Partida Rol por web

Abro la puerta y me encuentro a un Gaius enfermo y decaído. Se nota que algo le preocupa o que ha estado trabajando en exceso.

- Gaius, pase y siéntese -urjo al hombre, abandonando mis habituales modales y acompañándole hasta uno de los asientos- ¿Que le ha ocurrido? Le veo derrotado, algo que no me encaja en usted. Necesita descansar con urgencia. Por cierto, sobre lo que me ha enviado, me ha sido de gran ayuda, no sabe cuánto valoro su trabajo...

—Tricia, querida, ¿has presenciado como Monipenny algún conflicto o altercado menor de Mr. Smith con la Consejera o con el Comandante? —le dijo mentalmente a la IA mientras esperaba frente al camarote—. Estamos en la recta final de nuestro plan y, a fin de evitar más sospechas, no quiero precipitar las cosas si no es estrictamente necesario.  

Y justo entonces la puerta se abrió revelando tras el umbral la figura de Adama.  

- Bueno, parece evidente que Smith y Wray son rivales naturales, la enemistad entre ellos es apenas disimulada -comenta la IA en tu mente- Mientras el comandante Adama ha intentado mantener una posición equidistante entre ambos, aunque a nivel personal su relación con la consejera es, al menos en apariencia, la más tensa... pues choca con el fuerte carácter de esa mujer.

Desde luego, su capacidad de análisis de las interrelaciones humanas parece haber hecho grandes progresos...

Escucho a Baltar con suma atención puesto que cada vez me parece una persona más íntegra y válida -La verdad, Baltar, es que yo estoy bastante harto de la situación. Estoy más preocupado por buscar la verdad entre los pasillos de esta nave que respecto a la supuesta misión que tenemos entre manos. Si ya me dolía tener a alguien, o algo, como Monipenny en el AURORA... el lidiar con dos sujetos de estas condiciones es, cuanto menos, estresante -respondo, sumándome a su afirmación- No sé si Bester me ha tomado el pelo gracias a su habilidad, o lo que me ha dicho es verdad. No sé si hurgó entre pensamientos que siquiera yo conocía y los potenció para empujarme a lo que estoy haciendo. Se supone que él, al igual que yo, no está nada contento con las corporaciones. Pero tal vez esté mintiéndome...

Esta reunión no goza de la típica copa de vino que me gusta ofrecer a mis visitas. No estoy de ánimo para ello...

- Gaius, creo que usted está tan harto como yo, obligado a estar aquí por contra de su voluntad y bajo coacciones, como hicieron conmigo. Créame, si lo que buscan es hundir mi carrera y la suya, nos los llevaremos con nosotros... Cuénteme, ¿ha descubierto algo más?

Gaius suspira, algo más tranquilo. Saber que el Comandante está de su parte, o que pretende estarlo –porque llegados a estas alturas, nada es seguro- es todo un alivio para el informático. Y es que resulta curioso, como dos hombres con trayectorias tan distintas –un honrado militar con una reputación intachable y un genio incomprendido en su tiempo y de motivaciones algo más… dudosas- pueden estar tan meridianamente de acuerdo en lo fundamental, en la cuestión de fondo de toda aquella misión.

—Como dice, Comandante, la misión pasa cada vez más a un segundo plano y la tripulación va arrojando cada vez más sombras sobre sus motivaciones… —sonríe y niega lentamente con la cabeza—. Perdone mis desvaríos, es la falta de sueño lo que me lleva a ponerme tan líricamente melancólico, si quiere que lo digamos así. Y sí, tengo algo más, pero he de preguntarle primero si se fía del agente Bester y de su protegida, Lucy. ¿Sabe qué motivo ha podido traerles aquí, a bordo del AURORA?

Se masajea entonces el puente de la nariz.

—No me malinterprete, Comandante. Confío plenamente en su criterio para calar, como quien dice, a las personas y sus intenciones. Si para usted es beneficiosa su presencia a bordo de esta nave, también lo será para mí. 

- No tengo una idea clara, Gaius, aunque he hecho mis propias conjeturas. Por un lado está la posibilidad de que todo esto sea un montaje preparado por las corporaciones, para tratar de aprobar nuevas leyes ante un hecho desastroso o un enemigo inexistente -respondo al científico mostrándole mis ideas- Es lo mismo que hicieron con Riddick. Tal vez los agentes "psíquicos" tengan algún tipo de papel en esta trama. Aunque también existe la posibilidad de que sí exista ese enemigo de las corporaciones, un grupo apodado Cerberus, que esté poniendo en jaque sus intereses.

