Partida Rol por web

En las turbias calles del barrio conocido como La Umbra, el aire se hace sofocante y pesado. Impregnado de un fuerte olor a orina, alcohol y sudor, parece tangible, pegajoso. Las calles estrechas y empinadas son oscuras. No sombrías, como el resto de la nocturna Lumnade. Oscuras. Sin un ápice de luz. Como si la enorme y blanca luna no se atraviesen a romper con su claridad el manto de negrura que invade el lugar. Como si la escasa luz que se cuela a través de las rendijas de las ventanas quedase limitada al borde de sus hendiduras, aplastada sobre ellas por el denso aire.

Uno de los locales más frecuentados por la crema y la nata de esta sociedad, compuesta principalmente por humanoides más parecidos a langostas, comadrejas o tiburones que a personas, tiene LA DAGA ENCARNADA como lugar de reunión predilecto. Un local de tres pisos donde el sexo, el juego y el alcohol son los protagonistas de la noche perpetua de Lumnade.

Oscuridad, ni la brillante luz de la luna puede penetrar esas calles, no me gusta nada, no me siento seguro aqui, prefiero aguantar el olor del alcohol, a sentir como el frio de la oscuridad invade mi ser, ire a ese local

*Me pongo la capucha por encima, y entro en el bar de donde viene ese olor caracteristico.

Menudo atajo de imbéciles...
Milcaras repasaba los rostros de la basura que moraba en aquel local con expresión divertida mientras jugaba con la copa que hacía solo un momento le había servido una muchacha muy atenta. La cual le mostraba la mercancía que vendía por su cuenta bajo la corta camisa manchada por la grasa.
A Eledor le gustaba frecuentar esos tuburios, apesar de que sabía que en ellos no podía apropiarse de ningún objeto ajeno. Normas del ofício. Aunque la perversión que se respiraba en ellos le levantaba el ánimo, y el roze con la cálida carne femenina le iba demasiado.
Através del humo que desprendía su cigarrillo, que serpenteaba formando gráciles remolinos, la gente podía ver a un tipo sentado en una mesa. Su piél oscura ayudaba a fundirse en la penumbra que propiciaban aquellas lámparas, en contraste con su blanco pelo que resaltaba en la oscuridad. Aunque, lejos de estar apartado, estaba enmedio del gentío. Allí donde podía ver y suspesar el género. Apesar de todo, Eledor pasaba bastante desapercibido. Al fín y al cabo, formaba parte de aquella basura y ya le conocían cómo cliente habitual.
Entonces Milcaras dirijió una sonrisa a la muchacha que le sirvió. Aún restaban algunas monedas para costearse algún favor...
-Humm... no está nada mal muñeca...-

El bullicio es ensordecedor. El gentío se mueve como una marabunta, solo que, en lugar de hormigas, está formada por la escoria élfica de Lumnade.

¿Vale la pena haber venido a un sitio así sólo porque una nota? Una nota de alguien que sabe de ti. ¿Quizás demasiado?

Sientes unos leves golpecitos en tu hombro a tu espalda. Al girarte, ves una figura de sobra conocida: Tairth Tresdedos*.

Buenas noches, amigo -te dice con una sonrisa un tanto desagradable- Te estaba esperando.

Toma una copa de la barra, que le acaba de poner el fornido camarero.

Tengo noticias para ti. ¡Noticias sorprendentes! -arquea una ceja de forma cómplice-. Hay alguien que quiere verte… ¡Jijiji!

Se toma la jarra de un sorbo y añade:

Ven. Sígueme, amigo.

Quien sera el que ha escrito esta nota???, espera voy a leer otra vez la nota, pero mejor no descubro mi cara ante la multitud, bajo mi capucha eguire estando.

*Busco una mesa al fondo, y en una esquina, lo mas alejado posible del fuego de una chimenea, y vuelvoa  sacar la ntoa de mi mochila y la vuelvo a leer...

Entonces fué cuando apareció ese ersonaje.
-Vete al diablo Tresdedos... ¿es que no ves que estoy ocupado?.- Maldice por encima del hombro. -Quién sea que quiera verme tendrá que esperar... A no ser que tenga un par de razones mejores que estas.- Comenta divertido ante los pechos de aquella mujer, la cual le sonreía de manera forzada.

Trata de recordar cómo llegó hasta ti. Creías que te habían robado cuando aquella niña chocó contra ti, pero en lugar de eso te encontraste con el pequeño trozo de papel…

“Estimado forastero.

La Diosa nos anunció tu llegada.

El destino te plantea una magnífica oportunidad, si quieres aceptarla.

Si deseas que resolvamos las dudas que ahora crecen en ti,

encuentra LA DAGA ENCARNADA

Nosotras te encontraremos a ti”

Veras -dice algo nervioso-, no creo que quiera esperar. ¡Jijiji!

Saca un mugriento pañuelo y se limpia el sudor de la frente.

Uff, qué calor hace aquí -Guarda el trozo de tela y saca un pequeño monedero, muy diferente a lo que se esperaría de un tipo como Tresdedos-. Anda, mona -dice sacando una moneda-. Tráenos algo más de beber.

Guarda el monedero, y te dirige una mirada suplicante:

Nos aguarda en un privado -insiste, mientras retuerce su mano tullida.

