Partida Rol por web

Tras escuchar el grito, Brochard sacó todo el cuerpo por la escotilla. Aquella parecía ser la voz de McQueen, y no denotaba nada bueno. Dejando caer la compuerta metálica, bajó deslizándose por el fuselaje del submarino, pisando el hielo y poniéndose a la altura de sus compañeros.

¿Has encontrado algo de utilidad ahí abajo?

Ford le preguntaba. Había algo extrañamente familiar en él, pero sin duda se trataba de alguien distinto. Los mismo le pasó al ver a Hasan, Langley y Bright. Lo mismo le pasaba al pensar en si mismo.

- Había dos tipos ahí dentro. - Dijo señalando con la mano el submarino. - No eran más que un estorbo, ya no nos molestarán.

Parecía que Thalassa iba equipada con un lanzallamas, peligrosamente parecido al que había portado Kleist segundos antes de volar por los aires. Brochard dio un paso atrás, disimuladamente, aterrado ante la idea de ser chamuscado. Ya había sorteado una pistola de bengalas. Aquello sería más difícil.

- Ha venido por nosotros, ¿verdad? - Dijo sacando la pistola de su abrigo. Aunque algo le decía que le resultaría totalmente inútil. - Vosotros también lo habéis sentido. Encarar a nuestro perseguidor solo nos hará perder tiempo. Tenemos que encontrar la nave.

Acto seguido, se dirigió hacia las escaleras por las que se había reencontrado por el grupo minutos antes. Allí había dejado atrás su humanidad para convertirse en algo distinto. Algo extraordinario. Aunque algo, posiblemente, más vulnerable de lo que podía imaginar. Su increible naturaleza parecía ser ahora una pesada carga, traducida en una presencia incesante que no se detendría hasta darle caza.

Subió por las escaleras, sin esperar a que le siguieran. Aquella zona era amplia y desprotegida. Con algo de altura podría generar alguna ventaja.

Tras acabar con McQueen, los tres depredadores volvieron a camuflarse y continuaron su avance a lo largo del túnel. El sonido de un incesante goteo, causado por el deshielo, resonaba desde todas direcciones, pero os parecía detectar algo mucho más fuerte más adelante.

Quizás más O'kaintakan, dado que antes de llegar, habían detectado no menos de 6 señales biológicas humanoides. 

Brochard se dirigió con decisión a las escaleras, pasando con precaución por delante de Thalassa y su lanzallamas ydejando a los demás a que tomaran sus propias decisiones. Si había peligro, él no pensaba esperar a nadie para salvarse, de eso estaba seguro.

Una vez arriba, observó las paredes medio "tostadas" por efecto de la onda de fuego que estuvo a punto de destruirles a todos. A mano derecha había otro de esos populares derrumbamientos en aquel lugar y a mano izquierda, el túnel principal por el cual habían venido. Sabía perfectamente lo que le esperaba delante: los barracones, la sala de detención, la armería, las rocas obstruyendo el paso y el camino que lo había rodeado.

Así que... ¿hacia dónde debía ir?

Sin saber exactamente a qué lado dirigirme, tomo el camino más cercano para alejarme de esas cosas; si era cierto lo que dicen de que puede ver con luz infrarroja de cierta manera estábamos más que jodidos, pelear no era una de las opciones más aguerridas si nos remontamos a los gritos del Sargento, huir no era lo más heroico, pero si nos mantendría alejados y con un poco de suerte pasaríamos con vida unas horas más.

-Salgamos de aquí, vamos siganme-

Victoria descansó su mano en el hombro de la pilotos, aunque más descansar, lo suyo era frenarla.

Hacia... ¿dónde exactamente vamos? ¿Sin ningún plan? Debemos trabajar la mente del ingeniero si queremos salir de aquí...

Entonces, miró a todos los demás.

Vale, lo suyo es que no nos separemos. La unión hace la fuerza si nos separamos... logramos un Napoleón en Rusia, nos aniquilarán... ¿Vamos entonces con el doctor?

A mí me parece bien -dijo Thalassa, empuñando su lanzallamas y girándose para subir las escaleras y seguir al doctor junto a Victoria. Ahora que tenían un enemigo de verdad, cada movimiento contaba y podía significar la diferencia entre vivir y morir, así que más les valía ir todos juntos y preparados para lo que pudieran encontrar.

Brochard avanzó hasta pasar por delante de los barracones y alcanzar la bifurcación por donde habían venido, evitando el derrumbamiento que obstruía el túnel principal. Era un Deja Vú extraño, teniendo en cuenta que estaba desandando el camino y que además, ya no era el humano que había venido antes por aquellos pasadizos.

