Partida Rol por web

Eres un europeo. Un franco, como dicen los sarracenos. Un cristiano católico, amante de la madre Iglesia. Un noble por derecho de conquista. Un normando por ascendencia. Un Montverte por escudo. Tu lengua materna, el francés. Nunca hiciste nada que desdijera todo lo que eras, desde que naciste hasta aquel suceso en el desierto. Habías honrado el nombre de tus padres, librado batallas contra los sarracenos, acudido en ayuda de la Iglesia, ingresado en la Orden del Temple y escalado en ella por tu propia valía. Nadie podría haber previsto el dramático giro que dio tu vida.

Aquella cueva nunca debería haber sido visitada, pero Fouchier no supo resistirse a su llamada. Después de eso todo ocurrió atropelladamente. El monstruo se apoderó del cuerpo de vuestro compañero, le obligó a atacaros. Su fuerza resultó abrumadora. Apenas si pudiste contenerlo, mucho menos salvar a tus camaradas. Le venciste. Tal vez hubiera sido mejor morir. Te habías ganado el cielo, seguro, pero el maligno sigue caminos tortuosos y ese le dió la llave del control de tu cuerpo.

Después de eso, sólo te quedan vagos recuerdos. La sensación de ser mero pasajero de tu cuerpo, vivir una especie de sueño, o más bien pesadilla, que no era otra cosa sino una sucesión de maldades. Cuando te atrapó tu propia orden no supieron ver lo que te pasaba, nadie sacó al demonio de tu cuerpo, nadie percibió su naturaleza insidiosa. Nadie te vio al otro lado de tus propios ojos. Fuiste excomulgado. Tu padre renegó de ti. Fuiste desheredado. Y tu cuerpo, feliz, logró escaparse de la minúscula fortaleza donde te habían confinado los templarios.

Vagaste, sin rumbo, haciendo maldades, eludiendo la persecución. No cabía otra explicación. Lo que llevabas en el interior era un demonio. Permaneciste cuerdo, no sabes bien cómo. Los pecados que cometías no eran tuyos, tú no querías cometerlos. Puede que eso te salvara. Eso y sir Henry Le Barre.

Henry Le Barre apareció de la nada para atraparte y exorcisarte. Lo hizo limpiamente y cuando el demonio fue expulsado de su cuerpo nada pudo hacer para atacar, vengarse o poseer al mago. Él te había devuelto la vida. Se la debías. Pocos pensamientos has tenido más claros en tu vida.

Por desgracia, movido a seguirle para poderle pagar algún día tu deuda, te viste obligado a seguirle de regreso a Europa, pues él era ajeno a estas tierras y había llegado como un cruzado más. Para él había llegado el momento de volver a casa. Cuando le dijiste que tu familia era de un lugar llamado Montverte él arqueó las cejas: "¿ah sí?". El nombre le resultaba más familiar de lo que nunca hubieras podido imaginar, aunque entonces no podías saberlo.

Visto que ibas a seguirlo fuera como fuera, acabó agradeciendo el tener a alguien de tu condición (es decir, un más que buen guerrero) como defensor. Pagó tu pasaje y el suyo sin problema alguno hacia Marsella. El viaje hasta dicha ciudad del Medirráneo fue largo, pesado y con más de una dificultad (esquivando piratas, mal tiempo, atracando en puertos semi-hostiles, con algún cruzado de regreso que armó alguna gorda, un par de enfermos graves durante el viaje, etc), pero no supuso el objetivo final del viaje del mago. Una vez llegados allí todavía proseguísteis camino hacia el norte, atravesando occitania, la tierra de los trobadores y la melodiosa langue d'oc, Burgundi e Île-de-France. El hombre prefirió esquivar París, la ciudad de la que tanto te habían hablado, siguiendo caminos hacia el noroeste, hacia la tierra de tus ancestros, hasta llegar a la zona abrupta del sur de Normandía.

Francia era un lugar extraordinariamente verde, fértil y bello, llena de árboles y edificios altos. Cada ciudad tenía una catedral y los caminos y ríos salpicaban todo el paisaje. Era todo extraordinario. Casi más que acompañar a un mago. Viendo todas estas maravillas aprendiste a ver el sacrificio que hacían los que iban a Tierra Santa para liberarla de los sarracenos. Las cosas eran muy diferentes aquí, aunque, en el fondo, cristianos y sarracenos se ordenaban igual socialmente. Tal vez los sarracenos habían sabido acomodarse mejor y tener una serie de lujos impensables para los occidentales, pero los campesinos cultivaban la tierra y los señores defendían a la población. En el fondo todo era igual.

