Partida Rol por web

Julián se sintió un poco decepcionado por no ver un poco de acción. Viendo que Caitan iba a lo suyo decidió seguir con el caballero y su señor.

-Mi buen amigo, creo que lo que acabamos de presenciar es un estallido de violencia entre dos bandos enfrentados. Parece ser que el buen Condestable de Castilla tiene como enemigos a los infantes de Aragón y estos se la han jugado hace poco, así que Don Alvaro de Luna, nuestro querido Condestable, va a usar este torneo para vengarse. Lo que es todo un espectáculo.

Eeeeh¿yo?-miro a las putas y a los clientes rascándose las partes y se me pasan las ganas. Estoy cachondo pero no tanto. No es la primera vez que iba a pillar ladillas, pero no es lo mismo cuando vas en cuadrilla con tus compadres y compartes los picores de rigor que cogerlas por hacer el tonto-No se, ando perdido buscando a mi señor. Pero parece que por aquí no anda.-Me doy la vuelta y doy un paseo por el campamento, viendo los penachos, los caballeros y las mozas.

Entre la multitud pudíste oir de algunos comentarios ajenos, y colocando debidamente la oreja en dos caballeros que hablábanse entre sí, una curiosa historia:

El Condestable de Castilla, don Álvaro de Luna, señor feudal de Suero de Quiñones, era hijo bastardo del noble aragonés Álvaro Martínez de Luna. Que un bastardo haubiera llegado a condestable era infamante y tenía como enemigos a los infantes de Aragón, Enrique y Juan. Para vengar las ofensas ciertas o imaginadas solían rivalizar en grandeza: don Álvaro aprovechó las fiestas de Valladolid de hacía unos años para engrandecerse frente a los aragoneses, pero esa grandeza se vio superada por el Paso de Fuerte Ventura, organizado por Enrique de Aragón. Y ahora don Álvaro, valiéndose de su caballero don Suero, pretende, con el Paso Honroso, rivalizar y vencer en grandeza y señorío a los infantes de Aragón. Vengarse "en honra", vaya.

Finalmente, Sebatián de Torre Quebrada escuchó algo de la historias que se contaban sobre esa retahila de caballeros de uno y otro reino y lugar, que viajaban en grupo. Tras charla un poco con Julián Barbero, éste parecía haber oído algo parecido, acerca de cierta historia de honores y chanzas. Entre tanto, llegó de vuelta Caitán, juntándose con ellos y con su señor de Navascos. Rápido había terminado en la mancebía, que no había tardado ni quince minutos en regresar...

En último lugar Xertrude regresó apareciendo entre la gente. Os estaba buscando desde hacía un rato. Os comentó que había participado en un pequeño torneo de tiro con arco, quedando en segundo puesto de un total de seis, y callando algunas bocas de tipos que no veían con buenos ojos a una mujer si no fuera manceba de placer.

Y tras algunos vinos con vuestro señor don Juan Pérez fue éste mismo quien os invitó a volver a la tienda y descansar en ella hasta el día siguiente, donde comenzarían los combates del Paso Honroso. Y así lo hicísteis.

Al día siguiente el sol entró raudo y picante por los huecos de las tiendas. Xertrude había dormido en una tienda, cada uno en su saco, con Julián Barbero. Caitán de la misma manera con el duque santiaguista y don Juan tenía su propia pierna. Rocaba como el que más, pero no era el que más; que en los aledaños de vuestra acampada otros dormían a pierna suelta, con manceba o no, y el descansar de pleno era cosa rara en esa ciudad de lienzos. Era día 10 y se iniciaba el Paso Honroso con un buen enfrentamiento: Suero de Quiñones, caballero en busca del honor suyo y de su amada a través de este torneo organizado por él, contra un caballero alemán, Arnald Rottenwald.

Tras desayunar y vestiros, os adelantásteis para verlo, y en el enfrentamiento ganó el caballero leonés por dos lanzas rotas contra una. Aquellas justas eran impecablemente bellas. De ésta guisa los días se sucedieron, uno tras otro, en casi pleno verano. En una de las jornadas vísteis brillar con luz propia uno de los catalanes más fanfarrones, Asbert de Claramunt, aquel tipo que se encaró a saludar a don Juan días antes. Para vuestra sorpresa, resultó ser prácticamente imbatible. No importa cuántos golpes recibía o cuántas lanzadas le golpeaban: tras cada embiste se mantenía firme en su silla sin que parerciera que los impactos le hicieron mella alguna. Era increíble.

Además, cada vez que él salía a la lid, se enfurecía el cielo. No siempre llovía, pero sí tronaba en su presencia, aunque el cielo estuviera limpio de nubes. Don Juan, que aún no se había estrenado en el Paso, miraba sus combates con admiración (cosa mala sabiendo que podía cruzásele como rival).

Me dedico a observer las Justas lleno de gozo. La verdad que me lo estoy pasando bien. Bebemos, tenemos diversion y me tiro el nardo entre otros plebeyos sobre si fulano cogió mal la lanza y por eso lo derribaron, o que si su manera de cabalgar. VOy perdiendo dinero porque apuesto mal en las Justas, pero la diversion bien lo vale. Y si veo alguna moza suelta le digo-te vas a morir de bonita-no espero gran cosa, pero me echo unas risas y si alguna me sonrie ya me doy por satisfecho. En resumen, Buenos días esperando a que el señorito juste y no le rompan la crisma.

Sebastian se dedica a observar las justas, especialmente al tal Asbert. Raro es que siendo golpeado no sufra los golpes, oliendole a trampas o brujería. En las justas se dedica a observar comportamientos extraños por parte de dicho caballero y a recabar información a otros nobles del susodicho, aunque ni descubre nada raro ni consigue que nadie le de información relevante.

