Partida Rol por web

Desde de que vuestro maestro escapara con Mark y el resto imperial fuera expulsado de Yavin, quedasteis huérfanos de maestro y marcados, tanto interiormente como exteriormente. Los otros niños de la academia os señalaban y cuchicheaban a vuestras espaldas sobre que el lado oscuro de vuestro maestro os había infectado y corrompido, lo sentían y vosotros también. 
Repudiados por los demás, también notabais que los maestros os vigilaban de cerca. Esa presión hizo que no fueran pocas las peleas por desmentir eso, pero la verdad era que vuestro maestro era un traidor, un siervo del lado oscuro y había estado enseñándoos sus métodos sin que os hubierais dado cuenta. Os planteasteis abandonar la academia...

Pero uno de los maestros creyó en vosotros y quiso que os pusieran a su cargo.  Umdala Neweba, que perdió a sus padawan a manos de vuestro antiguo maestro, os acogió y os enseñó una nueva manera de usar la Fuerza, fundiéndote con ella, armonizando con sus patrones y usándolos en vez de intentar dominarla por la fuerza y obligarla a hacer vuestra voluntad. Nunca os ha hablado de vuestro antiguo maestro, puede que por respeto hacia vosotros o porque sus heridas no hayan cicatrizado todavía, pero para siempre llevaríais con vosotros el estigma de vuestro maestro, aquél maestro amable y traidor que os hizo sentir los caminos del Lado Oscuro de la Fuerza.    

Sala de entrenamiento, templo de Yavin IV
Diez años después...

-Sentid el cristal, sentid el sable, sentid la Fuerza. Concentración. Cristal, sable, Fuerza-.

Sentados en la antigua sala de piedra, podíais notar la comunión de la Fuerza. Delante vuestro hay una pequeña mesa con varios componentes. El ambiente de tenue luz, silencio y las esencias especiales que la maestra quema en un incensario os ayudan a concentraros. Ese olor característico os recuerda tiempos mejores, tiempos de aprendizaje con la maestra Umi, tiempos de alegría y comunión con la Fuerza. Hasta que una niebla se aferra dentro de vuestra conciencia con el recuerdo de un traidor.- Concentración.- Repite la maestra con su dulce voz.

Delante está la prueba que os llevará lejos de la academia jedi. Allí, sobre esa mesilla podéis sentir las inertes piezas de metal, frías y, sin embargo, conectadas entre si por una fuerza invisible. Pero lo que más sentís es el cristal Kyber que ocupará el centro, el corazón de vuestro propio sable de luz.

-El sable es el alma del jedi. El jedi es el alma de la Fuerza. El cristal es el alma del sable-. Repite la maestra mientras os concentráis en unir las piezas con la Fuerza. Sentís la comunión en vuestro interior, la Fuerza del cristal os guía, indicándoos el camino. Comenzáis a elevar las piezas delante vuestra, girándolas y encajándolas una con otra...

Wistie inhaló profundamente, mientras escuchaba las palabras de su maestra. Disfrutaba de la paz que se instalaba en aquellos momentos de meditación en grupo, los olores sorprendentemente eran agradables incluso para el sensible olfato de Wistie lo cual es posible que se debiera a una cuidada selección por parte de la maestra. Pero muy a pesar de los suaves olores y aquel ambiente de paz... Wistie ya no era capaz de concentrarse de la mismo forma como lograba concentrarse antes. Umdala les pedía concentración en la Fuerza, en el mejor lado de la Fuerza, y lo demás eran distracciones. Pensamientos, recuerdos y emociones de agitación constantemente acechaban los momentos de meditación de Wistie... aunque él ya se había percatado de que podía sacar fuerzas de allí.

