Partida Rol por web

Con el paso de las horas notas que algo del terreno te resulta familiar. ¿Pero qué es? Tienen que pasar otras tantas horas para que al final te des cuenta de que es. Estas cerca de la posición por la que pasasteis la alambrada e iniciasteis la patrulla con el Sargento Maddox. Cerca de este punto también debe de estar la piedra negra con la que tropezó Grimm.

No recuerdas exactamente como era la piedra pero crees recordar que en su superficie había signos grabados muy similares a los que encontrasteis en la cueva.

- Pfff… pero una bala en rematar al malnacido boche no es un desperdicio. Si te hieren de muerte guardaré una bala para ti niño – responde Richard a Kaplan, cuya borrachera le ha soltado la lengua.

Pero entonces, al mirar por enésima vez el paisaje destruido por la guerra, descubre algo que lo hace saltar fuera de su comodidad. Horrorizado y tembloroso señala un punto cercano a ellos.

- M...mierda...no puede ser. Miren donde estamos… jodido destino el volver aquí. Jamas tendríamos que haber regresado… - advierte Mcnalley a Martin y Manson al señalar el punto de interés del pelirrojo.

El pelirrojo señala un sitio, el mismo sitio donde, un día o dos atrás, Grimm tropezó con una piedra negra circular, cuyos grabados luego aparecieron en la cueva donde el viento los atacó y por poco los mata.

No existe posibilidad de error. Ese es el sitio...

Historias oscuras, en lugares oscuros, a eso era a lo que nos terminaba llevando la guerra, mucho mas que las cicatrices físicas del combate, terminaríamos cargando con las cicatrices mentales de las situaciones brutales que vivíamos. Durante todo el rato que llevo garabateando nuestra historia en papel, siento como que reconozco este lugar ... removido, aplastado y golpeado por la guerra tardo un rato en darme cuenta, y es Mcnalley el que antes reconoce donde nos encontramos. El mismo lugar por donde habíamos pasado al iniciar la misión de búsqueda.

- Maldita sea, la mala suerte nos ha perseguido desde que vimos por última vez este sitio. Niego con la cabeza, mientras inspiro. - Espero, que solo sea una piedra parecida que los antepasados de los franceses usasen como souvenir ... No, durante un segundo recuerdo que tuvimos que internarnos por el bosque antes de encontrarnos con la piedra, las lineas no han podido moverse tanto. ¿O si?. Una amalgama de posibilidades se presenta ante mi, pero la preocupación de que sea la misma prevalece sobre las demás. - Ahora si que puede, que la cosa se ponga difícil. 

Encuentro increíble lo de la bala, esta claro que en nosotros no malgastaran ninguna.

No puedo dejar de decirles mi opinión. – ¿No podíais rematarlo entonces con una bayoneta o con un cuchillo de combate?

El que los hombres que me encontré en el bosque señalen una especie de rueda de molino y comiencen a evidenciar su nerviosismo no es nada tranquilizador, no. Sus referencias a que todo comenzó aquí hacen que me estremezca, aunque no me atrevo a preguntarles que qué fue ese suceso tan terrorífico. No puedo, prácticamente, dejar de vigilar esa piedra. Tiene que ser alguna cosa muy horrible, para que después de vivir aquello esta piedra los afecte más.

Las palabras de Dustin han eclipsado completamente las advertencias y maldiciones de James y Mcnalley. Su opinión de pasar a cuchillo al alemán, como si de un cerdo en la matanza se tratara, provocó que los tres soldados implicados intercambiaran miradas. Algunas de las miradas eran de indiferencia, otras de horror y alguna de tristeza.

Yo… yo… no quería matarlo. Murmuro finalmente entre sollozos Coleman. Los ojos rojos y casi llorosos le daban al chico un aspecto de crio recién salido de la escuela. Con manos temblorosas saco del pecho un rosario y lo beso.

Johnson está a punto de darle un pescozón a Coleman  cuando un disparo rompe el silencio. Bandadas de pájaros salen volando de entre los árboles.

A la izquierda de vuestra posición, en el flanco oeste, se escucha un ensordecedor eco de disparos. Entonces, desde los oscuros árboles de la lejanía suenan más disparos, acompañados de gritos. ¡Corred, ya vienen! Una veintena de hombres salen corriendo del bosque. Son los soldados que se encontraban en los puestos avanzados. Los soldados corren nerviosos hacia la posición defensiva, saltando el parapeto sin dificultad y buscar refugio en las improvisadas trincheras.

