Partida Rol por web

Richard se incorpora en la cama de una sencilla taberna como todos los días desde que llegó a los suburbios.

Quizás las cosas no habían acabado como él esperaba, pero su pequeña revolución aún aguardaba impaciente por escapar dentro de su cabeza. El destino o la suerte dejaron que tras un par de semanas en los suburbios pudiera instalar un pequeño negocio en la zona oscura. No era un buen lugar, las paredes tenían ojos, cada sombra podía recolectar miles de secretos, pero era un lugar seguro... Al menos para su tienda. Su destreza impoluta fruto de su propio ser le ayudó a perfeccionar la creación de aparatos eléctricos, y su mayor fuerte eran los ordenadores. A pesar de ello los materiales que llegaban a los suburbios eran escasos, pero los interesados en su trabajo eran muchos. 

Se levanta de la cama, en el lúgubre y oscuro piso de arriba de la taberna en la que suele dormir, lejos de la zona oscura, y se dispone a volver a empezar una nueva jornada laboral. 

Día, noche. Día, noche... El ciclo comienza y termina una y otra vez: ¿Hace cuanto que lleva trabajando allí? Escapo de la ciudad pensando que de ahora en adelante serían todo aventuras y descubrimientos... ¿Pero que es lo que lleva haciendo desde hace ya bastante más tiempo del que aceptaría? Trabajar. Trabajar y construír... Plantear y replantear los conceptos que ya claros tiene para alimentar a los muertos.

Al principio pensaba que lo que brindaba resultaría en esperanza y progreso: El despertar de los caídos... Pero no. No sucedió así... no aún.

Él abre la tienda y se dispone a ir adelantando los trabajos que le quedaron pendientes.

Richard sale de la lugubre taberna en la que se hospeda. El silencio es lo único que le ha acompañado hasta la salida, ni siquiera el dueño parece estar vivo. Cualquier diría que nunca se movía de aquel lugar, con sus diminutas gafas y su enorme libro. Algunas veces, si le saludas levanta la mano para demostrar que sigue con vida, pero el silencio se llevó hasta su propio nombre. 

El chirriante cartel de la entrada anuncia el viento que esta haciendo. En la madera esta escrito "El reloj de arena". Por culpa de la poca sensibilidad de Richard, le cuesta percibir matices tan nimios como una corriente de aire. El silencio también impera en las calles, el sol aún se resiste por aparecer a lo lejos, la ciudad sigue dormida, y dormida estará cuando Richard vuelva a aquel lugar después de completar su ciclo. 

De camino al trabajo Richard se para a contemplar durante unos instantes la ya tan conocida entrada a la zona oscura. Aquel lugar hacia honor a su nombre. Quizás fueran las pocas personas vestidas de negro que circularan por allí, quizás fuera las largas sombras que proyectaban los grandes edificios que allí había, quizás fuera la atmósfera que las miradas desconfiadas producían. Pero quizás no fuera nada de eso, quizás solo fuera la voluntad de las personas que allí residían la que se materializaba y creaba a las sombras. 

Y en medio de aquella sensación estaba su local, una disimulada casa de una sola planta y cristales grandes hacia el exterior. 

Sus pasos hacen eco entre las solitarias calles del bajo mundo: Pocos se mantienen despiertos a esas horas de la mañana, es el momento en el que los que hacen turno nocturno se acuestan a dormir y los diurnos aún no han terminado de despertarse. Para quienes disfrutan de la soledad, estos momentos son muy agradecidos en los suburbios, pero aún así se trata de un momento sobrio, sin brillo de ningún tipo.

El dueño de la posada... Un hombre que seguramente vio más de lo que quisiera ver, o quizás menos de lo que le habría gustado: ¿Alguna vez tuvo un alma dentro de ese cuerpo? Ahora es casi una cascara deprimida, como todo en los suburbios: Muerte en vida.

Richards camina como si nada le afectarse: Ni el viento, ni la soledad; ni la depresión, ni el silencio. ¿Lo percibe? Sí, pero lo ignora. Él es un buen trabajador, capaz de mantener su concentración y eficiencia por horas... ¿Pero para qué trabaja? Tan solo repite tareas para abastecer a quienes no harán nada trascendente con ello.

