Partida Rol por web

El auspex no parecía decir nada más, así que, lo dejó en su estado de reposo, o sea, colgando, como lo portaba siempre, pero, ya que parecía que esta vez el disparo, se le estaba dando mejor que en otras ocasiones, continuó con ello. Entonces se percató: - No, si tendremos que hacer de niñera de esta inútil todo el camino. En lugar de ayudarnos, es una piedra en la bota.

- Señora. Apeló a su atención, y continuó con un amable: - ¿Le importaría abrir fuego contra el enemigo?

Con el disparo de Trebek, las últimas criaturas explotaron dejando su rastro gaseoso a una distancia lo suficientemente lejos como para no veros afectaros. No obstante, la enorme nube de polvo que se veía ya no tan lejos, sino a escasos metros, indicaba que los primeros xenos, dado que la hueste continuaba bajando por la ladera, estaban ya prácticamente encima vuestro. 

- Creía que ya lo había explicado -Yelena miró hacia Leinad al tiempo que se acercaba a la escotilla abierta por Stein. Aunque su tono de voz era altivo, seguramente a causa de su alta cuna, su rostro no mostraba evidencia alguna de estar atacando a Leinad, sólo excusándose-. Mi arma es el conocimiento, no los bólter. He combatido, he interrogado, y he matado en nombre del Emperador, y lo haré nuevamente si se me necesita, pero no me siento cómoda en el frente. Siento que soy más una carga que una ayuda, y creo que evidente, aunque en cuestiones de dialéctica e información, sobretodo relacionada con el Malleus y lo que hacemos, os puedo ser de gran ayuda.

Dicho esto, la mujer comenzó a descender por la escalera de mano que había en el túnel...

Los disparos de los hermanos de batalla impactan en las extrañas criaturas y mas esporas se esparcen por el aire, ahora con las bolas de esporas reventadas por los aledaños de la estructura, podíamos seguir a lo nuestro y atravesar la puerta que el hermano tecno-marine nos había abierto.  

- Baje inquisidora, creo que el siguiente debería ser el hermano Stein pues de encontrar alguna otra puerta en el camino, podría ponerse a ello.  Con unos cientos de alienígenas apunto de llagar a nuestra posición lo mejor era andar vivos para salir de esta, no tenía sentido malgastar munición acabando con hasta la última criatura que pisaba este planeta. - Hermanos Cole y Leinad los siguientes, y por últimos Trebek y yo mismo pues puedo soltarles una llamarada que nos dé algo de tiempo. 

.-Despejado por el momento.-dijo el expiador tras eliminar la última de las criaturas flotantes cerca de la pirámide. Tras escuchar que Stein había abierto la puerta y la disposición de descenso a través de la puerta:-Estoy de acuerdo con Zorae, aún poseo granadas para darles un poco de muerte a los xenos pero hay que empezar a bajar ya.-insistió Trebek ante la inminente amenaza de los xenos que se aproximaban hacia la pirámide. 

Niego con la cabeza. Me empieza a doler más de lo recomendable con tanta charla. Cuando Stein abre la compuerta me giro pensando que algún xeno se habría colado por nuestro flanco, pero ver a nuestro hermano habiendo encontrado la forma de entrar asiento.

—Basta, dejamos de hablar —digo firme—. Inquisidora entre ya. Trebek, barra la zona.

Preparo las garras por lo que pueda venir y me coloco al lado del exterminador. 

—Zorael y Leinad, seguid. 

Apoyo una mano en el hombro de Trebek para ir llevándolo hacia la entrada. Zorael es el que más conexión psíquica tiene con este lugar, no puedo dejarlo atrás, además por mucho que ataquemos será como soltar una gota en un estanque. 

—Stein, asegúrese de cerrar la puerta.

Cuando hayan pasado todos le doy la orden a Trebek para que deje de disparar y que se meta, entraré en último lugar y me quedare en primera fila preparado para acabar con el que se acerque mientras se cierra la puerta.

