Partida Rol por web

Menudo caminito nos estaba dando el señorito. Que si los caballeros esto, que si los caballeros aquello. Luego trataba a la gente como la mierda y en ningún sitio se hacia querer, mala cosa. Pero poco a poco llegamos a nuestro destino, yo estaba maravillado con lo que veía.  Tanto caballero de flamante armadura y demás. Solo esperaba a poder escabullirme, darle al vino y buscar una moza en cuanto tuviera ocasión. Que uno era feo y estaba en misión, pero la entrepierna me picaba y era joven y hacia tiempo que no le daba yo gusto y con tanta moza me empezaba a estar deseoso de yacer con alguna.

Juro que he estado apunto de meterle a este niño malcriado una flecha entre pecho y espalda, pero gracias a mis co pañeros y que a la minima me perdia por las forestas cercanas con la excusa de cazar o escuchar ruidos y de esa manera pude dejar de oirle y verle en determinados momentos de furia
Por lo menos la travesia paso sin disgustos y llegamos a donde el hijo del baron deseaba para demostrar su valia como caballero o lo que nos habia contado
Ahora era momento de descansar del viaje y esperar que nuestra estancia en este campamento, no fuera eterno por que no era mi sitio y me hayaba como raton en jaula de gatos

Durante el camino Sebastián intento meter un poco de seso en la mollera del hijo del barón, y le instruyó como pudo en los conocimientos que tenía sobre el uso del combate a caballo y el combate con espada y escudo. Si la cosa iba de lanzas, iba a tener que apañárselas solo, puesto que de esto el caballero poco o nada sabía.

También durante el camino aprovechó Sebastián para enterarse de todo aquellos detalles que le pudieran servir para el evento. (¿Qué requeriría de su séquito aparte de alguien como Julián que le cosiera tras los combates? ¿Qué se podrían encontrar allí? ¿Había participado anteriormente en otros torneos?)

Vaya con el señorito como las gasta, pero claro... Julián no tenía más que recordar como era él a su edad. Pardiéz que está bién recordar de vez en cuando lo que fue el pasado. Pero a pesar de la nostalgía el cuerpo no mentía y tras cada noche en la que bebía vino de más la mañana le recordaba que ese ritmo no era el recomendable para el barbero.

Aprovechando uno de los largos momentos de calma que da el camino Julián se animó a iniciar una conversación.

Señor Juan, ¿Y su intención es enfrentarse a ese caballero... tan peculiar? o ¿Solo quiere ver de cerca el espectaculo?

Julían dirigió sus palabras ahora hacia Sebastian, las cuales tenían cierta sorna.

-Y vos don Sebastian ¿Esperais participar y demostrar que la fe puede a la espada? Aunque supongo que estareis de a cuerdo con las palabras del santo Papa y vereis estos juegos como una vana perdida de tiempo que solo alimenta los henchidos egos de los jovenes

Miró a Xertrude ahora

O quizá lo que les mueva no es el ego, sino más bien derretir los corazones de las damas... dicen que las mujeres no pueden resistir sus fuegos internos despues de ver semejante espectaculo.

Por último termino su discurso dirigiendose a Caitan

Una pena, si es así como he dicho, que los del vulgo no podamos participar ¿Verdad amigo?

Oigo con interes las palabras de Julian, pero si cree que todas las mozas somos iguales se equivoca
no digais sin sentido amigo mio y no me compare con esas niñas que no saben de la vida mas que lo que ven por su ventana o leen en esos volumenes sobre mancebos que matan dragones hablando y derrotan a enemigos sin sangrar gota alguna
Yo busco alguien que me de calor por la noche, que siempre me ponga un plato de comida en la mesa, que no le persigan para la picota y que se porte como un hombre, que tenga callos en las manos de saber trabajar y que me haga sentir que con el no me va a hacer falta nadie mas
De momento aqui solo veo gente que lucha como unico sentido

Sebastián mira a Julián entre serio y divertido puesto que sabe que a éste le gusta pincharle un poco pero sin malicia.
- Julián, viejo tunante. Bien sabéis que he de regirme por las normas de mi Orden, y aunque me pueda hacer más o menos gracia el espectáculo que aquí veremos, como Caballero de la Orden de Santiago he de condenar el que buenos cristianos peleen entre ellos, habiendo tantos enemigos de Cristo por combatir y tantos peregrinos que proteger. Estad preparado, que me parece que va a ser menester el que useis vuestros conocimientos de quirurjano a no mucho tardar.

