Partida Rol por web

Las cosas comenzaban a pintar realmente mal y desde el suelo veía como los enemigos eran cada vez más numerosos y sus amigos estaban cada vez más heridos.
Cerró los ojos intentando concentrarse en los espíritus, quizás ellos podían ayudarlos, al menos quizás a Ponzoña que parecía el más perjudicado del grupo.

Proteger a Ponzoña para que pueda matar a nuestros enemigos y consigamos escapar todos. Proteger a Ponzoña o buenos espíritus y olvidaros que yace con una pitonisa indigna, demostrarle que vosotros sois los únicos y verdaderos seres poderosos de la tierra.

La pomada obró auténticos milagros en el oscuro, reduciendo considerablemente el dolor que sufría por la tortura. Sin embargo, esas eran las únicas buenas noticias, pues una ingente cantidad de enemigos se les echaba encima. 

-¡Aguantad!-dijo, corriendo a auxiliar a Usurero y Bimbawa. No podían resistir eternamente, y así que su victoria dependía de salir de allí con la mayor rapidez posible, lo que implicaba que ambos llegaran a las barcas a tiempo. Con energías renovadas, y la ira bullendo en su interior por todo lo que había pasado, se lanzó contra los samurais con ambas espadas.

-¡Morid bastardos!

Rastrojo, ¿qué haces?

El chamán empujó el embarcadero, haciendo que él, ella y la barca se alejasen abandonando a todos sus compañeros.

¿No lo ves, estúpida mujer? Estoy cumpliendo la misión.

Rastrojo se esforzaba en remar con aquello que tenía Takeda para usar de remo, que ni era remo ni era nada. Era una maldita pértiga. Y casi no desplazaba agua para empujar el bote.

¿Cómo coño pueden remar con esto?

¡NO! ¡No podemos irnos! No pienso dejar a mi amiga Bimbawa aquí. No vamos a abandonar a nadie. Solo te estoy pidiendo, Rastrojo, que encuentres algo decente en ti, y que ayudes a alguien por una vez en tu vida...

La barca empezó a virar hacia un lado, debido a la torpeza de Rastrojo para remar. La barca empezó a moverse paralelo al muelle, hasta la posición de Bimbawa y Usurero, pero demasiado lejos como para saltar.

¡Bravo, Rastrojo! ¡Sabía que al final harías lo correcto!

Sí, claro... ehm... ¿acaso lo dudabas?

Elefanta empezó a dar saltos de alegría en el bote, haciendo que se inclinase. Rastrojo se arrodilló en el suelo de la barca y se agarró a la popa.

¡Pero que haces, loca! ¡Nos vas a hundir! ¡Para!

¡Tenemos que saltar, Usurero!

¡¿Qué?! ¡¿Saltar?! ¿Pero tú has visto lo lejos que están del muelle?

Bimbawa empujó las espaldas del anciano hacia el borde. Las sandalias de Usurero se resistían a llegar hasta el agua.

No... no-no-no-no...

¡SPLASH!

Bimbawa saltó tras él. De este modo, se pusieron a salvo de los dos samurais que les hostigaban. ¿Qué mal les podría hacer un poco de agua...?

Mientras Godzilla, el guardián amaestrado del lago, se acercaba para compartir sus diferencias con Bimbawa y Usurero... Mientras Sacamantecas, el guardián amaestrado de Usurero, veía cada vez más cerca eso de quedarse sin trabajo... Mientras todo eso pasaba, el bastión de las escaleras fue perdido, y se vieron obligados a retroceder.

Preocupado logró algo de tiempo, agitando su lanza de izquierda a derecha una y otra vez, y obligando a sus contrincantes a mantener la distancia, como en el famoso combate de Musashi Miyamoto y su remo contra Kojiro Sasaki (quizás no tan famoso en este lado de la sabana). Solo el lancero, con un arma igual de larga, pudo atacarles por aquel flanco, hundiendo su pica en el muslo de Preocupado.

Así, quedaron arrinconados entre las casas y el lago... entre los samurais y el lancero, y el samurai que estaba al lado del samurai que Matagatos acababa de matar.

Si lograban matar al octavo samurai, el único que se interponía entre ellos y el bote, podrían saltar hacia la barca y ponerse a salvo. Consciente de ello, el samurai hundió la espada en las tripas de Matagatos y retiró el filo de la katana para ponerse en guardia.

Si en lugar de ello obtaban por tirarse al agua y nadar, tendrían que soportar la potencia de Godzilla cerrando sus mandíbulas sobre ellos.

