Partida Rol por web

De camino a su habitación, Cenicienta se encontró por el pasillo con un nutrido grupo de personas. ¡Qué descortesía! En vez de sumarse a la fiesta en la sala y desearle parabienes a la novia, ahí están, formando corrillos en las esquinas. De todos ellos, Cenicienta creía recordar que el único que la felicitó por su enlace fue el capitán pirata. Y una cosa es tener que soportar en la boda a familiares lejanos como al tal Midas, que parecía el perrito faldero de Blancanieves, y otra soportar a gorrones como esa chica rubia que había aparecido sin saber muy por qué con un espadón a sus espaldas, o aquel niño de madera que, no contento con devorar canapés uno tras otro, se había atrevido a pedirle un baile.

Dejándolos atrás a los cinco, y esbozando apenas un saludo al capitán Garfio, Cenicienta se recluyó en sus aposentos seguida de sus inseparables ratoncillos.

- No te preocupes, Ceni -la tranquilizó el ratoncillo Gus-. Los amigos del príncipe son un muermo, pero aquí nos tienes a nosotros. Podemos jugar a "quién es la princesa" o a "que viene el gato". Como en los viejos tiempos.

Cenicienta cerró la puerta de un sólo golpe. Las paredes quedaron temblando mientras la princesa se sacaba los zapatos de cristal, dejándolos sin ningún cuidado en una esquina de la habitación. Abrió los corchetes de su vestido y este empezó a deslizarse por su cuerpo hasta caer al suelo, dejando ver la hermosa figura de la mujer, ataviada con un modelito de ropa interior negro, bastante sexy. Con su corset, su ligero, su tanga, su medias y tuvo que abrir un armarito para ponerse unos zapatos de tacón alto, por supuesto, también en negro.
-¡Estoy reventada!-Exclamó mientras se dirigía taconeando hacia un objeto alto tapado con una sabana. Los ratoncillos se dirigieron a la cama, donde empezaron a saltar sobre el edredón mientras reían. Allí, cogió la sábana y la deslizó en un violento movimiento hasta el suelo. El espejo cubierto cobró vida y se quedó mirando a Cenienta.-Dime, espejito, espejito mágico, ¿quién es la mujer más hermosa?
-Puesto que habéis matado a la hermosa, mi señora, ahora sólo vos, sois la más bella del reino.
Cenicienta sonrió dichosa. Le gustaba lo que oía, y sólo tuvo que labrar una amistad de años y asesinar a esa amiga que tanta odiaba.
-Dime, espejito, espejito mágico. ¿Quién sospecha de que yo haya matado a Bella?

Lo cierto es que Blancanieves o la propia Caperucita son aún mucho más atractivas que esta creída de Cenicienta. ¿Pero para qué desengañarla? Si la enojo es capaz de hacerme trizas.

- Ahora sólo vos sois la más bella del reino.

-¿ Y quién sospecha de que yo haya matado a Bella?

- Bueno, la propia Bella sospecha que habéis sido vos la que la habéis matado... la que ha acabado con su viejo cuerpo, quiero decir.

Cenicienta fue abriendo los ojos gradualmente un poquito más mientras se daba cuenta de su respuesta.
-¡Mierda!-Exclamó finalmente. Se dio la vuelta, cogió una silla y la colocó contra la puerta, debajo del pomo para atrancarla.-¡Joder, joder, joder!-Exclamaba nerviosa mientras iba de un lado a otro nerviosa.- Bueno, tú tranqui-se decía-.Sólo tienes que resistir hasta la medianoche, después no será ningún problema.

Se volvió para mirar al espejo, atravesó la habitación a zancadas con sus super taconazos y se quedó frente al espejo mirándole fijamente, pegando su cara contra el cristal.
-Dime, espejito, espejito mágico-pronunciaba sensualmente.-¿Qué hago para volver a deshacerme de Bella de una vez por todas?

El espejo tardó un buen rato en responder, como embobado ante la imagen del cuerpo de Cenicienta con aquella provocadora lencería.

- ¿Deshaceros de Bella? No va a ser fácil. Ella es ahora mismo más fuerte que vos. Sí, su nuevo cuerpo es mucho más poderoso. Y mientras vos os encontráis aquí coqueteando conmigo, ella ya ha empezado a mover a sus peones. Pero todo eso cambiará a medianoche si el poder del inframundo os elige a vos como Reina Negra. Con tal poder, ni Bella ni ninguno de sus secuaces sería rival para mi señora.

Después de unos segundos de tenso silencio, el espejo mágico le hizo una petición a Cenicienta:

- Y ahora, mi ama ¿tendríais la bondad de complacer a este humilde servidor dándoos la vuelta para que pueda veros de espaldas?

