Partida Rol por web

Cayeron en la cama, Rina debía dejar de estar siempre tan tensa, la joven sonrió y se quedó apoyada en la cama,  con él a su lado que buscaba besarla  y  tomar sus manos, Rina se dio cuenta que tenía frío,  se río, y acercó su nariz a la de él,  rozándola,  estaba muy cansada, ahora era más consciente de eso, el dolor al interperie no había sido una buena idea, aún sentía el cuerpo entumido. Rina  volvió a darle un besito esquimal,    y poner sus manos a la altura de su pecho, la amaba, aunque fuera una estupidez, la amaba, este hombre estaba muy loco, y carecía de sentido común, pero agradecía que fuera así, era un loco lindo, y la quería.

- ey.. si, no tienes sentido de la orientación, ¿recuerdas cuando terminamos en otra ciudad porque te equivocaste de ruta? - se ríe, y busca cobijarse a su lado, - ¿comamos acá?, sé que debería despedirme de los que se vayan, pero por lo que vi, los que me importan irán, y con el resto apenas tengo contacto... comamos acá Makoto, una cena romántica de dos, ¿te parece? además, me quiero sacar la ropa, te espero en la camita, con poca ropa... ¿qué dices? -  juega con su cabello más largo, rozando con la punta de los dedos, su nuca. 

Estoy completamente concentrado, dedicado al placer de mi chica, entregado a ella en cuerpo y alma. Siento cada estremecimiento, cada jadeo, como una victoria, pues su felicidad es aquello por lo que estoy dispuesto a luchar todas mis batallas.

Su voz gime mi nombre, mi nombre completo, no esa abreviatura por la que casi todo el mundo me conoce. Levanto la mirada hacia ella, para ver cómo me mira ruborizada y excitada, extendiendo su mano hacia mí.

Y en ella, el preservativo.

La invitación es evidente, y produce en mí una excitación y nerviosismo extremos que me veo forzado a refrenar. Alargo mi mano por su cadera, hasta acariciar su vientre y la mano que me acerca, sin dejar de besar su intimidad por temor a fastidiar el momento. Mi mano acaricia la suya antes de tomar el pequeño envase de plástico y comenzar a quitarme mi ropa interior. Al hacerlo me sacude un estremecimiento en mi miembro, endurecido y excitado, hipersensible a más mínimo roce. Deseo que ella lo toque, que lo sienta, que lo bese. Pero sobre todo, deseo lo que acaba de invitarme a hacer.

Abro el envase con cuidado, extrayendo el condón y poniéndomelo tal como nos explicaron en el instituto al entregárnoslos. Y cuando ya lo tengo puesto, mis labios comienzan a desplazarse, ascendiendo hacia el vientre, hacia el pecho, hacia el cuello, hasta quedarme con mi rostro mirando al suyo, con nuestros cuerpos uno sobre el otro, mi miembro rozando ya su sexo.

Te amo...

Una confesión innecesaria y necesaria a la vez. Porque ya lo sabe, porque ya se lo he dicho antes. Pero que siento la necesidad de decirle una y mil veces.

Mis manos buscan las suyas, enredando nuestros dedos entre sí, sosteniéndonos el uno al otro, mientras comienzo a moverme poco a poco en su entrepierna, penetrando suavemente con temor a hacerla daño. Es nuestra primera vez, quiero que sea... Perfecto.

Estar a su altura.

Sentir la respiración de Rina sobre su piel era la sensación más cercana al paraíso a la que Makoto podía aspirar.

Sonrió cuando ella se acurrucó junto a él y le rozó con exquisita dulzura la nariz mientras le habalaba.

No pudo contener la risa cuando ella mencionó su pésimo sentido de la orientación.

La apretó con fuerza contra su pecho de nuevo, mientras peinaba con sus dedos el finísimo cabello de Rina. Aspiró con fuerza su aroma. Si las sonrisas tuvieran olor, sin duda se asemejaría al que ella desprendía.

- Es una idea fabulosa - dijo sonriendo y besándola en el pelo mientras se levantaba.

