Partida Rol por web

El peor de sus demonios logró encontrarla incluso en su sueño vacío y fue, precisamente el temor a esa voz el que inyectó un chute de adrenalina en el corazón agotado de Arlet.

Abrió los ojos de golpe y con fuerza, como si su alma quisiera huir de su cuerpo, y, sin embargo, se quedó bien pegada a ella, en guardia y guerrera.

- ¿A quién llamas puta, puta?- habló su ira y, quizás, si sobrevivía se arrepentirían sus modales. Intentó incorporarse con suma lentitud y tomando consciencia de cada uno de los músculos que se requerían para ello-¿Quieres poderes? - preguntó retóricamente - A mí todavía me quedan unos cuantos. - quiso provocarla para que terminara su trabajo antes de volver con el amigo de Julia.

Ketsu Sen se incorporó cuando Elena recobró la cordura. Suspiró, asqueada por tantos temores que rodeaban el lugar, y miró a su alrededor. Y comprobó que Lucas e Ismael seguían como paralizados, sin ser capaz de despertarse de sus propios horrores.

Es esta sala meditó en voz alta, mirando a todos lados. No sabía si allí había alguien, o era algún efecto en particular. Pero tenían que salir de allí inmediatamente.

Luis, ayúdame. Haz que aparezcan dos camillas, yo los tumbaré en ellas y saldremos de aquí ya.
 

Sin cesar de sollozar, Luis se abrazó a su hermana en cuanto la vio despertar, dejando salir con sus lagrimas todo el miedo que había sentido.

Tenía… mucho… miedo…- le dijo entre lagrimas –Creía… que…- dijo con voz entrecortada, abrazándose a ella con todas sus fuerzas, sin intención alguna de soltarla. Escuchó a lo lejos la voz de Ketsu Sen, pero el hecho de haber recuperado a su hermana, de que estuviese de nuevo bien, ocupaba por completo la mente de Luis.

Está bien… está bien… está bien…- se repetía una y otra vez en su mente. Elena estaba bien, y eso era lo único que importaba, aunque otro pensamiento surgió en su mente –Nunca más- se dijo.

Nunca más- pensó Luis. Había creído perder a su hermana, había sentido como la perdía, y no estaba dispuesto a que volviese a pasar. No solo por el miedo y el dolor que él había sentido, y que no quería volver a sufrirlo, sino porque ella era su mundo y quería protegerla. Debía protegerla. No sabía cómo ni tan siquiera tenía una idea clara, pero podía protegerla y lo haría.

Costase lo que costase.

La mente de Marcial pensó de manera acelerada maneras de solucionar la situación en la que se encontraba sumido. 

Estaba claro que se encontraba en una posición de desventaja frente a su adversaria, pero por otro lado, en un exceso de confianza está había descubierto abiertamente cuales eran sus capacidades y como las ponía en práctica. Si como la gemela demoníaca decía, podía absorber los poderes ajenos a través de aquel cuchillo, lo único que tenía que hacer era impedir que pudiese usar ese arma contra él.

Sabía una manera de poder hacer precisamente eso, pero para ello debería concentrar su escudo y desencadenarlo en una explosión de energía extremadamente violenta y la joven herida allí presente corría peligro de verse afectada de pleno.
Precisamente en aquel momento la joven herida en la espalda se incorporó increpando a la gemela demoníaca, dándole Marcial una oportunidad de aprovechar aquella distracción. 

Manteniendo el brazo fuera de la vista de su adversaria, realizó un leve gesto con la mano lo suficientemente elocuente para que Arlet lo viese y percibiese que le indicaba que se tirase al suelo, a la vez que era lo suficientemente sutil como para que la gemela demoníaca no se diese cuenta de que ocurría. Solo le quedaba rezar por que la muchacha tuviese tiempo a ponerse a cubierto antes de que las cosas se pusieran feas de verdad.

Mirando de reojo a su adversaria situada a su espalda la observó con una mueca despectiva.

   - ¿Sabes?- Dijo voz neutra.- Para ser una asesina hablas demasiado...-

Y acto seguido detonó su poder.

"Alguien tiene que ver que no puedo moverme!".

La desesperación y la impotencia estaba dejando huella en Ismael. Era incapaz de moverse y aquello lo estaba torturando por dentro. No solo por el hecho de ser incapaz de realizar movimiento alguno, si no por desconocer por completo el porqué de aquel estado de "congelación".

"Tranquilízate Ismael... Alguien se dará cuenta de que no puedes moverte y te ayudaran."

Elena de pronto comenzó a sentir un terrible dolor. Se miró sus manos. Su cuerpo se estaba volviendo del mismo color plateado que Lucas. Su cuerpo se recubrió por aquel metal para después dejar de sentir dolor. Ahora brillaba como si fuera una estatua de acero. El mismo blindaje que poseía Lucas, ahora lo tenía la muchacha que ya había despertado de su trance.