Cenicienta se apartó un paso del espejo para meditar sobre sus palabras. También tiene peones, y un nuevo cuerpo más poderoso. Y ¿qué tengo yo? Un príncipe embelesado que puede saltar de un momento a otro y una caza lobos que trata de ligar con mi prometido. ¡No puedo confiar en nadie!

Alzó la cabeza cuando el espejo habló por segunda vez y rápidamente se dio la vuelta.
-¿Por qué? ¿Qué tengo? -preguntó preocupada.-¿Se me ha roto el encaje? ¿Tengo una mancha? O quizás, ¿una ARRUGA?-preguntó escandalizada. ¿Cómo voy a ser la Reina Negra con una arruga en mi ropa interior? Quiso mirar su reflejo en el espejo pero sólo veía la cara del espejo mirándole atontado.-¡No me hagas perder el tiempo!-Exclamó enojada.

Cenicienta atravesó la habitación. Cambió de zapatos y se puso el vestido de novia. Comprobó que no se le vieran las medias negras en los zapatos de cristal pues quedaban ocultos bajo el vestido y se acercó de nuevo al espejo.
-Espejito, espejito mágico, ¿cuál debería ser mi siguiente movimiento para que las Puertas de Infierno se abran a mi favor?-Preguntó melosa.

El espejo mágico miraba extasiado para las nalgas de Cenicienta hasta que esta se empezó a poner su vestido de novia. 

-Mmm... Yo si fuera vos trataría de averiguar qué cuerpo ha tomado el espíritu de Bella. No creo que fuera difícil comprar a alguna de sus marionetas para que canten. Pero para ello no debéis permanecer sola. Rodearos de siervos de confianza que os defiendan por si las cosas se tuercen y, llegado el momento, ordenadles que acaben con ella.

Y si me permitís la licencia, os sienta mucho mejor el negro, alteza.

Cenicienta miró de soslayo al espejo que para ser un mero objeto, le hacía sentirse bastante incómoda. Se acercó hasta el arcón del príncipe y empezó a rebuscar en su interior. En una habitación de mujer encontraría vestidos pero este arcón estaba lleno de armas. Y cuando encontró un puñal, lo guardó en la manga de su vestido. Se acercó al espejo, cogió la sábana que había tirada en el suelo y antes de volver a colocársela, le guiñó un ojo divertida.
-Eres de gran utilidad -Le piropeó y volvió ocultarlo de curiosos.

Salió de la habitación con paso decidido. Con porte majestuoso y altivo. No voy a permitir que nadie me robe Mi Trono. He luchado mucho para conseguirlo.

Los aposentos estaban tal y como los había dejado. El espejo tapado con una gran sábana, el salto de cama muy bien estirado sobre la cama, los frascos de perfumes sobre el escritorio, los peines y maquillaje a su lado, un par de zapatos negros tirados al lado de la puerta. Los aposentos del Príncipe ya no parecían los de un hombre varonil ya que habían sido invadidos por una coqueta mujer.

Cenicienta tomó de las manos al príncipe para atraerlo hacia ella.
-¿Qué está pasando?-Preguntó sin más rodeos.-Quiero saber que estaba pasando en la salita del té. Por favor. Necesito saber todo lo que sepáis pues no paro de darle vueltas a varias ideas en mi cabeza, la siguiente más descabellada que la anterior. Y necesito saber la verdad. -Le miraba intensamente a los ojos.-No me asustaré, no anularé la boda, no dejaré de amaros,... Sólo pido la verdad.

El Príncipe se perdía con todas esas paranoias femeninas. Ya quisiera saber qué pasaba, pero su señora pedía la información que él podía darle.

-Está pasando que nadie en este maldito lugar es quien dice ser.-dijo con sencillez deshaciéndose de las manos de Cenicienta y cerrando la  puerta antes de dar un golpe en la madera con la mano abierta lleno de frustración-¿Qué tengo que hacer para que esta situación vuelva a su cauce?-dijo con voz grave de barítono pero mirada dura- Bella muere antes de la boda, según el niño Pan Garfio debería estar muerto ¿quién es entonces ese capitán que ha derribado la puerta de mi hermosa sala del té? Bestia parece indiferente a todo esto y rehúye a cualquier jodido intento que hago de que prevalezca la presunción de inocencia. Tu prima, esa rubia descarada no parece más que odiarme y crear el caos  allá donde intento poner un poco de razón. Por mucho que intento hablar con ella y que me diga de una maldita vez qué le ocurre conmigo lo único que me encuentro son...-levantó la cabeza y miró a Cenicienta, aguantando en todo momento la mirada celeste de la hermosa novia, torturado por sus propios demonios sin entender el desasosiego de Cenicienta.- obstáculos-dijo tragando saliva- decid, mi señora. ¿Qué os atormenta con respecto a mí?-tensó la mandíbula- vuestra amiga está muerta y por lo que sabemos bien podría haber acabado cualquiera con ella...pero no es eso lo que os devora por dentro-por muy raro que me resulte pensarlo dada la estrecha relación que teníais.