Las cosas no iban nada bien, los soldados enemigos los tenían cada vez más arrinconados y la salud de sus compañeros era cada vez peor, también la suya propia que había recibido una herida en la pierna. Parecía que estaba todo perdido, pero era un miembro de la infantería de la Compañía Negra y eso significaba que lucharía hasta el final o al menos hasta que Matagatos ordenara otra cosa. Decidió intentar quitar del medio al enemigo que se interponía entre ellos y la salida, pero ni siquiera le dio.

No había muchas opciones más allá de las de una honrosa retirada. Estaban maltrechos y nuevos refuerzos enemigos llegaban apresuradamente. Era cuestión de tiempo que los cogieran y apresaran o que directamente los mataran. Tras ellos, el agua parecía un atractivo camino para la huida si no fuera por la estela del cocodrilo al nadar por las tranquilas aguas, una estela que presagiaba un estómago vacío y una dentadura letal.

Ponzoña, agarró al único cadáver de ojos rasgados existente y se lanzó con él al agua, pensando que una comida fácil y que no protestara podía ser una buena opción para evitar ser devorado por aquel gigantesco cinturón de piel que se acercaba lento pero seguro.

Sacamantecas tenía en mente la opción de la huida casi desde que vio que eran tan ampliamente superados en número. Más aún cuando vio a Usurero y la puta tratando de no ahogarse en las aguas para llegar al bote.

Y con ese maldito y enorme cocodrilo yendo a por ellos. Si no hacía algo se quedaría sin patrón… pero no podía lanzarse al agua él sólo… Debía esperar a que algún otro incauto tratara de nadar para que el cocodrilo tuviera muchas presas donde elegir.

En cuanto vio que el gigante K’Hlata agarraba un cuerpo enemigo y se lanzaba al agua, vio su oportunidad. Es más, la idea de tener una especie de escudo humano, o cebo para cocodrilos, se le antojo muy buena, así que trató de agarrar al soldado Preocupado y se lanzó con él al agua.

- ¡Todos al agua! – Bramó al resto para que no se quedaran luchando. Sería una muerte estúpida para todo aquel que se quedara, tan ampliamente superados en número como estaban.

¡Chof!¡Chof

No hacía falta que se lo dijeran dos veces. En cuanto vio que el valeroso Ponzoña, con esos músculos y su intimidante porte, se lazó al agua, Sabandija hizo lo propio. Tomó aire e impulso y se lanzó al agua con una mano cogiéndose el pelo y la otra tapándose la nariz. No soportaba que le entrara agua en las fosas nasales. Con gran esfuerzo chapoteaba en el agua, como los perros, con el culo en pompa y el cuello esturado para sacar la cabeza por encima de la superficie. Desde el muelle parecía que la barca estaba mucho más cerca pero, ahora que se encontraba en el líquido elemento, se le antojaba una distancia inabarcable.

Y de repente, Matagatos quedaba herido y solo. Todo el mundo saltaba a la barca, ignorando al guerrero que se intentaba interponer entre ellos, y que dificultaba llegar al bote. Rápidamente el oscuro valoró sus opciones. Podía saltar y morir desangrado en el agua. Podía parar su hemorragia y morir al quedarse allí a merced de todos los enemigos. O podía intentar parchearse rápido y saltar de cualquier modo para intentar salvar su vida.

Dado que las dos primeras opciones eran una muerte segura, solo había un modo de proceder. Como pudo se cerró la herida, aunque con mucha menos habilidad que aquella a la que estaba acostumbrado, y después saltó al agua. Un salto penoso, pero el cocodrilo era uno sólo, y los samurais muchos. 

Mierda, necesitamos de alguien que sepa remar con esta pértiga...

¡Nadad hacia la barca, u os juro que os dejamos a todos atrás!-abroncó, metiéndoles una prisa que ya tenían.

Matagatos resbaló en el charco de sangre y cayó de cabeza por el borde del embarcadero, chapoteando boca abajo y llamando la atención de Godzilla. Solo quedó en el muelle, abandonado como un perro, Preocupado. Los samurais se lanzaron contra él, derribando al K'Hlata y apalizándolo a patadas y golpes.

Los samuráis veían con resignación ver a los criminales alejándose por el agua. ¿Sería posible que ningún Nyueng Bao supiese nadar? Sí. Pero tendríais que verles componiendo haikus y caligrafía, en lo que por algún motivo poco práctico los samurais dedicaban muchas horas de entrenamiento. En nadar no.

Pero uno de ellos tenía una lanza muy larga, y la hundió en Sabandija, que como nadaba como un samurai no había conseguido alejarse lo suficiente. Otro de ellos empezó a dar órdenes, haciendo que los samurais y los guardias echaron a correr hacia la presa. Todos... menos el de la lanza.