- Pero ahora está en el frente Inquisidora, y tendrá que apoyar como una boca más en la línea. Era una frase más típica de la infantería que otra cosa, pero era la realidad. Estaba en el mometo ideal para que se dejase de remilgo y apelaría a lo último que había estado estudiando; La mente: - Porque si ven que por su lado, es frágil o al no haber balas volando por su dirección, pensarán que es más fácil ir hacia usted, y así lo harán. Todos los bichos se concentrarán en usted.

Para Leinad, era la orden que estaba esperando.... y si no fuera por los escasas que están las granadas, les dejaba una a los bichos, para que jugaran con ella, hasta que la consiguieran hacer detonar.

- Enterado Hermano Justicar.

Y se dispuso a obedecerla.

Leinad fue el siguiente en comenzar el descenso por el túnel abierto por Stein, siguiendo a la Inquisidora. Era lo más sensato. Pocos Astartes en general, y Caballeros Grises en particular, son tan importantes para el futuro del Capítulo como los apotecarios, cuya labor consiste en atender a los Hermanos de Batalla caídos, ya sea curandolos o, si sus heridas son demasiado graves, recuperando las preciosas semillas genéticas del Capítulo. Si los Caballeros Grises no dispusieran de apotecarios su herencia genética se perdería en las ruinas de la batalla, y el Capítulo dejaría de existir.

Justo en el momento en que Leinad desapareció, los árboles que os rodeaban comenzaron a agitarse de forma violenta. Estaba claro que la hueste de xenos os había alcanzado; quizá Stein tardara demasiado tiempo en abrir la escotilla y ya fuera demasiado tarde para escapar. En cualquier caso, no era momento de lamentarse, era momento de actuar.

Los xenos aparecieron de entre los matorrales y los árboles. Se trataba de una enorme horda de pequeños alienígenas del tamaño de un Guardia Imperial, armada con afiladas garras y guadañas y que se mueve sobre poderosas patas traseras de una forma extremadamente rápida. 

Descendiste por la compuerta a través de una escalera de mano durante bastantes metros, a ojo unos 20, hasta una pequeña sala circular del mismo material metálico que el exterior de la estructura, con un portón de aparente apertura lateral mediante código de seguridad. El lugar estaba iluminado por varios tubos de luz verde fluorescente que rodeaban toda la estancia sobre tu cabeza. 

Conductos serpenteantes de cables multicolor entraban y salían de la estancia por varios orificios, al igual que lo hacen varias tuberías de diverso grosor, pero no tan grandes como para caber en ellas. 

La Inquisidora se acercó al túnel, para mirar desde abajo quién era el siguiente en bajar. Sin duda, se la veía algo nerviosa. Te miró, y entonces comenzó a hablar: 

- Siento que piense, Caballero Gris, que soy una farsa, pero no me han entrenado para luchar con pistolas, sino para hacerlo con la voluntad -La Inquisidora se santiguó haciendo el símbolo del Aquila Imperial sobre su pecho-. Los enemigos a los que me he enfrentado para llegar hasta donde estoy han sido muchos, pero no alienígenas insectoides devoradores de mundos; más bien aquellos monstruos que han creado las pesadillas del colectivo inconsciente del mundo actual, los temores de los mortales que existen en el mundo inmaterial. 

La Inquisidora se quedó momentáneamente en silencio, para después finalizar.

- Intentaré mejorar, no obstante...

- Estaba claro que ser entrenado en una dirección, muchas veces ... hacía perder versatilidad. Además, no era el momento de ganarse una enemiga, ni hacer que esta pierda voluntad o confianza. No era pena, era pragmatismo. 

