Partida Rol por web

- ¡Hay muchos monstruos! - murmuro para mí, por rabia más que por otra cosa. Me están cortando el camino, la cosa se está poniendo complicada. Llevo mi nuevo cuchillo en la mano y sé defenderme, pero sé defenderme de uno o de dos, si son lentos. Aquí hay muchos, y no quiero pensar en lo que pueda pasar a los demás, que están heridos o enfermos... ¡hay que seguir!

No me gusta usar la pistola por que sé que a la larga sólo nos echa a más encima, especialmente sabiendo que mis reflejos no se encuentran en su mejor momento, pero estando al límite, no veo otras alternativas, así que sin pensármelo dos veces apunto lo mejor que puedo y acribillo a los caminantes que se amontonan alrededor de Nadia, viendo que Clem ya cubre a AJ. - ¡Corred! ¡Vamos! - 

Las flechas de Clem vuelan hundiéndose chasquido tras chasquido en las cabezas de los monstruos. A la vez que los disparos de Violet revientan cráneos podridos. Mientras que Aj se debate entre los malolientes caminantes, pateando y usando lo que mejor sabe el cuchillo.

Aprovecha un hueco y, pequeño y escurridizo como es el crío, corre entre las piernas y zarpas que intentan agarrarlo, rasgándole la camiseta y dejando marcas de arañazos en el brazo a la altura del hombro. 

Nadia y Omar luchan por sus vidas. La pistola y puntería certera de Vi, a pesar de su enfermedad, son providenciales para que ambos escapen de la presa que se cierra en torno a ambos. Corren y alcanzan al grupo delantero, y todos juntos siguen a la carrera sin mirar atrás.

¿Todos?

No está Ruby. Escucháis un grito de terror. Procede de su garganta.

Un horror inenarrable maquillaje vuestras demacradas facciones cuando veis que la chica no lo logra, la han pillado desprevenida, por la espalda. 

La han mordido. Son varios apestosos sobre ella. Muerden, muerden, gruñen, clavan sus largas y negras uñas en su joven carne. Mastican...la devoran entre agónicos gritos de dolor y pánico.

Esa pequeña brizna de esperanza al verlos escurrirse entre los caminantes es destrozada por los gritos y la imagen de Ruby. Ahora perdemos dos de golpe, de la peor manera. Estoy tan cansada y enfadada que acabo cargando otra flecha que va directa a la cabeza de Ruby cuando logro verla entre las de los caminantes. No puedo soportarlo, mi frustración va más y más en aumento y comienzo a tener una baja tolerancia a las cosas que salen mal. Se nos están acumulando.

— ¡Vamos! —casi ordeno a los que sobrevivimos aún.

Al final ha pasado lo inevitable, los monstruos han pillado a uno de los nuestros. Yo estoy ocupado defendiéndome con mi cuchillo y esquivando arremetidas cuando escucho el grito de Ruby, en el momento en el que la están mordiendo. Por un instante me quedo parado y me pasan muchas cosas por la cabeza, lamento perder a uno de mis amigos pero... ya estoy acostumbrado.

Voy a sacar mi pistola y a rematar a Ruby para que no se convierta en uno de ellos, pero Clem es más rápida y usa su arco, lo cual es mejor. Por supuesto, dispara siempre a la cabeza.

Clem grita que nos retiramos, y le hago caso. Voy con ella.

En otro momento me impresionaría por mi propia puntería, pero el instinto ahora no concede un momento para apreciaciones irrelevantes. Inicio la carrera con los demás, pero me giro al oír el grito. - ¡¡Ruby!! ¡No! - Antes de darme cuenta una flecha le atraviesa la cabeza. Se acabó definitivamente, sin tiempo para despedidas... Ni para detenernos. Continúo corriendo, gruñendo, sacando fuerzas de la propia frustración, de la rabia, de la adrenalina del momento.

Ojalá tuviera más balas para reventar cada una de sus cabezas, por que así es difícil verlos como personas, y fácil verlos como los monstruos que ahora representan. Ojalá nunca nos hubiéramos visto en esta situación.

Willy tendría que ser quien estuviera pagando por sus errores, no Ruby y lo que queda de Aasim...  

El horrible final de Ruby es atemperado por la piadosa flecha de Clem. 