Y con estas ideas de mezcolanzas e igualdades en la cabeza llegaste a Montverte, la tierra de tus ancestros. Tu padre sólo te había dicho que del lugar de donde procedía, del que te había hecho mil descripciones que tú escuchabas extasiado, como si se tratase de cuentos tan extraordinarias te parecían, era el hijo segundón y que había sido en Jerusalén donde se había consagrado como verdadero noble. En contra de toda predicción, lo primero resultó más cierto que lo segundo.

Montverte era impresionante: una poderosa fortaleza normanda de grandes dimensiones inspirada en el monte Laon de Picardía. Consiste en una enorme red de fortificaciones concéntricas que se extienden colina hacia abajo, así como una serie de exuberantes y exóticos jardines dispuestos sobre murallas y torres. Un manantial nace cerca de la cúspide de la colina y alimenta los jardines y plantas. De esta forma curiosa combina la apariencia de belleza idílica con la de severa opresión. Un pueblo de grandes dimensiones, parte del dominio de los señores de Montverte, descansa a los pies de la colina, en el valle.

El barón de Montverte resulta ser un hombre apocado, Gilles du Montverte, al que puedes ver al cabo de unos días. Henry, no obstante, se dirige a hablar con los sabios residentes en el castillo, hospedados en las 5 grandes torres cuadradas situadas en la gran cortina de muralla cercana a la cima de la colina. Algo te dice que este lugar tiene algo especial. Al poco hablarías con Edward, el administrador del feudo, que rápidamente, a instancias de Henry Le Barre, "ilustre invitado" de la fortaleza y de los sabios residentes, han aconsejado a sir Gilles que te reconozca como sobrino y por tanto pueda considerársete como perteneciente a la nobleza francesa. Todo esto, no obstante, te escama. Aunque no conoces el procedimiento para estos casos, la mención de los "sabios residentes" te llama la atención.

Guilleame pasea extasiado por la belleza y riqueza del lugar y las zonas que le rodean.Nunca imaginó que los relatos que había escuchado en su niñez no llegarían ni a describir la mitad de todo lo que se mostraba ante sus maravillados ojos.Pero algo pesaba en su mente.Este bastión inexpugnable parece ser algo mas que solo un castillo feudal. Su salvador Sir Henry Le Barre era tratado con mucho respeto y de su propia boca y de algunos comentarios de otros habitantes del lugar había oído hablar de "sabios residentes".

A que se referirán con eso- medita mientras mira el paisaje desde una almena del castillo-Serán excelsos escolares o habrá otros como sir Henry.Todo esto me resultaría muy extraño si no hubiese pasado por todas esta amalgama de extraños eventos desde nuestra infortunada visita a esa maldita cueva, solo queda esperar a ver que sucede.Hasta Sir Gilles du Montverte me ha acogido como sobrino..no se que sucede pero si así lo quiere mi señor he de hacerlo....

Toma unas pequeñas rocas sobrantes de la construcción y la lanza al foso que se encuentra varios metros abajo.

Montverte es impresionante: una poderosa fortaleza normanda de grandes dimensiones inspirada en el monte Laon de Picardía. Consiste en una enorme red de fortificaciones concéntricas que se extienden colina hacia abajo, así como una serie de exuberantes y exóticos jardines dispuestos sobre murallas y torres. Un manantial nace cerca de la cúspide de la colina y alimenta los jardines y plantas. De esta forma curiosa combina la apariencia de belleza idílica con la de severa opresión. Un pueblo de grandes dimensiones, parte del dominio de los señores de Montverte, descansa a los pies de la colina, en el valle. La gran cortina de muralla cercana a la cima de la colina tiene la forma de un pentágono irregular, con cinco torres cuadradas en sus esquinas, cada una de las cuales es ocupada por un mago del consejo interno de la Alianza, a los que se refieren como los "sabios residentes".

Entre esos sabios, miembros de la Orden, cuentas una verdadera amistad: Thormod filius de Geirlaug es el mago con el que más sueles tratar. Un flambeau a la vieja usanza, de no llega a la cincuentena de años y que tomó un prontío aprendiz llamado Eliatar a quien ya tienes echado el ojo. De todas maneras el tema a tratar ahora es el candidato noble. Si alguien sabe de uno bueno, debe ser él.

Thormod, complacido por tu visita, te trata a cuerpo de rey, como suele hacer en tu caso. Una vez expuesto el tema asiente y sonrie: fruto de la casualidad, este mismo año, ha llegado hasta la Alianza un joven caballero de Tierra Santa acompañando a su salvador, Henry Le Barre, un Jerbiton asociado a Montverte.

Pide por él a un sirviente que pasaba por allí y en pocos minutos os lo localizan. El propio Thormod te acompaña por un lienzo de muralla para que puedas observarlo desde lejos. Lo encontráis junto al foso, pensativo, lanzando piedras...

