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Tres Haikus de Viaje

A un paso del Fuego y los Truenos.

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02/03/2011, 19:46
Director

Ginasutra era un pueblo pequeño, no más de 60 o 70 habitantes, vivían de la caza y el cultivo. La caza siempre había sido peligrosa, porque vivían no muy lejos del misterioso bosque de Shinomen, y los cazadores siempre procuraban las mejores presas.

La tierra estaba cerca del rio y había plantaciones durante todo el año, pero no eran tan prosperas como en otras partes del imperio.

Si había algo que animaba aquel lugar, era ser la última parada antes del templo de Osano-wo. El kami del Fuego y el Trueno. Muchos hombres, algunos santos y otros no tanto, peregrinaban hasta el lugar para buscar la fortuna del Kami.

De hecho, y por suerte para el pueblo, muchos samuráis, en búsquedas personales, o a punto de entrar en combate pasaban por el lugar para pedir fuerzas en la lucha.

Aun así, en el pueblo solo había una casa de huéspedes. Pues las personas no venían en masa, sino a cuenta gotas. La casa de huéspedes era un sencillo edificio de dos plantas, con un patio trasero y un almacén. No era precisamente funcional, pero la familia que lo llevaba lo hacía con amor a su trabajo.

Además de la casa de huéspedes, había pocos comercios de interés, casi todas las tiendas estaban destinadas al uso y disfrute de sus propios habitantes, que poco tenían que vender o comprar que no fuera para el pueblo. Solo podía reseñarse una vieja y pequeña tienda de recuerdos, que conseguía mantenerse a flote con unas tallas de madera en recuerdo al paso por el templo del Kami que protegía el lugar.

Ginasutra se encontraba en una ladera poco pronunciada. A unos pocos kilómetros del rio del sol, y en el oeste de las tierras del Escorpión. Quizás por su poco valor económico, no había más de un puñado de samuráis del clan en la zona, y solo dos de ellos eran magistrados.

Desde la parte más oeste del pueblo, salía un tortuoso camino que subía hasta un risco, donde tiempo atrás se había instalado el templo.

Aquel día, despejado de nubes, y con calor, las gentes de Ginasutra se mostraban tranquilas y trabajadoras. Como si nada importante pudiera pasar allí.

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12/03/2011, 15:16
Kuni Kiru
Sólo para el director

-Bueno buen hombre, aqui se separa nuestro camino, espero que haga un buen negocio por aquí y que las fortunas les sean propicias- digo mientras descargo las mercancías del anciano de mi espalda.

-Ahora he de encontrar a Toboro san, espero encontrar algo de información sobre él en este pueblo-  tras esta última frase hago una ligera reverencia, a modo de despedida y parto en busca del antiguo discípulo del monje de Ginasutra.

Entro en la casa de huespedes sin mucha ceremonia, esperaba encontrar alguna respuesta en su interior además de un lecho caliente donde dormir. Por el momento el viaje no había resultado muy pesado, y la compañía había sido grata en general, -ojalá continue así- pienso derrepente

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14/03/2011, 14:03
Director

Tras un pequeño rato en el hostal consigues algo de comida y alojamiento, en principio para aquella noche. El camino era largo, y aunque había que hacerlo con cierta celeridad, no era cuestión de correr como un loco.

Tras realizar las gestiones, y regatear el precio un poco, vuelves a la calle. El anciano, está en una calle lateral vendiendo sus enseres, y parece que tiene un buen grupo de clientes. Es muy probable que muchos de ellos sean los propietarios de otras tiendas, o al menos empleados que hubieran decidido adquirir productos que luego intentarían vender un poco más caros.

Era la forma habitual de hacer negocios. Así es como los comerciantes secaban rentabilidad a sus productos.

En el hostal te habían comentado que el hombre que buscabas vivía en una casa pequeña, en el límite del pueblo, si bien no supieron decirte en que limite, ni a dónde dirigirte. Parecía que a la gente, ese hombre que buscabas no les caía bien.

Así que empezaste a caminar buscando alguna otra pista. Un grupo de jóvenes paseaba ocioso por la calle mientras tu intentabas descubrir cual sería tu siguiente paso.