Nada de aquello tenía sentido para ella. Miró a los ojos directamente de Luis, sin comprender lo que le pasaba y tendió su mano hacia él. Quería comprobar que estuviera bien, que no le estuviera pasando nada él. Pero cuando llevó su mano hasta él se dio cuenta de que no lo sentía, ni su calor, ni si estaba frío. Nada.

¿Qué me está pasando? Luego miró el cuerpo paralizado de Lucas, y se acercó a él para preguntarle también. ¿Qué me pasa? ¿Qué es esto? ¿A ti te pasa lo mismo? No siento nada... dijo con los ojos llorosos y asustada porque creía que se estaba volviendo loca.

Mientras tanto Ketsu Sen se acercó a los cuerpos inmóviles, esperando a que Luis crease las camillas que le había propuesto. Pero parecía no escucharle, estaba como distraído, pensando en otras cosas. Pero para cuando la japonesa se acercó a los dos y les trató de acomodar su posición para que cuando tratase de tumbarlos fuera más cómodo. Ambos recuperaron la movilidad.

¡Por fin volvían a ser libres y dejar de estar cautivos en su mismo cuerpo!

¡Por fin Lucas podría explicarle a Elena qué es lo que le estaba pasando! Bueno, quizá realmente no podría.

Marcial había decidido usar su poder con mucha soltura. No llevaba ni una sola hora con él recuperado a plena potencia, y a pesar de que había recuperado el control sobre él, aún no lo dominaba como entonces. Y lo que pasó fue desde luego algo impactante, pero no precisamente para la asiática. Pero tampoco para Arlet.

El orondo hombre no supo bien lo que le había pasado, y había que reconocer que la asiática tampoco comprendía nada. Se hubiera girado para gritarle algo a la chica, pero el cuerpo de Marcial parecía explotar en su interior. Su cuerpo se llenó de heridas interiores, haciéndole vomitar sangre y sintiendo como si se hubiera muerto por dentro. Calló al suelo gravemente herido, casi inconsciente y con unos dolores que no se los deseaba ni tan siquiera a las gemelas. Era un dolor horrible. Algo había salido mal, la detonación le había impactado a él en lugar de a su rival. Había podido sentir como su cuerpo se contraía, como la protección de su escudo se escapaba para revotar por cada centímetro de su piel. Y rebotó hacia dentro, haciéndole sentir una oleada de tantas sensaciones que le dejaron a las puertas de la muerte.

La japonesa sonrió, esta vez iba a ser mucho más sencillo de lo que había pensado en un principio. Dijo mientras pegaba un puñetazo a la niña para que le dejase en paz, y mientras se acercaba a Marcial para robarle su poder.

Lucas no podía dar crédito a sus ojos. La joven Elena estaba cambiando, "volviéndose metálica" como él mismo. Era casi más increíble que la anterior visión de sus compañeros rechazándolo. Podía ver la confusión y el miedo en sus ojos. Se acordó de la primera vez que le ocurrió aunque en su caso más que acojonado se sintió agradecido y confuso, puesto que le había salvado la vida.

Mientras, la japonesa se acercó y lo tocó, y por alguna incomprensible razón el hechizo desapareció. Era libre.

- ¡Por fin! ¡Puedo moverme! – Exclamó el policía, aliviado. Se arrodilló en el suelo, moviendo las manos y las muñecas, recuperando esa sensación de libertad. – Gracias, muchas gracias. Esto… - Dijo, tratando de recordar el nombre de la japonesa, pero ni siquiera recordaba habérselo escuchado.

Levantó la vista y se acordó de la joven. Lucas se levantó y se acercó a ella. – Tranquila, todo va a salir bien. – Dijó, y la abracó. Sabía lo importante que era ese contacto aunque no lo sintiese. Le ocurrió lo mismo, hasta que Lucas acostumbró. – Es normal que no sientas nada, pero cuando te acostumbres será como si tuvieras unos guantes de piel muy gruesos, te costará pero sentirás. – Le dijo, y cuando estuvo algo más tranquila la soltó y la miró a los ojos.  -  No sé exactamente lo que ocurre, pero la piel se me vuelve metálica. O algo similar. Muy dura. A mí me salvó de un balazo más de una vez. – Dijo con una sonrisa.

Echó un vistazo y vio a Ismael también podía moverse. Lucas no sabía que le había ocurrido. Durante su parálisis lo tenía fuera de su campo de visión. – ¿Estás bien? – Le preguntó. – En cuanto estemos mejor deberíamos largarnos y seguir al resto. No sabemos que les puede ocurrir. 