Los ojos del mago, acostumbrados a mirar figuras en la lejanía, aunque cada vez con más dificultad, se clavan en el noble que juega junto al foso, una mano apoyada en la muralla, recorriendo las rugosidades de la piedra que tan reconfortante le resulta. El leve sonido del contacto engaña al oído, pues parecen susurros en voz baja, una lengua desconocida, antigua como el mundo. El labio se tuerce en una sonrisa y una mirada de complicidad acompaña a la grave voz de Gornych.

- Y bien, amicus, ¿creéis que se trata de una buena elección? No me gustaría tener como amo y señor a un pusilánime o a un idiota.

Se rasca la barbilla con aire distraído y hace señas a un fornido criado que ve pasar. En cuanto le reconoce, mira a todos lados tratando de escabullirse, pero finalmente acepta su mala suerte y se presenta ante los hechiceros sin levantar la mirada.

- ¿Desea algo el señor?- pregunta con voz temblorosa, aunque se ve interrumpido por un bastón que vuela hacia su cabeza, logrando esquivarlo por poco. Desconcertado, se aparta con las manos levantadas y la cabeza gacha. Antes de suplicar por su vida, el anciano loco ordena con voz satisfecha. - Perfecto. Levantad, no voy a haceros nada. ¿Veis aquel joven aburrido junto al foso? Quiero que vayáis con cuidado y le quitéis la espada que tiene apoyada en esa piedra. Si os ve y pregunta, nada sabéis de mi. Queréis la espada para vos. Quién sabe, quizá os la regale sin más, y apuesto a que vale una fortuna. Pase lo que pase, no se la devolváis por las buenas, y que no os dé miedo darle un par de bofetadas. Haced lo que os digo y os ganaréis unos días sin trabajo.

El sirviente se aleja desconcertado después de mirar a Thormod, del que no recibe respuesta alguna salvo una sonrisa. Conforme avanza su seguridad aumenta, y al final le parece un buen trato, días sin trabajar a cambio de molestar impunemente a un niño rico.

Un sirviente aparece por las puertas de la muralla, dirigiéndose silenciosamente hacia el joven Guillaume. El noble, que estaba concentrado en sus propios pensamientos, no repara en su presencia hasta que éste se agacha para coger su espada, abandonada unos metros más para allá para más comodidad en el lanzamiento distraído de piedras al foso junto al que se encontraba. Sin más preámbulos y sin mediar palabra por su parte, el siervo se encamina, arma bajo el brazo hacia la puerta de la fortaleza por la que ha venido.

Guilleaume sale de sus pensamientos por el ruido del acero contra la piedra , se vuelve rápidamente y es cuando nota la presencia de un siervo que ha levantado la espada que el dejase en el suelo.El sirviente sin decir palabra alguna la coloca bajo su brazo y se dirige hacia la puerta de la fortaleza.El caballero se mueve rápidamente para cortarle el paso.

Eh tu!!- grita mientras se acerca- A donde vas con mi espada. Dadmela bellaco, como osas tocar el arma de un noble sin su permiso.

-Si es vuestra no deberíais dejarla tirada. No os la voy a devolver por las buenas, señor -dice el siervo, encarándose al caballero, sujetando la espada enfundada en una mano y apretando la otra en un puño grande como una maza.

Pero que te has creído Bellaco-responde indignado el caballero-No puedes andar por ahí tomando las cosas de los demás y menos de un noble.Por esa petulante respuesta mereces que se te corte la lengua y si no me devuelves el arma ahora mismo y te disculpas por tu arrogancia me encargare de cortarla yo mismo en este mismo lugar

El caballero muestra su arrolladora estatura, sus imponentes 1.90 mts lo hacen lucir amenazante.Mira directamente al siervo y le dice con tono amenazante.

No te lo repetiré nuevamente ...dame el arma-los ojos de Guilleaume brillan con chispas de odio y determinacion-.

-Lo siento, señor, no se la voy a dar -dice con obstinada terquedad. El hombre se coloca ya con las piernas un poco abiertas y ligeramente girado, como preparándose para comenzar una pelea.

El joven caballero se encara al Bellaco que le ha faltado el respeto y con una gran furia camina hacia el y le dice.

Has colmado mi paciencia bellaco pagaras por esas palabras tuyas, aprenderas a respetar a un noble-sin decir mas cierra sus puños y lanza un puñetazo contra el rostro del vasallo.

Con una rapidez increíble para un hombre del tamaño del de Guilleaume el golpe sale disparado con destino al rostro de su contrario.

