Partida Rol por web

Las tres criaturas emergen del lago al tiempo que Zorael intenta contraatacar de la misma manera que hizo antes. Sin embargo, quizá confundido por las oscuras palabras del demonio, el bibliotecario falla el disparo y no consigue concentrarse lo suficiente como para convertir en algo material los poderes que pueda extraer de la disformidad. 

Algo parecido le pasa a Trebek, que dispara sobre el primero de los tres nuevos no natos pero gran parte del chorro de proyectiles disparados por el bólter pesado del expiador se pierde en la distancia, quizá desconcertado por las palabras. Pese a todo, dos de ellos parecían impactar, pero la criatura consigue eludirlos en un alarde de agilidad. No obstante, prontoi os dais cuenta de que estas nuevas criaturas parecen sólo ser entes sin mente, y sus gestos son como reacciones por espasmos. 

Por su parte, Leinad decide usar una de sus granadas. Por un momento parecía que el explosivo no iba bien encaminado, pero finalmente cae justo entre las tres criaturas. La segunda de ellas reacciona lo suficientemente rápido como para salir del radio de la explosión, mientras que la última es incapaz de reaccionar a tiempo y recibe, junto a la primera sangrienta criatura, toda la explosión de la granada, que levanta nieve, tierra, barro y sangre a partes iguales. Sin embargo, una vez todo vuelve a su sitio, descubrís que si ha dañado a vuestros enemigos, ha sido mínimamente. 

Mientras tanto, Totan trata de sobrellevar que el lago de sangre pretenda hundirlo, mientras con dificultad ataca al demonio con su espada némesis. El primero de los golpes corta el aire, mientras que la segunda estocada se hunde en el bajo vientre de la criatura. Aprovechando el momento, el caballero gris envía una onda psíquica a través de la espada de fuerza que golpea al demonio desde el interior y le hace retroceder momentáneamente. La sangre que cubría a Totan desciende de su cuerpo.

Finalmente es Vangael el que alza su brazo derecho y aprieta el gatillo del bolter storm situado sobre él. La totalidad de los proyectiles escupidos por el arma golpean con fiereza a la tercera criatura sangrienta, que acaba convertido en un amasijo informe que, un segundo después se transforma en un pequeño charco de sangre burbujeante. 
 

Los siguientes en reaccionar son las dos criaturas sangrientas que quedan, y mientras que una se lanza sobre Leinad, la otra se abalanza sobre Vangael. Por desgracia para el purificador, no consigue reaccionar a tiempo y la afilada garra de la criatura atraviesa ceramita y carne, haciéndole un feo corte en el brazo derecho. 

Seguidamente, el gran demonio blande hasta en tres ocasiones la lanza contra Totan y, cuando este se disponía a teleportarse, algo se lo impide. Es como si la sangre se estuviera colando entre su armadura y ocasionando interferencias en sus sistemas. 

Observáis con visible desagrado como, hasta en tres ocasiones, la lanza sangrienta del demonio atraviesa el cuerpo de Totan de lado a lado, mientras este grita de dolor y, seguramente también, de rabia. La brillante armadura de vuestro Hermano se tiñe de rojo, y aunque no sufre de desangramiento, como ninguno de vosotros, nadie puede evitar que una herida así produzca un goteo de sangre que mancha la servoarmadura aegis.

Aunque parezca mentira dadas las heridas que el demonio ha ocasionado en el cuerpo del caballero gris, Totan aún está vivo, aunque no se sabe por cuánto tiempo si no puede salir del lago de sangre.

- ¿Quién será el próximo? -Pregunta el demonio, con su horripilante voz-. ¿Quizás tu, psíquico? -Pregunta, dirigiendo su rostro hacia Zorael.  

Leinad había practicado el movimiento. Sabía que hacer, pero ... no le salió especialmente bien y más que su cuero, los daños afectaban a su alma: - Por los Anillos ocultos de Júpiter, tengo que practicar más. Pero no contento con eso, lazó su espada némesis contra esos pegotes de sangre reconstruidos. Bastante sorprendo, y muy agradecido al Emperador de la Humanidad que guiase su arma en la ruta correcta para rebanar el bicho que más a la derecha se encontraba. Al sentir el golpe, intentó lanzar su impuso psíquico, pero, como le había pillado desprevenido, realmente, fue un golpe convencional común.

.-Hermano Totan, si me oyes, aléjate del demonio. Voy con munición Hellfire.-le dice mediante telepatía el expiador al joven caballero herido:-Hermano Zorael, concentrate. No dejes que esa criatura te nuble tu bien juicio.-le trasnmite sus pensamientos a Zorael para que calme su mente y se pueda concentrar.

.-Vamos, hermanos. Somos la Espada del Emperador y NO CONOCEREMOS EL MIEDO!.-grita Trebek a través del comunicador de su casco para hacerse oír y que sus hermanos no fallen en sus ataques:-Leinad, mantén la calma, si yo puedo notar que tu mente está atribulada, esos demonios también.-transmite mediante telepatía a sus hermanos para que recuperen la compostura en el momento de combatir. 