Delante de si, sobre una pequeña mesa hecha de la misma piedra que las paredes y el suelo del templo, descanzaban las piezas de una de esas espadas Jedi... los sables de luz. Pero, en el suelo, entre la mesa y Wistie, se encontraba una espada larga de metal que el mismo ewok había colocado allí poco después de haber iniciado la meditación grupal. La maestra Umdala estaba al tanto de esto, no se le podía haber escapado este detalle, y no era la primera vez que veía a Wistie llevar consigo aquella espada que él mismo había elaborado con la ayuda de una especie de horno de fundición improvisado que él también había aprendido a montar. Todo aquello fue un proyecto personal que muy decidido Wistie estuvo llevando a cabo durante más de un año, sin contar el tiempo que le llevó aprender por su cuenta sobre los metales y el horno. Sin embargo, quizás por respeto, la maestra no le había dicho nada al respecto, al menos no aun, al menos no directamente, y Wistie, regresandole algo de ese respeto, no movió las piezas de sable de luz para colocar allí su espada sino que simplemente la colocó en el humilde suelo.

Kanuth y Sena también habían tenido oportunidad de ver a Wistie llevando a la cintura aquella espada, aunque para el tamaño de esta quizás sería más fácil de llevar en la espalda y aunque normalmente esta quedaba cubierta por el manto del Jedi que Wistie usaba casi siempre. En la hoja de la espada llevaba, claramente, algo escrito: "Meechoo e s'eesht toma".
En la empuñadura, en la zona de la cruz, llevaba instalado, no particularmente elegante, alguna clase de dispositivo que parecía ser un motor de algún tipo.

Wistie, a su manera, obedecía a su maestra siguiendo lo que ella les pedía. Concentrarse en su espada y en sentir la Fuerza a través de esta. Él entonces se concentra en llevar la Fuerza desde él hasta la espada, como si esta fuese una especie de humo, y trató de que esta se quedase impregnada en la espada, como si fuera un olor.

Fueron años complicados para Kanuth.

Los días posteriores al ataque y la traición de su antiguo Maestro los pasó temblando y nervioso. Repetía cada poco tiempo algo que se terminó convirtiendo casi en un ritual: recorría el camino le separaba del terminal de comunicaciones donde podría contactar con su hogar mientras repetía una y otra vez las palabras que diría a su padre para que fuera a recogerle. Pero una vez allí, se quedaba clavado, pensativo, imaginando su rostro de decepción y las frías palabras que le dedicaría. Quizás incluso se negara a reconocerle como su hijo. Entonces regresaba a su cuarto o a las tareas que le hubieran encomendado. Así fueron pasando las semanas, hasta que un día no sintió la necesidad de irse. El miedo, el nerviosismo, simplemente desaparecieron.

Durante años, se dijo, se autoconvenció, de que seguramente fue gracias a la intervención de la Maestra Neweba. No supo si grabó algún tipo de bloqueo emocional a esos recuerdos o que su presencia sirvió de bálsamo para su alma atormentada, porque dudaba que lo hubiera superado por sí mismo. Lo que sí tenía claro es que los comentarios, las críticas y miradas de sus compañeros se hacían cada vez más soportables, gracias en gran medida a sus compañeros.

Sena se había vuelto una muchacha especialmente hermosa para los estándares chiss a ojos de Kanuth, aunque el padawan no perdió el tiempo en mostrar su descontento por el corte de pelo de su compañera. No te favorece, le había dicho. Ella se aseguró de dejarle claro lo que opinaba de sus criterio respecto a la moda. Wistie seguía siendo tan único como siempre, aunque con el paso de los años la dificultad para comunicarse había quedado relegada al olvido. Cuando apareció con aquella espada, en vez de con el sable tradicional, no pudo reprimir una mirada de sorpresa pero asumió que era algún tipo de cruzada personal y lo dejó pasar.

Aquel día era vital para ellos. Poder ensamblar su sable usando únicamente el poder de la Fuerza era un requisito indispensable para ser considerados Padawan de pleno derecho y acompañar a su Maestra fuera de las paredes del recinto. La idea de salir del templo y del planeta, volver a contemplar el espacio y viajar a otros lugares hacía estremecer a Kanuth, que no dudo en volcar toda su atención y habilidad en ensamblar las piezas con su mente. Lentamente, con dificultad al principio — no dejaban de chocar entre ellos, provocando un molesto tintineo que le distraía — pero poco a poco más acertadamente, fue visualizando en su cabeza cómo encajaban. Su mente analítica había estudiado con detenimiento los diagramas y se los sabía de memoria, así que una vez que encontró la manera, todo fue fácil.