Tomo aire profundamente, no me gusta la situación ni lo que está ocurriendo - Pensé que Bester era de fiar, que estaba con nosotros. Lo que decía encajaba perfectamente con mis pensamientos, con mis ideales. Tal vez su habilidad psíquica sea la razón de todo el papel que ha hecho conmigo. O tal vez sea verdad. -me llevo una mano al interior de la chaqueta y saco la pequeña pistola que he recogido tras la información que me ha mandado el científico - Voy a reunirme pronto con Bester y trataré de que me diga la auténtica verdad de todo el asunto... Por ahora tengo claro que puedo fiarme de Riddick y de usted. Pronto cambiarán las cosas en esta nave, Gaius, sólo estoy esperando que llegue la oportunidad...

El informático levantó una ceja, visiblemente sorprendido cuando el comandante le reveló que tan sólo confiaba en él y en Riddick. Le costó bastante contener la risa, aunque finalmente pudo mantener la compostura. Seguramente Adama achacaría sus extraños ademanes a su falta de sueño.  

¿En serio? Se preguntó incrédulo. ¿Son sus dos mejores bazas un terrorista despiadado y un informático con una IA en la cabeza? Con una IA que pensaba volcar en el servidor de su nave, claro. Una de dos: o el Comandante le estaba tomando el pelo, utilizándole para deshacerse de él más tarde; o el jefe militar de aquella nave era condenadamente ingenuo.

Había algo en la actitud de Adama que le intranquilizaba, como si estuviese jugando con fuego. ¿Se quemaría si se acercaba demasiado?

Fuera como fuese, ya fuera incompetencia o una charada, sólo había un curso de acción posible: Gaius debía de seguir jugando sus cartas para aumentar la hostilidad entre todas las facciones implicadas.

Al fin y al cabo, como habían convenido ambos, la misión era ya un tema completamente secundario. Sólo había una máxima: o ellos –todo el mundo- o yo. 

El doctor Baltar alzó una ceja visiblemente sorprendido cuando le colocó a él y al terrorista en la misma frase. Aquello sí que era algo inesperado y, a juzgar por la expresión del informático, la revelación le había pillado completamente desprevenido.

—¿Riddick? —sus párpados se abrieron ligeramente—. ¿Está usted seguro, Comandante? Me cuesta trabajo imaginar que deposite su confianza en… humm, alguien como él. Me temo que no he tenido el placer de hablar con nuestro famoso prisionero… su reputación ha sido suficiente incentivo para mantenerme prudentemente alejado de él —tal vez debería de probar un acercamiento, se dijo intranquilo—. Supongo que esta misión hace extraños compañeros de cama —y no había más que verles a ellos en aquel momento: Baltar sentado sobre el nicho del Comandante y Adama exprectante desde su silla.

Gaius volvió a frotarse los ojos antes de continuar con la conversación.

—Volviendo a los “agentes” —resaltó la palabra con un ademán despectivo— de la ONUG. Creo que tengo una hipótesis que explica lo que está causando esos fallos en el sistema. Puede sonarle un poco descabellada pero creo que es coherente a la luz de los resultados. He analizado las incidencias de mantenimiento registradas en el sistema de la nave y las he comparado con los registros de seguridad. Aproximadamente, en dos tercios de las ocasiones, Lucy estaba presente antes o durante las incidencias. Una coincidencia curiosa, ¿no cree?

Durante un instante el científico guardó un ceremonioso silencio, como si disfrutara de la atención del Comandante, antes de sentenciar:

—Me parece que la manifestación de los poderes de Lucy es lo que causa esas sacudidas. Y si lo piensa tiene sentido: es una nueva generación de agente psi, sus poderes aún están en pleno desarrollo y por lo que se rumorea en la Umbra, parece que son mucho más poderosos que la generación anterior. Ella podría ser la causante de los fallos. Y lo mejor de todo es que creo que no es consciente de los desperfectos que causa al utilizar sus… habilidades. 

Asiento ante la afirmación de Gaius.

- Sí, a Riddick lo engañaron para que realizara su atentado y tener una cabeza de turco. Sin quererlo, trabajó para ellos y les ayudó en sus propios fines. Lo han reconocido delante mío. No hay nadie que quiera verlos caer más que él, le han robado su vida y sus ideales, prostituyendo su alma -expreso tan bien como soy capaz, comentándole mis pensamientos sobre mi aliado e invitado en el AURORA- Jamás pensé que acabaría apoyándome en alguien como él pero, tras su fachada violenta y animal, me veo, en una pequeña parte, reflejado.

- Tenemos pues a una replicante en el AURORA, un psíquico veterano y una bomba psíquica en potencia, cuyo poder es la explicación de todas las anomalías ocurridas -enumero minuciosamente- ¿Qué me propone hacer, Gaius? No me gusta esa mujer, esa Lucy, aunque aún debo aclarar la lealtad de Bester. ¿De quién se fía usted? ¿Quién cree que se opone a la tiranía de las corporaciones? Usted se mueve en un entorno muy diferente al mío, tal vez pueda haber obtenido información interesante. Y, hablando de eso, ¿podría piratear el ordenador de la consejera Wray? ¿Instalar algún tipo de sistema de escucha en los camarotes de los directivos de las corporaciones? Creo que nuestra mayor baza puede ser la información, y para ello necesitamos algún medio para obtenerla...