 

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19/03/2011, 20:46
Director

El día había amanecido bello en las provincias de la grulla. Pero tu camino se dirigía hacia otros lugares.

Habías intentado descansar bien aquella noche, pero lo cierto es que estabas ansiosa, tenias ganas de convertirte en la persona que tu padre y tu maestra querían que llegaras a ser.

Volviste la mirada atrás, justo al llegar al límite del pueblo. Allí dejabas a un montón de gente influyente que habían querido contactar contigo para espectáculos y obras. Y sin embargo, sabias a ciencia cierta que tu senda no discurría entre los grupos y obras más importantes de Rokugan. Todo lo contrario, tu senda era distinta, puede que incluso solitaria, pero importante mas allá de cualquier duda razonable.

Atrás dejabas aquel bonito lugar, donde te habían tratado como a una igual, incluso los señores de las tierras. Debías estar orgullosa, habías dejado en buen lugar a tu padre ante los ojos de Kakashi sama, y sobre todo, habías honrado tu escuela y a tu maestra preferida delante de todos los invitados.

Mas difícil, y la vez extraño, era dejar marchar los ojos del joven Kakano sama. Parecía que el joven estaba atrapado dentro de una burbuja, pero no temías por él. Sabias, en el fondo de tu corazón, que saldría adelante en la vida y conseguiría grandes cosas.

Después de un largo y hondo suspiro, decidiste que era hora de ponerse de verdad en marcha. Aun era temprano, y las gentes del lugar aun acusaban la noche de festividades. Los farolillos yacían muerto y apagados por doquier, iluminados ahora por la diosa madre. Por Amateratsu, que brillaba firme y esplendorosa en el horizonte. Sin duda satisfecha con los fieles seguidores que durante la vigila habían sabido pedir por sus seres queridos, paz y amor.

El camino era bueno, y antes del medio día habías avanzado mucho. No te habías cruzado con nadie y decidiste, que romperías la marcha para decidir a donde marchar.

El mapa tenía varios sitios que ver. Tierras Fénix, que estaban al norte, tierras cangrejo, al sur, donde el mar y la tierra formaban una grandísima bahía. También había una anotación sobre las tierras de la Mantis y las del unicornio, aunque casi parecía que esta última estaba ya en las arenas ardientes.

Tuviste que recordarte que aquello no era un mapa real, que cada cosa estaba tan lejos o cerca de las otras que podían ser parte del mismo lugar, o hallarse a mundos de distancia.  Decidiste que debías empezar por lo más cercano a ti.

Fuego y Truenos, Osano-wo, el Kami vivía ahora en tierras escorpión, lindando con el bosque misterioso de Shinomen. Era el punto central, desde allí podías fácilmente viajar hasta el sur, o hacerlo al norte. Era un buen punto de partida.
Además, si pasabas primero por tierras escorpión, podrías disfrutar más tarde de todas las demás culturas de Rokugan, sin tener que mirarte las espaldas.

Decidido el rumbo a seguir, reemprendiste el camino dispuesta a ganar valor, sabiduría, y conocimientos de cada cosa en la vida.

Notas de juego

Bienvenida a Tres Haikus de Viaje. La historia de Adako acaba de comenzar.

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19/03/2011, 21:00
Director

Habían pasado varios días y habías dejado atrás tierras grulla. El paso por la frontera de las tierras escorpión había sido menos problemático de lo que podías imaginar.

Decían que eran gentes hoscas y que no se podía confiar en ellos. Pero a excepción de sus clásicas mascaras, no habías visto a ningún guardia en la frontera que no cumpliera exactamente con su deber.

Incluso cuando al día anterior, habías parado junto al camino, y unos Magistrados que pasaban por allí te habían preguntado a donde ibas, esperabas que pusieran trabas a tu viaje. Y sin embargo, durante más de una hora estuvieron charlando contigo amigablemente y te dieron toda clase de indicaciones para que llegaras antes hasta el pueblo de Ginasutra.

