Partida Rol por web

Sebastián animó al joven noble.
-Bebed hoy y quítaos el polvo del camino. Para mañana, me ha parecido ver en un costado del campamento un juego de tablas. Antes de enfrentarte a bravos caballeros, creo que sería buena idea practicar un poco allí. Llevais meses sin practicar con la lanza y no querreis perder una justa por falta de práctica.

Sebastian intenta utilizar los argumentos que sabe que le gustarán al joven noble. A saber, que en los libros de caballerías los esforzados caballeros nunca están borrachos antes de batirse en justas, que además ellos se baten día sí y otro también con gigantes y dragones, por lo que no necesitan practicar, pero dado que el viaje ha sido muy tranquilo, él no ha tenido la dicha de encontrar nadie digno de mención con quien batirse, por lo que necesita atemperar un poco el brazo y recordar las sensaciones de una lanza. El joven se encuentra poco convencido, por lo que Sebastián tiene que inventar más argumentos de las historias que ha escuchado alguna vez en el castillo de su padre, con las que finalmente convence al joven, pero con todo este esfuerzo poco puede hacer por encontrar a más miembros de su orden, con lo que al final se queda el joven convencido pero los caballeros sin ser encontrados.

Cuando esta todo montado, me acerco a los torneos de los criados y subditos y miro el nivel de los arqueros que hay practicando y si hay gente que demuestra que sabe apuntar y poner la flecha en la diana, creo que me voy a apuntar y asi poder quitarme el enfado de un viaje que no ha hecho mas que calentarme la cabeza

Ay,ay,ay.....si es que no dejáis a uno convertirse en hombre de bien. Imagináos que churumbeles más guapos saldrían de Xertrude y míos.-digo en broma a Xertrude y a Julián.-Vos señor queréis convertirme en hombre de mala vida. Yo solo soy un honrado trabajador con unos pocos vicios....como el de dar gusto a la entrepierna, JAJAJA.-digo divertido cuando Julian me propone que me vaya a putas.....que por otro lado es lo que pensaba hacer, que con esta cara que dios me ha dado, si no es pagando no logro nada.

Una vez está la tienda montada me dirijo a la zona de tabernas a calentarme un poquito y a enterarme que se cuece en este lugar, después iré a la zona de mancebías a darme el gusto, he oido que las explotan de mala manera....¿y a mi qué? Yo no he venido a rescatar mozas y menos a estas. Con que sea bonita y se me abra de piernas me vale.

Cuando termino de colocar la última parte de la tienda Julián se irguió y penso que tenía mucha sed.

-¿Que os parece si vamos a la zona de tabernas a comer y beber algo y quitarnos así de la garganta el polvo del camino?

Fue entonces que todos quedaron en que daríais una vuelta por el campamento. Don Juan de Navascos quedó convencido por el duque santiaguista de no empinar demasiado el codo, que las cosas de batalla y la sangre de cristo son "pecado y discordia" cuando se juntan. No obstante, al jóven no se le negó el deseo de charlatanear con otros de su "progenie" caballeresca. Con él se marchó Sebastián de la Torre, el bueno de Caitán (para husmear los últimos rumores de aquella ciudad improvisada) y también Julián, que razón cuánta tenía al decir que no todo debía ser "camino y castigo". Por su parte, la joven Xertrude se aventuró a apuntarse a alguno de los torneos de tiro que se estaba montando en una zona anexa entre criados y súbditos de caballeros de hecho.

Cruzaste una zona donde la gente se arremolinaba en pasillo, mientras un tipo con una lanza y a caballo intentaba pasar ésta por una anilla colgada de cierta altura, sobre un tenderete. A ésto lo llamaba el juego de la sortija (pues con la lanza tenía que ser arranacada dicha sortija). Tras andurrear por ahí y tras confundirte algún hidalgo con algunas de las fulanas que vagaban por aquel campamento, te acercaste a una planicie donde en una parte se congregaban varias personas de un visible rango menor, las cuáles portaban arcos. Al fondo, varios peleles de paja y tela se aguantaban con esfuerzo. Era la zona donde se competía con el arco.

Uno de los hombres te miró y se fijó en tu arma y en tu interés por participar.

Ésto es juego de hombres, muchacha -decía con sorna-. La mancebía está por allí -señaló entre risas jocosas al fondo con el dedo mientras reía y hacía reir a otros tipos allí presentes-.

Cruzásteis una zona donde la gente se arremolinaba en pasillo, donde un jinete iba derribando con lanza o espada diferentes tablas mientras iba al galope y el espectáculo era grandioso. Quedásteis mirando y supusísteis que ganaba aquel que derriba más tablas. Era el llamado juego de tabladas. Atravesando esa zona de juego, las mancebas iban de acá para allá, y no mala vista le echaba Caitán de reojo y también sin serlo.

Y finalmente llegásteis, en pleno campo, a una zona junto al puente, en la parte alta de la orilla del mismo, donde varios improvisados puestos repletos de barriles y mesas puestas de mala manera saciaban gargantas secas: muchos caballeros se congregaban allí. Jugaban algunos, sentados en mesa, a algún juego de dados, y no muy lejos, otros señores que parcían tener menor rango y estátus (pues ninguno llevaba armadura), daba rienda suelta a sus manos y a las tabas, lanzándolas sobre la mesa. También había caballeros enseñando sus espadas, algúno medio borracho y ciertas mancebas en brazos de los mismos aferradas con fuerza. Algunos bufones amenizaban el ambiente recibiendo ciertas monedas y alguna que otra patada por los mismos.

