Partida Rol por web

-Recuerda, pequeña cabeza, deben ser como estatuas. De esas grandes con narices respingonas, o de las pequeñas tan graciosas con sus orejitas que cuando las tocas te hacen cosquillas en las yemas de los dedos. ¡Todos quietos!-Estas palabras vinieron a la cabeza del chico, y para variar lo hicieron tarde.

La cara de Tuann denotaba que se le había olvidado algo básico para que el hechizo fluyera mas a prisa, y era que contra más lejos más tardaría el dulce aroma de la lila en entrar en la sucias narices de los gigantes o puede que la cara de Tuann se debiera a lo que la zanahoria le estaba haciendo al gigante.
La cara solo podía describirse como una mezcla de sorpresa y repugnancia.

El beso que Rhiannon estampó en sus labios tuvo la extraordinaria virtud de aplacar la ira de Harald. A pesar de que su reacción era realmente sorprendente, el vikingo adiviinó lo que pretendía la mujer. No obstante, no dejó de disfrutar con aquel inopinado beso.

-Ya veo lo que intentas, mujerr. Y vas a necesitarr más que esto.

Rodeó con sus manazas el cuerpo menudo de la chica y la alzó del suelo. Del grupo de hombres se escucharon algunas risas. A pesar de las armas y el equipo, el peso de Rhiannon se le hizo liviano y agradable. Volvió a besarla mientras se alejaba con ella unos cuantos pasos, antes de girarse un instante.

-Y tú no te alejes mucho, norrmando. Cuando terrmine con esta pelea volverré parra terrminar con la nuestrra.

Unas cuantas exclamaciones jocosas y más carcajadas hicieron eco a la fanfarronada del nórdico.

Los labios de Rhiannon, húmedos, buscaron la boca de Harald. Por muy noruego que fuera, aquel hombre no era un gigante de escarcha, y así pudo notarlo la mujer cuando respondió a su beso.

La capucha de su capa se bajó hasta sus hombros, dejando visible su trenza, roja como el fuego.

Tuann, mientras tanto, cayó de rodillas y luego se acurrucó en el lodo, profundamente dormido. Los normandos, muy atentos a la "pelea" de Harald y Rhiannon, no prestaron atención al pequeño.

-Tititititititi -dijo Sheogorath a su malhadado compañero. O era lo que quería decir, o era que los dientes le chocaban entre sí a causa del gélido momento-. Titititititititi. Titititititi -comentó, señalando hacia el lugar por el que desaparecía Nenúfar y, tras ella, Lasiam-. Tititititititi -concluyó mientras, embarrado, se subía los pantalones e intentaba calentarse golpeándose con las manos.

¿El fin de un poderoso mago? ¿Agua helada? Sheogorath empezó a reír. Sin embargo, no se abandonó, si no que se arrastró cómo pudo hacia Handalaia.

-Titititititi -le dijo.

Al despertar antes que el Normando tratare de apuntarle con mi espada corta en el cuello para evitar que se vuelva contra nosotros al despertar.

Nenúfar se sintió aliviada cuando apareció justo detrás de Shegorath, los juncos había sido un laberinto si no llega a ser por el goblin, que la guiaba cogida de la mano hasta ellos.
-Un goblin de Handalaia me ha guiado… -dijo sorprendida. – Ir con cuidado, Lasiam puede seguir por aquí, y no sabemos que quiere Handalaia.- avisó al ver que el mago señalaba a la hechicera.
Rodeó el lago, sin mojarse, hasta sus cosas. Se volvió a abrigar con su capa y esperó que Adrien apareciese. “Vamos, Adrien” se dijo la joven, al recordar la enorme carga del libro.

El frío calaba sus hueso y el temblor le impedía moverse con facilidad. Su rostro se incrustaba cada vez mas en el helado fango. La respiración rápida, como buscando aire donde no lo había, hacia que la escena pareciera mas desesperada. El pico de uno de los cisne le golpeo la cara, no con excesiva fuerza, mas bien como una muestra de afecto. Levanto el rostro y movió las manos hacía donde creía estaba el niñocisne. Su intención era acariciarle y pasar la arrugada y mojada manos por sus blancas plumas.