Te aconsejaron que antes de subir al templo de Osano-Wo hicieras noche en aquel pequeño pueblo. Te explicaron que no era un lugar excesivamente bonito, pero que era acogedor, y que allí podrías conocer a muchos otros peregrinos.

Hasta el momento, los escorpiones habían resultado ser gente más normal de lo que se esperaba. Quizás solo fueran traicioneros los de cierta categoría. Podía ser una opción.

Tu camino te llevo a vadear el rio del sol pasada la media mañana, y llegaste al pueblo casi a la hora del medio día.

Ginasutra era un pueblo pequeño, no más de 60 o 70 habitantes, vivían de la caza y el cultivo. La caza siempre había sido peligrosa, porque vivían no muy lejos del misterioso bosque de Shinomen, y los cazadores siempre procuraban las mejores presas.

La tierra estaba cerca del rio y había plantaciones durante todo el año, pero no eran tan prosperas como en otras partes del imperio.

Si había algo que animaba aquel lugar, era ser la última parada antes del templo de Osano-wo. El kami del Fuego y el Trueno. Muchos hombres, algunos santos y otros no tanto, peregrinaban hasta el lugar para buscar la fortuna del Kami.

De hecho, y por suerte para el pueblo, muchos samuráis, en búsquedas personales, o a punto de entrar en combate pasaban por el lugar para pedir fuerzas en la lucha.

Aun así, en el pueblo solo había una casa de huéspedes. Pues las personas no venían en masa, sino a cuenta gotas. La casa de huéspedes era un sencillo edificio de dos plantas, con un patio trasero y un almacén. No era precisamente funcional, pero la familia que lo llevaba lo hacía con amor a su trabajo.

Además de la casa de huéspedes, había pocos comercios de interés, casi todas las tiendas estaban destinadas al uso y disfrute de sus propios habitantes, que poco tenían que vender o comprar que no fuera para el pueblo. Solo podía reseñarse una vieja y pequeña tienda de recuerdos, que conseguía mantenerse a flote con unas tallas de madera en recuerdo al paso por el templo del Kami que protegía el lugar.

Ginasutra se encontraba en una ladera poco pronunciada. A unos pocos kilómetros del rio del sol, y en el oeste de las tierras del Escorpión. Quizás por su poco valor económico, no había más de un puñado de samuráis del clan en la zona, y solo dos de ellos eran magistrados.

Desde la parte más oeste del pueblo, salía un tortuoso camino que subía hasta un risco, donde tiempo atrás se había instalado el templo.

Aquel día, despejado de nubes, y con calor, las gentes de Ginasutra se mostraban tranquilas y trabajadoras. Como si nada importante pudiera pasar allí.

 

 

Notas de juego

Te toca.

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21/03/2011, 10:40
Kakita Adako
Sólo para el director

Fuego y Truenos, Osano-wo. Había decidido empezar por ahí su periplo, y, por lo que estaba viendo, había decidido bien.

En primer lugar porque iniciarlo por tierras Escorpión estaba derrumbando algunos prejuicios, y eso era siempre una gran lección. No la primera, no la última que le daba su Maestra, aún estando lejos. Habría más, y por eso, Adako estaba segura, era por lo que la sabiduría de Wakana, unida a la de su Padre, un hombre que, además de cariño, siempre le había brindado la oportunidad de mejorar, de aprender, era pues por eso que ambos habían decidido que la joven grulla viajara.

Una peregrinación al Santuario de un Kami era algo que cualquier alma prudente emprendía antes o después. Un camino en solitario, lleno de meditación e introspección, por un lado, y de paisaje y sol por otro.

Porque Adako no se perdía tampoco el placer que su andadura le proporcionaba. Un día estival, un pueblo pequeño, unas gentes mucho más amables de lo esperado. Incluso el bosque de Shinomen, con su aura misteriosa, le atraía con curiosidad.