Eventualmente llegó tienda: No es nada interesante a la vista pero tampoco desagradable, simple y efectiva. Sus paredes de metal, sus vidrios enrejados... Cada vez que Richard lo ve recuerda lo débil que es la sociedad humana en los suburbios, ¿Realmente debería ser necesario crear jaulas en las que encerrarse por miedo a los demás? Su estadía en los surbios afectó su fé, pero no debilitó sus objetivos.

Dentro del local se puede encontrar varias repisas recubiertas de múltiples artilugios y aparatos a medio hacer o ya terminados, muestras de lo que ofrece. Entre pequeños pasos la figura vestida de uniforme azul llega al mostrador, limpiando la tierra con la yema de los enguantados dedos. Eventualmente se sienta en su silla del otro lado y se dispone a trabajar en los pedidos pendientes, sumido en sus pensamientos.

Richard estaba cautivado con la compleja maquinaria de un reloj cuando de pronto el crujido de una puerta anunció la llegada de alguien al local. El individuo iba oculto tras una capucha, algo bastante habitual entre los habitantes de la zona oscura. Por fuera de ella aun así se ponía notar el acabamiento de una melena morena y cuando se destapo se pudo notar el bello rostro de una mujer. Por los rasgos que presentaba era evidente que no había nacido en los suburbios, seguramente sería uno de los habitantes de Naldur. lo que mas destacaba en ella eran unos ojos que parecían mirar dentro de ti y una sonrisa demasiado impropia de aquel lugar. Se acabo de quitar la capa que llevaba por encima sin dirigirle aún ninguna palabra a Richard pero sin perder en ningún momento la cara de felicidad. 

- Me han hablado de tí. - Dijo dejando la capa colgada de un perchero cercano a la puerta, aun sin mirarlo. Se giró y se situó frente al mostrador. - He oído que tienes bastante talento.

Fijándose un poco más ahora se podía ver como la mujer lucia un escote exagerado y su melena negra como la ceniza le llegaba hasta la cintura. La mujer iba vestida con un kimono corto que le llegaba poco mas abajo que la cintura. Lucía la funda de una katana por un lado y un abanico agarrado con una cinta por el otro. Con todo, su aspecto no era para nada algo que la gente estuviera acostumbrado a ver. Se quedó espectante por una respuesta, sin perder de vista los ojos de Richard ni un instante. 

La mirada de Richard se levanta del pequeño reloj en cuanto la pequeña campanilla colocada en la puerta opta por bailar, avisando de la llegada de un posible cliente, visitante o incluso busca-pleitos... Aunque una rápida mirada a través de la figura de la mujer denota que el último es poco probable.

La recién llegada puede notar como el hombre tras el mostrador posa su mirada en ella, captando diversos detalles a lo largo de su cuerpo y ropa, analizando sus facciones: Una mirada así podría ser leía como lasciva por algunos, pero en este caso está claro que es meramente observadora.

- No eres de por aquí. - , dice él tras escucharle hablar y sacar más de una conclusión. Sí, es una obviedad, pero una pequeña sonrisa se dibuja en ese rostro. - Naldurianse - inicia él, sus ojos posandose en los de ella, [/b] -, armada, pero elegante. Demuestras una peculiar atención por tu apariencia... No estás aquí por un reloj u ordenador barato, imagino. -[/b]. Él se pone de pie lentamente, aún detrás del mostrador.

- ¿Puedo ayudarle? - finaliza. Inicialmente parece que va a levantar la mano, pero pronto se percata de un detalle y opta por saludar con una suave y respetuosa reverencia: Es fácil ser educado con una base de datos en el cerebro.

La mujer se sienta en el primer lugar que encuentra decente y comienza a hablar con las piernas cruzadas. 

- En primer lugar me gustaría apreciar un error en su deducción, es cierto que no nací aquí, pero llevo ya un año en este infierno. También es cierto que nací en Naldur pero pase veinte años en Gaer antes de llegar aquí. Con estos datos sobre la mesa el lugar de donde soy no parece muy preciso, ¿no cree? - Esta vez la sonrisa es más elocuente. - Mi nombre es Ai Kanadzuchi y este cuerpo le pertenece a mi marido, así que si fuera usted no lo miraría demasiado. - Saca el abanico y comienza juguetear con él pasandoselo de mano a mano. - Es cierto que estoy aquí por una razón pero aún no me has respondido, ¿Es usted tan bueno como dicen por ahí? 

