Partida Rol por web

Finalmente parecía que había pasado lo peor, pero le preocupaba que su carcelero no los hubiera liberado. ¿Que quería saber? Tampoco pensaba quedarse para preguntárselo al día siguiente. Libre de la venda y los tapones podía ver y escuchar al Cabo Matagatos, se preguntaba que habría ocurrido con él.

-Cabo Matagatos. ¿Está usted bien? No se que quiere esta gente, les dije que éramos de la Compañía Negra y que solo veníamos en busca de Elefanta y parece que no es suficiente. Creo que deben ser agentes del Triplete, será mejor que intentemos escapar.

Se había intentado preparar para una posible captura por parte de sus enemigos y había ensayado formas de liberarse, era tiempo de ponerlas en práctica aunque le preocupaba no conseguirlo y poder ayudar al Cabo.

El muy hijo de puta se había empleado a fondo para sacarles respuestas, y Matagatos se encontraba bastante dolorido... Pero, sobre todo, enfadado. Muy enfadado por todo lo sucedido, por verse sometido a semejante trato, y por haber sido capturado. Y preguntándose donde demonios estarían el resto. ¿Su cabo era secuestrado y se tiraba todo el día allí y nadie movía un dedo? Sin duda, era cosa del cabrón de Rastrojo. Ya le ajustaría cuentas cuando le pillara. 

-No, no estoy bien, Preocupado-respondió, muy irritado, y con un punto de dolor en la voz, mientras empezaba a forcejear con las cuerdas-pero esos hijos de puta van a estar mucho peor que yo cuando consiga salir de aquí-añadió, sonriendo levemente al sentir como se aflojaban los primeros nudos. 

Tanto Matagatos como Preocupado se zafaron de las correas por sí mismos, y en nada se pudieron sentar sobre sus respectivas mesas de tortura y empezar a andar. Después de todo un día allí tumbado, las piernas estaban algo dormidas y caminaban un poco a trompicones (también tenía que ver con ello las diversas torturas sufridas).

Las velas seguían encendidas, y descansaban sobre unos platillos de metal que podrían transportar para tener luz allá dónde fuesen.

El siguiente punto era conseguir algún arma. Por suerte, la mesa de las herramientas de Rouya estaba surtida de una serie de herramientas que podrían blandir:

...todas ellas con sus evocadoras manchas de sangre y de otras sustancias.

Cuando estuvieron armados de nuevo, se asomaron al pasillo. Su posible vía de escape se dividía en dos: izquierda y derecha. La izquierda terminaba en unas escaleras de caracol que subían. La derecha terminaba en un pasillo ciego, pero en uno de sus laterales había un arco abierto que les podría llevar a otra habitación, cuyo contenido, por ángulo, no veían.

Preocupado comprobó con satisfacción como las cuerdas comenzaban a aflojarse y pronto se vio liberado. Se disponía a ayudar al Cabo Matagatos pero el Oscuro también había conseguido librarse, así que se acercó a él.

-No se preocupe, para eso estoy yo. Saldremos de aquí. Mire, alguna de estas herramientas servirán para defendernos. ¿Puede caminar? Puede apoyarse en mi si no puede, yo le ayudaré.

Parecía que sus captores habían sido más duros con el Cabo, aunque a decir verdad Matagatos solía tener siempre un gesto serio y de enfado, cosa que preocupaba al infante. Al menos esta vez los motivos si eran claros y justificados.
Se acercó con cautela al pasillo y asomó la cabeza dispuesto a defender su vida y la del Cabo ante cualquier guardian que fuera a detenerlos, pero no había nadie, tan solo dos direcciones posibles. Miró a Matagatos, le preocupaba no elegir bien el camino a seguir.

-¿Por donde vamos Cabo Matagatos? Aquí está muy oscuro, puede que sea un sótano, por lo tanto deberíamos subir. Pero me preocupa que en esa habitación haya otra salida mejor, o quizás nuestras armas...

Había conseguido liberarse sin ayuda, y parecía que Preocupado también. No iba a decir que no le hubiera costado más de lo habitual, dadas las torturas a las que se había visto sometido, pero lo había conseguido. Y ahora era el momento de escapar. Echó mano de un martillo, al no tener sus espadas a la vista por ningún lado, y negó a las palabras de Preocupado.

-Puede que se hayan esforzado conmigo, pero aún soy capaz de caminar. 

Se asomó al pasillo también, observando las dos posibles direcciones a seguir. Finalmente, tomó una decisión.

-Es probable que esto sea un sótano... Pero quiero recuperar mis armas y armadura. Así que evitaremos la escalera por el momento. Esperemos que nuestro equipo esté aquí abajo. 

