Partida Rol por web

En cuanto oye al semielfo, levanta como reflejo ambas cejas y le mira con cara de sincero asombro. ¿Acaso he negado que Vast dijera eso? Tsk, después soy yo la que no escucha. ¿Gallardo, ese cerdo que en este mismo instante se esta rascando el culo? Empieza a estar bastante harta de todas estas chorradas, pero como ya se había advertido "el agua moja y los elfos son arrogantes". –Pues bien…- contesta en tono seco y sin emoción alguna. –Si estamos todos de acuerdo pongámonos al trabajo, ya habrá tiempo para que os deis mamadas, luego.-
Y prosigue con los preparativos donde los dejara antes del ataque sin sentido de Veidan.

Mientras los héroes intentaban decidir como tomar el siguiente paso a seguir, un estruendo como el entrechocar de rocas se dejó oír por el pasillo y el jardín.

Los fuertes muros del castillo parecieron bribar ante una fuerte sacudida, y los gritos de los sureños parecieron redoblarse. Algo malo estaba pasando en la muralla.

La natualeza de los elfos era proclive a pensar sobre cualquier asunto largo y tendido... si era necesario, pero Cromvar dejó paso a las palabras y se acercó directamente hasta la puerta que los separaba del patio de armas:
- Creo que nuestras dudas se despejarán en un momento y no hará falta tomar decisión alguna.  Dijo al resto de compañeros mientas avanzaba con paso firme por el pasillo que los separaba. Fuera lo que fuera, si era un peligro para los defensores de la muralla, también lo era para ellos.

Al llegar a la puerta no se dignó en ocultar su presencia, pues esta , entre abierta, aún ofrecía cierta discreción de la miradas, sobretodo si los problemas venian de más allá de la muralla y no de dentro de ella. Observó con detenimiento los movimientos de los sureños y cual era su reacción ante lo sucedido. -Que habrá provocado tal estruendo!? Tenia pleno convencimiento que no eran los muertos andantes quienes podian provocar tal daño a la muralla.

Veidan soltó una carcajada ante la sugerencia de Lean sobre lo que podía hacer con Vast.

- ¡Sois un pozo de gentileza y elocuencia, joven damisela! Ojalá vuestra espada sea tan afilada como vuestra lengua y...- pero su chanza quedó interrumpida por el estruendo de algún suceso que sin duda les iba a acarrear más problemas de los que ya tenían. Miró con preocupación hacia la puerta, asintiendo a las palabras de Cromvar y se giró hacia el grupo mientras intentaba remendarse algunas de las heridas que había sufrido.

- Bién, parece que la cosa se complica. Alguno de vosotros está en condiciones de curar a Cromvar?

Me sumo en un mar de meditaciones inconexas durante largo tiempo. No sé si es que mi cerebro intenta asimilar todo lo que está ocurriendo, si la Criatura Mary me ha hecho algo que aún tiene un nefando efecto sobre mí o si, simple y llanamente, me siento vacío de energía interior. Mis pensamientos, etéreos como las cenizas de un papel quemado acunadas por el viento, navegan a la deriva por las olas que forman las frases de mis compañeros.

Es el ruido exterior el que me saca de mi trance involuntario. El fuerte choque de roca contra roca me hace volver al mundo real, al hoy, al ahora; me hace recordar por qué estamos donde estamos, por qué arriesgamos nuestra vida y por qué Sus Designios son hoy más importantes que nunca.

"Oh, Gran Madre", pienso en una pequeña oración interior, "¡grande es mi cansancio, pero firme mi determinación!"

-Yo no puedo ayudarte, Cromvar -digo con voz serena-, mis conocimientos médicos son demasiado lentos para esta situación.

-¡¡j#&3%!!- Escupe Lean sin censura al notar el estruendo que sacude toda la estructura. –¡¿Qué c#%# fue eso?!- Su pregunta es más una exclamación retórica que otra cosa, así que sigue no muy lejos de Cromvar para averiguar de que se trata y saber hacía donde hay que luchar o en qué dirección huir.

Los sureños que se encontraban ajetreados en la muralla, temblaron ante la sacudida. La reacción fue inminente, y prestos, corrieron a agarrar sus arcos y flechas.