Ai hace como que espera un momento pero de pronto se levanta, como si estuviera cansada de estar sentada y comienza a mirar los objetos que hay por el local y a toquetear algunos con el abanico. 

- No hace falta que responda, comprendo lo mal que sienta adularse a si mismo. - De pronto se da la vuelta. - Lo que yo quiero es una canción. 

- Un año, cien... - dice él, manteniendo su mano derecha sobre el escritorio y la izquierda descansando. - No tienes lo ojos de alguien de por aquí, a eso me refiero: Te encuentras más que viva; no se puede decir lo mismo de quienes habitan esta zona. - . Él sonríe un poco de todos modos: Le agrada estar equivocado en sus deducciones, aunque haya estado parcialmente en lo correcto, pues errar es humano.

- No se preocupe, mi mirada era solo analítica. Y... ¿Una canción? - , consulta Richard con claro interés. - Interesante. -, murmura mientras camina a suaves pasos, dando la vuelta al mostrador. - Aún así debería advertirle que si bien mi historial me precede, eso no significa que sea realmente tan bueno como quizás haya escuchado. -, y él no puede evitar sonreír un poco, - Todo cliente contento tiende a exagerar un poco. -

Por las repisas hay curiosos artilugios, tales como relojes con pequeños ordenadores incorporados u otros divertidos aparatos. Como es de imaginarse, también se pueden encontrar algunos ordenadores portátiles o no, plaquetas y equipos diversos. Esencialmente un poco de todo lo que un ciudadano de los Suburbios buscase en cuanto a electrónica e informática, y bastante más.

- No busco algo muy complejo, solo busco compromiso y discreción. - Miro a Richard durante un rato como si lo analizara. - Y usted parece lo suficientemente sistemático como para lograr mi objetivo. 

Se vuelve a pasear por la sala, muestra especial interés en una antigua radio colocada en un estante poco vistoso. 

- ¿Tiene experiencia anterior en el manejo del sonido? - Va probando botones pero ninguno realiza ninguna acción. Vuelve a girarse hacia Richard. - No he sido muy concreta, debo reconocer que me gusta ver la reacción de la gente pero usted es bastante aburrido. Lo que de verdad busco es emular un instrumento que puede tocar cierta canción. Pero el verdadero problema es que no puedo describir esa canción con palabras. Lo único que puedo prometerle es que si escuchara el sonido de ese instrumento de nuevo sabría que se trata del adecuado.  

- Puede ser. - responde él ante el comentario de que es aburrido, no puede evitar sino mantener una pequeña sonrisa. Observa la radio en silencio, pensativo mientras ella prueba los interruptores y mecanismos. Sí, reconoce que puede resultarle aburrido a otros... Después de todo, ¿Que es un montón de circuitos y lógica positrónica en comparación con la profundidad emocional que puede proveer un humano común y corriente? Quizás él sea una ilusión convincente, pero ilusión de todos modos.

- Sí. Comprendo el funcionamiento del sonido y he trabajado anteriormente con transmisores, reproductores musicales, radios de alta o baja frecuencia, sintetizadores, mezcladores... Podría revisar viejos bancos de sonidos, quizás podamos así encontrar ese instrumento en particular y buscar alguna forma de emularlo fielmente. - .

Tras su pequeño discurso, le mira y pregunta: - ¿Añora algún sonido de antaño? -

A la mujer parecía divertirle algo mientras que Richard hacia lista de todas sus habilidades. Después dudo un momento ante la pregunta que le hizo al final. 

- Mi relación con esa canción es bastante conflictiva... - Hace una pausa. - Pero si conocieras los detalles tendría que matarle. - La sonrisa de la mujer se vuelve algo más siniestra con estas palabras. - En todo caso me resulta bastante convincente. Prepare todo lo necesario que tengas que preparar. - Se gira en dirección a la puerta. - Prepara una orquesta si es necesario. - Coge su capa del perchero y se la comienza a colocar. Solo en ese momento Richard se da cuenta que en el centro de su espalda hay tatuada una pequeña cruz lila con un circulo que la atraviesa. - Volveré dentro de dos semanas, ultimamente ando algo ocupada. - Antes de abrir la puerta se gira para decir. - Espero grandes progresos con usted, señor Wright. 

Dicho esto sale del local, dejando a Richard con la palabra en la boca. Entonces, lo primero que le viene a la cabeza es el tatuaje de la mujer. Esa forma la había visto antes en otro lugar, pero no lograba recordar bien donde.  