La sangre daba fuerza al demonio, una sangre que habíamos visto como usaba para atacar, y por lo que parecía servía para regenerar las heridas que le causábamos, debíamos concentrarnos si queríamos vencerlo. De nada servía que me dejase llevar por el odio, por mas justo que este fuese ... son las palabras del hermano Trebek las que me ayudan a templar mi genio.

- Gracias hermano. Apunto con el arma de plasma hacia la criatura de sangre que es acosada por el hermano Totan, debía tener cuidado para no dañarlo. Era difícil, pero no imposible. - No debemos desfallecer hermanos, mientras haya voluntad en nuestros corazones.

Concentro mi mente en el castigo que el Emperador tenía preparado para todos los no-nacidos, el fuego y la ira que debía ser usado contra ellos, en este caso no es esquiva la energía psíquica. Momento que aprovecho para retar a la criatura. - ¡Vamos demonio, sal de ese charco y lucha contra mi!.

¿Un viaje a través de la disformidad en estos momentos? Era algo raro, probablemente hubiera una buena razón pero no era el momento de ponerse a indagar, mientras mi equipo estaba luchando contra el enemigo ahí afuera. Era el momento de volver con ellos. Busqué referencias para poder orientarme y me teleporté. Había que estar preparado para lo que fuera a venir. También teníamos que descubrir otros adalides que mantuvieran a sus tropas unificadas. No había tiempo que perder.

-¿A qué te refieres con aceptarlo? -Pregunté telepáticamente a la espada.

Aunque el disparo de la pistola de Zorael estaba perfectamente ejecutado, incluso con la dificultad añadida de tener a Totan junto al enemigo, el tamaño de este permite un disparo no demasiado complicado. No obstante, justo en el último momento, el demonio hace un quiebro y esquiva el disparo, cuyo azulado resplandor se pierde en la distancia. Las otras criaturas sangrientas no tienen tanta suerte, y ambas reciben de lleno el impacto de los poderosos rayos salidos del guantelete del bibliotecario.

Seguidamente, Trebek cambia de tipo de munición y descarga un proyectil sobre el demonio, que explota en un abanico de  algo parecido a un abrasivo líquido. Como si el contenido del proyectil reaccionara con la materia orgánica de la que está formado el demonio, parte de su cuerpo y de su inexpresivo rostro quedan deformados, como si hubieran sido derretidos, y uno de sus cuatro brazos se convierte en poco más que un muñón. El demonio grita dolorido, y su alarido se clava en vuestra mente como si un millar de agujas hubieran sido ensartadas en vuestro cerebro.   

Entretanto, Leinad, pese a no conseguir evitar que la criatura arremeta contra él, aunque sin llegar a dañarle físicamente, sí consigue en cajar un golpe con su espada némesis lo suficientemente poderoso como para atravesar a la criatura de lado a lado. No obstante, aunque la espada ha atravesado al enemigo del apotecario, este continúa con vida.

Por su parte Vangael, que no ha conseguido eludir el garrazo de su contrincante, maldice de dolor mientras blande su espada con ansias de venganza. Seguramente a causa del grito del demonio, el desconcertado purificador no consigue golpear, y su enemigo sin duda aprovechará el momento para contraatacar. 

El último en reaccionar es Totan. El malherido Caballero Gris se debate entre la vida y la muerte, pero sus últimas fuerzas sin duda las usa para asestar un nuevo golpe que atraviesa el cuerpo ensangrentado del demonio. Cuál es su sangre, o si realmente tiene sangre, es un misterio dado que todo su ser parece estar conformado por ella, pero sin duda este nuevo ataque también le duele, pues otra vez produce un rugido lastimero.

Obviando la amenaza de Zorael, ni siquiera dignándose a responder a su desafío, el Gran Demonio deja caer su lanza y hace desaparecer su escudo, que es absorbido. Estira una de sus tres manos funcionales, y agarra a Totan por el único brazo que parece tener operativo. El Caballero Gris grita, tanto de dolor como de rabia, mientras veis como su cuerpo es levantado del suelo hasta quedar colgando. Con sus otras dos manos, agarra los pies de vuestro compañero y lo alza hacia el cielo, colocándoselo sobre la cabeza, mientras mira hacia el cuerpo y comienza a estirar... 

Entretanto, las otras criaturas continúan combatiendo contra vosotros. La primera de ellas trata de golpear a Leinad, mientras que la otra continúa intentando golpear a Vangael de nuevo, pero ambos fracasan en su intento.

Justo en ese momento, una azulada luz os hace mirar hacia allí donde se ha producido el destello. Se trata de Cole, que regresa al combate gracias a su teleportador personal, aunque en esta ocasión en solitario.