Le preocupaba el aspecto del Cabo, parecía en mucho peor estado que él, los métodos de tortura que habían utilizado con Matagatos debían ser distintos a los usados en su misma persona, quizás al ser un superior habían sido más duros, pero era bien sabido que el Oscuro era un tipo duro y si decía que podía continuar no sería él el que lo rebatiera.

-De acuerdo, entonces vayamos a la habitación del fondo a ver si están sus cosas ahí.

La armadura y las armas de Matagatos tenían cierto valor y eran difíciles de sustituir, no como el simple escudo y las lanzas de Preocupado que no tenían nada de especial. A él le preocupaba que pudieran romperse o perderlas por eso prefería tener armas comunes y no encariñarse mucho con ellas. Por otro lado las espadas se las había regalado El Señor del Dolor y estaban imbuidas de magia oscura de la Diosa, si no las recuperaba tampoco pasaba nada porque estaban malditas.

-¿Seguro? Me preocupa que... -No sabía si le preocupaba más que las encontrara, pero vio la determinación en el rostro del Cabo y no siguió preguntando.- Iré delante, por si hay problemas.

Ahora mismo su misión se había convertido en sacar vivo de allí al Cabo Matagatos y no podía exponerlo a una trampa o emboscada, sería mejor que fuera él el que abriera la pequeña comitiva.

Los golpes de los samurais de papel aún dolían, y lo tendrían muy complicado para resistir el combate con un solo guardia, pero mejor eso que quedarse a esperar más torturas de Rouya.

La abertura de la derecha resultó no ser más que un breve recodo. Un segundo pasillo se extendía más allá de lo que iluminaban las velas que habían cogido. Pero todo el lateral izquierdo del nuevo pasillo estaba formado por varias celdas comunales divididas por muros. Y entre muro y muro, varios barrotes con una sola puerta cerrada.

Estas celdas comunales ocupaban veinte pies de fondo y treinta de largo, y en su mayoría estaban vacías. Tan solo una celda, la más cercana a ellos, tenía un ocupante...

Era de raza Nyueng Bao. Sus brazos estaban encadenados con grilletes a la pared, tras los barrotes, y su cuerpo colgaba como si estuviese durmiendo. No tendría sentido dejarle en ese estado si en lugar de estar durmiendo estuviese muerto, ¿no?

Ahora podrían continuar por el pasillo de las mazmorras para comprobar si tenía un final o podrían subir por las escaleras. Incluso podrían hablar con el prisionero si por un casual hablasen algún idioma en común, pero lo que no podrían hacer sería liberarlo hasta que no encontrasen la llave de la prisión.

Preocupado siguió adelante a pesar de los dolores, era un guerrero entrenado en las más duras condiciones y no iba a desfallecer por los golpes de aquellas criaturas. Seguiría adelante con su misión hasta sus últimas consecuencias.
Se paró en la intersección y asomó un poco la cabeza hacia la estancia, que resultó ser otro pasillo.

-No hay nadie, es otro pasillo con celdas.

Tras asegurarse de que no había peligro y que Matagatos le seguía siguió adelante. Contemplaba las celdas con preocupación pues ellos podrían acabar en una de ellas si todo salía mal, aunque a decir verdad estaban casi todas vacías, lo que también le preocupaba porque quería decir que los prisioneros no duraban mucho. Debían escapar cuanto antes.
Vio un prisionero Nyueng Bao encadenado, aunque no podía distinguir bien si ya estaba muerto o simplemente desfallecido. En seguida dejó de prestarle atención.

-Será mejor que sigamos.

Le preocupaba que el prisionero no estuviera muerto y pudiera delatarlos si los veía, era mejor pasar de largo, además nada tenían que ver con ese hombre.

Matagatos siguió a Preocupado por aquel pasillo, hasta que llegaron ante la celda del Nyueng Bao. Matagatos le miró, frunciendo levemente el ceño, como si pensara. Finalmente negó con la cabeza.

-No, espera. Quizás tenga información, y más aliados no nos vendrán mal-resolvió. En el peor de los casos, atraería sobre ellos una atención que recibirían tarde o temprano... Pero, en el mejor, puede que ganaran otro hombre más para salir de allí.

-Eh... ¡Eh! ¡Pss! ¿Puedes oírme? ¿Me entiendes?

Preocupado se extrañó ante la negación del cabo Matagatos, le preocupaba contrariar al oscuro pero no entendía que no veía bien. Abrió mucho los ojos cuando el cabo confesó querer hablar con aquel prisionero, si es que estaba vivo. Preocupado iba a recomendarle prudencia y escapar en silencio pero el cabo ya estaba llamando la atención del prisionero.

Nonononononono.... No le llames. ¿Y si no está muerto? Podría empezar a gritar y delatarnos intentando ganarse la confianza de los carceleros, al fin y al cabo nosotros solo somos unos extranjeros insignificantes para ellos, esta gente parece no haber oído hablar nunca de la Compañía Negra.