En ese momento Richard recuerda donde había visto el tatuaje de la mujer antes y un escalofrío le recorrió el cuerpo, o así sería si estuviera programado para sentir escalofríos. La cruz lila atravesada por un circulo era el símbolo que utilizaban los miembros de la Asamblea, la organización más poderosa dentro de la zona oscura. Cada miembro de la asamblea era el jefe de una banda, y todos tenían el mismo nivel de poder dentro de ella. Desde luego, faltárle el respeto a un miembro de la Asamblea, era una bonita manera de suicidarse así que más valía que Richard se  pusiera a trabajar. 

-Ya veo.- dice él con simple tranquilidad ante la amenaza de muerte, con un deje de intriga, curiosidad. Definitivamente no es una persona de lo más entretenida: Sus reacciones son un poco más frías que las que uno estaría acostumbrado a percibir, sin embargo no llegan al punto de perder humanidad; son simplemente más apagadas.

-Hasta entonces.- se despide Richard, alzando dos dedos. En el instante en el que percibe el tatuaje no lo reconoce, pero pocos momentos después el reconocimiento de patrones da con un resultado y él alza un poco las cejas, recordando su significado.

Richard se frota un poco el mentón, analizando la situación, aunque no hay mucho que pensar ya que sus opciones son contadas ahora mismo: Realizar el trabajo de forma eficiente; escapar de forma sutíl; enfrentarse a una de las bandas más poderosas del bajo-mundo. Tras considerarlo por largos ciclos (vease: se tarda menos de un segundo en llegar a una conclusión), comprende que la mejor opción es la primera.

Inmediatemente pone las manos en la obra: Hace algunos encargos de herramientas y piezas, bancos de sonidos... Utiliza la poca información que obtuvo de esta mujer para analizar que instrumentos son los más usuales en ls distintas áreas donde asume que pudo haber vivido (ya que sabe por sus rasgos la procedencia de esta mujer).

Esto tomará cierto tiempo, pues puede que no encuentre sintetizadores de estos instrumentos clásicos, así que se ve obligado a también comprar varios de los instrumentos que sospecha que podrían ser válidos: Es fácil encontrar un banco de sonidos de un piano o una guitarra, pero mientras más especifico a una región sea dicho instrumento menos probable es que alguien se tome el trabajo de grabar cada uno de sus sonidos y convertirlos en un sintetizador.

Claramente el trabajo que se le plantea por delante a Richard llevará tiempo, así que se pasa el resto del día concentrado en sus investigaciones. Concentración no le falta, al fin y al cabo los trabajos sistemáticos eran los más sencillos para él. Antes de que se diera cuenta ya estaba anocheciendo, parecía mentira como el tiempo se podía volver algo tan insignificante cuando se prescindía del sueño o el hambre. Se hubiera dado cuenta antes si alguien hubiera entrado en su tienda, pero al parecer ese tranquilo día iba a terminar sin más visitas. Dejo listado los materiales que necesitaba (A esa hora ya no podría comprarlos) y guardo ordenadamente en las estanterías aquello con lo que había estado trabajando. Cerró el local como tantas veces había hecho y se dispuso o volver a su hogar por el camino largo, no tenía prisa, al fin y al cabo lo único que le esperaba eran largas horas de soledad en su oscura habitación. 

Por el camino, como muchas otras veces se cruzó con el mural. Aún recordaba a aquel soñador que había llegado a los suburbios con ganas de cambiar el mundo, ese soñador que había ido muriendo hasta convertirse en aquello para lo que nació, un robot destinado a servir a los seres humanos. El mural rezaba "La esperanza cabalga sola". Y de fondo se podría ver a un corcel con alas de llamas y ruinas a su alrededor. Richard siempre se había preguntado quien fue y que quería expresar el creador de ese mural. Fuera como fuera, se podía pasar horas observándolo.

Paso tras paso, la cansada figura avanza por las solitarias calles del bajo mundo. El día de trabajo fue efectivo, sí... Pero lo deja sintiendose vacío: Una cascara de quien se supone que debía ser, una sombra del destino que soñaba con tener cuando abandonó su hogar.

Sus pies se detienen frente al mural, sus ojos fijados en él. ¿Cuanto tiempo pasa? Quizás algunos minutos, pero él se mantiene ahí, pensativo: Recuerda tantas cosas... La pelea con su padre, la historia de su hermano, el propósito que su padre le dio al darle vida y el que él mismo se auto-impuso.