Abandonaron toda tarea que tenían entre manos, y se concentraron en disparar sus flechas hacia algo fuera del muro exterior. Sus voces estaban llenas de horror y premura. No parecían haber advertido, de ningún modo, la presencia de los aventureros. Tenían algo más importante entre manos.

Una voz profunda y desgarrada emitía fieros rugidos al otro lado del muro, mientras cientos de murmullos de voces inalterables se oían con mayor intensidad.

La tensión del momento no permitió a Veidan pensar con claridad y, sus esfuerzos por sanar alguna de sus heridas de nada sirvieron. Frustrado consigo mismo, dejó de prestar atención a sus males y intentó concentrarse en lo más urgente.

- Parece que allá fuera tienen un problema bastante voluminoso, aparte de otros muchos más de nuestras dimensiones. Deberíamos prepararnos para echar una mano a esos malditos sureños o bién retroceder, pero hagámoslo ya!- exclamó alterado envainando la espada, sacando el arco y preparando una flecha.

-¡Menuda mierda!

Era una mierda que estuviesen rodeados. Era una mierda que los únicos vivos del lugar quizás no se alegrasen de verlos. Era una mierda que los muertos tuviesen un as en la manga. Era una mierda que los elfos estuvieran heridos. Era una mierda que encima Veidan y Lean les gustase insultarse...

La parte buena era que Vast estaba acostumbrado a moverse con la mierda hasta el cuello.

Así que se unió a los de la puerta y los aconsejó:
-Vosotros lameros un poco las heridas que yo me encargo de esto
Respiró hondo, hizo crujir un poco su cuello, hizo un par de saltitos a la vez relajaba sus manos, palmeó el culo de Lean e inmediatamente cruzó la puerta que los separaba de los sureños.

Avanzó medio agachado pegado a la pared buscando ángulos muertos en los que esconderse para volver a salir de ellos y avanzar por el patio de armas

Cunde el pánico entre mis compañeros, y la verdad es que es comprensible. La situación empeora por momentos y, lo queramos o no, nos encontramos en una encrucijada en la que cada camino que elijamos puede ser una muerte segura. ¡Por la Gran Madre y toda Su sabiduría!

Caigo repentinamente en mi ungüento especial. Con una exclamación de sorpresa (porque yo mismo me sorprendo de mi mala memoria) llevo una mano a mi bolsa. Efectivamente, ahí sigue el frasco con el untuoso gel que puede ayudar a mis compañeros.

-Cromvar, Vast, ¡todos! Acercaos, a lo mejor esto puede ayudaros -digo, listo para untar con la pringosa sustancia al primer voluntario-. Sentémonos a tomar aire antes de lanzarnos a la batalla como locos, dejemos que la Gran Madre nos arrulle con Su quietud y repongamos fuerzas.

Mientras Zzarat ofrecía su sagrado ungüento a los compañeros heridos, Vast se escurrió alegremente en el patio de armas, intentando pasar desapercibido. Sus movimientos delataban la vida que el bribón había tomado, pues se movía precavido y sigiloso entre el caos reinante.

Después de algunas paradas entre las sombras y a cubierto, el bribón logró subir a la muralla por una escalara de piedra algo más alejada de donde se encontraban los sureños, enfrascados estos en una defensa desesperada del muro.

Desde la puerta, donde se encontraban los aventureros, se podía ver el silencioso avanzar de Vast.

Tras llegar al muro, ninguno de los sureños pareció percatarse de la presencia de Vast. Estaban sin duda demasiado asustados y concentrados en su tarea de defender las murallas.

El bribón, que se encontraba a unos 70 pasos del grueso de sureños, alzó la cabeza para ver que estaba ocurriendo detrás de la muralla. Lo que vio helaría la sangre del mismísimo paladín Rahn. Una horda de decenas de zombies se agolpaban contra el alto muro, haciendo vibrar las sólidas puertas de madera por el peso. Justo entre ellos, un enorme ogro con la mirada perdida y un de sus piernas parcialmente devorada, rugía ferozmente mientras arrancaba enormes piedras de las casas de la ciudad para lanzarlas contra la muralla.

