Partida Rol por web

El tono de la conversación había cambiado, se había tornado más correcto, y ya no leía amenazas de las palabras de aquel ser.-A juzgar por como te comportas, diría que puedo estar fuera del agua más tiempo del que tu puedes permanecer a la luz.-Orin arqueo una ceja mientras miraba la misma oscuridad de la que provenía la voz y en la que no veía nada, pese a sus increíbles sentidos.

-No hay altanería en mis gestos, si no dignidad. La dignidad de un rey.- Declaro el monarca, erguido, intrigado por la capacidad de análisis de la criatura.- Sal de las sombras criatura y hablemos, prometo no atacarte, hablaremos y con suerte lo que descubramos el uno del otro nos resultara beneficioso.- La oferta del soberano era firme y sincera, pero se podía ofender rápidamente si lo que el creía que era un ofrecimiento honroso y digno era denegado de manera inadecuada.

Una vez más la criatura tardó en hablar. Y cuando lo hizo no dijo nada, dejó que sus actos hablaran por ella.

Desde las sombras a donde miraba Orin, salió rodando una pequeña bola que se quedó a unos metros del Rey de Atlantis.

Por un momento Orin creía que iba a explotar, pero lo que salió de ella fue una nube de oscuridad que envolvió la azotea. Estaba más oscuro que las profundidades del oceano.

Orin tardo un instante en comprender que sucedía, pero en cuanto fue consciente de que se trataba de un ataque su reacción no se hizo esperar ni un milésima de segundo.- Necio, te ofrezco paz y tu respondes con artimañas. Te arrepentirás.- Grito el airado Rey de la Atlantida, que se sentía insultado en más de una manera.

Sin esfuerzo libero su tridente de la azotea y lo alzó. Incluso en una situación de ira seguía siendo el mejor guerrero de su pueblo, y un vistazo le bastaba para intuir que la criatura en verdad tenía forma, o eso pensaba él, ¿si no por que acudiría a la oscuridad de forma tan desesperada.?¿Por qué simplemente no viajaba de una sombra a otra?. El lugar era proclive en zonas oscuras. Fuera sus suposiciones ciertas o no, pronto iba a comprobarlo.-Lo que suceda a partir de ahora solo será culpa tuya.- Vocifero por encima de la nube de sombras.

Orin alzó su tridente , y con todas sus fuerzas lo descargó en un golpe salvaje contra el techo de la azotea, con la intención de hacer caer a ambos junto con el suelo que les sustentaba.

Orin no se lo pensó dos veces y se dispuso a hundir el suelo de la azotea. Aun sin saber si debajo de él (y de la misteriosa voz) habría alguien viviendo. No podía fallar, aunque no pudiera ver por la oscuridad que le rodeaba, el suelo no se movía.

Ten cuidado y no rompas nada. O te las verás conmigo.

A pesar de que no veía a su contrincante notó como este se apoyaba en él y lo usaba para impulsarse al aire. Por lo que percibia había saltado por la azotea.

El suelo resistió su primer golpe, y casi lo agradeció, pues temía, ahora con la mente mas despejada tras el golpe, lastimar a inocentes. Podían no ser su gente, pero no habían hecho daño para merecer tal castigo. Pero como le enseño Vulko," de toda situación se puede aprender". Comprobó la naturaleza física de la criatura, y si la criatura podía tocarle, él también a ella. Y más aun, la criatura le había estado provocando si, pero desde la cautela, era muy recelosa de mostrar sus habilidades, algo que no hace alguien con verdadero poder en bruto. En su opinión la criatura era hábil, pero no tan poderosa como pretendía hacer creer, si no, lo hubiera demostrado, al menos en la militar mente del poderoso Rey. No, no creía realmente que fuera capaz de volar.

- ¿Que pretendes?, primero me provocas y ahora huyes. Es peligroso andarse con tales juegos, ser, y más sin excusarte.- Su tono seguía siendo airado, pero más relajado, pues pensaba que tenía menos que temer de aquella misteriosa sombra, y raudo, acudió al borde de la azotea sirviéndose de su tridente como guía para no caer de manera ridícula por el borde, esperando que allí el humo fuera menos denso, para poder ver a la criatura volando o saltando.

Orin se acercó lo suficientemente rápido al borde de la azotea (donde se empezaba a disipar la nube de oscuridad) como para llegar a ver una capa negra girando la esquina del edificio de enfrente. A media altura, como si fuera volando.