También durante el camino aprovechó Sebastián para enterarse de todo aquellos detalles que le pudieran servir para el evento. (¿Qué requeriría de su séquito aparte de alguien como Julián que le cosiera tras los combates? ¿Qué se podrían encontrar allí? ¿Había participado anteriormente en otros torneos?)

Juan sólo contaba al duque Sebastián (y al resto de sus acompañantes) que aquello era un torneo para ganar honra, y que tan sólo participarían, según creía él, caballeros nombrados con armas veladas y así preparados; y que lo que encontrarían allí, que sería un gran encuentro de gentilhombres bien dotados. Pero tampoco daba mucho más detalle excepto por mantener la sorpresa y porque quizá no sabía a la perfección cómo se organizaría el evento.

Aprovechando uno de los largos momentos de calma que da el camino Julián se animó a iniciar una conversación.
Señor Juan, ¿Y su intención es enfrentarse a ese caballero... tan peculiar? o ¿Solo quiere ver de cerca el espectaculo?

La mía intención es dar honra a mi padre, he dicho -decía el joven-. Sea con tal caballero, y sea si fuera menester con cualesquier otro que se pusiera encima. Armado soy y armado me hallo, y ¡ay de aquel que se enfrente conmigo! -y le veíais algo "subido", confiado, pero no por voluntaria osadía, sino porque era un chico de noble cuna y sobre todo poco mundo, a la par que algo inocente*-.

Debido a tu entrenamiento y experiencia militar, reconocístes enseguida que aquella distribución de tiendas (y la caótica organización), era la típica de los campamentos de asedio.

Avanzásteis hacie el campamento de tiendas que veíais a lo lejos, y que estaba próximo al río. Una vez allí, comprobásteis el ir y venir de caballeros; entrando y saliendo de las tiendas, charlando, riendo, amenizándose en tal evento y otras más actividades. Alguien tuvo el buen sentido de poner las letrinas río abajo, que ya se sabe que si se ponen río arriba luego la sopa tiene mal sabor; por desgracia, no todos usaban dichas letrinas, muchos preferían hacer sus necesidades (o vaciar los orinales) donde les venían en gana. Allí, tanto el caballero como don Juan descabalgaron y éste último les dió las riendas a Xertrude.

El campamento se dividía por zonas según los lugares de procedencia de los caballeros y sus séquitos: había castellanos, leoneses, aragoneses, navarros, catalanes, valencianos, portugueses, gallegos, franceses, alemanes, italianos, ingleses y a saber qué otras nacionalidades. En cada sector no faltaban tabernas, casas de juego y, por supuesto, burdeles. No había un espacio común que hiciera de iglesia para rezar, pues la Iglesia, como bien sabía Sebastián de la Torre, no aprobaba los torneos por considerarlos frívolos; pero no era raro que un señor trajera su propio sacerdote para que fuera rezando por él y por los suyos, y así aliviar la carga de sus pecados.

Fue entonces cuando todos, andando por entre las tiendas y las gentes armadas, dísteis con una caseta abierta levantada con varios palos, donde tres hombres se sentaban y parecían llevar un recuento en un libro, escibiendo con pluma y tinta. Aquellos eran los jueces del torneo y a su lado los escribas del notario real (que hallábase allí también). En tal lugar éstos inscribían a los caballeros participantes de las justas y las contiendas.

Don Juan, ¿don Juan de Navascos? -repetía el notario junto a los jueces para que el escriba lo apuntara-. Bien, bien. Se vos asigna el puesto del claro junto al comienzo del puente, lugar donde poder aposentarse y alzar la vuestra tienda y la de vuestro séquito -los jueces, entonces, os miraron levantando una ceja, pues estábais tras de Juan, y no érais séquito común (el cual suele venir por completo armado de cogote a talón con armadura)-. Y ya que estáis aquí, caballero, se os explicarán las reglas de aqueste Paso y torneo -el hombre carraspeó y comenzó a recitar de memoria las premisas obligadas de la trama-:

La Primera: sodo aquel hombre armado que quiera cruzar el puente del río Órbigo tendrá que enfrentarse en justa lid a don Suero o a alguno de sus nueve compañeros: Lope de Estúñiga, Diego de Bazán, Pedro de Nava, Suero Gómez, Sancho de Rabanal, López de Aller, Diego de Benavides, Pedro de los Ríos y Gómez de Villacorta.