Y cuando hubo terminado, allí estaba, reposando delicadamente sobre la mesa de piedra. Su sable de luz.

Los años habían pasado, para todos, para la chica chiss también, cuyo ánimo se había endurecido, dejando de lado a aquella niñata sabionda en busca de atención para convertirse en una adolescente impulsiva, pagada de si misma y que había dado un nuevo enfoque a su habitual altanería chiss. Desde que los demás les habían señalado como diferentes, ella había hecho de eso un escudo y una lanza, encantada con que susurraran sobre ella, Sena disfrutaba soltando respuestas mordaces a los comentarios de aquellos que intentaban hacerles de menos. Nunca había buscado activamente pelea con ninguno pero si la buscaban, la encontraban, llegando a aparecer alguna vez con labio partido fruto de una pelea a puñetazos en los patios traseros de la academia, donde creían que los maestros no les veían. Deberíais ver cómo quedó el otro decía siempre que Wistie y Kanuth se preocupaban por ella. Con ellos era diferente; algo burlona y engreída, si, pero...ellos eran su familia, lo que habían pasado era algo que solo ellos podían entender y aunque nunca hablaban del tema, siempre estaba ahí flotando como una nube de oscuridad sobre sus cabezas, Sena podía verlo en los ojos de sus hermanos. A ellos les perdonaba todo, incluso que no les gustara su nuevo corte de pelo, la chiss sólo bufaba con sarcasmo ante los comentarios de Kanuth y luego señalaba que el pelo de él no era tan distinto del de ella. 

Pero sin duda, si algo cambió en Sena, fue su relación con su verdadera familia, su raza, su estirpe. Nunca les llamaba, tenía un actitud distante con ellos, fría y desagradable cuando insistían en hablar con ella. Al final habían dejado de hacerlo y poco a poco, sus vestimentas y sus maneras la iban revelando como alguien muy alejado de los estándares raciales de su planeta natal; no parecía que les odiase, pero era como si ya no se sintiera identificada con ellos. Tal vez cortarse así el pelo era también una forma de protesta contra sus orígenes. Sea como fuere esto nunca afectó a la relación con Kanuth, aunque se negaba en redondo a hablar de nada que tuviera que ver con su planeta.

Nunca vuelvas a llamarme Aohozal ¿entendido?- le dijo a su amigo en una ocasión, cuando él insistía en que arreglara las cosas con los suyos- Solo Sena ¿harás eso? A secas. Nada más.

Y así habían pasado los meses, los días, los años, creciendo, entrenando, haciendo de las burlas y cuchicheos una armadura impenetrable que volvía burlesca su sonrisa y socarrona en su manera de hablar. Pero este no era un momento para chanzas ni bromas. Estaba concentrada en su objetivo, la fuerza era una aliada a la que le gustaba escabullirse del control de la chiss pero las nociones de su maestra habían calado en ella, intentando ahora armonizarse tal y como Umi la había enseñado. La fuerza fluía por su piel como lo haría el agua si se diera un baño, deslizándose suavemente, Sena la sentía brillar y palpitar, recorrerla por entero y luego deslizarse fuera de su cuerpo estableciendo la conexión entre el sable, el cristal y ella misma, y cuando todos los componentes palpitaron como un corazón, se produjo el movimiento y con él, la fusión en un fogonazo de luz breve y potente. Y sin abrir los ojos, supo que lo había logrado.

-¡Si!-celebra con una exclamación no muy alta cerrando el puño en señal de victoria

La satisfacción inundaba vuestro ser y la Fuerza recorría cada célula de vuestro cuerpo. Habíais conseguido montar un sable de luz, el que sería vuestro sable hasta que fabricárais uno propio, y ahora estabais preparados para acompañar a vuestra maestra en sus misiones.