Preocupado miró hacia uno y otro lado del pasillo esperando ver aparecer soldados en cualquier momento atraídos por el ruido. Se dispuso a abalanzarse sobre ellos si así sucedía pero todo permaneció tranquilo, después giró la mirada hacia el prisionero.

Uffff... está muerto... Menos mal. No quiero ni imaginarme si hubiera estado vivo y se empeña en que lo saquemos de ahí o se pone a gritar.

 Ngggh...-sacudió la cabeza, despertando-Te entiendo. Pero debéis de ser un sueño. ¿Un Oscuro y un K'Hlata? ¿Aquí? ¿Con las manos libres y sin la escolta de la guardia llevándoles a las celdas? Sí... solo un sueño.

El prisionero Nyueng Bao bajó la vista, y el ligero movimiento hizo tintinear sus cadenas. Escudriñando más allá de los barrotes que les separaban, se fijó en las herramientas que Matagatos y Preocupado portaban.

¿Sois prisioneros escapando de aquí? ¿O lo simuláis? Si el Brujo os ha contratado para darme muerte, abrid la celda y compartamos destino, porque él no dejará testigos y se deshará de vosotros cuando hayáis terminado el trabajo.

Quizás los espíritus no le habían escuchado o simplemente la presencia de un Oscuro como Matagatos los había espantado, o quizás simplemente alguna magia poderosa estaba rodeando aquel lugar, cualquiera de las posibilidades le preocupaba pero lo cierto fue que el extranjero finalmente pareció recobrar la conciencia.
Solo había que escuchar a aquel hombre para comprender que no estaba muy cuerdo y que no iba a ayudarles a escapar, todo lo contrario, le preocupaba que Matagatos, un joven impulsivo, le pudiera hacer caso y perder la oportunidad de huir de allí lo más rápido posible.

-Este hombre está loco, ni siquiera sabe si somos reales o un sueño, es mejor que nos vayamos Cabo Matagatos.

En algo si que daba la razón al hombre prisionero y era algo que le preocupaba en gran manera, si los pillaban escapando seguirían torturándolos hasta matarlos.

Y seguramente esta vez no habrá uvas...

Matagatos escuchó ceñudo al prisionero, y ante las réplicas de Preocupado, alzó la mano, ordenándole callar.

-Silencio. 

Tras eso, volvió a dirigirse al prisionero.

-No nos ha contratado ese hijo de puta. Somos prisioneros como tú, y nos ha estado torturando. No contaba con que fuéramos capaces de aflojar nuestras ataduras, y ahora queremos salir de aquí, pero antes recuperar nuestro equipo. ¿Puedes ayudarnos?

 No llegaréis muy lejos armados con esas herramientas. Me cuesta ayudar a alguien si lo que intenta es exponerse hasta el punto de hallar su muerte, así que me abstendré de consejos. Os daré la información, y vosotros deberéis juzgar si merece la pena usarla...

A vuestra derecha, el pasillo de celdas termina en unas escaleras que suben hasta un puesto de destacamento de cuatro guardias armados con lanzas. Ellos tendrán la llave para abrir mis cadenas. Si consiguierais vencerles, saldríais a la ciudad.

En sentido contrario, por dónde está la sala de tortura, unas escaleras de caracol suben hasta el barracón de la guardia. Ellos deberían tener vuestras cosas, salvo las de valor, que algún soldado corrupto se puede haber llevado ya a casa. El barracón está en una gruta que sale a la ladera de la montaña, por la que podréis descender escalando, si tenéis la suerte de que todos duerman.

Como un buen soldado acató las órdenes de su superior aunque no estaba muy de acuerdo con ellas, aquello iba a terminar muy mal.
Se limitó a escuchar las palabras del prisionero a las que tampoco concedió demasiado crédito, no se fiaba de aquel hombre.

Seguro que es un ladrón, o un estafador, o lo han metido aquí por mentiroso y nosotros perdiendo tiempo haciéndole caso...

Esperó a que el Cabo Matagatos decidiera que hacer, si seguir por ese camino, dar media vuelta y tomar la otra escalera o seguir perdiendo tiempo con el prisionero.

El hombre encadenado devolvió la mirada a Preocupado y sonrió.

Sé exactamente lo que estás pensando, K'Hlata. Piensas que cómo es posible que un hombre bueno como yo haya terminado en esta situación. Te lo contaré...

Mi nombre es Kawashi. Hubo un tiempo en el que era guardaespaldas personal del Shogun de Puerto Rata. Iba con él a todas partes, e incluso estaba presente cuando recibía sus clases sobre arte, música e idiomas. Fue así cómo aprendí vuestra lengua...