Por último también le recuerda al joven Don Juan que tiene pendiente el entrenamiento en las tablas.

Julián se quedo impresionado ante la pericia sobrehumana mostrada por Asbert de Claramunt...si no fuera porque conocía los entresijos del mundo de la trampa y el timo diría que esos truenos son cosa de otro mundo...

Amigos mios, ¿Os importa que vaya a cerciorarme de unas cosillas por ahí? Xertrude, ¿Os importaría acompañarme? Volveremos en seguida

Despues de un dia movido, mi demostracion de tiro, las justas y por fin descanso con vino fogatas y compañeros. Como siempre grata compañia y buen caldo y el tema principal la soltura de Asbert, como la lanzas se rompia y avanzaba sin problemas, pero lo que tambien me interesa es saber quien es el caballero que me afrecio su ayuda si la necesitaba.

En ese momento julian me pide que le acompañe para realizar unas consultas  asi que me pongo en pie  cuando quiera maese vamos donde deseeis

Caitán, dijo el noble señor de Navascos, ¿Porqué no váis y me traéis la espada? Querría avivarla en el aire, practicar un poco... no creo que las tabladas tengan algo de práctica, mi buen amigo y siervo Sebastián. Eso sí, no debemos dejar a mi montura que se eche a perder. Traédmela vos -diciéndo a Sebastián mientras el barbero y la cazadora se alejaban a indagar nosequé cosa-.

Si señor-dije, y fuí a buscar la espada. Maldita la gracia que me hacía pero era lo que tocaba y de todos a mi me tocaba el papel de escudero. Que no es que fuse mal trabajo, pero no me gustaba. En el Castillo me las apañaba para salir de patrulla y me gustaba esa vida porque luego venía el gastar dineros y el beberselos. Pero con el señorito me tocaba cepillar los caballos, darles de comer, ahora llevarle la espada....y un montón de tareas que de más mozo hacía con gusto, pero ahora me resultaban molestas. Aún así no era mala vida y estaba disfrutando de las Justas y de la experiencia. Sólo esperaba que no lastimasen al señorito y pudiésemos llevarlo de una pieza de vuelta a casa.

Tras la algarabía reciente a Sebastián no le hace mucha gracia dejar a solas a Don Juan, por lo que le comenta.

- Esperaos un momento que vuelva Caitán con vuesa espada y yo mismo os traeré después vuesa montura, no sea merced a veros solo y desarmado que algún villano intente algún bajo truco contra vos.

Julián puso camino hacia la rivera del rio bajo el puente y cuando llegó allí empezó a husmear tras arbustos y bajo el puente, sin embargo, intentó pasar desapercibido para evitar las miradas indiscretas.

-Xertrude, tened cuidado que no nos vean-

Llegásteis al puente, donde comenzaba, junto al río. Acercándoos a la ribera había sirvientes haciendo sus necesidades, en la parte baja (el agua solía recogerse en la parte alta para no beber orines  durante la estancia allí). Tras encaramarse a algunos arbustos, Julián tocó la primera columna del puente, divisando su arco más inmedianto. Algunos que orinaban por allí lo miraban extrañado ¿qué estaria haciendo? Xertrude lo vigilaba desde la orilla. Lo único que encontró Julián fue piedra, piedra y musgo bajo el sustento del puente. Allí no había mecanismos o triquiñuelas ocultas que pudieran dar ventaja al tal Asbert de Claramunt en las justas.

Cuando regresó con Xertrude, dos tipos se os echaron encima. Eran los jueces del torneo.

Vos, y vos... venid aquí -aquellos jueces se dirigían hacia vosotros-. Eran dos tipos, y uno de ellos fue quien recordó las reglas de las justas días atrás, el día que llegáteis y don Juan vuestro señor se apuntó.

Extraño es una mujer con arco en esta contienda -dijeron-, pero harto más que alguien haya perdido algo bajo un puente. En verdad sabemos quienes sois -debían de saber que estábais bajo tutela del caballero de Navascos-, y nosotros buscamos también algo: verdad -al decir esta palabra uno, el otro levantó una ceja sin dejar de miraros-. Ese caballero catalán, Asbert de Claramunt... ehm... -no sabía qué decir, pero el otro le terminó la frase-...

... no puede ser tan bueno -respondiendo-. No sois criados a la par, ni vestís con buenas libreas que hagan honor a vuestro señor. Sois como se dice "las personas idóneas" para ésto. Las putas hablan, los rumores se acrecentan. Ese catalán oculta algo -os dijeron-. ¿Sabréis decirnos el qué? ¿Porqué no lo investigáis? Vuestro señor aún no se ha enfrentado a él... y de ser así, acabará tristemente derribado. Quizá si averiguáis que su brazo es algo más que todo eso... -quedó la frase en alto, como si quisiera decir que "de tal forma podríamos expulsarle y deshonrarle", y a su vez que "de tal forma vuestro señor, no muy ducho pese a caballero, podría evitar una fuerte embestida del catalán-. ¿Conocéis la palabra... discreción? -dijeron finalmente-.

Los jueces se dieron media vuelta. Ya sabíais dónde encontarlos (en la caseta de jueces)

Quizá tengáis razón, Sebastián, pero eso es que no confiáis en el vuestro señor -decía, sin ápice de maldad, pero con mucha inocencia-. Eso es que no conocéis a éste caballero de tomo y tinta, que bien podría enfrentarse a cualesquiera de todos éstos nobles señores... ejem... -supiste en ese momento que pensó en el caballero catalán, Asbert de Claramunt-.