La Segunda: si algún caballero no quiere pelear, puede desarmarse o dejar un guante como prenda de su cobardía y pasar vadeando el río. Del mismo modo, las damas pueden pasar dejando en prenda su guante derecho, que perderán a no ser que algún caballero juste por ellas y lo recupere. A los peregrinos desarmados se los preserva.

Y por último: se justará con caballo, casco, escudo, loriga y lanza, a tres lanzas el mejor.

¿Vos a quedado claro, caballero? -añadió finalmente-.

Así es -dijo con sus diecisiete primaveras por delante-. Entonces se giró y os alejásteis de la caseta de inscripción. Ya habéis oído, señores. Levantad las tiendas y luego se verá todo lo que está por hacer.

Efectivamente, entre el propio equipaje de don Juan había incluido un par de grandes fardos donde se recogían tiendas de lona para acampada.

Y cuando lo hagáis, lo primero será buscar un buen lugar donde beber vino, que ando seco. Y no seáis tacaños con el vuestro bolsillo, que mucho habéis andado conmigo y si queréis también de disfrutar de él, yo os lo repondré en pago de agradecimiento. Pero primero... la tienda -insistió con cara alegre por haber finalmente llegado a buen paso e inscrito en el torneo-.

Sebastián empieza a cepillar su caballo y comprueba el estado de sus herraduras mientras comenta al joven noble, -Juan, tras este viaje de meses, no queréis ir a ver el campamento y conocer a los caballeros que aquí se hallan y presentarles vuestros respetos? Ya habrá tiempo por la noche para tomar un vino si así lo deseáis.

comienzo a motar la tienda y oigo como dicen ya los hombres de beber y disfrutar de la compañia de estos bravucones,
pero mi intencion despues de tan largo viaje es descansar y por lo menos estar lo mas fresaca posible para mañana, que seguramente habra que recoger al joven del suelo
yo me quedare aqui preparando las tiendas y cuidando de los caballos, iros si lo deseais, pero recordadr que mañana tenemos cosas que hacer

Ayudo a Xertrude a montar la tienda y mientras lo hacemos por lo bajo, en un momento que estamos cerca le digo-a mi no me persigue nadie, tengo un buen trabajo y callos en las manos-le digo poniendo una sonrisa que casi da miedo....no pienso casarme claro, pero a lo mejor llevármela al huerto.... Eso si que sería digno de contar a la guarnición cuando volviese al castillo. También se que es casi imposible que cuele.

cuando Caitan me dice en voz baja su proposicion, no puedo hacer otra cosa que reir y mirarle como si se hubiera vuelto loco
compadre creo que no te a cuerdas que llevamos muchos años juntos y ademas he visto donde has metido eso durante este viaje, no la quiero ni cerca, gracias pero no eres el hombre que busco
luego miro a julian y riendome digo galeno mira a este que el sol del viaje le ha afectado a la cabeza

Cuanto jolgorio hay montado por aquí... habrá que visitar las tabernas después de montar la tienda y dejar el equipaje a ver que se cuece por aquí. Julián empezó a montar la tienda sin quitarle ojo a su seño, no sea que le dé por meterse en problemas.

-Mi señor mucha gente veo por aquí.¿Conoceis a alguien digno de mención?

El comentario por lo bajo de Caitan sorprendió al galeno que no pudo mas que dejar escapar una risilla sabiendo como era Xertrude más le valdría fijarse en alguna de las rameras que han venido y no en ella, a menos que quiera perder sus atributos masculinos si a la mujer no le agradan sus formas.

-Xertrude, no le hagais caso. ¿Acaso no véis que el cansancio del camino y el no soltar los malos humores hacen que estos se nos suban a los hombres a la cabeza y acabamos diciendo tonterías?

-Amigo Caitan, si la pasión os consume os aconsejo visitar los burdeles improvisados que se han montado. Pero tened cuidado, no vaya a ser que cojais alguna guarrería y tenga que trataros.-

Don Juan de navascos se frotaba las manos, con el mentón levantando y mirando en derredor. Estaba desecho por ir a pasarlo bien a cualesquiera de los lugares allí improvisados; hablar con caballeros, contar y escuchar tropelías y aventuras y probarse en duelo de práctica o de veras era lo que más le apetecía. No atendió a la pequeña conversación entre Caitán y Xertrude, ni tampoco en los sabios consejos de Barbero al Largo o a la pregunta de don Juan (que seguramente fuera negativa, pues no parecía conocer a nadie).