Ruby y la criatura que se gestaba en su interior. El dolor, la angustia, la ira, el horror… las emociones son tan intensas e insufribles que solo os salva de caer y llorar, destrozados vuestros corazones, el instinto de supervivencia que se antepone a todo.

AJ corre, desesperado, junto a Clem. Violet todavía dispara, derribando a los monstruos que se oponen a vuestro paso. Louis revienta algunas cabezas con su bate, mientras Nadia tira de un Omar paralizado por el pánico. 

Corréis y corréis, en una huida sin aparente final. Entre los árboles y arbustos, tropezando y cayendo en el barro, y de nuevo en pie, corriendo de nuevo, sin deteneros a tomar aliento. 

Descendéis por una ladera, la niebla se arremolina en vuestras piernas cuando acabáis en la hondonada. AJ distingue la entrada de una cueva en la pendiente de una baja colina, parece un buen sitio donde descansar y recuperar el resuello. Clem y Louis husmean en su interior, es segura.

Tal vez es el momento de llorar, cuando vuestros corazones se sosieguen de la exhausta carrera. 

Tras lanzar la flecha no quise mirar más, sólo escapar. No sólo de los caminantes: de la imagen, los sonidos desgraciadamente familiares de la carne rompiéndose, de la culpa y del odio que cada vez más rápido hervía en mis tripas. Ese odio capaz de devolver el daño por triplicado, volar por los aires asentamientos enteros y no derramar una sola lágrima hasta meses después. Había aprendido al fin a temerle a ese aspecto oscuro de mi personalidad, pero de Lee había aprendido a amar con tanta intensidad que era inevitable dar la vuelta a ese sentimiento.

En la ladera mis piernas ya se rindieron, y me dejé deslizar por el barro de rodillas hasta que acabó siendo más fácil lanzarme con la cabeza protegida entre los brazos. Todo por escapar. Sólo esperaba que a nadie le diera por imitar mis tendencias destructivas, menos aún AJ.

Dimos con una cueva que parecía vacía, pero incluso si no lo estuviera estaba dispuesta echar incluso a un oso que hubiera dentro. No fue el caso, lo que me dio por fin permiso para sentarme contra la pared de piedra a respirar. 

Empapada, embarrada, destrozada mentalmente... Empiezo casi sin darme cuenta a darme cabezazos contra la roca, disfrutando del punzante dolor contra mi coronilla. Me distrae e impide que me eche a llorar a gritos.

Correr acaba siendo la única opción, hasta que se nos abre también la de escondernos, refugiarnos. Si tan sólo hubiéramos sido más rápidos, si hubiera tenido los reflejos para ver lo que estaba ocurriendo y cubrir a Ruby... Cada vez quedamos menos, cada vez estamos más débiles.

Apoyo la espalda contra una pared de la cueva y me dejo caer al suelo hasta sentarme. Echo un último vistazo a Clem antes de agachar la cabeza, agotada. Aun me falta el aire, y aunque se me enfrían los músculos, que vuelven a sabotearme, todavía siento un calor sobrecogedor. 

Me arden los ojos, pero no puedo llorar. Me cubro la cabeza con los brazos, con poco cuidado con el barro que tengan. Aunque yo sigo sufriendo y Ruby ya no, mi mente está con ella, con su pequeño, con Aasim... Hemos tenido que dejar lo que quedaba de ella ahí, siendo devorada...

Los golpecitos de Clem me ponen de los nervios, pero cómo culparla, qué decir. Todos nos sentimos igual, no hay nada que decir. 

Pero, aunque nos concedemos un tiempo no me siento especialmente segura tras la persecución, a pesar del refugio. - No nos han seguido, no? - Pregunto a los demás, levantando ligeramente la cabeza que siento tan pesada. 

La flecha de Clem acaba con el sufrimiento de Ruby, y los que todavía quedamos con vida corremos. Y nos caemos, nos levantamos, y seguimos corriendo. Me cuesta un poco respirar, estoy jadeando, pero no podemos parar de correr. Al final encuentro una cueva, la señalo y todos nos metemos dentro. Creo que aquí estamos a salvo, así que podemos descansar un poco y recuperarnos de la pelea... y de las pérdidas.

Me apoyo contra una pared y me dejo caer al suelo, sentado, y bajo la cabeza colocándola entre mis rodillas, con los brazos cruzados haciendo de apoyo sobre mi frente. Tengo los dientes apretados. Igual no deberíamos haber ido por ahí, ¿qué más daba si había un pueblo o no? Tendríamos que haber seguido nuestro camino. Si lo hubiéramos hecho, Ruby estaría aquí. No, más que eso. Si Willy no hubiera hecho lo que hizo, esto no habría pasado. Tendríamos nuestro hogar. Y a Ruby.