Hizo caso a los Magistrados, que le habían aconsejado acercarse al pueblo de Ginasutra, y llegó allí cuando el sol brillaba alto, a la espera de que la tarde brindaba frescura. Paseó por las cortas callejuelas, un par apenas, oteando la colina del santuario, admirando los bellos rincones, saludando con una inclinación a los escasos aldeanos que trabajaban tranquilamente en sus plantaciones. Algún cazador regresó con algunas piezas de la espesura de Shinomen, quizá sería un lugar torvo con la oscuridad, pero la noche aún no había caído. Sonrió.

La pequeña tienda de artesanía la atrajo al momento. Se acercó, y estuvo curioseando, admirando las tallas de madera, pulcras y toscas a la vez, una extraña mezcla que, a pesar de ello, tenía un encanto especial que difícilmente habría mejorado una confección más elaborada. Poseían la perfección de lo genuino, de lo inocente.

Adquirió un par de diminutas figuritas, que guardó entre sus cosas, quizá como recuerdo, o quizá para tener algún obsequio si en algún momento era necesario. También adquirió una borla de seda azul, trenzada por algunas ancianas manos, que gustaría sin duda a Wakana-sama, o a alguien de su sensibilidad.

Después, con tranquilidad puesto que no parecía que el pueblo estuviera repleto de visitantes o peregrinos, se encaminó a la posada.

El techo de paja, la estructura de madera, el aroma a brotes recién cortados de hierbas perfumadas, todo le agradó, todo invitaba a un descanso sin lujos pero en la mayor de las comodidades.

Saludó al posadero, sonriente, mostrando su equipaje leve, su aspecto de peregrina.

-Que las Fortunas te guarden, buen hombre. Desearía hacer un alto en mi camino, que me llevará mañana a visitar el risco de Osano-wo si le place al Kami. Me han aconsejado que descanse aquí esta noche, tras las horas de marcha. Bañarme, comer algo, un poco de conversación, un mucho de paz...

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21/03/2011, 15:12
Kuni Kiru

Camino con paso tranquilo por las calles de Ginasutra mientras observo mi alrededor con parsimonia, disfruto del paseo mientras continúo con mi misión olvidandome por un momento de lo apremiante que era. 

Al ver al grupo de jóvenes, me acerco a ellos con tranquilidad -busco a Toboro san, el antiguo discípulo del monje de Ginasutra, ¿podrían decirme donde encontrarlo?- pregunto intentando no ser muy brusco en mis palabras, esperando encontrar algo más de información en aquellos muchachos, de lo que había encontrado en la casa de huéspedes.

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24/03/2011, 13:52
Aldeano Normal

Los jóvenes paran un momento en sus chanzas y el mayor de ellos, se acerca donde estas.

Hola señor san. El hombre que busca vive un poco alejado del pueblo. Si sigue por aquí llegara hasta las últimas casas, y desde allí vera una que está un poco más lejos. Esa es la casa de Toboro san.

Que tenga un buen día.

Y luego se fue con sus amigos a seguir haciendo, lo que estuvieran haciendo.

Decides dar crédito a sus palabras y avanzas hasta el final de pueblo, y desde allí ves una pequeña casa, que esta unos doscientos metros alejada, bajo un árbol grande que da bastante sombra.
Si el chico no se ha equivocado esa debe de ser la casa del hombre que estas buscando.

Un lugar extraño, apartado del resto. Puede que al hombre que quieres ver no le gusten las visitas, o que por contra sea alguien repudiado. En cualquier caso, tendrías que estar atento.

 

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24/03/2011, 13:56
Director

El director del Hostal, que no es otro que un padre de familia normal de Rokugan, realiza todas las gestiones para que te alojes. Te comenta que de las cuatro que hay, ya hay una ocupada por un mercader y su cohorte.

Y otra ocupada por un sencillo hombre santo que ha venido en peregrinación. Te da un poco de conversación, nada importante, pero notas que como cualquiera, tiene curiosidad por saber quien se hospeda en su casa. Aunque en cierto modo es más ameno de lo podría pretenderse.

En cuanto dices que vienes a visitar el lugar, prácticamente acaban las preguntas.

Cuando tienes ya tu propia habitación, y ya has descansado y te has cambiado, pues llevabas varios días de viaje. Bajas a comer algo.