Pues me acerqué al tabernero y le pedí una jarra de vino -¡Una de vino y cuatro vasos para estos hombres de Dios! menuda se está cociendo aquí ¿eh? -Me apoyo en la barra con los dos brazos mirando a la taberna y lo que allí ocurre, miro al bufón y lo que hace y estallo en carcajadas cuando veo que le dan una patada y lo larga, no puede ser tan malo. Y por supuesto miro a las mozas, miro a ver si hay alguna libre que todas parecen divertirse con los grandes señores, pero quizás cuando vean dineros se acerquen a nosotros. También nuestro noble señor es un buen reclamo para ellas. Cojo la jarra y la llevo a la mesa, después los vasos y mir a ver si aparece alguna moza-Bien señores, estámos donde queríamos estar,¿ahora qué?

Sebastián llena los vasos y aprovecha para llenarse el suyo sólo hasta la mitad, pensando que ya que está en Roma habrá de comportarse como los romanos. Lanza un par de miradas despectivas a las fulanas que por allí andan para que tengan claro que con él no van a tener ganancia alguna. Finalmente mira al joven noble con expectación para saber cuáles serán sus planes ahora que ya han llegado a su destino.

dejo a mis compañeros y me dirijo hacia la zona de pruebas con el arco, hay que reconocer que el bullicio es enmenso, pero no es el primer campamento donde estoy y eso no me va a asustar, al llegar a la zona y ver como el desprecio se dibujaba en la cara de algunos, un comentario se oye por encima de todos que es juego de hombres, que es juego de hombres la irritacion aumenta en mi pero aqui mis compadres no se hayan, asi que debere moderar mi caracter
pues yo aqui no veo ningun hombre, solo veo una anciana que tiene miedo de perder contra mi esperando no haberme metido en un pozo del cual no pueda salir

Julián sirve su vaso y da un trago de vino.

-Bueno... no esta mal. ¿Que tenemos por aquí? Parece que hay buen ambiente

El tabernero de uno de los tenderetes vió a Caitán colocarse junto a la barra, pedir vino y vaso para cuatro y referir a otros tres tipos, del cual uno era armado caballero (el señor don Juan). Sebastián, que estaba atento pues, levantó la mano en señal de "basta" cuando el tabernero le lleno a medias el vaso, aunque lo iban a cobrar igual. Más receptivos a lo que pasaba por doquier andábanse don Juan y el bueno de Julian, que olisqueaba el ambiente a modo general. Fue entonces cuando pasó a vuestro lado, una partida de hombres, y en vanguardia iba un gentilhombre de sobrio aspectoarmado como el vuestro señor. Notásteis que don Juan se quedó admirándole. Y acto seguido le habló.

¡Parad,  buen caballero! Qué buen porte tenéis, que vuestro brazo y es digno de portar lanza atroz y rienda atada, para el caballo y su buen menester. ¿Sois Don Fedro de Velapíces, verdad?

El caballero, de negros cabellos cortos y bigote prominente, carraspeó, mientras los suyos súbditos comenzaron a darse a la risotada por lo bajo. Sin embargo, él, en señal de respeto, ninguna burla mostró.

Vos equivocáis, don Juan de Navascos. Venís de lejos, auguro -dijo, sonriendo un poco-. Se le notaba hombre de pocas palabras.
 

Don Juan, que debía distar de aquel caballero diez años o más, sonrió un poco, como alguien que está encantado de que lo adulen.

Sss... sí, ejem... -decía alzando el vaso-. Aquestos son mis congéneres, hombres de armas que... - y comenzó a hablar de vosotros un poco, y vuestro oficio "sin ton ni son", como si a aquel caballero de bigote les importara algo vuestra vida... Y el joven de Navascos no había reparado en el cómo diantres sabía el suyo nombre. Cuando quiso darse cuente (don Juan se había girado para presentaros y todo), el caballero se había girado ya, dándo la espalda al de Navascos, y se había mezclado con la multitud, perdiéndose entre ellas.

Un rato después, unos cinco o diez minutos, comenzó a escucharse un gran revuelo en el campamento. Risas, gritos,
abucheos, indignación; hacía escasos momento había llegado un nuevo gurpo de caballeros que parecían estar revolucionando la ciudad de lienzos.

El tipo cambió el semblante, levantó el puño como para golpearte, pues llamarle "vieja" delante de otros súbditos y hombres guardabestias era un insulto infame, pero cuando hubo de tener la muñeca en alto, ésta fue sujetada. Un par de caballeros que preferían no darle a empinar el codo y sí ver los verdaderos torneos estaban allí presentes, y evitaron un mal mayor.

Si tenéis que hacer callar a esta mujer, que sea con el arco -el caballero, que sería como tu señor de Navascos, te había librado de una buena, y se quedó a ver tu participación-.

Sebastián, que andaba algo distraido mirando una mosca en el vino subió la mirada para ver al desconocido al tiempo que este ya estaba dándose la vuelta, enterándose de bien poco de lo que allí sucedió.

-¿Don Juán vamos a ver qué ha pasado? Pareçe que se está liando una buena jarana allí fuera.

Me quedé sorprendido cuando el señorito soltó toda su retahila de insensatecesa al desconocido que no debía de serlo tanto pues conocía al nuestro señor....o a su hijo. Tampoco le dí mayor importancia y seguí bebiendo y mirando mozas. Pero entre que yo no era noble, era feo como el diablo y que Don Sebastián se dedicaba a espantarlas pues poca satisfacción obtenía yo.

Don Sebastian le dijo al señorito de salir a ver lo que acaecía fuera. Yo de naturaleza curiosa y además con ganas de salir de la taberna ya que no lograba lo que quería pues me presté gustoso-Ya voy yo-Y salté de mi taburete, cogí mis pertrechos y fuí fuera a ver que es lo que sucedía.

-Que hombre tan extraño...

Pensó el barbero mientras intentaba averiguar que habría pasado y las intenciones de aquel hombre