Avanza unos pocos pasos más, su palma izquierda se apoya bajo las letras pintadas con una desconocida mano enojada, expresando su descontento... ¿Que quería transmitir con eso? ¿Por qué la esperanza cabalga sola...? "Hope rides alone.", murmura él, sintiendo un fuego dentro de sí, recordando todo lo que su corazón de metal sintió cuando supo las injusticias del mundo. Mira alrededor, viendo que en todo este tiempo que lleva en el bajo mundo no hizo nada para salvarlos.

"... Hope rides alone., susurra de nuevo, esta vez comprendiendolo un poco más. ¿Realmente esperaba levantar una revolución? No van a luchar por su cuenta, necesitan algo que los impulse... Algo que les de esperanza. La esperanza cabalga sola, ¿Pero le siguen los humanos por detrás? Tiene muchas cosas que pensar...

Richard prosigue su camino, esta vez con mayor determinación, recordando que es un Wright, y que tal y como su hermano él ha de intentar salvarlos a todos... Incluso si acaba cayendo por el camino. Si la humanidad necesita un héroe... Entonces él hará todo lo posible para serlo. Pero por ahora... Por ahora ha de descansar, y terminar este trabajo. Juntar fondos, prepararse, encontrar aliados... Volver a comenzar.

Todo sucedía como las incontables vueltas de un reloj. Avanzas y avanzas y vuelves a empezar. Parecía que nadie podía evitar que esa aguja dejara de seguir su curso. Hasta que llegó el día, una irregularidad nació en el ciclo, algo que nunca habría ocurrido. Ese algo llegó una semana después. 

Richard estaba de nuevo observando el mural. Quizás llevaba horas ahí, pero cada minuto que pasaba la irracionalidad se volvía más compleja para su cerebro artificial. ¿Por que tenía que estar solo? Sometido a la voluntad del tiempo, sus fuerzas no eran suficientes para romper la barrera que separaba la realidad del deseo. Si al menos algo pudiera ayudarlo, si al menos algo le diera fuerzas para avanzar... Entonces la esperanza no cabalgaría sola. 

Estaba sumergido en sus pensamientos cuando el sonido de una voz lo alertó. 

- ¿Sabes? Este mural no era así cuando lo pintaron. - La voz provenía de un hombre con el pelo blanco y largo recogido en una coleta. Aún así se podía notar que no era un anciano por sus facciones. 

Richard tarda unos instantes para salir de su supor. Su rostro se gira, ojos fijandose en la persona que se encuentra junto a él. Se percata entonces que estando siempre frente al mural debe haber llamado mucho la atención...

-¿No?-, pregunta él, algo sorprendido. Nunca pensó en quien pintó ese mural, ni siquiera se le había pasado por la cabeza el hecho de que no siempre estuvo ahí, de que antes de todo la pared estaba plana y lisa... Sin ese mensaje escrito hace tanto tiempo.

-¿Como era antes?- pregunta el androide al curioso hombre de cabellos blanquesinos. 

- Creo que a eso me puedes responder tu mismo, ¿Que crees que ponía antes? - El hombre mira fijamente a Richard. Pese a la seriedad con la habla tiene una amago de sonrisa en los labios. 

-Esperanza. ¿Verdad?- dice él, asintiendo un poco, observando el mural. Súbitamente cobra un nuevo valor, como si fuese su sonata favorita, y tras escucharla mil veces descubre un suave instrumento que nunca había detectado antes: Un sabor nuevo y único, dinstinto a todo lo demás pero que siempre estuvo en la mezcla, solo que nunca antes pudo discernirlo. Ahora entiende por qué le atrae tanto: Es la viva representación de sí mismo; él llegó con esperanzas de cambiarlo todo, y cuando le fue imposible sus alas se fueron cayendo... O más bien, él olvidó que siempre estuvieron ahí, esperando para ondear ante el viento y despegar.

-... Muchas gracias.- dice al hombre, su tono resonando con absoluta sinceridad, su mirada cobrando un fuego que había perdido entre la lluvia. Se gira a él, asintiendo con suavidad, y se presenta: -Mi nombre es Richard, hijo de Thomas Wright. Realmente estoy agradecido por la información que ha compartido conmigo. ¿Puede decirme su nombre?-, consulta.