Enfadado porque no tenía manera de alcanzarlo, notó como poco a poco la nube se iba difuminando. Quedando sólo la pequeña bola de donde salió.
La azotea parecia vacia, y a excepción del agujero donde clavó el tridente y la grieta no había nada extraño.

Orin termino de ver primero como desaparecía la capa en la lejanía, y después como el humo se disipaba por completo. Para calmar su frustración pulverizo parte de la pequeña pared e la azotea, cerrando su mano sobre ella con fuerza. Algo le decía que volvería a escuchar esa voz y a ver esa capa. Se giro sin mirar atrás y cogió la esfera para examinarla un instante antes de llevarla consigo hasta encontrarle un lugar seguro.

Bajo por donde había subido, pues echando un rápido vistazo a la larga caminata que el esperaba, sabia que no tenia necesidad de la dificultad añadida de ir saltando de tejado en tejado, el, al contrario que la Sombra, no podía desplazarse con tal soltura. Una vez abajo busco por allí mismo un lugar discreto donde esconder el pequeño objeto,una pequeña parcela de jardín donde enterrarlo, bajo una caja, cualquier cosa le serviría por ahora, de momento no pensaba arriesgarse a que pudieran seguir le por medio de tal artilugio. Hecho un ultimo vistazo para cerciorarse de que nadie lo veía, y oculto la esfera, para luego proseguir con su misión.

Pragmatico como todo buen lider que se precie, Orin dejó de lado a la sombra que lo había ofendido y se centró en su misión. Echó un rápido vistazo a la bola, pero no sacó nada en claro. Se veía un orificio por donde había salido el humo o lo que fuese. Y el material parecia resistente, aunque estaba seguro de que podría romperlo si se lo proponía.

Seguramente Vulko podría averiguar algo más.

Bajó a la calle nuevemente y guardó la esfera detrás de un hueco que había en uno de los contenedores de basura. Nadie le vio hacerlo, se había cerciorado de ello.
Despues siguió su camino.

DIana mira a su alrededor maravillada. Tantas luces, tantos ruidos extraños. Decide elevarse volando y dar una vuelta para familiarizarse un poco con el ambiente.

Diana se eleva sin problemas sobre la ciudad. Es todo un tanto extraño, incluido el volar ya que es la primera vez que lo hace. Aunque es algo natural y no tiene ninguna dificultad.

En lo alto se para un momento para escuchar los extraños sonidos que le llegan. Sirenas, choques, gritos. Todo es un caos. Cómo puede alguién vivir así.

Diana estaba en el aire maravillandose de todo, cuando se fijó en algo extraño que pasaba en uno de los tejados de las enormes casas que había en este tétrico lugar.

Al parecer hubo una especie de explosión de oscuridad. Y de ella saltó un figura al vacio. Pero en lugar de caer lanzó algo a la casa de al lado y se alejó como si se columpiase en una liana.

Al poco la oscuridad se fue y dejó a una persona con un tridente en la mano gritando al aire. Parecia muy enfadada. Luego esta persona bajó hasta la calle, donde la perdiste de vista unos instantes, para verla aparecer nuevamente caminando por la calle.

Orin todavía estaba enfadado por el modo en que le había tratado la sombra. Así que de vez en cuando se giraba o miraba hacia algún callejón oscuro esperando oir su voz. Inlcuso de vez en cuando miraba al cielo.

En una de esas osaciones vio algo que le dejó perplejo. En el aire, por encima de él, había una mujer flotando. Y no cualquier mujer. Era muy hermosa, y le estaba mirando directamente.

Caminaba aferrando su tridente con fuerza, quizás así de ese modo no destrozaría a la criatura de las sombras si la volvía a ver, al fin y al cabo, salvo incordiarle , no había amenazado seriamente su vida, aunque probablemente no pudiera serlo de quererlo. Debía centrarse, aun le quedaba un largo trecho por recorrer, y andar furibundo no le iba a ser de ayuda. Tales era los pensamientos en los que el rey Orin iba inmerso, hasta toparse con la visión más extraña, aunque para nada desagradable, de su vida. Una bella mujer con la capacidad de volar, algo que sabía con seguridad, gracias a sus estudios, que no podía hacer ningún humano sin ayuda de una maquina que lo hiciera por él, y le miraba fijamente.

-¿Puedo ayudarle en algo?, señora.- Fueran las escuetas palabras del monarca que no perdía detalle de la figura voladora, y que hacia lo posible por disimular su asombro.