Se intentó incorporar, pero no pudo así que se quedo de rodillas esperando que alguien le ayudara para salir de allí

El joven adrien se puso en pie mientras sostenía el libro abierto delante suya, aunque con gran dificultad, e intentaba alejarse y ponerse a salvo en algún lugar donde no le vieran.
Mientras tanto tomo contacto con la criatura del libro, quien fuera que fuese.

- ¿Quien eres tú? ¿Que quieres que haga por ti?

- Tengo muchos nombres - dijo la voz, y parecía sonreír - Necesito que me ayudes a regresar. Necesito que destruyas al último dragón.

- ¡Vaya! -

Lasiam había llegado junto a Adrien sin hacer ruido. Pequeña, frágil y con una amplia sonrisa, retiró con cuidado el libro de las manos de Adrien. Sus dedos estaban adheridos a la cubierta, exactamente igual que a un trozo de hielo. El gesto de Lasiam estaba lleno de cariño.

- ¿Somos uno más en el equipo? - dijo, y guiñó un ojo. - No te preocupes. Cuidaré de ti. Y Él también.

Y, arrancando una de las páginas de libro, la puso en su camisa, a la altura del corazón.

- Tienes que volver.

Adrien se siente un poco diferente cuando el papel roza su piel. Ligeramente más fuerte, ligeramente más ágil, más seguro de si mismo, del amor entre Giselle y él, de que están destinados a estar juntos. El mundo le parece desordenado, y Lasiam no es malvada: es como una hermana, su hermana, mucho más que Rhiannon. ¡Qué equivocado ha estado!

Hay cosas que sabe, como si recordara un sueño después de mucho tiempo
Los dragones son seres artificiales, nacidos del robo del poder de la naturaleza, y nunca debieron vivir. El último yace en un lugar llamado Tom Regan. Su poder se concentra en sus dientes; pero Adrien no se siente preocupado por ello. Lasiam sabe qué hacer con el diente para devolver el poder a su lugar, y poner, de paso, a toda esa suerte de duendes y hadas en su lugar, para que nunca más vuelvan a molestar a nadie.

El dragón tiene un punto débil en la garganta. No es difícil acercarse si por un rato deja de vomitar fuego; y con la espada encantada que está en la abadía de Brendan abrir las escamas del dragón es fácil.

- Tititititititi - respondió Handalia, cansada. Alargando su mano, rozó con cariño la mejilla de Sheogorath, y sonrió. Buen trabajo, parecía decir.

La hueste de pequeños seres se arremolinó a su lado. Algunos señalaban divertidos la mano de Sheogorath. Muy deprisa, acumularon un pequeño atillo de ramas secas y cañas, en posición perfecta para encender un fuego.

- ¿Tititititititi? - dijo, señalando el fuego.

Mientras Sheogorath cruzaba algunas palabras con Handalaia, Nenúfar ayudó a Bennen a ponerse en pie, preocupada por Adrien. La aventura del agua había sido muy dura para el anciano y, aunque los cisnes parecían amigables, el frío y la humedad no eran la mejor opción para sus huesos cansados.

Handalaia no parecía en situación de hacer ningún daño a Sheogorath, ni a nadie. Visiblemente cansada y enferma, trataba de mantener la sonrisa. Sus goblins, sin embargo, no la estaban ayudando (tal y como hicieron en el bosque después de la pelea con Mornath) sino que revoloteaban a su alrededor, indecisos. Después de unos instantes de dudas, Nenúfar, ayudando a Bennen, caminó hasta situarse al lado de Sheogorath y la mujer-oso. Al fin y al cabo, el suelo allí parecía más seco.

Adrien se retrasaba.

Un fuerte escalofrío recorre la espalda de Rhiannon, y se suelta de Harald, sobresaltada. Algo no va bien. Mejor dicho... algo va muy mal.

Adrien vuelve junto a sus compañeros apesadumbrado y meditabundo, con la cabeza baja y sin tener claro que es lo que ha ocurrido. Mientras pone en orden sus pensamientos y sus sentimientos se limita a reunir al grupo.