Cenicienta se acercó con cautela a la cama y allí se sentó con la mirada perdida en el horizonte. ¿Garfio muerto? ¿Caperu agresiva? ¿Bestia pasivo? ¿Qué c*** está pasando?Alzó la mirada para mirarle fijamente a los ojos.
-¿Sabes que hay un conejo blanco merodeando entre los invitados? Y ¿sabes que ese conejo sólo lo ven algunos?-Le preguntó misteriosa.-Uno de ellos es tu tío, el Rey Midas. Ha estado hablando con él, le ha dicho que.... que... que...-No podía ni pronunciarlo-te... mate.-Consiguió acabar la frase a regañadientes.-Pero ha dicho que no, que aunque estáis "molestos" por el accidente que tuvo con su hija, no te haría daño pues sólo desea tu felicidad.-Le explicó todo lo que sabía de ese caso.-Y sospecho que más gente ve ese conejo, gente a la que yo no he invitado esta boda, como los mellizos y la niña rubia que gritó al principio.-(Hansel y Gretel, y Alicia).-Y también Garfio lo ve, eso me lo ha dicho Blanca.-Se levantó rauda y se apoyó contra su pecho para que la abrazase.-No me importan los demás, no me importan sus intereses o si están vivos o muertos, sólo deseo que llegue la hora de la nuestras nupcias.

Príncipe abrazó a Cenicienta apretándola contra él.

-es tan clara la verdad en tu mirar no llores mas,es por ti que siento que moriría la ilusión para siempre si no te conociera...-cantó al oído de Cenicienta con verdadero dolor hundiendo el rostro en el terso cuello de cisne de su prometida. No sabía qué ocurría, las lagunas en su memoria, la inquietante cuenta atrás del reloj, la actitud de los invitados... invitados que no todos podían ver. Estaba siendo un infierno.

Cenicienta se apretaba contra su pecho desconsolada. Alargó su mano que metió en la manga del brazo contrario y suavement, deslizó un puñal de este. Se apartó apenas un palmó de su querido para mirarle a la cara y sonreír dulcemente ante su bonita canción.
-Eres tan hermoso...-Musitó acariciando su mejilla. Cogió el puñal y se cortó a si misma la palma de la mano. Al momento, aplastó el corte en la cara de su prometido. Cuando lo sintió convulsionar bajo su mano, se apartó rápidamente para darle espacio.

Le dio la espalda mientras comenzaba a desabrochar los corchetes del vestido.
-¡No tienes ni idea de la verdad en vuestras palabras!-Decía mientras el vestido de novia se deslizaba por su cuerpo, dejando al descubierto su lencería: corsé, medias, ligero y tanga completamente negro y de látex. Dejó los malditos zapatos de cristal a un lado y se puso los zapatos negros que había en la entrada.-Nadie es quien dice ser.-Confirmó mientras se recogía sus cabellos en cola de caballo.

Ya nada quedaba de la dulce jovencita de antes. Cogió un bote de perfume que vació en el suelo y apretó la mano para que cayera la sangre más rápidamente hasta llenar el frasquito, una vez lleno, le puso el corcho y lo metió entre sus pechos. De un arcón cercano sacó un látigo y se quedó mirándole furiosa.
-¿Cómo se te ocurre meterte en la misma habitación que una caza lobos?-Preguntó casi histérica.-He tratado de mantenerte alejado de Caperucita pero tú mismo te has metido en la boca del lobo. ¡Oh, perdona! ¡Tú eres el lobo!-Gruñó molesta.-¡Perro estúpido, me obligas a ser mala!-Exclamó furiosa mientras hacía chasquear el látigo en el aire, muy cerca del monstruo en que se había convertido su príncipe.

Las pupilas del Príncipe se dilataron  al sentir la calidez de la sangre de Cenicienta al igual que las ventanas de la nariz que aspiraron el olor de la sangre caliente corriendo.

Un chispazo parecido a una descarga eléctrica y todo se volvió negro.

El Lobo había salido de su rincón y Su Alteza Real y el Cazador habían buscado refugio en algún lugar lejano de su consciencia.