Decides volver. Ya has ido demasiado lejos y has dejado atrás a tus compañeros. Con la idea en mente de continúar batallando y no dejar a tus compañeros solos, tratas de ubicarlos y, quizá ayudado por tus poderes psíquicos, no solo lo consigues sino que gracias al teleportador personal reapareces en el lugar y momento oportuno. 

Ante ti ahora hay una escena lo más de grotesca.

Por un lado un lago de sangre, al que llegan riachuelos de todos los confines del escenario de batalla. Por otro, un par de criaturas amorfas similares a vosotros en tamaño y fisionomía, y que parecen estar conformados enteramente de sangre combaten contra Leinad y Vangael en cuerpo a cuerpo. Y, para rematar, una figura vagamente humanoide, bastante más alta que cualquiera de vosotros, con cuatro brazos goteantes de sangre aunque uno de ellos lo tiene como derretido, al igual que su rostro, un rostro con dos cuencas oculares vacías, y una boca apenas perceptible. No tiene piernas, y en su lugar parece tener una larga cola ensangrentada. Es como si la sangre se moldease a su voluntad, como si todo su ser estuviera conformado por sangre, como una fuente que se alimenta de agua a sí misma... 

Pero lo más grotesco de todo no es ni el lago, ni las criaturas, ni siquiera el demonio, es que éste tiene en alto, sobre su cabeza, el cuerpo del malherido Totan, y parece estar estirando de él con la intención de partirlo por la mitad si no se hace algo para remediarlo...

- Otro siervo del Emperador Cadáver... -Musita la criatura, mientras estira de Totan y éste grita de dolor-. No importa, más sangre para el Dios de la Sangre...

- ¿Qué crees que significa aceptarlo, Caballero Gris? -Te pregunta la espada-. Sin que levantes tus barreras psíquicas, yo no puedo más que aumentar tus sentimientos, pues la disformidad es eso, sentimientos, pero el poder que yo puedo ofrecerte es inmenso comparado con lo poco que pido...

En el momento en que te teleportas y te encuentras frente al demonio, ese ansia que ya sentiste hace tiempo, vuelve a tí, sólo que en esta ocasión parece ir acompañado de voces que resuenan en tu cabeza con una única palabras: 

¡Ataca! ¡Ataca! ¡ATACA!

El teletransporte, en este caso, es altamente efectivo. Y dada la situación que veo ante mi, es mucho más que efectivo. En ningún momento me había imaginado que la situación podría haberse torcido hasta tal punto. Un halo de remordimiento punza mi mente y es ese momento de flaqueza el parece aprovechar. Pero yo no soy un humano cualquiera, tampoco soy un astartes medio. Soy un hijo del Emperador, uno de sus elegidos, de sus predilectos, no me doblego. No hay promesa que pueda hacerlo. Me debo al Emperador, a Terra y a la humanidad. Desenvaino la Espada Demonio, ligeramente dubitativo, hasta ponerla entre el demonio y yo. Antes de hacer ningún tipo de movimiento, suelto un grito desgarrador mientras combato mentalmente.

-¡¡¡¡¡AAAAHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!! -Sacudo la cabeza, volviendo a la situación que tenemos enfrente. Aún puedo notar el influjo, la sangre bombeando con rapidez, el odio hacia aquel demonio que trataba de partir en dos a un hermano... Si... me dejaría inundar por esos sentimientos, no dejan de ser algo que ya hay dentro de mi. -Como todo engendro disforme, hablas demasiado pronto. ¡Lo lamentarás cuando te enviemos de vuelta a tu agujero! -Cargo contra el demonio. -¡Zorael!¡Trebek! ¡Tenemos que hacer que suelte al novicio!

Leinad estaba enzarzado cuerpo a cuerpo con aquellos pegotes de sangre remodelada, como si fueran plastelina. Estaba más dolido en su alma, por haber dejado que mancillasen la superficie de ceramita que por el daño que había sufrido su cuerpo, que no era más que el que se podía hacer cuando choca con el marco de una puerta al pasar, pero no le hizo demasiada gracia verse tan vulnerable ante estos golems. La fugaz aparición de Cole le hizo mucha ilusión, sobre todo al darse cuenta que el novicio estaba sufriendo de verdad. Ya habían perdido un hermano hacía muy poco, y no tenía demasiadas ganas de "rellenar" el depósito de progenoides del narthecium. Sabía que lo querían rescatar, y que lo pondrían en sus manos, al menos, para estabilizarlo. Tenía que quitarse pronto de encima estos pegotes rojos, para poder hacer lo que sabía hacer; la misión que realmente tenía encomendada, así que retorció la hoja con intención de hacer todo el daño que pudiera, partir al bicho y liberar el arma. Al ver que seguía ensartada, simplemente lanzó el pulso mental, que por primera vez en mucho tiempo, funcionó. Rezongó en su casco: - Quita bicho, que tengo cosas que hacer.

Tal vez los hermanos no lo escuchasen, pero había sonado como el que espanta una mariquita, intentando no hacerle daño, para cumplir con otros cometidos.