La cocina esta llevada por la madre y la mujer del hombre que te había atendido. Allí hacían un arroz y verduras que si bien no eran exquisitas, entraban muy bien en el paladar. Además de ser copiosas. Parecía que no escaseaban en los viajeros, o bien sabían que los peregrinos tenían más hambre que un ciudadano normal.

Mientras almuerzas, escuchas a dos hombres hablar de las fortunas y del templo. No pretendes espiar su conversación, pero su volumen de voz es tal, que aunque siendo sorda, hubieras pillado todos los detalles.

Al parecer, hay un viejo Monje. Godai sama. Este hombre, es el último de los viejos monjes del templo. Y parece que no quiere renunciar a morir.

La conversación no era entretenida, pero te servía de distracción entre plato y plato. Pero fue al final cuando te atrajo lo que decían.

....- Si, aun recuerdo cuanto ese hombre llego con los Dragones. Al parecer sus artes no habían gustado demasiado allí en las montañas. Y sin embargo, el Magistrado Fukoda, que descanse con sus ancestros, le pidió una exhibición. Y bueno, consiguió así que lo dejaran vivir y la dragona jefe le propuso que se quedara en el templo-....

....- Si pero eso eran otros tiempos. No como ahora, ahora nadie le ha visto actuar desde hace años, desde el festival de Obuki de hace seis primaveras. Esta demasiado viejo y eso es un problema porque....-

Los hombres se habían levantado y estaban saliendo del local. Aunque la conversación se había puesto interesante, lo cierto es que no habías acabado de comer, así que decidiste seguir comiendo.

Pensaste en las coincidencias. Un hombre, que ahora era monje, era a su vez un artista. Y una dragona lo había dejado aquí. Eran las fortunas las que te indicaban el camino, o puede que hubiera sido la elección de Wakana sama algo premeditado.

 

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24/03/2011, 14:08
Director

La tarde acababa de empezar cuando pusiste tus ojos en Ginasutra, el pueblo que circundaba la entrada al templo del fuego y el trueno.

No habías tardado mucho en llegar, si tenías en cuenta, que durante las primeras horas de la mañana estuviste dando vueltas para comprobar si te seguían. Y si lo hicieron. Un grupo de tres samuráis.

Afortunadamente para ti, fuiste previsor y les diste esquiva rápidamente.

Ahora el pequeño pueblo estaba a solo cruzar el rio sol. Pero tu misión ya hacia horas que había empezado. O quizás fuera toda tu vida un ejerció de preparación para aquella empresa.

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24/03/2011, 14:11
Director

Ginasutra era un pueblo pequeño, no más de 60 o 70 habitantes, vivían de la caza y el cultivo. La caza siempre había sido peligrosa, porque vivían no muy lejos del misterioso bosque de Shinomen, y los cazadores siempre procuraban las mejores presas

La tierra estaba cerca del rio y había plantaciones durante todo el año, pero no eran tan prosperas como en otras partes del imperio.

Si había algo que animaba aquel lugar, era ser la última parada antes del templo de Osano-wo. El kami del Fuego y el Trueno. Muchos hombres, algunos santos y otros no tanto, peregrinaban hasta el lugar para buscar la fortuna del Kami.

De hecho, y por suerte para el pueblo, muchos samuráis, en búsquedas personales, o a punto de entrar en combate pasaban por el lugar para pedir fuerzas en la lucha.

Aun así, en el pueblo solo había una casa de huéspedes. Pues las personas no venían en masa, sino a cuenta gotas. La casa de huéspedes era un sencillo edificio de dos plantas, con un patio trasero y un almacén. No era precisamente funcional, pero la familia que lo llevaba lo hacía con amor a su trabajo.

Además de la casa de huéspedes, había pocos comercios de interés, casi todas las tiendas estaban destinadas al uso y disfrute de sus propios habitantes, que poco tenían que vender o comprar que no fuera para el pueblo. Solo podía reseñarse una vieja y pequeña tienda de recuerdos, que conseguía mantenerse a flote con unas tallas de madera en recuerdo al paso por el templo del Kami que protegía el lugar.

