Partida Rol por web

Prólogo

 Un terrible virus surge entre la población. Nadie sabe de donde viene ni por qué, pero sus consecuencias son letales. La población se muere para posteriormente despertar convertidos en una especie de muertos vivientes. A simple vista parecen haber resucitado pero no son mas que cascaros vacíos, reflejo de lo que un día fueron. Sin sentimientos ni emociones. Tan solo anhelan una cosa: Cazar a los vivos.

Un simple mordisco de estas criaturas, bautizadas como zombies, es suficiente para infectarte y convertirte en uno de ellos.

Y con gran temor y mucho desconocimiento de lo que ocurre, la gente huye hacia un lugar seguro sin saber siquiera si dicho lugar existe…

Tras meses vagando sin rumbo y esquivando a los zombies como pueden, un grupo de supervivientes consiguen resguardarse en la catedral de una ciudad.

Es sin duda un grupo variopinto: Alfredo Guerra, un médico; Consuela, una sirviente que acompaña a Karen, la niña que estaba a su cargo cuando comenzó el denominado “Virus Z”, Ernesto Iglesias, un vagabundo enfermizo; Jonn Black Death, un tipo duro del que poco se sabe y Philip, un profesor.

En la catedral los recibió Julián Brasco, un policía local que parecía ser el que controlaba el lugar. Amablemente les invitó a acomodarse, dentro de lo posible, y les comento cosas interesantes como que en la ciudad se estaba habilitando un ponto seguro. En un antiguo teatro cercano había una radio (habían intentando habilitar el teatro como punto seguro pero no funcionó). Desgraciadamente, el lugar está infestado de zombies, así que no parece muy prudente ir allí.

En la catedral también se encuentra Rolando, sentado en uno de los bancos de la iglesia y leyendo una Biblia. No parece prestar mucha atención a los recién llegados. Un extraño bulto delata que parece esconder una pistola.

En otro de los bancos está Rita, una anciana que no se mueve mucho. Al principio los supervivientes parecen pensar que está muerta pero pueden escucharla hablar, aunque solo dice dos frases, como si fuese un disco rayado: “Ha llegado la hora del juicio final” “La puerta oscura debe permanecer sellada… la puerta oscura solo nos llevará a la destrucción”

En el, aparentemente seguro, refugio también se encontraban una pareja de jóvenes, que parecían ser novios, pero que por su carácter asustadizo no resultaban de gran ayuda. En el campanario, una joven llamada Amanda, hacia las veces de francotiradora, encargada de avisar si los zombies se acercaban demasiado a la puerta. Desde allí, con una idea de Phillip, alumbraron con focos la zona, con el fin de dejar claro que allí había supervivientes.

El último habitante del lugar era un joven llamado Ricardo, obsesionado con abrir una puerta que se encontraba en los sótanos de la catedral. Al final lo logró, con ayuda de la adorable niña, Karen, que demostró gran destreza a la hora de forzar una cerradura. Desgraciadamente para Ricardo, un zombie se ocultaba tras aquella puerta y lo devoró ante la mirada perpleja de varios de los supervivientes.

Gritos, caos, descontrol… El diario del cura del lugar: Brasco no era quien creía ser. ¿Caníbales? ¿Era aquello posible? En un mundo donde los muertos se levantan, todo es posible…

Jonn consigue acabar con Brasco y se dirige a neutralizar a la francotiradora. Los demás parecen tener problemas con Rolando que de un disparo certero acaba con la vida del pobre Doctor Guerra.

Finalmente, logran neutralizarlo, pero los zombies entran por la puerta principal. La salida trasera es su única opción. Dando a Jonn por muerto provocan un fuego para retener a los zombies.

Jonn, con la francotiradora como rehén, esquiva el fuego con mucha suerte y se une a sus compañeros en la huida.

En la zona aparecen coches militares, parece que los focos sirvieron para algo. Pero aún no está todo logrado: Hay que esquivar muchos zombies para llegar hasta sus salvadores.

Karen, la pobre niña es la primera en ser devorada por los pobres zombies; Jonn arroja a su rehén a los muertos vivientes para poder librarse y Consuela, aterrorizada ante la visión de cómo esos monstruos devoran a su niñita del alma, no puede evitar caer presa de ellos.