El Lobo se irguió  amenazante con un hilo de saliva ardiente goteando del hocico oscuro, arrugado en una mueca que mostraba los largos caninos  a Cenicienta, que se cambiaba como Ama del Dolor. Lobo se inclinó hacia delante, apoyándose en las antropomorfas patas delanteras con un gruñido sordo ante el látigo del Ama del Dolor pero sin abandonar la puerta. Tensó los hombros y se agazapó clavando la mirada furiosa en Cenicientrix.

Cenicienta miraba al perro altiva y orgullosa. Nadie diría que no tenía porte de reina, más que nada porque era lo que codiciaba. Reina Negra.

-Debo felicitarte por tu último trabajo aunque ¿sabes qué? -Se inclinó para mirarle a los ojos-.¡NO HA FUNCIONADO!-Le gritó furiosa.-Bella sigue en palacio, maquinando para hacerse con el trono de Fantasía. Y el trono ¡ES MÍO!-Volvió a gritar mientras se enderezaba.-Ese puto conejo...-Musitó mientras le daba la espalda enseñando sus perfecta nalgas desnudas.- Esa zorra de Bella...-Seguía murmurando.-¡Bien!-Exclamó dándose la vuelta.-Recapitulemos: Peter dice que Garfio debería estar muerto, y era el lacayo de Bella, ambos lo hemos visto caminar entre nosotros.-Decía mientras daba vueltas en las estancias de un lado para otro, con el látigo colgando de su mano.-Bestia está impasible, no siente la muerte de su novia.-Sonreía, a Cenicienta le cuadrando las ideas en su cabeza.-Blanca ha venido porque yo se lo he dicho, Midas es su perro faldero.-Le miró.-Como tú eres el mío, ¿verdad, perrito bonito?-Le preguntaba jactándose de él.-Pinocho ha venido en busca del asesino de su padre, no es otra más que Blancanieves. Caperucita ha venido porque se lo pedí. Por eso de... -hizo espavientos-...ser familia. El Gato os es fiel pero Grillo lo dudo mucho, ambiciona vuestro trono. Y ahora nos quedan los invitados a los que no invité: Los mellizos, la molesta mocosa y el perro de Alicia y claro, Alicia. -Cenicienta fulminó con la mirada al lobo.-Me da a mí...-dijo dándose toquecitos en el lateral de la nariz-...que han venido a buscar lo que es mío. Más de uno quiere el Trono de Fantasía. Pero y ¿tú? ¿Qué quieres?-Le preguntó burlona.-Si, lo se. Terminar con la maldición. Pues haz algo por mí y te concederé tu deseo: casarte conmigo.-Cenicienta se quedó un instante en silencio, la tensión podía sentirse en el ambiente. Se inclinó sobre él y sus caras quedaron a un palmo de distancia.-¡MATA A ALICIA!

Al Lobo no le importa lo que dice Cenicientrix subida a esos tacones como si desde ellos pudiera gobernar al mundo. Al Lobo lo que le interesa es ese culo que se bambolea delante de sus hocicos. Si le mordiera en la nuca  ella se quedaría  inmóvil y la montaría hasta prender fuego al puto castillo por la fricción.

Blablablablablabla

Un nuevo gruñido ronco en respuesta.

Blablablablablabla

Joder como le gusta rajar....¿por qué narices nadie se asegura de que tenga boca ocupada? Que plasta de tía, la virgen...

¿Quería acabar con la maldición? Movió una oreja pensativo, obviamente a Príncipe le horrorizaba la idea, Su Alteza Real le temía, el Cazador, como buena representación de la líbido haría lo que quisiera en el momento adecuado... y El Lobo era Feliz aullando a la luna. Esbozó una sonrisa lupina, El Lobo recordaba todo lo que el Príncipe en realidad no quería saber.

¡MATA A ALICIA!

Matar a Alicia... sí señor, podría hacerlo, seguro... pero para eso tenía que llegar hasta ella a solas y esa forma no le ayudaría.

Se sentó en el suelo y dio un mordisco desafiante hacia Cenicientrix en el aire, esperando a que la sangre dejara de inundarle los hocicos y calmar su instinto.

Y hechizo hizo que la trasformación se obrara. Con tu nueva forma eras capaz de escuchar más lejos, de oler todos los matices de la habitación y del resto de palacio. Tu vista se volvió más penetrante, tus garras se uñas se convirtieron en poderosas garras y tus colmillos crecieron hasta unas dimensiones espeluznantes. Ahora eras la bestia. Pero el hechizo de tu ama te ataba. Una fuerza sobrenatural te obligaba a acatar sus órdenes aunque estas pasaran por matar a una niña inocente. ¿O no tan inocente? Es igual. En todo caso, es la voluntad de tu ama y la has de cumplir.