El doctor Baltar asentía mientras escuchaba con renovado interés las explicaciones del Comandante.

—Jamás lo hubiera dicho… —se le escapó mientras Adama le relataba el peculiar caso de Riddick. Al final iba a ser cierto que los tres tenían algo en común, aunque sólo fuese su desdén por el mundo corporativo y los métodos de las cuatro grandes.

Estaba claro que su investigación en el sistema había resultado de cierta utilidad al Comandante, pero a medida que Adama iba a avanzando en su explicación, Gaius se dio cuenta de que el oficial había reunido una gran cantidad de información por su propia cuenta. Y lo mejor de todo era que la información de ambos se complementaba y convergía hacia la misma dirección.

—Estoy completamente de acuerdo con usted, Comandante —le respondió sibilino una vez hubo concluido—. Necesitamos la mayor cantidad de información posible, así como aliados solventes, de cuyas motivaciones no podamos dudar —hizo una pausa y se acarició distraído el mentón—.  Si de mí dependiera, Comandante, les metería a todos en el calabozo —sonrió, para suavizar el comentario. Aunque no terminó de quedar claro si era o no una broma—. Pero como le di a entender la primera que nos reunimos, esta es su nave y yo me plegaré a sus métodos. Y conseguir más información es vital en este momento; lo que me lleva a responderle que, tristemente, no me fio completamente de nadie. Salvo de usted, claro —y puede que de Riddick, aunque tendré que hablar personalmente con él primero—. He estudiado brevemente también los expedientes de sus marines, y no creo que oculten nada más allá de algún altercado menor con el juego o las autoridades locales. Kern y Kavanagh también parecen limpios y, si me lo permite, parecen una pareja ciertamente competente. McKay, en cambio, está demasiado pagado de sí mismo, lo que puede resultar conflictivo si no lo manejamos con cautela. Así que de momento podríamos contar con el personal científico, el militar de la ONUG y, ejem… con Riddick —a pesar de todo aún le costaba hacerse a la idea.

Entonces volvió su mirada hacia la puerta durante un breve instante, antes de clavar sus ojos jaspeados sobre los del Comandante.

—Si no tiene inconveniente, voy a acercarme un poco más a la consejera, a ver si con un poco de suerte encuentro una buena ocasión para colarme en su ordenador y fisgar en sus archivos. Le avisaré si me entero de lo qué está tramando.

El comandante William Adama conduce a Alfred Bester hasta su camarote privado para poder mantener una conversación muy especial sin molestos testigos...

Al entrar os cruzáis con el jefe de mantenimiento, el ingeniero técnico Tyrol Henderson, que parece haber estado trabajando en el camarote del comandante. Aunque de hecho se diría que ha acabado ya, pues justo estaba recogiendo sus herramientas y cuando ve al comandante le sonríe y asiente con la cabeza:

- Todo está en orden, comandante -asegura- Con su permiso, me retiro, tengo bastante trabajo ahí fuera...

- Gracias por todo Henderson, le dejo continuar con sus labores -digo despidiendo al técnico.

Una vez en la habitación le señalo a Bester uno de los asientos para que se acomode y me planto frente a él, sin llegar a sentarme...

- He encontrado una información que es bastante útil para nuestra causa, agente. Pero antes debo hacerle la misma prueba que al resto ¿hay algo que usted sepa y no me ha contado? ¿cuáles son las razones por las que comenzó a trabajar para las corporaciones? ¿cuándo se dio cuenta del mal que hacían a la humanidad? ¿cuál era su papel en dichas labores? ¿qué sabe de los demás pasajeros?

Tras aniquilar a mi compañero a preguntas continúo frente a su rostro, mirándole directamente.

- Sé que son muchas preguntas, agente, pero quiero que mis compañeros sean totalmente sinceros. Estoy exponiendo mi vida y la del resto de ustedes, mis aliados en esta odisea, y no quiero que caigan por mi culpa...

- Pensaba que estas preguntas ya me las había hecho, Comandante. - No, no hubo reproche en sus palabras. Más bien, se podría decir que era admirable su exagerada neutralidad al hablar, la forma de modular la voz a su antojo o como no trasmitía sentimiento alguno si no lo deseaba previamente.

- Es posible que haya llegado el momento, William, de poner las cartas boca arriba. -  Acabó por decir el menudo agente, mientras se quitaba los guantes, dejandolos sobre la mesa con extraña pasimonia y tranquilidad. Además, dejó las cartas sobre la mesa, y por primera vez, sacó ligeramente la última de las cartas, tirando de ella hacia arriba para dejar boca arriba las cartas. Quizás aquella frase tenía un sentido más literal de lo que parecía.

Se llevó los dedos indice y corazón a la sien, dandose un par de golpecitos con una diminuta sonrisa.