Partida Rol por web

Pete enseguida vio el minibar. Tenía un sexto sentido para esas cosas, que le hacía detectar cualquier atisbo de drogas, alcohol o sustancia susceptible de provocarle un colocón. Pero el maldito mueble estaba cerrado, y el militar se largaba con la chica.

Vamos Pete, no puedes dejar que ocurra. pensó Esa piba está coladita por tus huesos, y aunque no sea nada atractiva, no puedes dejarla con esa bestia peluda para que haga lo que quiera con ella. Coño, si es que estoy hecho un sentimental... se dijo renunciando a abrir aquella mina de oro del alcohol, sabedor de que, lamentablemente, nadie la apreciaría tanto como él.

De modo que el cantante siguió a los dos fugitivos hacia el garage, por el bien de la muchacha, a la que sonrió cuando pasó por su lado, esa enigmática sonrisa suya que lo hacía tan irresistible a todo el mundo.

Tranquila, yo os acompaño. dijo subiendo al coche.

El sargento se subió delante de su coche, en el asiento de conductor y metió la llave en el contacto. Su coche, un descapotable rojo, era la envidia de los vecinos, por lo menos mientras estaban vivos. Dejó el petate militar en el asiento de atrás, y cogió el mando de la puerta del garaje.

Le dio al contacto y el motor de su amante comenzó a ronronear como una gata en celo.

Colocó un casette en el equipo de su coche, al mismo tiempo que la puerta del garaje se abría lentamente.

Le dió al play con una tecla en el momento que sus compañeros estaban subidos en el coche y la puerta se abrió al completo.

- Hora del Rock And Roll, amigos. - Dijo mientras le daba gas al coche. - ¡Booooooooooooooorn to be wiiiiiiiiiiiiiiiild! -

Agh... exclamó Pete al subir al coche y escuchar la música que el sargento había elegido.

Por Dios, la tapicería es horrenda, pero puede pasar. se quejó Pero esa música... he escuchado gatos con mejor entonación, y desde luego más sentido del ritmo. No entiendo cómo puede gustarte eso, de verdad, ¿no prefieres que te cante algo yo?

EL Sargento parece tener gran pericia al volante, Carol demuestra tener gran sentido de la orientación y Pete... es Pete.

Así que antes de lo que creíais, abandonáis la gran ciudad, infestada de zombies y llegáis al pueblo en el que todo el mundo parecía tener puestas tantas esperanzas.

VillaOso es una pequeña localidad situada entre las montañas y, a simple vista, bastante bien protegida. Se os ha hecho tarde y la noche lo envuelve todo. Pero la oscuridad no es vuestro mayor problema.

En la entrada del pueblo os encontrasteis los cuerpos sin vida de dos militares. No ha sido un zombie, les han disparado...

Se respira una escalofriante quietud en el ambiente. No parece haber nadie en el pueblo, pero estáis convencidos de que no es así...

El sargento detuvo el coche, la mirada preocupada en los cuerpos de los dos militares, sin duda asesinados.

Pete descendió del coche algo cansado. Hacía mucho tiempo que no se metía nada, demasiadas horas, y el mono comoenzaba a asomarse por el rabillo del ojo. pero estaba claro que no era el momento para colocarse. No cuando podía agenciarse una ¡auténtica pipa del ejército!

El cantante se acercó hasta los cuerpos sin vida de los militares y comenzó a registrarles, a ver qué tenían que pudiera ser de provecho. Al fin y al cabo, Carol lo había elegido como su apuesto guardaespaldas y tenía que cuidar a su fan.

¡Eh, sarge! comentó como de casualidad ¿No te parece raro que estos dos tipos estén así, tirados en medio de la carretera?

El Sargento se acercó a los cuerpos y negó con la cabeza. Apartó a un lado a Pete, que parecía que estaba saqueando a dos militares muertos y rebuscó en sus cuellos las chapas de identificación. Cuando las encontró, se las guardó en el bolsillo y miró por encima sus ropajes.

No iba a quitarles nada, pero tampoco iba a impedir que Pete lo hiciera.

Había que sobrevivir, y había que hacerlo como sea.

Se arrodillo delante de uno de los cuerpos y le metió el dedo en la herida, para después, olerlo y mostrando una mueca de asco.

- No sé que demonios ha pasado aquí. - Dijo el Sargento. - Pero al aire libre no estamos seguros. Busquemos un sitio dónde refugiarnos. -

Esto... esto es espeluznante... - dice casi a punto de vomitar. Tras unos segundos en silencio, la muchacha logra relajarse - ¿No se supone que en VillaOso estaríamos a salvo? ¿Que significa esto? De... deberíamos entrar a ver que ha pasado aquí... ¿O tenéis alguna idea mejor?

Pete se guardó las pistolas, le encantaban el sonido fresco que hacían con sus detonaciones, sin duda podría incluirlo en su próximo disco como efectos especiales.

¡hasta podría hacer un video clip, yo disparando a unas latas! exclamó para sorpresa de sus compañeros, que no entendían nada de lo que decía el desgarbado joven. Comprobando seguro y cargadores, como hacían los héroes de sus películas favoritas, como Bruce en la Jungla de Cristal, se metió las pistolas entre el cinturó de Gucci y el pantalón de Ralph Lauren, que dicho sea de paso tenía sospechosas marcas blancas en varios lugares.

¡Claro, entremos! respondió a Claire ¡Seguro que mis fans me esperan ansiosas!

El Sargento medio sonrió de lado, mientras se metía un puro en la boca y se lo encendía con una cerilla que previamente había rascado en su bota. La cosa no estaba saliendo del todo bien, pero por lo menos, los compañeros seguían vivos y los zombies no se acercaban por aquí... aunque todo puede cambiar de un momento a otro.

Cogió su petate y de allí sacó un rifle de presición con lanzagranadas incorporado y comprobó si tenía munición. El silenciador casi sobresalía veinte centímetros por delante de la boca del cañón y eso hacía que el arma, de punta a punta, mida más de un metro.

Y era pesada.

Pero nuestro amigo el militar sabía como manejarla y estaba acostumbrado a llevar peso encima.

- Vamos. Pero con cuidado. - Miró a Pete mordiendo un poco el puro. - Tú, no cantes. -

- Tu callado... aunque da igual... mira, pon la canción que quieras en la radio, creo que tengo un casette de Nirvana en la guantera. - Dijo el Sargento mientras se subía al coche. 

Miró a la chica y sonrió.

- Y usted, señorita, vaya detrás, con el arma preparada, yo tendré mi pistola a mano por si la cosa se tuerce... mucho... -

El Sargento arrancó el coche con un estruendo, y se preparó para entrar a la ciudad.

- Si la cosa se pone chunga, darles caña a esos bichos. Yo haré lo que pueda con mi querida Betsy. - Dijo y le dió un par de palmadas al salpicadero del coche.

Pete sonrió, poniendo su brazo alrededor de  los hombros de la joven. Eso, tú tranquila, palomita, que ahora estoy yo contigo, no te pasará nada mientras dijo, apartando el brazo antes de que ella tuviera tiempo de replicarle, sacando las dos pistolas y haciéndolas girar al estilo del oeste estas dos preciosidades tengan algo que decir.

Dale caña a Nirvana, ¡ese Kurt Kobain sí que sabía vivir a tope!

El Sargento sonrió.

Metió un casette en la radio y le dio al play.

- ¡Vamos! -