Partida Rol por web

El chorro de sangre brotado del cuello del gangster salpicó la camisa de Phil, y su mirada vidriosa miró sin ver a su asesino, que apuntaba su humeante arma contra él. Quizá su movilidad se había visto resentida, pero su puntería seguía siendo letal.

Miraron a su alrededor esperando ver llegar refuerzos, pero los embates del embravecido mar y la tormenta habían ocultado su presencia.

Ante ellos se abría vía libre hasta la mansión que destellaba de colores iridiscentes, casi irreales.

-Rápido, rápido!!!- Gritó John -Entremos cuanto antes, no tenemos tiempo que perder- Instó a sus compañeros.

Con el caer de aquel nuevo cadáver el tiempo de repente empezó a correr a toda prisa como si los granos de los relojes de arena del tiempo se agolparan por el orificio luchando por salir a más velocidad de lo habitual. El tiempo corría y Graves se sentía viejo, lento, torpe y cojo.

Con cierto tiento tomó las muletas que había dejado caer para a continuación colocárselas en sus costados antes de iniciar un vertiginoso ritmo entre balanceos y pasos con la intención de dirigirse al interior de aquella extraña mansión. Su mirada no dejaba de fijarse en lo alto con el rostro contraído de la preocupación temiendo una nueva amenaza...

Con tan sólo dos balas en la pistola y dos cadáveres a nuestros pies era el momento idóneo para armarme de nuevo; pues el peligro y la amenaza habían sido nuestros anfitriones nada más llegar. -"Registraré a los mafiosos; ¿quizás encuentre algo que nos sea útil?" susurré por ai acaso no habíamos hecho sificiente ruido.

El gangster que acababa de caer aún empuñaba su revolver del .38, al parecer el arma oficial de los chicos de Bannon.

El profesor Diehl abrió los dedos que se aferraban sin vida al arma y se la guardó en un bolsillo libre*.

Phil, cansado de resolverlo todo a golpes, hizo lo propio con el otro cadáver.

El grupo avanzó sin complicación hasta el porche victoriano de la mansión. Antes de subir las escaleras que daban acceso a la construcción, los investigadores pudieron escuchar las voces de dos hombres que salían del interior de la vivienda.

Con cuidado de asomaron a una de las ventanas de la fachada y pudieron ver una escena sacada de una novela de terror. Dos individuos uno encapuchado con una túnica y otro elegantemente trajeado, sin duda Watkins y Bannon, se encontraban en el hall, el espacio más amplio de la casa. Ambos estaban terminando de trazar en el suelo un extraño símbolo.

-Ya está todo preparado para la invocación- dijo el encapuchado retirando el embozo que le cubría. Era mucho más viejo que el otro pese a que deberían tener la misma edad, sin duda ese era Watkins.

-Colocate junto a mí y comencemos el hechizo de Promesa Innombrable- le dijo al joven mientras él mismo se colocaba en el centro del símbolo.

Ninguno de los cuatro tenía ni la más remota idea de que es lo que hacía el hechizo, pero dentro de ellos sentían que no les traería nada bueno.

Robert Graves optó por apostarse a un lado de la ventana, aquello cumplía un doble fin, por un lado quería evitar tener que agacharse y también para estar listo en caso de tener que incorporarse. Él fue el primero que no quiso hacerse ninguna pregunta. En aquel siniestro lugar no había lugar para la justicia ni para las leyes... Únicamente para la ejecución.

Se asomó y disparó apuntando al acólito, a la cabeza de la serpiente. Bannon parecía un títere a su lado.

BANG

El disparo retumbó en el hall de la mansión mientras el cuerpo de Watkins se desplomaba de espaldas ante la atónita mirada de Red.

Una leve sonrisa afloró en los labios de Graves al ver caer el cuerpo, pero tras unos segundos la sonrisa se le congeló en los labios al percatarse del leve movimiento del pecho del hechicero. Al fijarse bien observó sus negros ojos clavados en los suyos mientras sus labios se movían articulando palabras desconocidas para él.

Al mismo tiempo, quizá alertados por el disparo, quizás atendiendo una orden de un ser superior, las dos criaturas aladas que sobrevolaban la casa aterrizaron frente a ellos.

El primero de ellos arremetió contra John, el detective privado parecía tener un imán para los ataques enemigos.

John permanecía atento a los disparos de Robert y no reparó en el ataque de las criaturas aladas. Cuando se quiso dar cuenta tenía a uno de esos bichos encima de él

Cuando quiso reaccionar una terrible garra pasó rozando su cara sin mayores consecuencias, no así la otra que se hincó profundamente en el bíceps izquierdo de John, arrancando ropa y carne por igual y dejando el miembro inerte colgando a un costado chorreando sangre.

Dejando atrás los cuerpos inertes de los mafiosos y armado con dos revolvers nos encaminamos hacia la Mansión. La terrible y siniestra escena que allí nos esperaba sólo hacía recordarnos a qué habíamos venido: cerrar el Portal. Y si para eso tenía que vaciar los dos cargadores contra todo ser malvado que ante nosotros apareciera, ya fuera humano o no, lo haría.
Situándome al lado del Detective apunté con el revólver que sólo tenía dos balas al encapuchado.

¿Quién iba a imaginar que un profesor de universidad sería capaz de asesinar a sangre fría a un hombre moribundo tendido en el suelo? Pero así fue. El proyectil abandonó el arma de Charles y se alojó en el cráneo de Watkins, el cual murió en el acto. Probablemente algo había cambiado en el corazón y la mente de aquellos hombres para siempre.

Movido por una furia tan sobrenatural como su propia existencia, la criatura que había permanecido inmóvil se lanzó contra el asesino de su amo, frustrando su segundo disparo que hendió el aire y empotrándolo contra la pared y clavando sus garras en los costados del profesor. Acercó su dentado pico a escasos centímetros del rostro de Diehl, que sintió su fétido aliento en la cara.

Después saltó hacia atrás, dejando un reguero humeante de sangre.

Sin tener en cuenta el ataque sufrido por sus compañeros, Phil apuntó su arma contra Reidar. Algo dentro de él le decía que era un objetivo más importante que aquellas criaturas del infierno.

Los dos disparos que realizó impactaron en el cuerpo del mafioso, uno en el cuello y otro en el pecho, acabando con su vida en el acto. La sangre se extendía por el suelo rodeando al cadáver... Otra vez.

Una de aquellas bestias del averno se lanzó contra Phil atraída por el ruido de los disparos, aunque lo único que consiguió fue arrancar astillas de la pared junto a la cabeza del periodista.

Aletargado y entumecido por el dolor cerré los ojos y apreté los dientes. Recordaba una y otra vez, el peso que sobre nuestros hombros reposaba: la humanidad dependía de nosotros. No podíamos fallar.
Volví a abrir los ojos, busqué un lugar donde tuviera algo de cobertura al mismo tiempo que sacaba el segundo revólver que tenía en mi poder. Esperaba poder vaciar el cargador contra el mal que se cernía a nuestro alrededor.
Una vez preparado y teniendo a tiro a la criatura realicé los disparos.