Partida Rol por web

James empieza a moverse frenéticamente y Mcnalley, como ya hizo en la iglesia, también trata de huir. Pero no han andado ni cinco metros cuando de entre la niebla surgen dos figuras, son dos soldados americanos. Serán cadáveres que han vuelto a la vida. La aparición de los dos nuevos soldados hacen que se paren en seco. Mcnalley se tira al suelo sollozando.

A uno de los nuevos soldados lo reconoces enseguida, es Frank Dunne, el Canguro de la unidad. Todos sabéis su historia, historia que el propio Frank no se cansa de contar. Chico joven, nacido en Australia pero que a los pocos años se había trasladado a los Ángeles para llegar a ser un gran actor de Hollywood.

¡Dustin! ¡Dustin! ¡He encontrado algo! Grita con su curioso acento australiano. ¡He encontrado nuestras líneas! ¡Estamos salvados!

Me quedo mirando a Frank desconcertado ya que por lo que había interpretado del mapa todavía nos faltaba bastante. Pero comienzan a aparecer otros soldados de nuestro país.

El que uno de ellos caiga sollozando me hace pensar que haya encontrado los mismos “arboles” que nosotros.

– Nos alegramos de encontrados. Somos los soldados Frank y Dustin del 308 regimiento. – Mientras hablo busco las insignias de algún oficial, o suboficial para ponernos a sus órdenes.

Richard necesita con suma urgencia una cantina donde ahogar sus traumas y un burdel para olvidar las pesadillas que acumuló durante los últimos días.

- Ja ja ja ja ja ja ja -

Entonces el soldado pasa del movimiento convulsivo a la risa histérica, producto de la demencia que carcome su espíritu. Hasta ahora el bostoniano había aguantado el horror pero el encuentro con el ejercito de cadáveres andantes fue la gota que colmó el vaso. Quizás no vuelva a ser el mismo de antes.

Son las palabras de los dos soldados del regimiento 308 quienes devuelven momentáneamente la locura a Richard, quien aun temblando se incorpora y continua la marcha con la mirada perdida en el horizonte, haciendo caso omiso a los recién llegados.

Mcnalley continúa caminado a través de las profundas sombras de los cadáveres, y or imitación o por miedo a quedarse solos en tan inhóspito lugar, el resto sigue los pasos del irlandés. Después de andar unos doscientos metros dejáis atrás el ejército de muerto y volvéis a introduciros en las profundas nieblas del bosque. La niebla parece hacerse más densa, como un muro blanquecino roto en ocasiones por la forma de un árbol.

Cuando llegáis a la cima de una pequeña colina, Frank  comienza a gritar desesperadamente. Pequeñas ampollas aparecen en las manos y cara del soldado australiano. Las apoyas comienza a crecer de tamaño goteando pus y sangre en sus ojos cegándolo.

¡Quitármelo! ¡Quitármelo! Grita mientras manotea como si tratara de quitarse algo de la cabeza, pero nada cubre su cabeza.

¡Rápido, dame el libro, el cántico puede que nos salve! Grita Emmett. Puede que el granjero tenga razón y el cantico del libro detenga el misterioso ataque sobre Frank.   

Al mirar a Emmett, un escalofrió recorre tu columna. Sus ojos están inyectados en sangre, llenos de odio igual que los ojos de los refugiados caníbales. Algo en él no te da buena espina.  

Suficiente habíamos tenido ya con encontrarnos con los caníbales franceses, como para resistir la visión de no muertos alzados. Cualquiera podía perder los nervios, en este caso fue Mcnalley, todos mas o menos habíamos pasado ya por ello. Tras encontrarnos con los compañeros de las compañías perdidas, empezamos andar dejando atrás al ejército silencioso, hundiéndonos más y más en la densa fronda. Una vez mas, son los gritos de otro compañero lo que para nuestra marcha, al igual que en una pesadilla, la niebla enmarca la escena.

- Por todos los santos, ayudadle. 

Dustin va caminando con los otros soldados que han encontrado en dirección opuesta al bosque de cadáveres todavía de pie mientras cunado quiere darse cuenta los rodea la niebla.

Se concentra, dejando la atención mínima para ver donde pone los pies, en escuchar algún sonido o la falta de estos, a veces es mas clamoroso un silencio repentino en los sonidos de la naturaleza. No lo habrá percibido, pero indica que los pequeños animales han detectado una criatura peligrosa.

Los gritos de Frank rompen mi concentración girándome hacía mientras apunto con mi fúsil en esa dirección.

La visión de esos muertos vivientes no me aterra, sé que estoy desvariando. El cansancio puede conmigo. Ando y me friego los ojos como quien quiere despertarse y ver mejor su nebuloso y onírico entorno.
Desaparecen. Necesito descanso y no puedo quedarme parado si quiero vivir. Difícil dilema, pero no me queda más opción que seguir andando.

No puedo ni tengo suficiente voluntad para hacer caso del brote de locura de Mcnalley. Ya pasará. Igual que la visión. Ya pasará. Nada me ocupa, sólo seguir andando.