Thalassa, Langley, Ford y Victoria se apresuraron a subir las escaleras y seguir el camino de Brochard. Ahora ellos eran las presas, pero eso no significaba que fueran a dejarse atrapar así como así.

Recorristeis el túnel que llevaba a la bahía de submarinos con rapidez, y cuando llegásteis allí, visteis que estaba vacío, a excepción del submarino que estaba atrapado en el hielo. Un vistazo os permitió ver que la escotilla de entrada estaba abierta y el escáner indicó que no hacía mucho que varios humanoides se habían ido de allí, puesto que todavía se podía detectar varios restos de calor en el suelo.

Cuando llegamos a la bahía de submarinos, los copiadores ya se habían marchado, aunque había restos de calor en el suelo que evidenciaban que no hacía mucho desde que se fueron. Puede que estuvieran muy cerca.

Desde el primer momento, había pensado en aquella zona dedicada a transportes humanos acuáticos como en la posible vía de escape de los copiadores, pero a la vista de que el submarino estaba atrapado en el hielo, nunca lograrían escapar en aquel transporte.

Hice un gesto a mis dos compañeros y, camuflados, decidí que nos dirigiríamos ahora a la armería. Si había un lugar en el que había armas, lo más probable es que los O'kaintakan hubieran acudido allí para abastecerse.

Linterna en mano, Brochard siguió avanzando. Dejó atrás los barracones, siguiendo caminando en línea recta. Había dejado atrás al resto para internarse por si solo de nuevo en las entrañas de aquella base. La nave debía estar en algún lado. Aunque no tuviera ni idea de dónde podría ser.

En su otra mano sostenía la pistola, aunque algo le decía que de poco serviría ante la presencia que los perseguía. En realidad, formaba parte de una varreda contrarreloj con final incierto, en la que cada segundo contaba como el último. Acompañado del sonido de sus pasos, Brochard avanzó, tratando de encontrar nuevos rincones que explorar.

Al menos, haber trascendido le había servido tener la cabeza más centrada. La última vez que avanzó por aquel pasillo había estado a punto de perder la cabeza.

Brochard traspasa la puerta de los barracones, la sala de detención y la armería y alcanza el desvío que le llevaría de regreso al punto de inicio, pero también a la Sala de Generadores y la nave en la cual habían llegado. A su espalda, mientras tanto, le pareció oír el ruido de pisadas o de algo que avanzaba hacia él, aunque en la oscuridad, aun alumbrando con la linterna, no vio nada.

No todavía.

Asentí junto al resto-Victoria tiene razón, la unión hace la fuerza, si nos cruzamos con alguno de ellos, Thalassa intentará freirlo y si no lo consigue siempre podemos atacarle, es posible que alguno de nosotros caigamos, pero es un riesgo que tenemos que correr-dije con gravedad.

-Pongámonos en marcha, esa cosa no se va a tomar un descanso hasta que nos aniquile-finalicé mientras subíamos por las escaleras.

El pequeño grupo fue avanzando por el túnel hasta alcanzar la bifurcación por donde habían venido. Desandar el camino como nuevas entidades era algo extraño. Llegaron como humanos... pero en aquellos momentos, poco humano había en ellos, salvo la piel bajo la cual habitaban.

El doctor estaría por delante y por detrás, quizás sus perseguidores. ¿Qué harían? ¿Dónde irían? Quizás... podrían preparar una trampa, pero el tiempo jugaba en contra suya.

Asiento ante las palabras de Ford, -yo iré de segunda en el avance, aún tengo el arma así que puedo darles un poco de tiempo si debemos realizar una retirada de último momento- apresuro mis pasos poniéndome a unos metros de Thalassa, observando cada rincón, esperando que no tuviéramos sorpresas.

Miró una. Dos. Tres veces. La linterna apuntaba, pero no iluminaba nada. Algo le decía en su interior que estaba siendo observado, aunque sus ojos dijeran lo contrario. Continuó caminando hacia atrás, dirección a la cocina que nunca había visitado, pero consciente de su ubicación como si aquella base estuviera grabada a fuego en su cabeza. Por fortuna, su nueva naturaleza también le había provisto de información que hasta aquel momento le permanecía oculta.

Caminó atento, agudizando el oído, mirando hacia atrás sin bajar la linterna. Una vez en la cocina decidiría su próximo movimiento. Si no podía verlo, tenía que conseguir localizarlo de alguna otra forma.