Partida Rol por web

"Así que ese fue el rector. Al menos ya puedo explicar algo" piensa, de forma irónica. -Ah, si, cierto, cierto.- Dice el profesor, fingiendo recordar algo que en realidad ni siquiera ha vivido. Tras una pausa, mira de nuevo a Katherine. 

-Gracias.- Responde el profesor, con una amable sonrisa, la mejor que es capaz de hacer en semejantes circumstancias. -Nos veremos en la clase, supongo. Que tenga usted un buen día. señorita.- Tras lo que, tras despedirse, entra en la facultad, hacia su despacho. Necesita unos instantes, para pensar y aclararse sus ideas. 

Llegas a tu despacho, una sala de tamaño medio, muy bien presentada y con un escritorio de madera de roble. Un ambiente agradable y bueno como para pensar y poder consentrarse. Realmente necesitas ordenar tus ideas.

Charles llega su despacho, caminando deprisa. Cierra la puerta, y respira profundamente. Aquél despacho es cais somo su segundo hogar. 

Se sienta en su sillón, frente a su mesa, y mira hacia su mesa, apoyándose en ella. "Al fin puedo pensar". Tan solo se dedica a escuchar el silencio, y a disfrutar de la calma absoluta que reina en el despacho. 

"Demasiadas emociones fuertes por hoy. Realmente ya estoy viejo para esto." piensa el doctor, mientras trata de recordar todo lo acontecido, sin demasiado éxito. Todo ha sido demasiado rápido. Pero al menos ya está en un lugar que responde a las leyes de la física, cosa que, sin duda se agradece. Ahora empieza a pensar en algo que dijo aquella extraña chica. 

"¿Crees en lo sobrenatural?". Le dió muchas vueltas a aquello. ¿Creía realmente?

Tu celular comienza a sonar, estas recibiendo una llamada. Lo sacas y miras, dice numero desconocido. Que... extraño, nada mejor para un dia completamente anormal...

Ya escamado, vacila. Sostiene el movil en la mano, mientras suena. "Número desconocido... Ojalá sea publicidad para comprar apartamentos en Costa Rica..." Se dice a si mismo. Con una decisión que, quizás lamentaría, descuelga el teléfno y se lo pone en la oreja. 

-¿Si?- Pregunta, esperando cualquier cosa des del otro lado de la línia. 

Señor Walter?- pregunta una voz italiana desde el otro lado de la linea

-Si soy...- Charles vacila un momento. No sabe si es muy buena idea dar tan rápido su nombre a un desconocido... Pero si ya conoce su teléfono, es poco probable que no sepa quién es. Además, en sus archivos de la universidad está todo su historial... Por lo que no es muy dificil saber su número.

-Soy yo.- Dice al fin- ¿Quien es usted? ¿Que desea, caballero?.- 

Lo llamamos desde el Vaticano señor Walter la voz se toma una pausa queremos enseñarle algunas cosas y que nos ayude con otras, creame, es inseguro hablar por telefono de ellas...

-Perdone, ¿Ha dicho usted El Vaticano?.- Dice Charles, con un tono de voz visiblemente incrédulo. "¿Para que demonios le necesitan en El Vaticano? Pocos sitios hay que deteste más. Un centro católico gigante atestado de sotanosaurios." Solo de pensarlo, le recorre un calambre por la espalda. Lo último que quería era ir allí a ayudarles en nada.

-Disculpeme, pero... Ni siquiera soy cristiano. ¿Para que demonios me necesitan? Tienen cientos de filólogos mucho más importantes que yo que además són fanaticos devotos de "la madre iglesia".- Estas últimas palabras las dice con sorna, a drede. Nunca le ha gustado la forma en la que la Iglesia trata de imponer sus creencias propias al mundo.

-¿Por que en concreto iban a necesitarme a mi para algo?.- "Si mi abuela era bruja, por favor. La habrían quemado en las hogueras de la inquisición hace un siglo."

Ciertamente, hay mejores personas. Pero cada persona tiene un determinado proposito y usted es a la que necesitamos te replica la voz del otro lado de la linea

-Bien.- Responde Charles, acompañando con un suspiro. "Si no hay más remedio..."

Así pues, parece que se había acabado el descanso de Charles. Todo lo que le había pasado durante aquél día era demasiado kafkiano. 

Antes que nada, habló con el decano de su facultad y con el rector de Oxford, que por suerte se encontraba en Oxford. Arregló la baja durante un mes, por lo que pudiera pasar, e hizo todos los trámites burocráticos de la universidad. Despúes se encargó de comprar pasajes a Roma, en primera clase, por supuesto (Charles se lo podía permitir, era un hombre bastante ahorrativo). 

Lo último, y ya más accesorio, fue el equipaje. Se preparó un baúl y una maleta, con todo su vestuario, algunas herramientas necesarias, un amplio neceser y, por supuesto, su inseparable matilda. Por si acaso. "Es mejor llevarla y no tener que usarla que tener que usarla y no llevarla" y algunos cartuchos. Tenía la licencia de armas en regla. Colocó la escopeta de dos cañones, de caza, descargada y dentro de una funda especial, con todos los papeles en regla, y la separó del resto del equipaje. 

Una vez hecho todo, una vez todo listo, Charles solo esperó a que fuera la hora. Aprovechó para pasear por Oxford, y despedirse de su amada campiña, y de su amada Inglaterra, quizá por bastante tiempo. 

Todo listo, al llegar al aeropuerto tomo el avion y comenzo su viaje hasta roma. El viaje fue agradable, todo es perfecto por decirlo de una manera, de hecho un viaje asi no deja lugar en la mente para los sucesos que todos llegarian a maldecir en su devido tiempo... asi comenzo, lo que seria la avantura mas extraña y temida por los hombres...