Los dos soldados que nos encuentran van tan o más perdidos que nosotros, pero aumentar el número de hombres de ésta compañía perdida es buena noticia.
- Hola chicos. Una alegría encontraros - mas mi voz no demuestra emoción, más bien una apatía enfermiza - ¿Dónde nos encontramos. Estamos ya cerca del frente. Qué dice vuestro mapa? Tenemos que salir de este bosque. Hay caníbales - me detengo sin dar más explicación. Los gritos de auxilio de Parks se mezclan en mi mente con las imágenes del cabo sucumbiendo al ataque de esos malditos.

Recuerdo la piedra. Me toco el bolsillo del pantalón. No la he perdido. La saco y la miro. Ando mirando la gema unos pasos cuando el australiano empieza a gritar de terror, de dolor. Su desesperación me saca un velo de la consciencia y me acerco a él.
Creo ver sombras revoloteando a su alrededor. Entrando y saliendo de su cabeza y por su piel. Doy dos pasos atrás y caigo de culo al suelo.
- aaaAaaAAAaah. Miedo, debilidad. Me quedo sin voluntad. No soy capaz más que de arrastrarme de espaldas con el culo al suelo y sin perder de vista las sombras temiendo que alguna entre en mí.
Emmet me grita. No logro entenderlo...
el libro Earl, el libro
... una mano se posa frente mí y otra se extiende sujetando un libro. Le doy el libro. ¿Esa es mi mano?

La locura temporal abrió un velo frente a los ojos de Richard, permitiendo ver cosas que antes no estaban allí. Solo dos opciones existen a lo que el soldado ve, y una de ellas entra en el apartado de la locura permanente.

- ¡Alto ahí o te rajo un tiro! - ordena el bostoniano al apuntar con su rifle a Emmett.

Los ojos inyectados en sangre del granjero Ryan son iguales que aquellos caníbales del bosque. Incluso es posible que el pobre idiota haya sido poseído por lo mismo que le sucede al canguro australiano.

- Espabila Martin. Busca tu el jodido cántico en el libro pero no se lo des a Ryan. El estúpido cuáquero esta poseído. Sus ojos rojos lo delatan. ¡Vamos lle el puto libro! - añade sin dejar de apuntar a su compañero al empujar levemente con el pie a Martin para que salga de su ensueño.

Cuando Martin saca la gema azul, esta brilla tenuemente con una luz grisácea casi imperceptible. ¿Qué es esa piedra?

Transportadas por el aire escuchas un murmullo inteligible que no asocia a ninguna voz humano. ¿Qué es ese ruido?

Para colmo de males, al fijarte en tu nuevo compañero de pelotón Emmett, el chico callado y de aspecto rudo que era granjero en Massachussets, observas que tiene los ojos inyectados en sangre como ha dicho el irlandés. ¿Estará poseído?

¿Un cantico en un libro?

¿Qué estaba pasando?

Cuando sacas la gema azul de tu bolsillo, esta brilla tenuemente con una luz grisácea casi imperceptible. Una luz que ya habías visto en varias ocasiones: en la iglesia antes del derrumbe y la muerte del cura; y en el campamento antes del ataque de los refugiados franceses. Una luz que siempre había pronosticado desgracias.

Cuando Martin saca la gema azul del bolsillo, esta brilla tenuemente con una luz grisácea casi imperceptible. Una luz que ya habías visto en varias ocasiones: en la iglesia antes del derrumbe y la muerte del cura; y en el campamento antes del ataque de los refugiados franceses. Una luz que siempre había pronosticado desgracias.

Para colmo de males, transportadas por el aire escuchas un murmullo inteligible, similar a la que escucharles en la iglesia antes de que volara por los aires o en la cueva antes de que se derrumbara. Esto no pintaba nada bien…

La cara de Frank sigue cubriéndose de ampollas, algunas de estas estallan cubriendo la cara del pobre soldado de un pus de color amarillento. Los aullidos de dolor rompen el aire, pero los gritos de dolor van siendo sustituidos por gemidos de agonía. El pobre” canguro” se está quedando sin fuerza para gritar, sus cuerdas vocales ya deben de estar rasgadas.

Martin saca la gema de su bolsillo para comprobar sin esta brilla mientras que con el otro brazo sostiene el libro. Libro que no había soltado en ningún momento durante la huida sujetándolo siempre junto al pecho. Alagar el libro para dárselo a Emmett, pero en ese momento Mcnalley se pone a gritar como un loco y apunta con su fusil al granjero.

Emmett levanta la mano hacia el libro que tímidamente le tiende Marin. Venga Martin, dame el libro. ¡El irlandés ha perdido la cabeza! No le hagas caso. El granjero continúa hablando a pesar de que la bocacha del fusil del Mcanalley está a apenas medio metro de su pecho. Un mal movimiento y los 7 gamos de plomo de la bala se alojarían sin remedio en su cuerpo.