Por otra parte, Ernesto va apartando a los zombies como puede mientras Phill le sigue de cerca. Jonn los sobrepasa con gran velocidad y entra en los coches militares. Tan solo queda un último esfuerzo. Ernesto y Phill también logran llegar, corriendo con todas sus fuerzas y la poca energía que les queda.

Se dirigen hacia el punto seguro, pero ¿realmente están ya a salvo?

Ernesto, Philip y Jonn llegan a una zona vallada, situada en las afueras de la ciudad. La primera impresión que corre por sus cabezas es la de que aquello no parece un punto demasiado seguro. Se trata de lo que antaño fuera una universidad, pero el edificio vallado en cuestión, al que acaban de llegar, es un anexo, un pequeño edificio que claramente era la cafetería de la universidad. No muy grande y protegido por una valla que no parece demasiado resistente.

Como viendo las dudas en vuestras caras, uno de los hombres que os trajo (vestido con ropas militares) os dice:

- Esto no es el punto seguro, es una zona de paso. Estamos trasladando a los supervivientes a la verdadera zona segura, fuera de la ciudad. Esperar un rato, aquí dentro. En breve sereis trasladados.

Entrais en lo que es una gran sala, claramente una antigua cafetería pero sin sillas ni mesas. Destaca la barra de bar y podéis apreciar que la sala está llena de tiendas de campaña. Mientras sentis el tráfico de gente saliendo y metiendose en coches para ir quien sabe a donde, os sentais en unas de las pocas sillas que hay en el lugar. Al lado de Ernesto, Philip y Jonn se encuentran otras tres personas mas: un cura, un tipo que a simple vista parece un "heavy" y un chico de pelo corto y varios tatuajes visibles con motivos religiosos.

Parece que toca esperar, quizás sea buen momento para conocer a la gente que os rodea o para enterarse un poco mejor de que está pasando aquí...

Ernesto cuenta todas las posibles entradas y salidas. Se coloca en una esquina de la que han utilizado para entrar. Se sienta tranquilamente, saca el pañuelo teñido de sangre. Tose y seguidamente se enciende lenta y temblorosamente un cigarro.

Jonn mira la habitación con tranquilquilidad busca un sitio desde donde pueda tener una panoramica de la mayor parte de ella, se coloca en ese lugar y empieza a revisar sus armas munición, para que esten en buen estado.

 
Philipp aún temblequeaba pensando en la que habían librado. Andaba de un lado a otro, pensativo, con la escopeta a mano. Suponiendo que por ahora estarán tranquilos ya que quienes están aquí lo están, se acerca a saludar a los tres refugiados.

Buenas noches... ¿Cómo andamos de suministros? ¿Sabéis si el punto seguro está muy lejos? Oh per-perdón... me llamo Philip.

Y ofrece la mano a cualquiera de los tres.

Hernán se levantó de golpe al ver como alguien abría la puerta. Estaba sentado en la misma mesa con los dos otros tipos con los que había llegado. Aquellos militares apenas les habían informado de nada, y no estaba acostumbrado a que lo vapulearan de ninguna manera, aunque por una vez en su vida había decidido calmarse y esperar.

Avanzó unos pasos hacía los recién llegados.

- Vaya, mas carnaza. - dijo mientras soltaba una amarga risotada. - Dios os coja confesados.

Patrick estaba sentado afinando su guitarra, aquello era lo unico que tenia para evadirse de la realidad en la que vivian. Cuando la puerta se abrio dejando paso a nuevos supervivientes, Patrick alzo la mirada echando una ojeada a la nueva compañia.

Uno de ellos se acerco presentandose y tendiendoles la mano, asi que Patrick se levanto. Mi nombre es Patrick. Dijo apretandole la mano con firmeza. Respecto a lo que preguntas, no tengo ni idea, quizas los militares te puedan informar mas de eso. Conteso a Philip

Lorenzo está situado cerca del grupo con el que llego, sentado en el suelo a la vez que juguetea con una pequeña cruz que tiene entre sus manos. Estaba bastantes ausente,  sumergido en sus pensamientos y murmurando de vez en cuando alguna que otra frase religiosa a la vez que daba delicados besos a su reliquia.

De repente una puerta se abre, sobresaltado dirige la mirada hacia allí. Observa que nuevamente aparece otro minoritario grupo de tres personas. Estos se sitúan al lado de ellos, Lorenzo los analiza con la mirada- ¿cómo pueden dejar entrar armas en este recinto?- se pregunta para sí mismo a la vez que se guarda la cruz.