Aquel prisionero hablaba y hablaba sin parar. Era tedioso. ¿Sería aquella otra de las torturas preparadas por Rouya?

Pero aquellos buenos tiempos no duraron. El mago de la corte, al que vosotros conocéis como el Brujo, conspiró dentro de Palacio, ganándose la confianza del hermano pequeño del Shogun, y derrocando al legítimo heredero.

El Hermano Mayor fue enviado a la isla de la cuarentena, donde conviviría con leprosos y moribundos hasta que la enfermedad acabase lo que el Brujo, en su soberbia, no llegó a hacer por su mano.

El Hermano Pequeño, convertido en el nuevo Shogún, tenía en gran estima mi fuerza de espíritu y mi destreza con la espada. Prohibió al Brujo que me diese muerte, y le encomendó la tarea de "reeducarme" para que me olvide del antiguo Shogún y jure lealtad a su sucesor.

Esa es mi trágica historia...

Ah, bien. Parece que Kawashi ha terminado su aburrida historia...

Ahora, mi único propósito es mantenerme firme en mis principios, y lograr que mi verdad sea escuchada. Liberaré al Hermano Menor del influjo y la lengua viperina del Brujo. ¡Ese es mi sino, y estoy dispuesto a cumplirlo!

Finalizada la histor...

Y después de eso, iré a la isla de la cuarentena para ver cual ha sido el destino sufrido por mi señor. ¡Juro que lo haré!

Finalizad...

¡Y si la enfermedad no se lo ha llevado, lo traeré de vuelta a Palacio para restituirle en el trono!

Fina...

¡Y si ha muerto, me quedaré en esa isla sacudida por la lepra y la malaria y compartiré el destino de mi Señor!

Fi...

¡Estad seguro de que lo haré!

...

Ahora sí, ya es definitivo. Kawashi había acabado de relatar su historia.

Preocupado frunció el ceño a modo de protesta. Aquel extranjero hablaba demasiado y para colmo el Cabo Matagatos se había quedado como un pasmarote escuchándolo, aquello le preocupaba porque seguramente el joven Oscuro se dejaría engañar y seducir por las palabras del prisionero al igual que lo había hecho con las de Dedos, había gente que nunca aprendía. Y allí estaba él con orden de guardar silencio sin poder advertir a su cabo del peligro que corrían. Escuchó sin demasiado interés y con suspicacia las palabras de Kawashi. No le preocupaba ni porqué estaba allí, ni si pensaba salir o lo que sucediera en aquella ciudad con sus gobernantes, lo único que le preocupaba en aquellos momentos era sacar al Cabo Matagatos de allí sano y salvo y reunirse con Rastrojo para que pusiera un poco de cordura a la misión. Si el Oscuro no fuera tan orgulloso y hubiera seguido las indicaciones del aprendiz de chamán ahora no estarían allí.

Me preocupa que hayan podido herir a Rastrojo. Y menuda compañía con la que se quedó... Eso va a terminar mal, muy mal, puede que peor que esto.

Y el prisionero nunca terminaba de hablar, hasta que terminó, entonces Preocupado se vio obligado a romper su silencio, no quería que el prisionero siguiera hablando.

-Muy bien, muy bien. Pero nos tenemos que ir. ¿Verdad Cabo?

Había preocupación y urgencia en su voz. Debían irse cuanto antes y el Cabo no parecía reaccionar.

La primera información relatada por aquel prisionero no les fue precisamente de demasiada ayuda. Parecía que iban a tener algo más que serios problemas, especialmente en el estado en que se encontraba, para salir de aquel lugar, y más aún con sus cosas. Sin embargo, la segunda parte le hizo entrecerrar los ojos.

-Pongamos que te liberamos de algún modo... ¿Nos ayudarías?-preguntó el oscuro. Aunque lo cierto es que no sabía como iban a poder liberarle, pues su llave la tenían cuatro guardias armados, y probablemente, sanos. 

El K'Hlata sintió preocupación por las palabras de Matagatos.

Esto no va a salir bien. ¿Que nos importa este prisionero? Será más difícil liberarle que escapar nosotros y seguro que nos mete en más problemas. Eso me preocupa.

Por desgracia el único hombre con el que estaba era Matagatos y encima, aunque no perteneciera a su pelotón, era un superior y debía obedecerle. Echó de menos a Rastrojo, al Cabo Barril que seguro habría tomado otras decisiones y al resto de compañeros de pelotón.

Que diga que no, que diga que no.

Pero le preocupaba que un prisionero estaría dispuesto a mentir o decir cualquier cosa con tal de alcanzar la ansiada libertad. Los utilizaría y después los dejaría abandonados, eso contando que pudieran enfrentarse con éxito a los soldados que tenían la llave de la celda, lo cual en el estado que estaban ambos le preocupaba mucho.