Partida Rol por web

El mago no parecía el más ágil de todos sus compañeros y comenzó la dificil expedición a través de los travesaños con una considerable habilidad.

Darna tratando de observar a la vez los lugares que parecen más seguros de pisar y con menos riesgo de recibir un desprendimiento en la cabeza comenza a dar sus zancadas con tanta destreza como ligereza avanzando entre la destrucción.

- ¡ah! ¡uh!

El bárbaro avanzó junto con el elementalista y la amazona en dirección al centro de Tristram, adentrándose junto con sus compañeros en un edificio que se veía sin duda a punto de derrumbarse. Al entrar fueron capaces de esquivar un pequeño derrumbamiento, por lo que siguieron avanzando. A medida que iban adentrando, los tres conseguían pasar con cierta dificultad, pero seguían avanzando con paso firme hacia el centro de la ciudad.

Ethiel comenzó a caminar ente la humareda, agachada para no tragarse todo el humo. El plan era magnífico pero no tuvo en cuenta que avanzar tanta distancia iba a ser demasiado para ella, una no combatiente. La joven notaba que su garganta ardía, asfixiándose con las cenizas que invadían el lugar y entraban en su sistema respiratorio. Tosió y conforme abrió la boca para respirar más, más volutas de aquel aire enrarecido se le atragantaba en los bronquios. Volvió a toser y presa de angustia se percató de que no podía avanzar más, quedando arrodillada en el suelo, ahogándose. 

Buscó con la mirada a Roland, el guapo paladín y deseó poder decir algo, pero simplemente las palabras no le salían. ¿Iba a ser ese su final?....

Ethiel al final tomó el camino del paladín, los dos se alejaron del centro neurálgico del incendio viendo con asombro como la ausencia de obstáculos les permite avanzar con rapidez. Pero en el trayecto una humareda de humo debido al gran incendio le hace que vayan agachados... mientras un edificio del lado norte parece a punto de derrumbarse... En su avance vio que Ethiel se quedaba quieta lo más seguro asfixiándose, Roland le ayudó a incorporarse dando hálitos de aliento para que cogiera fuerza y pudiera continuar.

Por fin y gracias al caritativo esfuerzo, Ethiel y Roland dejan atrás el negro infierno de humo. Aun tosiendo y mareados, reconocen de lejos la silueta de un Kazhaj relativamente bien parado, a pesar de su maltrecho aspecto. Reunidos los tres, adelantan unos pocos pasos, alejándose del tumulto: quizás, desde la distancia, puedan obtener una mejor visión estratégica... Mas lo único que pueden hacer es fregarse los ojos, incrédulos ante lo que ven:

A unos veinte metros de las afueras, una gran compañía de por lo menos cincuenta soldados se halla en plena marcha: los escarpes tienen un compás marcial, pero derrotista. Son liderados por una figura noble y ejemplar que, por la corona que ciñe, no puede ser otro que el mismísimo Rey Leoric. La hechicera, el paladín y el nigromante quedan boquiabiertos: las tropas son dirigidas en sentido contrario y abandonan Tristram. Bien creyendo que la batalla está perdida o que ya no queda nada por salvar, el monarca abandona a sus súbditos cuando más le necesitan...

Todo ocurre muy deprisa. La amazona, el mago y el bárbaro, entre resoplos y jadeos, dejan atrás la tambaleante estructura: su pilar base fracasa y sin más soporte los aludes se desatan en cadena: estruendo de piedras, losas, chismes y cachivaches... Lo poco que se mantiene en pie termina por colapsarse segundos después. Los supervivientes se miran entre sí, creyéndose afortunados en medio de la destrucción.

Desorden, anarquía e infinitas elecciones: Darna, Jowen y Garrohk miran atrás, más allá de los escombros: el incendio avanza y sus compañeros ya no son visibles, mas lo único que pueden escuchar proveniente del sur es el confuso y lejano sonido de una marcha numerosa y militar. Interfieren con ella desde el norte nuevos gritos de dolor y auxilio, y también chasquidos de metal que bien podrían ser espadas chocando entre sí...

Puertas abiertas y casas ardiendo por todo su alrededor: incluso la taberna de Ogden y la herrería de Griswold. Las baldosas crujen y la madera se dobla: solo es cuestión de minutos que se hundan igual que el resto... 

- Hay lucha hacia el norte, ¡tu delante Garrohk! - no hay tiempo que perder, todo colapsa - Estad preparados.

Cuando ya pensaba que todo estaba perdido, el paladín de brillante armadura fue hacia ella, y tras darle hálitos de aliento para ayudarle a avanzar salieron del inmenso humo que les rodeaba. La joven necesitó un tiempo para poner los bronquios en su sitio, respirando con ansiedad todo lo que podía, y es que la sensación de asfixia era desagradable, tanto como para desear morir de muchas maneras pero nunca por ausencia de aire.

- Gracias, Roland... - dijo la mujer haciendo lo que realmente le salía del alma, se lanzó hacia los brazos masculinos y besó sus labios con intensidad, obviando la vergüenza que inicialmente cualquiera de los dos pudiera sentir al inicio de la aventura.