Coleman, Kaplan y Johnson se cambian de lugar nerviosos, el terror es latente en sus rostros. Es justo entonces cuando escuchan un sonido a vuestras espaldas, y un oficial salta dentro de la trinchera. Escuchadme, nos están rodeando y nos superan en número. Hagáis lo que hagáis tenéis que mantener esta posición, ¿entendido? Tras decir esto el oficial sale hacia el siguiente puesto de guardia. En estos momentos los disparos ya se escuchan por todo el perímetro, acompañados por las explosiones de las granadas.

Las explosiones iluminan el campo de batalla, y comienzan a aparecer formas que se mueven a través de los árboles. Una línea de soldados que se mueve con paso vacilante y erguido, no buscan coberturas ni corren, solo caminan en línea recta hacia las posiciones.  

Coleman ha sido quien se ha puesto en la Browning. Observas como el joven ha introducido la cinta de alimentación con los cartuchos de derecha a izquierda y no de izquierda a derecha. Es un error de novato muy grave. Si aprieta el gatillo, el primer cartucho disparado arrastrara la cinta interrumpiendo el arma y dejándola prácticamente inoperativa. Perderíais vuestra mayor potencia de fuego.

Antes de que le pueda explicar lo que es el acabar con el sufrimiento de un herido que se pasa huaras agonizando todo se precipita y los hunos se lanzan hacia nosotros, aunque afortunadamente en lugar de cargar lo hacen al paso. Confió en que el motivo sea que están agotados y desmoralizados, y no las nuevas unidades de asalto apoyados con ingenieros con sus terroríficos lanzallamas.

Mientras compruebo mi fusil colocando la bayoneta observo la ametralladora viendo que es Coleman quién se hace cargo de ella, aunque…

Me acerco agachado hacia él, por si el enemigo disparara, apoyo una mano en su hombro para darle ánimos aprovechando para decirle, intentando que solamente me oiga él. – Hay tiempo, – doblando la cinta de munición para que la vea, – la has colocado al revés, si dispararas la encasquillarías.

Sonriéndole amistosamente. – Tranquilo, el veterano que te diga que no le ha pasado miente. – Señalándome a mí mismo. – Si a mí me paso por eso lo sé.

Una vez he hablado con Coleman me coloco en la trinchera apuntando a los soldados enemigos disparando contra ellos.

Me da la impresión de que al que he apuntado se detiene, pero no me entretengo antes de agacharme mientras recargo mi rifle.

Al pelirrojo poco le importó el llanto ahogado del joven soldado. No había otra cosa que la piedra negra en su atención. Estaba convencido que no había casualidad en todo aquello.

Pero todo eso queda en segundo plano cuando los disparos anuncian un nuevo ataque a sus lineas y luego los soldados de las posiciones de avanzada regresan como perro huyendo con el rabo entre las patas.

- Mierda, ahí vamos de nuevo… - refunfuña Richard al oír las advertencias de los soldados.

El nerviosismo del próximo combate deja de lado sus preocupaciones por el sitio maldito tan cercano a ellos. Momentos después llega un oficial a impartir ordenes.

- Si señor. Lo que diga – responde cuando el oficial se va – vete al cuerno. Mañana estarás con el culo mirando al cielo – habla para sí luego que el superior se fue.

Poco después los boches aparecen, saliendo de entre los arboles, muy confiados caminando en linea recta. ¿En linea recta y sin buscar cobertura?

Algo no esta bien. Piensa Macnalley, solo que al iniciar la acción el soldado pasa a la iniciativa al disparar con su rifle y posiblemente dar en el blanco.

- ¡Toma esto malnacido! - festeja luego del primer disparo.

Disparos, gritos, carreras y oficiales diciendo lo obvio, luchábamos o podíamos darnos por perdidos. Ya no hubo tiempo para pensar en piedras gravadas, en la suerte que habíamos corrido desde que la vimos, o los compañeros perdidos. Guardo en la guerrera la pequeña historia que he estado relatando en papel y me uno a mis compañeros en el borde de la trinchera. 

- No se comportan como el enemigo que estamos acostumbrados, no parecen temernos. La imagen de esos muertos sin rostro, que vimos en el bosque, vuelve a mi mente. - Aun así, que no lleguen.

Levanto el rifle y disparo, contra las formas que aparecen a contra luz sobre el campo de batalla, muertos, vivos o franceses caníbales, no dejaría que se acercaran a mi. 

Martin coge una de las granadas de la caja, tras quitarle la anilla, la lanza. El lanzamiento queda corto y la granada cae en mitad de tierra de nadie. Transcurrido los 5 segundos de retardo de la espoleta, la granada implosión iluminado el campo de batalla. Esquilas de metal vuelan en todas direcciones silbado en el aire pero sin llegar a dar a nadie.