Vamos, no es un tipo de los que suele hacer visitas personales. Cómo mínimo, te sorprenderá…

-Joder, Tarith! ¿se puede saber que te pasa?...- Resopla el elfo. Aunque ese apremio en las palabras de aquel personaje no eran habituales.
-Esta bien! Esta bién! Maldita sea...- Maldice de nuevo malhumorado y gesticulando con los brazos levantados, tal y como solía hacer. Acto seguido se coloca en pié. -En otra ocasión, muñeca.- Se despide de la desconocida con un ademán.
-Espero que sea importante.-

*Guardo el papel con rapidez, y espero a que alguna camarera este cerca para llamarla...

Lo es -Tarith se levanta y te conduce hasta un estrecho pasillo. Alli ha pequeñas habitaciones de amplios sillones y pequeñas mesas para la bebida, que conoces de sobra. Un sitio caro. No tanto como las habitaciones, pero si más que el bullicioso salón.

Bueno, yo esperaré por aquí fuera.

Antes de que ninguna camarera tenga ocasión de atenderte, una joven de facciones hermosísimas apoya su mano en tu hombro, para llamar tu atención.

Le estábamos esperando -dice con un leve susurro que parece tejer el aire de terciopelo rojo y hace cosquillear tus oídos. Dos féminas más la acompañan: una de mediana edad y otra bastante mayor. Las tres parecen muy fuera de lugar. Semejante tugurio no es sitio, para damas tan distinguidas.

Mi nombre es Morladle Izhën -Inclina levemente la cabeza en señal de saludo y las otras dos la imitan-. Y soy la suma hechicera de las Brujas de Lumnade. Estas damas, también forman parte de la orden: Windehan d`Insllirn y Mimivythe Nïe.

Las mujeres sonríen y susurran un “encantada” inaudible con el escándalo del local.

Tengo muchas cosas que decirle, caballero, y creo que este lugar no resulta muy apropiado -Hace un ligero gesto con la mano y señala un pasillo al fondo de la sala-. Sígame. Allí estaremos más tranquilos…

*Cuando las veo, me levanto de la silla, pero aun sin quitarme la capucha, le hgo una leve reverencia en cortesia, y cuando me ofrece cambiarnos de sitio asiento la cabeza sin mas, y mientras salgo miro a los demas debajo de mi capucha, por si alguien mas se queda sorprendido de una dama asin, en este lugar...

Eledor asiente levemente antes de empezar a andar por aquel pasillo.
Escuchaba sus pisadas en el ahogado eco que proporcionaba aquel lugar, difumiado por el jolgorio que se respiraba en el salón, y veía transcurrir las puertas colocadas simétricamente a uno y otro lado. Buscando alguna oficina, tal y como el lo llamaba, que estuviera ocupada por alguien.
En ese lugar se solían cerrar los tratos entre bastidores. Uno de los sitios donde primaban los negocios de La Umbra, más incluso que en los despachos de aquellos magnates podridos de pasta de Lumnade.

La multitud parece apartarse de manera inconsciente, mientras camináis hacia las habitaciones privadas.

Pocas son las personas que se atreven a mirar a las damas, y aquellos que lo hacen rápido apartan sus ojos del rostro de las mujeres y buscan distraídamente otras ocupaciones con las que disimular su existencia.

A los laterales del oscuro pasillo, puedes observar las puertas de madera oscura que dan a pequeñas habitaciones de amplios sillones y mesas redondas para la bebida.

Morladle se acomoda en uno de los divanes, el más alejado de la puerta, mientras que las otras dos damas se quedan depie a sus costados.

Póngase cómodo -sugiere la chica-, y pregunte lo que guste. Necesito que confíe en mi antes de hacerle ninguna proposición.

Una de las puertas se encuentra entreabierta. En el interior de la habitación puedes ver a un hombre de vestimentas oscuras. Algo nada excepcional en LA DAGA ENCARNADA. Te pare ce que está atento a algo. Algo que podría encontrarse al otro extremo de la pared, de no ser por que el hombre tiene los ojos cerrados.

De pronto, como si una leve ráfaga de aire le hubiese avisado de tu llegada, abre los ojos y mira hacia donde te encuentras.

No sea tímido, señor Eledor -dice con la voz más fría que has oído jamás. Lo que te parece curioso, porque has conocido demasiados hombres en tu vida que se han querido pasar por seres fríos y calculadores. Pero siempre has podido ver una pequeña llamita de vulnerabilidad en ellos. Aunque ahora, ese no es el caso. Tu interlocutor habla sin pasión alguna-: Pase. Tengo un trabajo que creo que le puede interesar…

La sorpresa de Milcaras fué evidente al ver de quién se trataba. El nombre de ese tipo era tan conocido como enigmáticas eran sus actividades.

-Menuda sorpresa, Qüirither.- Comenta con seriedad mientras se acerca a una de las butacas que decoraban el lugar. -Y, dime, ¿Que te trae por este agujero?-

No se... son tantas cosas..., tantas preguntas sin resolver, sobre todo, porque me eligen ami???? de que me conocen??? y sobre todo esta nota pertenece a vosotras no???

*Miro con una mirada recta, sin temor a nadie, aunque en el fondo, estoy lleno de dudas, y un poco acongojado por la situacion....