La maestra Umi os miró con aprobación y sonrió. -Ahora todo está conectado, Sable, Fuerza, Jedi. Estáis preparados mis jóvenes aprendices. Desde ahora, mis padawans. Encended vuestros sables... y sentid la comunión con la Fuerza.

Wistie llevó su mano a la empuñadura de su espada y la levantó hasta colocarla horizontalmente frente a su rostro. Acercó la hoja hasta a poco más de diez centimetros de sus ojos y la contempló con detenimiento. Enseguida cambió la posición de la espada, ahora verticalmente frente a su rostro, y sus ojos la observaron de abajo hacia arriba. Volvió a cerrar los ojos entonces, manteniendo la espada en esa posición.

Wistie podía sentirla ahora diferente, resonaba de una manera especial... una en la que los oídos no poodían escuchar, pero lo percibía a través de la Fuerza. Su intento había resultado, aunque no había sido especialmente notable... sin duda lo podía hacer mejor y sin duda que algo como eso en batalla raramente sería útil. Debería practicarlo más.

El crepitar del haz de luz al surgir le provocó un escalofrío en la espalda, tan nuevo y viejo al mismo tiempo. Habían pasado muchos años desde que encendiera aquel sable de entrenamiento por primera vez, y se había asegurado que el cristal fuera del mismo color que aquel. No era un chiss especialmente sentimental, pero lo consideraba parte de su identidad como — aprendiz de — Jedi. Kanuth era él, y Kanuth portaba un sable anaranjado como las puestas de sol que se veían desde el mirador del Templo. A su alrededor, sus compañeros celebraban de una u otra forma su éxito — como no podía ser de otra forma, a la primera — pero el joven se permitió unos segundos de egoísmo y disfrutar en solitario de esa sensación: la ligera vibración de la empuñadora, modificar el potenciómetro para que el largo de la hoja se adaptara a su cada vez más largo y robusto brazo, la sensación de calor al acercarlo a su piel. Era su sable, y su sable era él.

Sena se incorpora con presteza, haciendo girar el mango de su sable hábilmente en su mano, como si formara parte de ella misma tanto como cada dedo y cada centímetro de piel, y cuando éste tomó la dirección adecuada, la chiss lo accionó y adoptó una posición de guardia, con ambas manos en en la empuñadura, un pie y el codo adelantado de tal manera que la luz blanca de su sable creciera en un rayo vertical perfectamente paralelo con su rostro, iluminando parcialmente un lado de éste y dejando el otro sumido en las sombras.

Tal vez por fardar o por expresar esa comunión con su arma, la chica maniobró un poco volteando y esgrimiendo el sable con gracia, con una mano y con dos, ejecutando una danza precisa y letal antes de volver a adoptar su posición de guardia.

-Estamos listos para la acción, maestra Umi ¿Cuándo se nos asignará nuestra primera misión?- demanda con cierta impaciencia respetuosa.

Umi sonrió.

-Un jedi debe ser paciente Sena. R4, más luz por favor.- Rl viejo droide había querido quedarse con vosotros desde aquél fatídico día hace diez años y la maestra lo había adoptado como una útil mascota. Ahora lucía pintura nueva y no tenía abolladuras ni marcas de desgaste.

La maestra se levantó mientras las luces tomaban intensidad poco a poco, iluminando la estancia por completo.

-Aunque tu pregunta será respondida muy pronto.- Con un gesto de su mano usó la Fuerza para accionar el pulsador que abría la puerta de la estancia. Una figura en la puerta se sobresaltó un poco antes de entrar. Era el maestro Katarn.

-Me has sorprendido dándome la bienvenida antes de que llamara, Umi.- El maestro Katarn os saludó con la mano, sin pasarle desapercibido que ya teníais los sables de luz montadas y encendidos, excepto uno.

-Lo siento maestro. Pero sentí su presencia y decidía ahorrarle la molestia de llamar.- Se disculpó Umi.