Tras los comentarios de Dustin, Coleman coloca bien la cinta de munición en la Browning y la maquina comienza a disparar ráfagas a intervalos regulares. Tras el fallo inicial, Coleman maneja aceptablemente la ametralladora haciendo blanco en los enemigos en varias de sus ráfagas. Kaplan y Johnson disparan sus fusiles al igual que el resto de soldados. Los disparos sobre los blancos enemigos son relativamente fáciles.

Los atacantes no hacen nada por cubrirse y continúan caminando erguidos con paso vacilante avanzando lentamente ¿Por qué no se cubren? Los disparos dan contra sus cuerpos sin producir efecto aparente. Las ráfagas de Browning impactan de lleno contra alguno de ellos sin que el susodicho caiga al suelo. ¿Qué está pasando? ¿Quiénes son esos a los que las balas no les afectan? Las balas del .303 tienen fuerza suficiente como para parar a un toro.

Entonces la granada de Martin estalla iluminando parcialmente la cara de los enemigos. Entre los atacantes hay uniformes alemanes y aliados, con caras pálidas y con profundas heridas supurantes. Es el ejército del bosque.

El que no caigan por nuestros disparos no es extraño, disparos perdidos, heridas superficiales, pero que las segadoras no los abatan a filas enteras, eso si que demuestra que no son soldados…

Con la luz de la granada veo lo que son y tarde un tiempo en controlar mis temblores.

– Martin, creo que será mas eficaz tu libro que las armas.

Con el fusil en las manos disparo de nuevo más por el habito que porque crea que conseguiré alguna cosa útil.

La lluvia de balas es insuficiente para detener al enemigo. Ni las ráfagas de la Browning ni los proyectiles de los rifles detienen el avance del enemigo.

Entonces el destello de la granada revela el horror experimentado antes por Richard y los demás. El ejercito de muertos finalmente se ha puesto en marcha hacia ellos. ¿Será la atracción por la piedra y el libro? Es difícil saberlo cuando el pavor llena los bolsillos del pelirrojo, quien cesa en su ataque al ver lo fútil de la acción.

- ¡Mierda,mierda, me cago en todos los santos! - reprocha bajo el abrazo del pánico al bajar del parapeto improvisado e ir hacia la caja de granadas – ¡Se los dije! ¡Esos malditos vendrían a por nosotros! - añade a sus compañeros de antaño - ¡Yo me voy de aquí, no pienso ser la comida de esos monstruos ni acabar como ellos! - agrega luego de coger dos granadas y guardarlas en sus bolsillos antes de salir de allí. - ¡Ustedes si quieren vivir deberían venir conmigo! - advierte a Dustin y a los tres nuevos cuyo nombres no recuerda. En realidad no importa...

Entonces comienza a buscar algún punto en todo el perímetro por el cual huir de la inútil contienda.

Pequeños fogonazos iluminan nuestros rostros, ante la detonación de los proyectiles, no veo bien si el enemigo es impactado en una zona vital o no, pero se que le he dado. Es la granada de Martin la que nos muestra el verdadero terror del enemigo, como había presentido, las hordas de no muertos venían por nosotros. Por un momento me siento desfallecer, tanto nuestros compañeros, como nuestros enemigos se habían alzado contra nosotros. Levanto una vez mas el rifle y hago fuego sobre el enemigo, no muertos o no, podían caer si conseguíamos dañarles lo suficiente como para que no se moviesen.  

No acababa de abrir fuego, cuando Mcnalley una vez mas abandona la posición, y se retira a toda la velocidad que le dan sus piernas, llevándose con él algunas de las granadas que aun nos quedaban. - Desgraciado, hay que mantener la posición. 

Martin no escucha las palabras de Dustin que se pierden en el caos de los disparos y el traqueteo de la ametralladora. Vuelve a coger otra granada y la lanza sobre el improvisado parapeto con todas sus fuerzas. ¡Mierda! Maldice el soldado. ¡Cubriros! La granada se le ha escurrido de las manos del soldado, cayendo a escasos metros del parapeto y la metralleta. La granada explota esparciendo metralla sobre vuestras cabezas y cubriéndoos de barro.

El veterano soldado continúa disparando mecánicamente, sin importarle que los hombres contra los que dispara no caigan y parezcan inmunes a los disparos. No se inmuta ni siquiera cuando la granada de Martin explota a escasos metros de su cabeza. Se cubre, espera a que explote y vuelve a asomar para continuar disparando. Tampoco hace caso a las palabras del irlandés de abandonar la posición.

Coleman deja de apretar el gatillo de la Browning y el ensordecedor traqueteo de la maquina cesa. ¡Dios mío! ¡DIOS MÍO! Grita desesperado el pobre chico. Con la cara desencajada en una mueca de terror. El joven soldado se levanta de su puesto y se dispone a salir corriendo hacia retaguardia. Justo cuando Martin lanza la granada.