdas del arpa con la atención puesta en los orcos. En aquel momento era solo ella y aquellas atroces criaturas…

…Y que la luz de la valië se imponga sobre la oscuridad.  

Turno 811

La mano de Elorham acarició la fría piedra. –Ya eres libre, gracias. Bancian bryscan, susurró y liberó al zorzal de la atadura de su concentración. Había cumplido su cometido. Aún seguiría molestando y distrayendo a los orcos porque se trataba de un animal inteligente. Pero los sentidos de Elorham deberían estar ya en otra tarea.

El cuerno no debe sonar en el desfiladero.

De nuevo invocó el poder de la Naturaleza. Esta vez para, llegado el momento, poder calmar a los orcos. Desde su posición, podía ver por la rendija a uno de los orcos, y si se asomaba por la tronera al otro. De momento le interesaba echar un vistazo al orco al otro lado de la puerta.

-No os fallaré, dijo apretando los dientes.

Turno 811

El débil canto del zorzal era una canción hermosa. Música que nos había permitido dar un gran paso hacia nuestra victoria ayudándonos a atacar a los malditos por sorpresa. Deseaba con todo mi ser que el pajarillo volara ya libre y lejos de lo que estaba por venir.

-El huargo sera entonces. Vamos allí.- Tome el arco con fuerza y resolución, con una flecha ya lista para salir volando mortalmente hacia mi objetivo. Tense todo mi cuerpo, listo para responder con todo cuando la puerta se abriera. Sería un combate peligroso pero solo uno introductorio... Lo peor aún estaba por venir.

"Oromë dale fuerzas a mi brazo..."

Turno 811 bis

La bella y melancólica melodía del arpa de Eruannë se unió al canto del zorzal, y entonces Laufinwë tensó su arco para darle muerte al huargo. Todo se movía a su alrededor, pero el animista buscó el instante preciso para extender su brazo e invocar las fuerzas ancestrales de la Naturaleza al orco que poseía el cuerno. No podía dar la alarma.

-SWIMA, musitó en la lengua arcaica de su pueblo. De nuevo sintió la presencia de los espíritus de sus ancestros en este lugar. No entendía el motivo, pero pronunciar palabras en la lengua de sus antepasados le facilitaba crear ese vínculo sagrado con las fuerzas invisibles de Arda.

-Por la princesa. Por Rohan, animó susurrando a sus compañeros, y a sí mismo, ante el enemigo.

Turno 811

Hecho ya el plan era hora de ejecutarlo, y por todos los dioses de rezar para que saliera bien, de lo contrario esas malvadas criaturas no dudarian en sacarnos los ojos y comerselos crudos.

Tras avanzar sigilosamente hacia la tronera donde segun la elfa moraba un solo orco, me avalancé sobre él con el arma y el escudo sin vacilar. La sorpresa era nuestro mejor baza y no podiamos fallar.

Solo valía la sangre negra y putrefacta de esas bestias, y el silencio para seguir con el efecto sorpresa.

Resolución Turno 811

Grobag realizaba su aburrida guardia. Ojalá Blarog no se hubiese roto la pierna porque realmente lo que tenía que estar haciendo era descansar en el campamento. Tal vez mirar cómo la elfa en la jaula de oro lloraba otra vez. Eso sí le gustaba. Además, allí, en la aspillera, era aburridísimo estar. ¿Cuándo volvería la patrulla? De repente escuchó algo de ruido. ¿Qué narices? Un pajarucho se había metido en el agujero de la aspillera. Le pegaría un buen ballestazo, así aprendería a no meter el pico donde no debía.

La música comenzó a sonar. ¿Qué era aquello? Tamuk se llevó las manos a los oidos y se dobló de un modo extraño, el resto también parecía escuchar aquella música. Grobag sintió la música meterse dentro de él, le atacaba como si fuese un dolor de cabeza pero sacudió la cabeza y rápidamente se centró. El pájaro seguía en la aspillera, alguien les atacaba. No podía ver quién estaba atacando.

Brog se dobló de dolor, llevándose las manos al estómago. Retrocedió un par de pasos dejando sin vigilancia la puerta. Y La puerta se abrió. ¡Elfo! ¡Un maldito elfo! ¡Allí!

El guerrero llevaba un arco y apuntó al huargo. La flecha se clavó en él y se partió, que soltó un gruñido, tampoco él se había enterado de nada. La cosa no pintaba bien.

Otro elfo surgió, con armadura de cuero. Su arco cimbreó y alcanzó también al huargo. Esta vez hizo más daño y se clavó cerca del cuello. El Huargo bizqueó y se tambaleó pero seguía en pie.

Grobag observaba extrañado, incapaz de reaccionar. No pueden ser tan tontos los elfos de atacar. ¡Atacar allí!