- No tardo!! - dijo des de la puerta lanzando un guiño cariñoso.

Llamó a la puerta con dos toques suaves.

Esperaba respuesta con la bandeja en una mano y la botella de vino escondida tras su cintura en la otra. Había colocado una servilleta blanca en el brazo con el que sujetaba la bandeja imitando a un camarero de algún local de lujo.

Las palabras eran prácticamente innecesarias entre nosotros en aquellos momentos.

Una de sus manos llegó hasta la mía, llenando mi cuerpo de caricias en el camino, sin dejar de estimularme. Acarició mi mano antes de tomar el preservativo, haciéndome sonreír de felicidad, y se separó de mí con delicadeza para desnudarse.

Aproveché aquel momento para incorporarme y deshacerme de aquel sujetador que tenía a medio quitar. Lo eché a un lado sin dejar de mirar a Ben, aunque no de forma directa, ya que me daba algo de vergüenza al ser la primera vez que tenía a un chico desnudo delante, y además temía que mi novio se sintiera incómodo. Aún así, no perdí detalle de lo que hacía, y mucho menos de la excitación en su miembro, que hacía aumentar mis deseos, al comprobar que Ben quería aquello tanto como yo.

Volví a tumbarme, y cuando terminó de ponerse el preservativo, mi chico comenzó a tenderse sobre mí, rozando mi anatomía con sus labios hasta posicionarse frente a los míos. Me estremecí con cada caricia, con cada roce de su piel, pero nada como el estremecimiento que sentí al volver a escuchar que me amaba.

Me amaba, al igual que yo a él, un sentimiento que había surgido y crecido tan rápido, que a veces temía que fuera un espejismo; pero no, nada de eso. Podía sentir su aliento al decirme lo que me quería, su cálida piel canela en contacto con la mía, su miembro erecto rozando mi intimidad…

Y entonces sus manos buscaron las mías, haciendo que nuestros dedos se entrelazaran, mientras su sexo se abría paso en el mío poco a poco. Volví a ponerme algo nerviosa, temiendo el posible dolor y consciente de la importancia del momento. Decidí centrarme en esto, mientras sentía el miembro de Ben cada vez más dentro de mí, comenzando a sentir la presión en el interior de mi sexo. Esto hizo que el gesto en mi cara cambiara, y apreté sus manos, antes de acercarme a sus labios y besarle suavemente.

-Yo también te amo… Y no quiero que te detengas…

Le dije mirándole a los ojos, dejando claro lo que quería, y llevé mi boca a un lado de su cara, comenzando a acariciar su oreja con mi lengua; tratando así de aumentar su excitación y de que no viera el posible dolor en mi cara.

La puerta se abrió,  era Rina, sin sus ropas sucias, y con una camisa de dormir que le llegaba hasta la mitad del muslo,  su cabello estaba suelto,  y lo hace pasar, cerrando la puerta. Da dos saltitos y llega a la cama, en donde se mete hasta cubrise con la manta que había sacado, y o mira sonriendo.

-¿tendremos una cena romántica, no? - le pregunta,  invitándolo  a dejar todo sobre la cama, desearía poder poner algo de música, y sentarse a conversar y divertirse, quien sabe cuando podrían volver a tener una noche tranquila - ¿estaban todos?... aun no sé cuantos irán al final o cuantos volverán a su vida...- susurra, suspirando.

Aprieta mis manos, como hago yo con las suyas, y me besa apasionadamente, mientras mi miembro se abre paso en el interior de su intimidad, poco a poco, con sumo cuidado. Me dice que me ama, también, y que no me detenga. Pero lleva su rostro al costado de mi cara, jugando con mi oreja, excitándome aún más. De mis labios se escapa un bocanada de aliento ardiente y excitado, cuando un nuevo movimiento introduce aún más mi miembro en su interior. Pero, a pesar de la petición de mi amada, sigo preocupado.

A-avísame si te duele... ¿v-vale?