Ginasutra se encontraba en una ladera poco pronunciada. A unos pocos kilómetros del rio del sol, y en el oeste de las tierras del Escorpión. Quizás por su poco valor económico, no había más de un puñado de samuráis del clan en la zona, y solo dos de ellos eran magistrados.

Desde la parte más oeste del pueblo, salía un tortuoso camino que subía hasta un risco, donde tiempo atrás se había instalado el templo.

Aquel día, despejado de nubes, y con calor, las gentes de Ginasutra se mostraban tranquilas y trabajadoras. Como si nada importante pudiera pasar allí.

 

Notas de juego

Falta otro.

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24/03/2011, 14:14
Director

Tardaste un rato en quedarte bien con la disposición de las calles. Eras un hombre previsor y querías saber por dónde podían venir los golpes antes de que llegaran.

Una vez lo habías hecho, sacaste el papel doblado que te diera el Campeón.  

Machuda, agricultor. Casa con un banderín verde.

Según leíste la información la memorizaste. Además ya sabias donde era. Habías visto esa casa al llegar no hacia más de media hora.

Con cuidado, buscaste una fuente de agua. Y un barril de esta en la parte de atrás del hostal supuso tu solución. Allí metiste el papal hasta que se volvió una papilla. Una papilla que en trozos diminutos y mojados fuiste diseminando por Ginasutra.

Nadie más podría tener acceso a esa información. Te habían enseñado que el fuego era un buen elemento, y que fácilmente podía usarse para destruir los documentos. Pero el fuego tenía inconvenientes.

No podías meter la mano hasta que se apagara. Además, donde había fuego siempre había humo. Y el humo era un mal enemigo. Mostraba dónde estabas, y se pegaba a tu ropa dando pistas de quien eras.

Y normalmente la gente subestimaba al fuego, y no comprobaba que lo que querían destruir lo había sido por completo. Y ese era un error que cometía mucha gente.

Así que agua. Hasta hacer una pasta que de ninguna forma podía estirarse o secarse. Y luego, diseminar trocitos de esta pasta por cualquier lado. La pasta de papel se confundía bien en lugares naturales, como era aquel pueblo, y era imposible que alguien recuperara cien trocitos diminutos.

Una vez eliminado el mensaje te pusiste en camino hasta el lugar. Pero al llegar al comienzo de la calle donde estaba la casa, viste que había dos guardias Escorpión haciendo guardia en la puerta.

Te resulto extraño. Mucha coincidencia. Estaba seguro de que no te habían seguido, porque sino alguien ya te habría localizado. Entonces qué pasaba. Que estaba ocurriendo dentro de la casa de tu contacto. Tenias que averiguarlo, sin descubrirte demasiado.

Notas de juego

Todo tuyo. A jugar.

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24/03/2011, 21:01
Bayushi Haru
Sólo para el director

Durante algunos momentos, Haru estudió la situación desde la distancia. Los problemas había aparecido incluso antes de comenzar su misión. Por alguna extraña razón, esto no lo sorprendió. Esbozó una sonrisa de resignación bajo su máscara y se encaminó hacia los soldados.

- Saludos, camaradas samurai. – dijo con firmeza mientras se inclinaba en respetuosas reverencias ante los guardias. – Mi nombre es Bayushi Haru, y me dirijo a presentar mis respetos al templo. Sin embargo, no pude dejar de notar vuestra presencia, y ello me provocó una gran alarma. ¿Acaso ha ocurrido algo grave? Si es así, debéis saber que, como humilde miembro del Clan, es mi obligación ponerme a vuestra entera disposición. Podéis contar con mi ayuda para cuanto os sea necesario.

El Escorpión volvió a inclinarse en otra reverencia, aguardando la respuesta de los guardias.

Notas de juego

¿Puedo identificar su procedencia, rango o cualquier otro signo particular?