-Molestia ninguna, mi antigua padawan.- Con una mirada indirecta hacia Wistie, el maestro Katarn prosiguió. -¿Debo suponer que todos han pasado la prueba?.- La maestra Umdala se limitó a asentir.

-En ese caso debo pediros que me acompañéis para presentaros a vuestra primera misión al exterior. Vamos al gran salón.-

Ya conocíais al maestro Katarn (de hecho en 10 años conoceis a todo el mundo en la academia) aunque no sabiais que fue el maestro de Umdala.

Si los demas no tienen inconveniente, puedes haber sido tu quien reparara y pusiera a punto a R4.

Descubrir que el Maestro Katarn había sido, a su vez, maestro de Umi fue un auténtico descubrimiento. Aunque comprensible, pensó Kanuth mientras desactivaba el haz de luz de su sable y lo enganchaba en el cinturón. Sentir el peso, tanto literal como metafórico, de un arma como aquella, le reconfortaba.

—Gracias por todo lo que nos ha enseñado todos estos años, Maestra —dijo el joven antes de marcharse. Acompañó sus palabras con una suave reverencia, ni demasiado leve ni demasiado sumisa, al estilo de la diplomacia chiss. Al contrario que su compañera, él seguía respetando sus orígenes y procuraba que fueran parte de su identidad—. Estoy seguro de que haremos que se sienta orgullosa de nosotros.

Wistie al ver a su maestra incorporarse supo que aquel entrenamiento con la Fuerza había concluido. Apoyó su espada contra el suelo de roca para ayudarse a ponerse de pie mientras la puerta se abría para dejar ver a aquel otro maestro. Wistie desvió la mirada y frunció ligeramente el ceño al no haber sido capaz de percibir la precencia de aquel, algo que su maestra si había podido al parecer sin siquiera haberselo propuesto concientemente.

Observó al humano mientras les decía que le acompañarían en una misión, así sin más saludos ni presentaciones. Abrió su manto y colocó su espada en la funda de cuero que llevaba al cinto, una funda que era poco más que un estuche de unos veinte centimetros que dejaba desnuda su espada pero volvió a cerrar su manto cubriendola completamente, aunque era notoria la empuñadura y la punta de la espada a traves de la oscura tela marrón.

— Hola, maestro Katarn. — Le saludó Wistie, con un tono de voz de fingida simpatía pero notorio reproche discreto. — Yo, Wistie, lo saludo. — Dicho eso, el ewok estiró el brazo derecho hacia Kyle enseñando la palma abierta de su mano de 3 dedos mientras describía un arco. — Esta es la primera vez que seriamente nos encontramos, que este saludo e intercambio de nombres sea un buen augurio.

Wistie entonces se giró para dirigirse hacia R4 para palmearle, con una mano, su "cabeza".

Sena no se sorprendió de que, al abrir la puerta hubiera una persona al otro lado, no se esperaba que fuera Kale Katarn y tampoco que éste confirmase que su maestra había sido padawan del maestro en su momento. Sabía de las habilidades mentales de Umi, llevaba años demostrándoles ser una gran usuaria de la fuerza, por lo predecir una presencia poderosa al otro lado de una puerta debía ser un juego de niños para ella. De hecho Sena estaba segura de que Umi ya había sondeado la mente de Katarn para saber exactamente a qué venia.

La chiss se levanta de un enérgico salto al tiempo que colocaba el sable en su lugar y hacía un gesto respetuoso pero distendido hacia su maestra, acompañado de una sonrisa tranquila e incluso socarrona.

-Estamos listos para lo que sea, vamos a por ello.- añade con seguridad, palmeando las espaldas de sus compañeros con la palma de la mano abierta. Si bien Sena seguía siendo una chica brillante e inteligente, lo cierto es que a veces era fácil olvidarlo por su aires arrogantes y que parecían burlarse de las maneras tan serias y sosegadas a que acostumbraban los jedis. Era disciplinada cuando debía serlo, pero cuando no era tan importante...bueno era simplemente, ella. Llamando la atención.

-¿Y a donde vamos, Maestro Katarn? ¿Al Borde Exterior?