No se casi nada de estas cosas. Es mi primera vez, como la de ella. Sólo he oído algunas cosas, como que la primera vez puede ser doloroso. No deseo eso, no quiero que nuestra primera vez sea así, que sea un mal recuerdo de algo mal hecho. Quiero que disfrute, que le guste, que lo recuerde con una sonrisa, esa sonrisa vergonzosa que tanto me gusta, cuando se pone colorada y aparta la mirada, y yo la veo y sólo pienso en besarla y abrazarla, en no separarme de ella.

Sin querer apretar demasiado, comienzo a mover mis caderas adelante y atrás, lentamente al principio, deslizándome en su interior, poco a poco, Dando de cuando en cuando un tierno beso en la mejilla o el cuello de Liz.

Cuando se abrió la puerta aún tardó unos segundos en entrar. Ver a Rina con su largo y hermoso cabello suelto resbalando por aquella finísima camisa de dormir, que dibujaba cada una de sus curvas, le dejó boquiabierto. Estaba espectacular.

Entró sonriendo ante la pregunta de la cena romántica, a la vez que asentía con la cabeza. Dejó la bandeja con sumo cuidado sobre la mesita de noche y descubrió entonces la botella de vino que llevaba en la otra mano con una sonrisa orgullosa.

- No fue fácil... jajajaja

Descubrió el tapón de la botella y la apoyó sobre su pierna mientras enroscaba el sacacorchos.

- La verdad es que no había nadie en el comedor cuando fui - dijo bastante sorprendido - tansólo Giulia me pareció que llegaba cuando yo iba saliendo - su mano dejó de trabajar sobre el corcho un instante al pensar en Lia.

- Ella tenía muchísimas dudas la última vez que hablamos, y es lógico... tiene una vida formada en Italia - hablaba ya con naturalidad del hecho de que la vida de Rina y la suya ya nunca volvería a ser la misma.

- Las dos hermanas vendrán, estoy seguro - dijo sonriendo - incluso Kurt tras pensarlo bastante creo que se decidió a venir también. Christopher... no dijo nada, pero por lo que he conocido de él parecía entusiasmado con lo que había aprendido, así que no me sorprendería que también nos acompañara y Elizabeth y Benjamin parecían totalmente decididos también.

El ruido del vacío de la botella liberada de la presión del tapón de corcho al salir retumbó en la pequeña habitación y arrancó en Makoto una sonrisa satisfecha. Olió el tapón ensartado en el sacacorchos.

- El señor Ligrigni tenía razón... este vino denostaba un intenso aroma aromas de hierbas de monte, especias, fruta roja madura y tostados.

Lo vertió con elegancia en una de las copas por dónde circulaba su color cereza muy intenso y se la cedió a Rina.

- Parece que finalmente todos llegamos a la conclusión - dijo con evidente satisfacción. Eso le reconfortaba, pues disipaba cualquier duda referente a cuál era la mejor decisión.

Mi excitación se reactivó con el suspiro de Ben al continuar abriéndose paso dentro de mí. Los nervios quedaban cada vez más a un lado, mientras el deseo se apoderaba de mí y la importancia de aquel momento me impregnaba por completo.

Cada vez se daba menos importancia a la virginidad, pero yo continuaba siendo una de esas chicas que tenían una visión romántica de la misma. No es que tuviera planeado esperar al matrimonio, pero si quería estar segura la primera vez que lo hiciera, estar segura de que era lo que quería y con quien yo quería; con alguien a quien de verdad amara. Jamás imaginé que cinco días serían más que suficientes para saber que quería entregarme al hombre que quiero.

Ahogué un quejido cuando mi novio terminó de penetrar en mi intimidad por primera vez, apretando aún más sus manos. A pesar de haberme pedido que le advirtiera del posible dolor no lo hice, todo lo contrario.

Me apoderé nuevamente de sus labios cuando comenzó a mover sus caderas adelante y atrás, antes de volver a mirarle, con una sonrojada cara en la que si bien podía verse alguna pequeña mueca de dolor, era la satisfacción lo que predominaba.

-Sigue… Soy tuya... Sigue… - le dije entre pequeños jadeos, tratando de disipar cualquier posible miedo.