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25/03/2011, 07:15
Kakita Adako

Todo cuanto sucedía a su alrededor parecía bordado por las manos sabias de Wakana-sama. Y eso le gustaba. Porque, aún viajando sola, aún peregrinando a su única presencia, no se sentía desamparada. Un tapiz de lugares y hechos se iba conformando, y ahora, como en las palabras que ella disfrutaba trazando, se había plasmado en este pueblo. En ese monje, y en las frases que el azar le acababa de hacer escuchar acerca de él.

Acabó de comer con calma, saboreando la sencilla pero agradable comida, y después se levantó, se inclinó levemente ante el posadero y su esposa, comentándole a ésta que había disfrutado de su buena cocina, y decidió ir  dar un nuevo paseo por Ginasutra.

Ahora estaba limpia, descansada y con el estómago lleno. Y no era una mujer que gustara de acallar su natural actividad con la costumbre de dormir tras el almuerzo, sino que prefería despejar su mente con el aire limpio de la montaña, el aire ahora más fresco de una tarde incipiente.

Sin el sombrero de viaje ni su capa, era una joven más de la aldea, aunque su simple kimono azula celeste no podía ocultar la elegancia de la grulla que había entre sus pliegues. El cabello recogido en un moño alto, atado con una cinta blanca, era cuanto de adorno llevaba Adako. Y aún así, sus pasos fueron seguidos por las gentes del lugar.

Su mirada se deslizó por las casas, las calles. Buscaba a alguien o a algo que le llamara la atención, para iniciar una charla que le proporcionara conocimiento. Quizá sobre Godai-sama...

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28/03/2011, 18:36
Shosuro Komoe

Ambos guardias no son precisamente parcos en palabras. Te comentan que un hombre ha sido asesinado, y que están esperando al Magistrado jefe de la zona para que inspeccione el lugar.

Normalmente no hay tanto protocolo por un simple ciudadano, y ellos no pueden decirte más de porque ese día eso es así.

Si te confirman una cosa. El hombre que había muerto era el agricultor Machuda, el contacto que tenias que tener en aquel pueblo.

Aquello era una mala noticia. No te habían seguido, pero habían puesto ya las primeras trabas a tu trabajo, y antes de que te dieras cuenta, la cosa se complico más.

Un samurái del clan llego por tu espalda. Y los hombres que custodiaban la casa le dieron las novedades oportunas.

Sin embargo, aquel personaje, parecía más interesado en ti. Una vez terminaron de hablar los guardias se giro hacia ti.

Soy Shosuro Komoe, magistrado encargado de Ginasutra. No te conozco, acaso has visto la muerte de Machuda. ¿Cuáles son tus motivos para estar aquí?

Sin duda, aquel petulante era la autoridad del pueblo. Y parecía sorprendido de ver en Ginasutra más hombres del clan de los habituales.
Tú ya habías dado tu nombre, y explicado tus motivos a los guardias, era tu versión y quizás con eso fuera suficiente por el momento para evitar las sombras del camino.

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28/03/2011, 19:22
Bayushi Haru
Sólo para el director

- Shosuro Komoe-sama… - respondió el Escorpión inclinándose en una respetuosa reverencia hacia el recién llegado - Es un Honor poder presentarme ante vos, aunque lamento que sea en las actuales circunstancias. Mi nombre es Bayushi Haru y solo estoy de paso por Ginasutra. Tal como acababa de explicar a vuestros hombres, me encuentro de camino al templo, donde presentaré mis respetos al Glorioso Osono-Wo.

El Escorpión hablaba en un tono respetuoso y calmo. Sus ojos evaluaban las reacciones del funcionario, pero se sentía confiado, protegido por la buena excusa que había conseguido armar. Por otro lado, las posibilidades de que aquel sujeto estuviera al tanto de su misión eran bastante escasas. Quizás se trataba de un crimen ordinario, sin vinculación alguna con la solicitud de su Campeón, y el Magistrado debía de investigarlo como a cualquier otro. Con esto en mente, Haru indagó la posibilidad de ganarse algunos puntos con el tal Komoe.

- Desgraciadamente, no creo poseer información alguna que os sea de utilidad. Apenas si me detuve unos instantes para presentar mis respetos a vuestros guardias. No he visto más que lo que puede verse desde aquí, y dudo que eso os sea de ayuda.