Aprieto los puños también. Maldito sea Willy, lo odio, lo odio con todas mis fuerzas porque él es el causante de que estemos perdiendo todo lo que teníamos. Lo que tanto nos costó conseguir. Si me lo encuentro de nuevo, yo...

Continúo hasta que sé que mi cabeza enturbiada es producto de los golpes y no del agotamiento físico y mental. Me permite concentrarme en otra cosa, le dice a mi cuerpo que lo más importante es que siga viva y se ocupe de la herida en mi coronilla. Me la toco, comprobando que hay sangre, y suspiro con los ojos cerrados.

— Aunque nos hayan seguido no estamos en condiciones de seguir más. ¿Cómo estás, Vi? —le pregunto a la ahora más frágil de todo el grupo.

En el interior de la gruta solo se respira una emoción, que resume los sentimientos de los supervivientes del instituto:   Desesperación.

Todos los componentes de la expedición se sientan juntos, ofreciéndose mutuo amor y calor. Omar, derramando lágrimas incontenibles, se apoya en el hombro de Louis. -Quiero morir. Yo merezco ese lugar y no ella. No es justo. No es justo.- se lamenta, destrozado. Louis lo abraza con fuerza, también él muestra sus lágrimas, más serenas y sosegadas, pero igual de intensas en su dolor.

Como las vuestras.

-Joder, se pone a llover de nuevo. -anuncia Nadia. Apoyada en la entrada de la cueva, no es inmune a la pena, solo que más reservada, más estoica. -No los veo...No creo que nos hayan podido seguir. -se gira, mira a Violet, interesada por la respuesta de esta a Clem. 

Llueve. Llueve y arrecia el chubasco, levantándose pronto el viento. Llega la tormenta, los truenos y relámpagos, un nuevo fin del mundo.

Sin embargo pasa rápido, en un rato las nubes despejan un cielo, que luce plomizo, sucio, gris. El olor a tierra húmeda os llena la nariz y los sentidos.

Ruby y su criatura. No puede ser. Es injusto, como afirma Omar. Pero en esta vida no hay sitio para preguntarse tales cosas.

Sobrevivir o morir y transformarse en un monstruo.

O, tal vez, ya todos somos monstruos. 

No estoy de acuerdo con Omar. Ella llevaba una vida en sí, mientras a mí, la mía se me escapa sola. Las cuentas están claras, pero... No tengo nada que decirle, no es un momento en el que ninguno atendamos a razones. Lo sé, por que sé que la envidia que siento por Omar, queriendo ocupar su lugar en el abrazo de Louis, no tiene cabida.

- Tengo algo de sed. - Alzo los hombros y desvío la mirada, quitándole importancia al asunto. Mejor que Ruby. Pero me muerdo la lengua y clavo los ojos en los de Clem en su lugar, con una mirada dura, una mirada de desconsuelo y pena. Su falta nos duele a todos. - Estaré mejor después de descansar. - Exhalo, tratando de rebajar la tensión. O eso quiero creer. Lo cierto es que simplemente plantearme el mover la mochila para acomodar la cabeza parece en mi mente una tarea titánica. Cada vez que nos paramos agradezco el descanso, pero una vez nos hemos detenido, recuperar y mantener la marcha es un esfuerzo colosal. 

- Podríamos pasar aquí la noche. La cueva mantendrá el fuego y la pared lo cubrirá para que quede oculto del exterior durante la noche. Sólo habrá una dirección que vigilar. Nos dará tiempo para que la horda se aleje y volvamos a ponernos en marcha mañana. - Opino con cierta lentitud al hablar, con cierto esfuerzo.

Todo el mundo se está lamentando, a su manera, y eso me rabia. Bueno, en realidad no es rabia, pero es algo parecido. Es un dolor dentro del cuerpo, un dolor que no es físico, pero me molesta y me hace sentir triste e incómodo. Creo que una vez le pregunté a Clem y me dijo que esto se llamaba "impotencia" o algo así. Sí, así me siento. Me da rabia porque no puedo hacer nada para ayudar, aunque sé que yo no tengo la culpa de todo lo que está pasando y que no tiene sentido que me eche la culpa. Pero así es como me siento.