Ommmmh... Narshil ogh dárbala uniersern...

Rastrojo lanzó un rayo de fuerza contra el lancero, tan débil como para no matarlo. La magia de Rastrojo no daba para más. Pero había aún otro enemigo que tener en cuenta... Godzilla se sumergió saliendo de la vista. Un coletazo poderoso, para tantear a su presa, rompió varias costillas de Matagatos.

Y aunque todos daban por muerto a Preocupado, una vez que dejó de captar la atención de los Nyueng Bao, el K'Hlata logró arrastrarse por los maderos hasta dejarse caer al agua... Pero estaba muy débil para poder nadar.

Con decisión, Elefanta abandonó la seguridad del bote. Debían salvar a cuantos más mejor. Pero al darse el chapuzón, Elefanta no nadó demasiado rápido.

Y a todo esto, el Brujo llegó al muelle...

Maldiciendo su suerte Sacamantecas miró primero al bote, y luego a los rezagados. Él estaba herido y se encontraba débil. Las fuerzas le fallaban y no estaba seguro de poder tener fuerzas para remar con decisión e ímpetu hacia la salida y la libertad.

Miró hacia atrás y vio a Preocupado. El K’Hlata no parecía en condiciones de ayudar mucho, pero siempre podían usarlo como cebo para los proyectiles enemigos.

Ahogó un suspiro de resignación, y echó a nadar en dirección a Preocupado para arrastrarlo hacia el bote.

- ¡Aaaarggblblop!- El grito de Sabandija, cuando el lancero le pinchó por la espalda cual cobarde, quedó ahogado por el líquido que entró en la boca del K’Hlata. Mientras tosía para achicar los inundados pulmones vio el agua teñirse del rojo de su sangre que emanaba de la herida. Aún así, Sabandija sabía que tenía que seguir nadando pues alejarse suponía librarse al menos de ese peligro. Luchó con todas sus fuerzas por mantener la cabeza fuera del agua y la mirada fija en el bote, su objetivo. Pasó junto a Matagatos quien estaba entretenido con...el cocodrilo. 

- ¡Arf, arf!- Apretó el culo con todas sus fuerzas, alargó la mano y le pareció tocar el borde del bote. Se aferró con ganas y se impulsó para subir al mismo. Vivió unos instantes en los que, mojado como estaba, herido y casi sin fuerzas, se retorcía sobre el borde del bote como un pez fuera del agua. Tuvo la suerte de que su pie fue a dar con la cabeza del poderoso Ponzoña, sirviéndole ésta de escalón donde apoyarse para superar la borda del bote y caer dentro totalmente extenuado.

Preocupado se dio cuenta demasiado tarde que no eran sus hermanos de Infantería los que luchaban en ese muelle, se trataba de los indisciplinados y cobardes Hostigadores y Campamenteros que sin tan siquiera esperar las órdenes de su superior abandonaron la batalla y se lanzaron al agua intentando salvar su vida, así era como obedecían la orden de aguantar de su superior Matagatos, que a la postre también cayó al agua con el resto.
Preocupado siguió en el muelle enarbolando su escudo y luciendo con orgullo la calavera que tenía pintada en él. Al menos su muerte serviría para contener al enemigo suficiente tiempo para que el resto escapara.
Los samuráis llegaron en tromba y no pudo contenerlos, enseguida se vio en el suelo recibiendo patadas y golpes por doquier.

Espíritus benignos, llevadme con vosotros...

Alzó su última plegaria preocupado de que los espíritus a los que tan fielmente había servido pudieran abandonarlo cuando más los necesitaba. Y entonces dejó de sentir golpes y patadas, ni siquiera se paró a mirar porqué, simplemente comenzó a arrastrarse hasta el borde del muelle y cayó al agua. Ni siquiera podía nadar, así que simplemente se dejó flotar en el agua, los espíritus le guiarían como hasta entonces.

Elefanta se lanzó al agua y las olas del pequeño maremoto empujaron hacia atrás a Ponzoña y su muerta carga, balanceándose como una boya negra en medio de las aguas. Alcanzó a ver cómo un Sabandija herido y agotado pasaba a su lado, jadeando como un cachorrillo y nadando como tal, y se subía a la barca. Por su parte, Sacamantecas se preocupaba de Preocupado y tan solo quedaba su cabo, o algo quedaba de él en medio de la hirviente agua roja que lo envolvía. El monstruoso cocodrilo rondaba su cuerpo con una mirada de auténtica gula.

Sus piernas se movieron como auénticas palas en su dirección y al tiempo que lo cogía abandonaba el cadáver del samurai, confiando en que el lagarto se entretuviera con él y les diera tiempo a alcanzar la barcaza.