- No obstante, siento que es mi obligación como miembro del Clan asistir a un Magistrado en todo cuanto esté a mi alcance, así que me pongo enteramente a vuestra disposición para lo que podáis solicitar. Tengo pensado iniciar la ascensión mañana por la mañana, por lo que tal vez me demore todavía algún tiempo por los alrededores.

- Imagino que pasaré la noche en la casa de huéspedes, así que no dudéis en buscarme allí si necesitáis de mi presencia. No veo en que puedan asistiros mis pobres habilidades, pero siempre estoy dispuesto a combatir a los enemigos del Clan, sin importar lo bien que se oculten.

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30/03/2011, 13:52
Kuni Kiru
Sólo para el director

Hago una pequeña reverencia a modo de agradecimiento y parto en silencio hacia el alejado hogar de Toboro san. Tenía serias dudas de como me recibiría y de si tendría a bien compartir su conocimiento conmigo.

La leyenda me preocupaba algo menos, al fin y al cabo las fortunas ya habían sido crueles con mi familia y si mi desgracia era capaz de hacer resurgir a esta, era un precio que estaba dispuesto a pagar.

Me acerco a la puerta y respiro hondo antes de golpear el marco con mi puño. -TOC TOC- no sabía si quiera si se encontraba en casa, pero no me movería de ahí hasta que alguien me dejara claro donde se encontraba -Toboro san, mi nombre es Kuni Kiru, me gustaría hablar con usted de un asunto importante para mi- digo a la puerta esperando que al otro lado hubiera alguien escuchando.

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31/03/2011, 21:24
Director

Una voz contesta desde el interior de la casa. Una casa pequeña de barro y juncos de rio. No es precisamente la morada de un rey, pero poco puede importarte como sea.

Las chozas donde los Kunis aprenden su arte, están rodeadas de yermos extraños y solitarios, y tienen tan pocas comodidades, que nunca nadie ha intentado hacer una visita a un Kuni sin tener un buen motivo.

¿Si?

Dice una mano huesuda y con las uñas largas, que sale a recibirte, hasta que justo un momento después aparece el cuerpo que sigue a la mano.

Un hombre mayor, algo decrepito te mira desde unos ojos cansados y ojerosos. No parece una persona saludable. Quizás por eso viva separado del resto de los hombres de la zona.Te observa durante unos pocos segundos para luego decirte sin tapujos.

Que dices que necesitas muchacho. No tengo todo el día para aguantar a cada insensato que viene a hacerme una visita.

Sin duda alguna, ese hombre tiene un don de gentes. Uno muy negativo, pero lo tiene. Y allí parado frente a ti, con cara de tener cosas importantes que hacer, que seguramente no tenga, espera a que le respondas.

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31/03/2011, 21:36
Director

Vistes que un grupo de jóvenes, estaban jugando. Aun no eran adultos, y quizás por eso, ya hubieran acabado sus labores para aquel día, y ahora tomasen su tiempo libre para reír y hablar de las cosas que los preocupaban.

No hacía mucho tiempo, tú habías tenido su edad, y sin embargo, de una manera un poco extraña, ahora ya eras toda una mujer. En cuerpo y sobre todo en alma. Y te parecían sacados de un cuento infantil, con sus risas y sus chanzas.

No obstante, eran la clase de niños que bien podían saber todo lo que pasaba en aquel lugar. Viste entonces, como uno de ellos respondía a un hombre, un samurái casi seguro, aunque no llevaba espadas.

Era un hombre un poco peculiar. Llevaba un Tsubo. Un arma contundente, que rara vez usaban los samuráis decentes, sin contar quizás a los guerreros cangrejo que protegían el imperio. Sin embargo, aunque el hombre te parecía fuerte, no te inspiraba la impresión de ser un guerrero.

Tan pronto como el niño le señalo en una dirección, inclino con respeto la cabeza y marcho. Iba hacia las afueras del pueblo. El caso era que los jóvenes volvían a estar listos para charlar,  y caminaban calle abajo, como si fueran al rio del sol.