Finalmente se levanta costosamente, se le habían adormecido las piernas de tanto esperar- Hola, me llamo Lorenzo…-hace una pequeña pausa, a la vez que mira de reojo hacia un militar- llevamos un buen rato aquí… pero no nos han informado de nada… ni nos han dado nada de alimento- añade a la vez que mueve la cabeza de lado a lado, indignado- aquí también hay niños…

Observando la zona con calma, podéis comprobar que aparte de la sala en la que os encontrais, llena de tiendas de campaña, hay una sala trás la barra de bar y un pasillo en dirección opuesta a la puerta de entrada, donde destacan lo que parecen ser los baños y unas escaleras que suben.

Varios coches comienzan a irse y el transito inicial de gente parece reducirse cada vez mas.

Pocos militares quedan ya en la sala y también pocos supervivientes, aparte de vosotros mismos, pero nadie dice nada...

Hacerme todos una tirada de Observación (Tirar 1d10 y sumarle "Observación" + "Percepción")

Hernán ahora se movía de un lado para otro, nervioso. Parecía el típico maleante apunto de estallar de los nervios y golpear algo.

- Esos militares de mierda.. - refunfuñaba mientras daba vueltas - Siempre hablan del "punto seguro", pero nos dejan en un sitio provisional y encima no nos informan de nada.

- Pero no saben que están tratando con Hernán. - dijo hablando solo, aunque a su manera se estaba presentando. Luego se calmó y volvió a sentarse cerca de aquel cura. No sabía porque pero en momentos como ese en que el mundo parecía sumirse en un apocalipsis, se sentía mas tranquilo al lado de ese hombre de Dios.

Philip asintió a Patrick e incluso le dio una palmada en el hombro agradecido, asintió al sacerdote y entonces habló el chaval. 

Chico... Dijo, hablándole tranquilo y cansado Estos "militares de mierda" acaban de salvarme de esos zombis, y varios de los de nuestro grupo ya habían muerto. Estaríamos muertos de no ser por ellos, y tú seguramente también. Un poco de respeto, ya sabrán lo que hacen. 

Cogió aire, sentándose y asegurándose de que la escopeta tenía el seguro puesto.

Ahora descansemos un poco mientras podamos y mantengamos la calma. Mientras estén aquí, es porque alguien volverá a por nosotros, los militares no dejan a los suyos atrás...

-Que dios los acoja en su seno….- dice agachando la mirada a la vez que se santigua- y que sea piadoso con sus almas…- añade finalmente.

 
Philip asintió agradecido por las palabras del sacerdote, aunque a él desde luego no le llenaban... miró a otro lado y suspiró

Me parece que últimamente tienen que tener una cola en las puertas del Cielo que ríete del INEM....

Chasqueó la lengua pensando en lo cerquísima que habían estado, especialmente la mujer y la niña. Y la pésima suerte en general de haberse cruzado con aquellos lunáticos.

En eso tiene razon esos militares te salvaron, sino quien sabe donde estarias. Me dirijo a las escaleras para inspeccionar el piso de arriba, mirar si tiene ventanas y que se ve desde ellas.

Ernesto mira el cigarro. Vagamente escucha la conversación de sus compañeros. Bajo la barba teñida con suciedad y sangre, se forma una sonrisa quebrada de dientes frágiles.

- Nunca dejan a los suyos - musita. En su vida nunca ha conocido tal realidad. Su realidad es el abandono de todos, desde que empezaron aquellos ataques desde el cielo, desde el momento en que supo que había sido elegido. Él había aprendido a jugar el mismo juego, un abandono por cada abandono que recibía. En su experiencia, morían siempre los confiados y los débiles... y en ocasiones se llevaban a otro por delante. A él no le ocurriría, a él no.

No veis nada que os llame especialmente la atención.

Tras observar detenidamente a los militares, sus ropas (que no son trajes completos sino partes de uno y de otro, no apreciable a simple vista)... os da la sensación de que estos tipos no son militares de verdad. Son personas vestidas con ropas militares de cualquier manera pero con la intención de dar el pego.

Mientras Jonn se aleja en dirección a las escaleras, podéis contemplar que ahora mismo en la sala tan solo veis a tres militares, bien armados; una señora de unos cuarenta años, sentada en una silla alejada de todos; una atractiva joven con la que conversa uno de los tres militares y un quinceañero que parece algo nervioso.