Entonces ve al dunadán, se acerca y antes de darse cuenta de nada tiene un tajo en la pierna y la sangre se derrama. Pero Grobag aún tiene la presencia de ánimo de reaccionar, Grub les ayudará.

Empuña por fin el alfanje con presteza y usa el escudo para algo más que para tenerlo sujeto, da un paso atrás, prepara su ataque.

¡Grub! ¡Sal Grub!

Dice el orco. Grub les salvará, machacará a todos. Es imparable. Es Grub.

El Olog Hai escuchó los gritos, cogió el terrible alfanje, embrazó el gigantesco escudo. Aquel idiota de Grobag se arrepentiría si le llamaba por nada. Se preparó para salir de su escondrijo.

Turno 812

Asoma Anor y, junto al río,
da sus silbos el zorzal.
La noche, que se marchaba,
se volvió para escuchar.

Eruannë contempló la pequeña ave que revoloteaba junto a la tronera. Aun después de que el animista liberara su voluntad, el zorzal seguía allí peleando junto a ellos. Si hasta las más pequeñas criaturas de Arda luchan contra la Oscuridad es que no hemos errado el camino, pensó. La elfa sonrió.

El aire quedó en suspenso,
la brisa, sin respirar.

Uno de los orcos gritó un llamado. Con una rápida mirada en derredor, Eruannë evaluó la situación: otros dos saetazos y el huargo caería, pero el orco junto a la puerta se preparaba para atacar a Ástomer. La elfa rechinó los dientes. Debía ayudarlos, cubrir al montaraz... y prepararse para cuando apareciera el olog-hai. Pero no lo haría con el arpa, no mientras tuviera que confundir los sentidos del orco. Entonces volteó la mirada hacia el rohir...

Y con lágrimas de estrellas,
el cielo rompió a llorar.

Pero cómo pedirle que... Era un hombre de paz, sus manos estaban consagradas a la vida. Jamás le había visto empuñar un arma contra criatura alguna, fuera cual fuera su condición.

La música envolvía al orco impidiéndole reaccionar, y así sería mientras sus ágiles dedos acariciaran las cuerdas del arpa. Pero sus compañeros necesitaban de su arco y sus certeras flechas. Muy pronto aparecería el olog-hai y la situación se complicaría en extremo.

-Elorham, si dejo de tañer el arpa el orco de la tronera nos atacará y... -Vaciló. -¿Podríais subir a...? -Miró la lanza. -Os protegeré, no dejaré de tocar hasta... -

Pero mordió sus labios, y no dijo más.

Amanece junto al río.
Sigue cantando el zorzal...

Turno 812

Elorham miró a Eruannë, conmovido por sus palabras. Por su bondad. Incluso ahora, en medio de un combate a muerte, su corazón se preocupaba por los demás. –Así lo haré, Nihtegale, asintió y agarró con fuera su lanza. Trató de tranquilizarla con una sonrisa que no le llegaba a los ojos. Su corazón se encogió de miedo a fallar a los demás, a todos. Sus manos no estaban habituadas a usar la lanza para atacar. Pero tenía que hacerlo. No había otro camino.

Hige sceal þe heardra, heorte þe cenre,

mod sceal þe mare, þe ure mægen lytlað¹.

Miró una última vez a la elfa, armándose de valor. –Heorte þe cenre. Mod and Heorte. Fuerza y Corazón.

Había llegado la hora. El animista ascendió hasta alcanzar al orco de la tronera de la izquierda.

Amanece junto al río.
Sigue cantando el zorzal...

Las notas del arpa le acompañaron, y de alguna forma le hicieron sentirse menos solo.

Halló la vil criatura doblada, tapándose los oídos con sus sucias garras. El animista intentó moverse para tener una posición ventajosa para poder así clavar la lanza por la espalda.

Turno 812

El orco ya estaba advertido y había cogido su escudo y su arma para defenderse y contraatacar. Pero no me preocupaba este, sino el tal Grub al que había avisado.

Tenía que acabar con él cuanto antes y reunirnos para hacer frente al uruk hai entre todos, pensé mientras me avalanzaba nuevamente contra el infame orco.

Turno 812

Tenía la esperanza que dos saetas bien dirigidas fueran suficientes si atrapábamos al huargo por sorpresa; pero no fue asi. La bestia parecia aturdida, pero no duraría mucho tiempo así, había que rematarlo antes de que pudiera escapar.

Una flecha salio de la carcaj y en un fluido movimiento tenso la madera de mi arco hasta que la cuerda y la madera crujieron en respuesta al esfuerzo. Cada uno de mis disparos aprovechaba por completo mi enorme fuerza. La segunda flecha del encuentro salio tan rápida como la primera pero algo menos certera... El huargo se tambaleaba mucho por la primera oleada.