Arlet ni siquiera había conseguido enfocar la mano del hombre forzudo, cuando el demonio de sus pesadillas hecho carne y huesos le regaló unos segundos de soledad al encontrar algo más llamativo en lo que fijarse, algo que no pasó desapercibido ni siquiera a la visión borrosa de Arlet, y que, de hecho, le devolvió toda la claridad por un segundo.

Un grito ante el primer esputo de sangre de su nuevo amigo se ahogó en su cuello, incapaz de articular palabra o sonido y sus ojos se llenaron de lágrimas, prácticamente vencida, superada, con su mente completamente hecha trizas. Y luego llegó su liberación, el golpe de la asiática devolviendola al mundo irreal de su inconsciencia que, sin embargo, resultaba más acogedor que ese circo de los horrores en el que había aceptado morir, sola, tan sola como había estado siempre en ese mundo que la reclamaba.

Debería haberte escuchado cuando tuve oportunidad. -Se disculpó con esa parte de su ser que no dejaba de hacerla volver una y otra vez al mundo solitario y devastado. - Debería haberme quedado contigo. - deseó antes de perderse para siempre en la nada.

De nuevo, Ismael volvió a sentir que su cuerpo respondía a sus órdenes. Habían sido unos minutos de desesperación, ya que desconocía qué había sucedido. Pero eso no era lo importante...debían salir de aquella sala de inmediato.

Se sorprendió al ver como la muchacha, la hermana del niño, había mutado en algo parecido al metal. Exactamente como lo había hecho anteriormente el policía.

Pero más le sorprendió observar como Lucas se acercaba y hablaba con cierta ternura a la chica. "Puede que no sea tan duro!" pensó Ismael. Y era lo que acababa ocurriendo en aquellas situaciones tensas: los más duros, también dejaban aparecer sus instintos más sensibles.

-Sí, sí, estoy mejor. Que diablos nos ha ocurrido? Debemos salir de aquí antes que vuelva a suceder.

Se levantó y se acercó al resto del grupo.

-Falta el resto del grupo. Hay que encontrarlos.

Acto seguido se dirigió hacia la puerta de la izquierda, por donde había salido Marcial y Arlet.

Luis observó la transformación de su hermana, más preocupado por el miedo que notaba en su voz que por la propia transformación, lo cual hizo que se quedase unos momentos sin saber que decir. Cuando Lucas se acercó a ellos le miró irritado, al igual que había hecho desde que lo había conocido a la entrada del circo, aunque no le interrumpió cuando este intentó tranquilizar a Elena.

Gracias- masculló a regañadientes en un tono de voz casi inaudible, para luego dirigirse hacia su hermana –No pasa nada, está bien- le dijo en un intento de calmarla –Ahora estas a salvo- añadió en voz algo más baja, confiado en lo que había dicho aunque no muy seguro de querer decirlo.

No te harán daño- añadió para sus adentros.

Marcial calló al suelo sintiendo como si reventase por dentro. Algo había ido terriblemente mal con su poder, y estaba claro que se había confiado demasiado al pensar que podría controlarlo efectivamente tras tanto tiempo sin usarlo de aquella manera.Algo había fallado catastróficamente y ahora se encontraba gravemente herido y en una posición peor de la esperada. Con la mirada nublada y el sabor de la sangre en su boca se sintió desvanecer, y solo la férrea determinación por proteger a Arlet le permitió permanecer consciente. 

Había recuperado sus recuerdos y tomado la decisión mas difícil de su vida tan solo para acabar fracasado antes de empezar. No había podido proteger a la chica de la misma manera que no había sido capaz de protegerse a si mismo y ahora morirían a manos de una de las gemelas demoníacas.

Fue entonces cuando vio como aquella vil asesina golpeaba a la joven de aquella manera y una cálida sensación de ira le inundó por completo.Tenía todos los números para morir allí, pero que le partiese un rayo si lo iba a hacer sin luchar hasta darle su merecido a aquella desgraciada.

Estaba agotado y terriblemente herido, pero aun así se concentró de nuevo en su poder y rezando, esperó al momento propicio y cuando la gemela se encontraba a la distancia optima volvió a detonar su poder. Solo podía esperar que en aquella ocasión funcionase correctamente.

Ketsu Sen vio cómo todos se recuperaban, al tiempo que la muchacha trasnformaba su pie en acero, como la del policía. Los ojos de la mujer se desviaron al chaval y alzó una ceja. ¿Así pretendía proteger a su hermana? ¿Horrorizándola hasta la muerte?

Se encogío de hombros, no era asunto suyo. Miró a su alrededor y vio la puerta por los que habían salido los otros. Sin más, se encaminó hacia allí.