La ciudad, ya de por si en ruinas y abandonada, parecía ahora un lugar maldito, donde infinidad de lamentos se elevaban junto al humo de incendios incontrolados.

Lo único bueno de aquella situación, si es que tenía algo bueno, era que los no muertos estaban arremolinados frente a la puerta del muro, concentrados en su labor de penetrar hacia el castillo, en busca de carne fresca. Un grupo reducido podría bajar la muralla, y sortear los desperdigados zombies que se pudieran encontrar. Un grupo reducido, y carentes de sentido común, pero era una posibilidad.

Una vez esta al lado del legendario elfo, ve su sudor frío y como con una mano sostiene una fea herida. Hasta aquél momento Lean había estado demasiada preocupada por encontrar a los prisioneros para darse cuenta de lo maltrechos que estaban algunos de sus compañeros, “al fin y al cabo, en lugar de contemplar tumbas y esculturas, o de hacerse el gallito habrían podido decirlo y habríamos dedicado mejor esos minutos en dar un vistazo a ESO” piensa antes de disponerse a hablar.

-Oye E’lan, deberías dejarme echarte una mirada a ese tajo, no soy una experta pero estos años remendándome heridas sola me ha ense…- Pero no termina la frase, porqué por lo pronto, les interrupe el bribón al principio con su charlatenería y luego con su mano tocándole el culo. -¡¡Eh!! Serás cre…- Dos segundos después ya no esta allí para recibir sus protestas e insultos sino saltando entre escombros directo a la acción. –¡¡Será posible!! Está loco. Hará que lo maten! –

Mientras, de fondo Zzarat llama a sus compañeros, pero la joven apenas puede apartar la mirada de los movimientos del temerario y “sinvergüenza” Vast. –No es nada malo es c@&%ón.-

Perplejo y sin acabar de creer lo que estaba viendo, obserbó al humano escurrirse entre las sombras del patio exterior, correteando como un hurón y esquivando, al parecer, todas las miradas. Ese Vast estaba loco, pero hasta el momento había dado la talla, así que renunció a darle mas vueltas a la cabeza y lo dejó estar. También sintió un poco de compasión por él en cuanto volviera a encontarse con Lean: La joven seguramente le arrancaría los ojos por tomarse esa licencia con ese cachete en el culo.

Al oír las esperanzadoras palabras del rátido, Veidan levantó la cabeza de golpe y no ocultó su alegría mientras se le acercaba a grandes zancadas con energías renovadas.

- ¡Bienhallado Zzara't, tu ayuda me sería sin duda inestimable!- le dijo dejando a un lado su arrogáncia élfica por un momento- Si sigo intentando curarme yo mismo, seguro que me rebano una oreja. Me sentaré y seguiré tus indicaciones.

A continuación se acomodó al lado del pequeño chamán y procuró relajarse y escicharlo con atención. Había visto muy claramente de lo que era capaz con Mary y no dudaba de sus capacidades ni de su palabra.

-Acércate, acércate, buen Veidan, sí... -digo sentándome en el suelo-, ah, ¡eso es! Cómo me recuerda esto a los descansos que hacíamos en las grandes partidas en mi bosque natal... Claro que entonces preferíamos fumar y debatir sobre Sus designios y Sus enseñanzas, pero, ¿no es esto acaso algo similar?

Poco tiempo doy a Veidan para que tome asiento: ya estoy encima de él aplicándole la cataplasma antes incluso de que pueda llegar a sentarse. Mi mano frota con intensidad (y poca delicadeza, ¡debe impregnarse bien!) sus heridas.

-Eeeeso es...

Menudo paisaje se le presentaba más allá de las murallas. Y pensar que esperaba saquear Tallin con ayuda de dos rateros…

De momento lo que tenía entre las piernas le aconsejaba que lo mejor era que el grupo bajase por la muralla y pusiese pies en polvorosa de la zona muerta. Así que se dio media vuelta y buscó la manera de volver con sus compañeros. También estaría bien hacerse con una buena cuerda. Quedaba muy poco heroico despeñarse por una pared (lo sabía por experiencia).

Siguiendo su habitual modo de trabajar volvió a rodear el grueso de los sureños y husmeó un poco más.