El tipo encaja el golpe bastante mejor de lo que el noble Guillaume espera, pero aún así se resiente. Pese a todo persiste en su actitud, incluso atreviéndose a alzar la mano contra un señor. Guillaume no se apiada de sus movimientos desentrenados y le propina un buen puñetazo que a punto está de dejar inconsciente al pobre hombre. Éste retrocede aturdido. Rápidamente el señor se hace con el control de la situación. El bellaco sangra profusamente por la nariz y parece debatirse entre el miedo, la rabia y el desconcierto.

Guilleaume levanta la espada que el bellaco ha dejado caer al suelo y poniendo la punta en la garganta del siervo caído le conmina a rendirse. Todo ha terminado para el maleducado criado en un solo golpe del desnudo puño del caballero.

Has perdido villano.Es hora de escuchar esas disculpas o te cortare una de esas sucias orejas-le dice aun con ira, pero recapacita y pregunta- Quien es tu amo bellaco?Ya veremos que dice el de este asunto.

El filo amenazante se coloca cerca del lóbulo de la oreja derecha, mientras la sangre cae de la nariz rota del hombre caido.

Un silbido juguetón anuncia la llegada de Gornych, que parece caer del cielo con elegancia. Erguido en pose intimidante que le hace parecer más alto, suelta una sonora torta en la cara del estúpido criado, que parece más atemorizado por sus ojos que por el frío acero del caballero.

- Lo he visto todo, ¡me encargaré de que tus señores se enteren de lo sucedido y te den tu merecido! ¡Ahora apártate de mi vista, tengo asuntos que tratar con este joven! ¡Da gracias porque no deje que te rebane el pescuezo aquí mismo o improvise un castigo más acorde con mis artes!

Una vez se aleja, la severa mirada toma un nuevo rumbo.

- ¿Acostumbráis a dejar vuestras cosas donde cualquiera puede cogerlas? ¿Acaso la vida de burgués adinerado os ha hecho olvidar el valor de las cosas?

Por si cupiera la duda, el siervo, por supuesto, se recompone como puede y sale a gran velocidad de escena. La pelea con Guillaume de buen seguro la recordará largo tiempo.

Guillaume da un paso atrás al ver descender del cielo al extraño personaje que amenaza al siervo.Cuando el hombre se dirige a el con ademan tan osco, el caballero vuelve a su acostumbrado carácter.

Me permite saber su nombre para saber si acaso es de su incumbencia lo que hago o dejo de hacer??-responde irónico el joven-No tengo porque estar dando fe de mis actos a cualquiera , sepa ud que no es obligatorio estarme explicando ante nadie , salvo dios y a mis señores Henry Le Barre y nuestro señor Barón Gilles du Montverte.Igual nadie debe andar por ahí tomando lo que no le pertenece sin saber de quien es primeramente, Señor......

El joven se coloca la espada al cinto y cruza los brazos sobre el pecho mientras mira al recién llegado.

El mago suelta una carcajada y el viento parece arremolinarse a su alrededor.

- Os perdonaré vuestra insolencia, pues admitís no saber con quién estáis hablando. Pero cuidado, no es un error que debáis repetir una vez escuchéis mi nombre. Soy Gornych Wyvern, buen amigo de Thormod, a quien sin duda ya conoceréis.

Mira al foso y las piedras que ha ido tirando Gillaume suben como insectos, reptando, cualquiera diría que malhumoradas, y se ponen al sol.

- ¿Qué buscabais en el fondo del foso, joven?

Buscaba el tiempo perdido señor...Gornych dijo ¿no?-responde un poc mas sereno el caballero al confirmar que debe ser uno de los "sabios residentes" de los que hablo su señor-Solamente estaba sumergido en recuerdos tristes de acontecimientos que ya se hayan en el pasado pero aun se siente frescos en mi mente y mis carnes

Mira como las rocas que lanzo al foso regresan a su lugar de origen, años atras esto lo hubiese extrañados pero actualmente nada lo sorprende ni preocupa, solamente se ha convertido
en el ayudante de Henry Le Barre otro de esos grandes sabios.

Disculpe mi desconocimiento ,pero seguro sabe que soy nuevo en estos lares y parece que a uds se le respeta mucho-dice señalando al lugar por el que se fue el vasallo y recordando el suceso de hace un rato-¿Me podria hablar algo sobre vuestra persona o este hermoso lugar que me ha acogido?

Ya mas tranquilo despues del encuentro de hace unos minutos la cansada mirada del "joven" se detiene sobre el erudito mientras pasa una mano por sus encanecidos cabellos .

- Una mente ociosa tiende a recrearse en eventos pasados, especialmente en los peores. Por suerte para vos, quizá pueda daros una ocupación lejos de estos hermosos pero aburridos muros.

El propio Thormod aparece en el patio, caminando con la seguridad que le caracteriza, y Gornych le deja hablar.