Elena estaba tan derrumbada ante lo que le estaba pasando que no negó el abrazo de Lucas. Fundió su cuerpo metálico en aquel contacto físico y trató de sentir su calor, de notar su fibrado cuerpo, tratar de sentir algo. Pero nada. Así como Lucas sí que podía sentir el cuerpo de la muchacha, Elena seguía sin sentir nada. ¿En serio dices que si espero notaré algo? Preguntó la muchacha angustiada mientras se frotaba una y otra vez contra el pecho de aquel fornido policía.

El acto más parecía el de una gata en celo, o el de una fan acosando a su adorado artista que el de una muchacha abrazando a alguien. Pero es que por mucho que se rebozase y se restregase contra él, no podía sentir nada. Algo le había pasado más a Elena. Algo diferente al poder de Lucas. Pero desde luego que su piel era férrea y le podría proteger de cualquier bala que la disparasen, Luis tenía razón, ahora estaba a salvo.

Tras ver la mirada de su hermano, la joven no pudo evitar separarse repentinamente del agente. Lo que había hecho con él no era algo normal, ni natural, claro que tampoco lo era lo que le estaba pasando. Así que observó a Luis y lo miró directamente a los ojos. ¿Acaso ves esto normal, hermanito? Le preguntó al ver que él no estaba tan nervioso como ella.

Mientras Elena, Lucas y Luis hablaban sobre lo que les estaba pasando en ese momento, Ketsu Sen e Ismael decidieron ir en busca de sus compañeros. Al menos en busca de Marcial que era el único que había logrado escapar de aquella sala.

La asiática abrió la puerta y el panorama que se encontró no era nada alentador.

Tras el golpe Arlet dio su último suspiro. La niña había muerto tras el ataque de la japonesa. Ya no había nadie a quien proteger, así que Marcial se podía ir con el angel de la muerte que parecía estar dispuesto a llevárselo. En esta ocasión iba disfrazado de mujer con cuernos, embarazada y con un cuchillo en su mano.

Ese parecía que iba a ser su final, al igual que el del otro gordo, la embarazada y hasta el de la pobre Arlet que tan pronto habían perdido de vista. Volvió a hacer un último esfuerzo para liberar su poder y tratar de acabar con la asiática de un solo golpe, pero algo en su interior seguía sin ir bien. Pudo notar como sus víceras se retorcían y como el dolor ahora era mucho más intenso. No había sufrido más heridas, pero el escudo no fue capaz de proyectarse sobre la japonesa.

Esa había sido su última oportunidad, la asiática alzó el cuchillo pero de pronto un golpetazo sonó. La puerta por donde había venido se abrió de golpe, y Ketsu Sen e Ismael aparecieron. La mujer se vio interrumpida y paró el golpe. Bajó el cuchillo y miró hacia los recién llegados.

Las siguientes palabras sonaron como a chino, o seguramente a japonés, pues no fue capaz de comprender nada de lo que les dijo, solo pudo ver que le señalaba y le apuntaba con el cuchillo.

¡Oh, por fin! Gritó Rafa en cuanto vio aparecer a Ismael tras la puerta. ¡Tío, ya era hora que llegaras! ¡No puedo creerme lo que le han hecho a esos dos! Dijo mientras señalaba al suelo de la sala.

Esa nueva sala parecía unos vestuarios, todo lleno de bancos y repleto de taquillas. Arlet estaba tumbada sobre uno de ellos y todo a su alrededor estaba lleno de sangre coagulada. Las gotas salpicaban las patas metálicas del banco. Mientras que en el suelo, prácticamente al lado, estaba Marcial, tumbado y gravemente herido. Por las comisuras de sus labios caía la sangre que estaba brotando del interior de su orondo cuerpo.

¡Joder! ¡Que los han matado, tío! ¿No lo ves? Le preguntó Rafa a su mejor amigo. ¡Tio, ayúdame, tenemos que hacer algo para salvarles!

Esa nueva sala parecía unos vestuarios, todo lleno de bancos y repleto de taquillas. Arlet estaba tumbada sobre uno de ellos y todo a su alrededor estaba lleno de sangre coagulada. Las gotas salpicaban las patas metálicas del banco. Mientras que en el suelo, prácticamente al lado, estaba Marcial, tumbado y gravemente herido. Por las comisuras de sus labios caía la sangre que estaba brotando del interior de su orondo cuerpo.

Y entonces sucedió algo que no esperaba, una voz sumamente familiar, pero que no lograba ubicarla en el lugar le dio una orden.

¡Vamos, no te he enseñado a curar, pero seguro que eres capaz de hacer algo por esos dos! ¡Se están muriendo y estoy segura de que tú podrás hacer algo! ¡Empieza por ese gordo repugnante, la otra parece tener menos posibilidades!