Partida Rol por web

Tras un momento de espera en el que la plaza de la aldea se limpia de todo aquel que no vaya a participar en el combate y los lugareños se alejan para dar libertad a los combatientes, la batalla habría de empezar. Ambos clanes ya habían elegido a sus combatientes y sus armas ya estaban listos, ya solo faltaba derramar su sangre, sangre con la cual habrían de pagar el calor de un hogar y la oportunidad de una vida. Sangre que realmente la derramaba Jeknir, y por lo cual ambos clanes tarde o temprano habrían de vengarse.

Ambos grupos sabían bien no obstante, lo que se jugaban en aquella batalla y que iba mas allá de la resignación ante lo sucedido, del honor por la batalla, o del sueño de la futura venganza. Aquella batalla tenía como fundamento la supervivencia no solo de ellos si no se sus familias y amigos, de todo su clan. Aquella batalla representaba la diferencia entre cenar una sopa caliente junto a una hoguera o devorar un duro y viejo pan mientras avanzaban en la dura nieve de las montañas del norte.

En ésta ocasión serían nueve contra nueve, el resto del clan estaría aparte. Era una decisión sabia, pero no del agrado de Niklas. A él le parecía que según las leyes, el Clan Rotensnö se había ganado ya el derecho a ocupar las fértiles tierras del norte. Ésta pelea era simplemente otra artimaña más del Varl. Pero todo ésto sería reportado y la justicia del Rey caería sobre Jerknir. Sabía que tendría que tener cuidado con aquel Varl, aquel ser ya no tenía honor, no daría cuartel, ni lo pediría. El mal y la venganza se habían instalado en su corazón y buscaría la destrucción de todo aquello que amenazara su posición dominante. Pensó que debería tener mucho ojo en su viaje de vuelta, pues seguramente Jerknir enviaría a alguien para que al Mender le sucediera algún accidente.

Pero ahora no era momento de distracciones. Debía concentrarse en la batalla. Una vez más, alzó la cabeza hacia el astro rey, el que los dominaba a todos, aquel que daba vida y podía provocar la muerte, e imploró humildemente por parte del poder a los dioses. Ésta lucha dictaminaría el futuro de todo un clan.

No era de su agrado, pero si debía ser así, sería.

El hombre miró al enemigo. El enemigo debía morir. A él le daba igual por qué.

'rik había dicho que ellos no tenían que tocar al Sabio. No lo harían. Miró al sol.

Era un buen día para morir. Haría que sus hermanas y padres estuvieran orgullosas de él.

Embla inhaló una profunda bocanada de aire, el frío le hinchó los pulmones mientras miraba la plaza del cuerno roto. La situación la había llevado allí, lo que sea haría por los suyos, incluso bajar sus armas contra quien detestaba y levantarlas contra quienes estaban dispuestos a aliarse con los suyos.

Tales eran las jugadas del destino.

Sin embargo, en su cabeza iba armando también otras jugadas, debía concebir una estrategia que le diese la victoria esta vez. Si perdían nuevamente, no sabía como miraría a los ojos de sus parientes.

Despejó esas ideas de su cabeza y tomó tres flechas con su mano izquierda.

El cuerpo de Eindride se agitó, asintiendo a las órdenes de la señora del clan. Ahora que los suyos estaban lejos de la escaramuza, podría luchar con mayor tranquilidad. Rechinó sus dientes y agitó su arma enérgicamente.

Quebraría huesos y rompería cráneos. Sonrió para si mismo ante la idea.

De nuevo sería levantar las armas contra los mismos contrincantes, aunque ahora la idea tenía otro fin. Seríamos aliados luego de este combate y quizás expandiríamos más adelante ya sea por la justicia ante el rey o la fuerza ante el nuevo clan.

Mantengo firme mi escudo que lleva puesto en su lugar un largo rato desde las primeras amenazas de Einar y espero a Embla para ver como actuar ante este nuevo desafío que esta vez buscamos tener.

Otra vez deberíamos derramar sangre, pero esta vez simplemente los campeones de cada clan, como uno de los líderes debía participar y eso era algo que realmente lamentaba. El honor no debía estar sobre el sentido común, pero el clan era el clan y debía defenderlo.

Preparé mi lanza y me dispuse al combate.

Bjorn miró a su alrededor, resignado al inevitable combate. Observó a los líderes y guerreros de los Rotensnö, con quienes deberían volverse a batir para asegurar buenas tierras para su gente, y el hecho de ser consciente de que ninguno de los dos clanes quería realmente aquella lucha, no hacía sino ensombrecer aún más su mirada. Observó a sus compañeros, sus hermanos del clan, dispuesto a luchar con ellos para asegurar un futuro para su gente. Observó a Embla, luz de su corazón, con quien una mirada bastaba para poder saber lo que el otro pensaba.

Puede que no sea hoy… pero pagarán por lo que han hecho- decía su mirada en referencia tanto a Jeknir como al clan Økskrig, los únicos allí a quienes deliberadamente decidió no mirar. Por último, miró a lo que en unos momentos se convertiría en un campo de batalla, buscando el camino que les llevaría a la victoria.

Sombrío y sin decir siquiera una palabra, Gunnar se encontraba, como siempre, a cierta distancia de Bjorn, vigilando su espalda y a quien quiera que se acercase a él… ya fuesen extraños o conocidos. Tan solo dos veces se había desviado su mirada desde que llegasen allí… una vez para observar a Jeknir, y la otra para hacer lo propio con el líder del clan Økskrig, grabando sus rostros en su mente, sentenciándolos a muerte en su interior.

Ambos habían puesto en peligro a Bjorn con sus artimañas, y él se aseguraría de que pagasen con ello con su vida, sin importar el método que tuviese que usar para lograrlo, por poco honorable que fuese. Pero a pesar de esos pensamientos, su rostro no dejaba entrever ni la más mínima pista de ellos, pues ni siquiera el propio Bjorn era consciente de lo que Gunnar estaba dispuesto a hacer. Sin embargo, ahora no era el momento de distraerse con eso, si quería proteger a Bjorn debían conseguir como fuese las mejores tierras para su clan, y con ese pensamiento en mente, avanzó hacia la batalla, dispuesto, como siempre, a hacer lo que fuera necesario.