Le pido que me avise si le duele, pero no lo hace. Al contrario, me anima a seguir, con gestos de placer y satisfacción, apretando mis manos con las suyas, besándome de nuevo. La suavidad de sus labios se mezcla con el casi doloroso placer de mi miembro completamente endurecido, abriéndose paso en su interior, sintiendo su humedad, deslizándose adelante y atrás, mientras la piel de nuestros cuerpos se acaricia. Su suave pecho contra el mío, su vientre bajo el mío, sus muslos alrededor de mis caderas...

Y así nos extendemos durante una eternidad que no deseo que termine. Una parte de mí me pide que acelere, que me mueva más deprisa y de rienda suelta a una pasión desenfrenada. Otra parte desea que todo esto dure cuanto más mejor, que prolongue esta placentera unión todo lo posible. Gana la pausa, el movimiento delicado y suave, la caricia lenta que perpetúa el acto carnal. Porque no quiero que esto termine pronto, quiero que el final tarde en llegar.

Y... Y yo... -Digo entre jadeos, cuando nuestros labios se separan unos instantes, observando su rostro sonrojado- Yo también soy tuyo...

Y vuelvo a tomar sus labios, apretando sus manos. Todo lo demás queda en un segundo, tercer, último plano. Los poderes, las naturalezas, las amenazas, todo. En estos momentos, mi vida es ella. Una chica que apenas hace cinco días que conozco, pero que me ha robado el corazón de por vida.

Tomó la bandeja, y la puso entre los dos, sentados sobre la cama, ella preparó todo para que puedan comer, y acerca las copas para que las sirva, sonríe suave, mirando a los ojos de su amado, lo queda mirando unos segundos,  y choca su copa con la de él.

- casi todos ya han decidido algo.. eso es bueno.. - suspira - te llevas bien con muchos... yo apenas soy notada, bueno, me lo he buscado, no soy muy agradable ni comunicativa tampoco - sonríe de medio lado, y come un poco - también teníamos una buena vida... Makoto, si no fuera que temo a lo que soy... hubiera vuelto y me hubiera olvidado de todo lo pasado, pero, soy más peligrosa suelta que en aquel lugar, así que tampoco me siento demasiado libre de tomar esta decisión... - lo mira a los ojos.

- pero dime... ¿por qué has decidido ir, Makoto?- lleva un bocado de comida a sus labios.

-...hm...- se detuvo frente a la puerta y miró a Kurt un instante- si Kyara tiene alguna preparada no puedo responder por tu seguridad, manzanito protector-le advirtió estirando la mano hacia el pomo de la puerta pero sin llegar a abrirlo. Acercó el oído a la puerta y, con lentitud, giró el pomo empujando la puerta pero sin cruzar el umbral, esperando que algo cayese desde arriba.

-Bueno, no ha puesto una trampa para entrar-parecía que eso de ponerse trabas era algo bastante rutinario en la vida de las hermanas y básicamente así era, a falta de  otros siempre acababan fastidiándose entre ellas. Metió la mano tanteando la pared hasta dar con el interruptor y lo accionó, iluminando el cuarto de Nyara, cuya ventana estaba entreabierta para evitar la acumulación del calor de la calefacción.

-¡Vaya! Pues parece despejado- suspiró aliviada- has tenido mucha suerte.

¿Kya? Hermana, llevas demasiado en silencio... dime que no me has liado ninguna en el cuarto, en la puerta no hay trampas y que se vean con la luz encendida... pues tampoco. Kya, como haya una broma de las tuyas te convertiré en cubito para los cubatas.
 

Acompañé a Nyara hasta su habitación y vi las medidas de seguridad que se gastaba.

-Vaya, sebe ser que intimidé a las malas vibraciones o algo. Una suerte es que estuviera aquí. Bueno, pues buenas noches, hay que consultar muchas cosas con la almohada...hasta mañana lanita.-Y me fui estirandole un mechón del pelo, pero soltándolo antes de que le pudiera hacer daño y me fui a mi habitación