Hablan de pasar la noche aquí, y a mí me parece bien. No lo he notado hasta ahora, pero después de todo el camino que hemos hecho y de la batalla... estoy cansado, bastante. Pero no lo digo, lo disimulo. Y cuando Violet dice que tiene sed, busco algo de agua que darle. Algo del agua que llevamos, o como último recurso algo de agua de la lluvia recogida en algún recipiente. Necesito sentir que ayudo de alguna forma...

Al menos la lluvia nos pillaba ahora bajo techo, pero no soy capaz de verlo como algo positivo. Empieza a seguirle el viento y se nota muchísimo en la entrada de la cueva. No debe tener otra salida porque no se forma corriente, pero eso no elimina la posibilidad de que haya algún caminante al final de todo: es algo que deberíamos mirar. Si sólo ponerme en pie dejara de parecerme una misión imposible...

AJ se pone a buscar franticamente; supongo que buscando su botella. Ahí tengo mi excusa para levantarme, ofrecerle lo poco que queda en mi cantimplora a Vi y esperar agachada a su lado para dejarla después fuera, donde le alcance la lluvia. También le dejo mi mochila para que se la ponga bajo el cuerpo y no tenga que estar sentada sobre el frío suelo de piedra.

— Vamos a hacer un fuego y descansar. Alguien debería aprovechar ese mismo fuego para ver cuán profundo lleva la cueva, a todo esto —sugiero, sin mencionar mi verdadero objetivo. — Quien tenga alguna manta o alguna prenda extra que dejarle a Vi para que se tape...

- Gracias. - Tomo el agua que me ofrece Clem, pero me incomodo cuando me aborda con tanto cacharro, y no por que no quiera que me cuiden, si no por que no tenemos tanto. - Vosotros también tenéis que descansar, Clem. Yo voy a descansar mal de todas formas. - Protesto, rechazando las cosas que pueden usar ellos. - Yo ya tengo mi mochila. - Pretendo que se despreocupen. 

- Así por lo menos vosotros podréis aprovechar el día. - Les animo. Saco la botella vacía de mi mochila y la dejo a mi lado por si alguien que se vaya a mover quiera aprovechar a dejarla fuera a que se llene. Yo no siento que me pueda molestar en moverme mucho más que en para colocarme la mochila al final y ponerme cómoda. 

Se enciende un fuego, las botellas se colocan afuera, bajo la lluvia, cuando amaina el viento que arrecia. Omar le entrega otra manta a Violet. Nadia sigue las instrucciones de Clem, junto con AJ, investigando la cueva. Descubren que no es profunda, unos pocos metros más y la pequeña caverna está sellada por una pared de roca. Un refugio aparentemente seguro, por ahora.

La tristeza y el desaliento. La fiebre cada vez más alta de Vi. El frío en el exterior. Cae la noche. Al menos el fuego os calienta, os apretáis, juntos, unidos en esta adversidad. Arropados por vuestra amistad. Clem y AJ lo han pasado peor y han continuado adelante. 

El chico se recuesta sobre Clem, y pronto queda dormido. Agotado hasta las entrañas. Nadia se apoya al otro lado de Clem, su cabeza pegada a la de ella, a la vez que abraza al otro lado a Vi. Omar junto a Violet, también se duerme. Lo mismo que la febril enferma al poco. Al lado de AJ, Louis escribe algo, y al rato, también cae rendido. El viento susurra su lamento, intenta colarse en el angosto cobijo, pero el fuego no se lo permite. Ulula, quejoso, lo mismo que una lechuza lejana. Y de nuevo la lluvia hace acto de presencia, sin embargo es un chaparrón sereno, ligero, continuo.

Llueve y llueve sin parar. Nadie acaba por cerrar los ojos. Clem, finalmente, se deja vencer por el sueño.

...

Amanece. Ya no llueve. En la hoguera quedan rescoldos, brasas agotadas. Vi es la primera en abrir los ojos, parece sentirse algo mejor esa mañana. Va despertando a sus amigos.

El cielo es tan plomizo como el día anterior, el frío ha remitido un tanto. No hay monstruos a la vista. 

Lejos, no en la dirección del pueblo, al oeste, sino hacia el norte, una delgada columna de humo gris se alza vaporosa hacia el cielo, confundiéndose con los harapos y jirones de oscuras nubes.