Fue entonces cuando la pelirroja se separó del paladín y se fijó en el nigromante, acercándose a él -...Por lo visto tú no lo has pasado mejor... - era una afirmación viendo su maltrecho aspecto -...Pero... ¿qué diablos?.... - y fue entonces cuando vio lo que hacía el rey Leoric, huir de la contienda y dejar de pelear por su ciudad, por su pueblo... -... ¡¡¡Será malnacido!!!.... - y la hechicera fue con paso presto detrás del ejército, iba a liarle una al rey que mucho habría que contenerla para que no le lanzara una bola de fuego.

Darna toma la acción de liderazgo indicando cual es el camino a seguir, lo cual tiene mucho sentido pues se escuchaban enfrentamientos a los lejos! 

Jowen se preparo tanto física como mentalmente y seguía detrás al Bárbaro!

Atravesar aquellos escombros supuso un reto más difícil de lo que pudiera parecer. Su constitución débil y su avanzada edad no ayudaron en aquella tarea. 

¿Cuántos años tengo? Ya ni se acordaba, pero a juzgar por su estado físico y mental cualquiera diría que miles de años.

Le dolía la cabeza. Las piernas las sentía pesadas y unos calambres castigaban sus brazos. Consiguió reunirse con Ethiel y Roland, en las afueras. Ellos no tenían mucho mejor aspecto. El paladín parecía exhausto tras arrastrarse bajo el humo con aquella pesada armadura. Los cabellos de la hechicera, antaño color caoba, ahora grises. Cubiertos de polvo y restos de ceniza. Parecía más vieja.

-¿Estáis bien? Esperemos que... - tosió - ...los demás lo consigan. ¿Dónde está el príncipe Aidan?

Entonces vieron al Rey Leoric y medio centenar de soldados. Abandonaban Tristram. Sin perder el tiempo echó a andar tras la vieja malhumorada. Las llamas devoraban el pueblo, ella dominaba las artes ígneas y, además, estaba enojada.

Uno de los hombres de retaguardia se detiene al avistar a los tres aventureros que pisan los talones de la compañía. 

- Mi señora, por favor, deteneos... - Pronuncia la voz pueril y nerviosa que se oculta bajo el visor del casco. - Desconozco vuestras intenciones, pero si fuera vos, marcharía de aquí cuanto antes. - Su falta de disciplina y su hablar precipitado delata su rango de recluta. - Nuestra expedición ha sido un fracaso detrás de otro, y solo quedamos la mitad de los que la empezamos... ¡El rey está loco! ¡Mis mejores amigos han sido declarados traidores y ejecutados sin justicia! - El muchacho baja la voz, temeroso de ser escuchado. - La nación se pudre en intrigas, guerras y enfermedades... ¡A todos nos espera la muerte...! Si apreciáis vuestra vida y la de vuestros amigos, marchad de aquí y huid tan lejos como podáis... 

La recién anciana Ethiel miró al guardia de la retaguardia con el rostro ceniciento y enfadado -...¿Detenernos?.... Hemos dado la vida por vuestro rey y por Tristam para que ahora él lo abandone?... ¿es eso honor?... ¡vergüenza debiera daros a todos!... - no se cortaba mucho hablando -...Vuestro rey está trastornado por una piedra que ha debido de conseguir..., ¿os habéis encontrado con Zhar el Loco?... Si es así es importante que hablemos con vuestro monarca antes de que sea tarde y el poder de esa piedra le consuma... - explicó ella -... Si huis el pueblo entero morirá, el mismo que jurásteis defender..., permitidme hablar con el rey..., queremos ayudar... - dijo ella intentando convencerle

- ¿¡Zhar es su nombre!? ¡No tenemos la piedra, pero sé de quien habláis! - El ansioso soldado busca el mejor modo de explicarse. - ¡Le vimos en el centro del pueblo, él y su artefacto son los responsables de este apocalipsis! Estábamos listos para cargar contra él cuando el rey ordenó nuestra retirada inmediata... ¡Cincuenta contra uno! ¿¡Podéis creerlo!?

Los compañeros de armas del muchacho le miran con insistencia, como llamándole a volver a la formación. - Mirad, ya os lo he dicho, hablar con el rey es perder el tiempo... ¡Os jugáis vuestro cuello y el mío! - Los encantos de Ethiel deslumbran el juicio del joven militar. - ¡Es cierto que juré proteger a estas personas... Y también debo protegeros a vos! - Sentencia apasionado. - Si vais a por Zhar, os acompañaré... Os protegeré con mi vida... ¡Pero al rey no pienso acercarme!

Ethiel escuchaba atentamente las palabras del soldado, comprendiendo de que Zhar había embrujado al rey con ello se batía todo el ejército en retirada. Era lamentable. La mujer pestañeó un par de veces y comprobó que sus encantos seguían vigentes, a pesar de la ceniza en el pelo que le hacía parecer una anciana 

- ¡Oh sí! ¡Necesito protección de un soldado fuerte y diestro como vos!... - dijo la fémina deseando adjuntar más adeptos a la causa -...¿no querrán acompañarnos también otros soldados valientes para luchar contra el mal y salvar Tristam y sus gentes?... - y es que no estaba nada mal llorar para obtener lo que deseaba, como la señorita caprichosa que ella era -... Deberíais preguntar.... El honor de todos nosotros está en juego...

Sin esperar a la pregunta, uno de los arqueros abandona el flanco de su fila y se une al grupo. - No pienso echar a correr como los demás. Si váis a por El Loco, yo también vengo. - Luego mira de reojo a sus espaldas. - No deberíamos tardar en partir... Antes de que seamos tachados de desertores, o algo peor...