- No es una farsa inquisidora. Es poco versátil. Y aclaró: - Nada más. Había hablado firme, como un profesional, pero ahora "ablandó" el tono. - Y para eso estamos aquí Inquisidora. Aún así hablaba con total formalismo. - Y si se le pide que dispare ... Había sido muy cuidadoso de no decir "ordena". - ... es por su propia seguridad, y por la misión, no por nosotros. Entonces el explicó, ya mirando hacia la puerta, como eran ellos, sus peculiaridades, ya que desde fuera parecerían todos iguales. Quería que sintiera un poco de empatía por ellos. No que los admirase o quisiera, pero si que eran herramientas o armas del mismo bando que ella. - Tenemos a nuestro Justicar (No explicó que era en funciones, pero para él, lo era de pleno derecho) que es nuestro lider, y vela, no solo por nosotros, sino por la misión. Tenemos a nuestro Expiador y nuestro bibliotecario, que nos acompañan y apoyan en sus conocimientos y habilidades. Y luego estoy yo. Entonces intentó aproximarse más a ella, sentimentalmente. - Que soy lo más parecido a usted. Yo intento curar los cuerpos y las mentes de los Hermanos; usted intenta curar y mantener a salvo el alma social del Imperio. Extrajo su espada de donde la tenía estibada y se terminó de aprestar para intentar abrir la puerta y confrontar a lo que allí hubiera. Miró a la mujer, esperando que le hiciera señal alguna de si estaba lista para que abriese.

- Hermano Justicar. Escalera de Mano de unos 20 metros de descenso, rellano redondo con portón, parece de corredera, y con código de seguridad para el acceso.

Con voz de sorprendido añade:

- Todo está hecho del mimo material que el exterior. Empezaba a pensar que esto era una nave o algo así. - ¿No será que es radioactivo y por eso los bichos lo suelen evitar?

- Procedo a intentarla abrir "manualmente". No incluyó el detalle, pero hubiera puesto: - .... a ver si se deja.

Mientras Leinad y la inquisidora descendían por la entrada de la pirámide, Trebek, Cole, Zorael y Stein habrían fuego sobre la recién aparecida horda de tiránidos que venían por tierra. Eran un centenar por lo menos y lo primero que hizo Trebek fue cambiar rápido a la munición Hellfire para hacer explotar a los xenos a medida que se acercaran. 

Apuntó el bolter pesado hacia la horda y apretó del gatillo, el proyectil Hellfire salió a toda velocidad, dejando una estela de fuego carmesí tras de sí y dirijiéndose de lleno a la cabeza de la horda haciendo explotar a todo bicho viviente que encontrara a su paso. 

Tras disparar, Trebek volvió a seleccionar la munición kraken para aumentar la efectividad de los disparos que realizaría a continuación. 

Mientras la inquisidora y el hermano Leinad, descendían por la escalera la idea de la escuadra era destrozar tantos enemigos como pudiésemos para rebajar la posibilidad de que alguno de ellos terminase penetrando en el interior de la estructura. Garras quitinosas y bocas abiertas es lo que carga contra nosotros, apelotonado en una figura de pesadilla que avanza sobre el terreno sin preocuparse por el daño al que son sometidos por el intenso fuego de nuestras armas. 

- Si el Emperador es generoso, acabar con estas criaturas será un paso para liberar este mundo. Apretando el gatillo del bolter, suelto una descarga contra la horda de criaturas. - Sigo pensando que debería ser el hermano Stein quien bajase a continuación, pero haré como dice Justicar. 

Stein seguía junto a la compuerta, y no dudo en alzar su bólter montado y disparar una ráfaga automática contra la hueste de xenos que, armados con afiladas garras, iban a cargar sobre vuestra posición de manera inmediata.

- Hermano Eachann manteniendo posición hasta nueva orden, Justicar -Comunicó Stein internamente, con determinación-. ¡Fuerza y coraje! 

Si los apotecarios eran el bien más preciado de un capítulo, los bibliotecarios no eran menos. Sólo los Caballeros Grises que, por lo general, demostraban tener una fortaleza mental mayor que la del resto de aspirantes eran llamados a las filas de los Bibliotecarios del Capítulo dado que, a futuro, serían los que tengan el conocimiento de todas las técnicas y procedimientos para cada habilidad psíquica, sello de protección y encantamiento mágico almacenado dentro del Sancta Sanctorum de los Caballeros Grises. 

Quizá por este motivo Zorael fuera el siguiente en descender, no sin mostrar cierta desaprobación, tras realizar un disparo exitoso sobre la fuerza xeno enemiga. No obstante, era normal que entre Hermanos de Batalla nadie quisiera dejar atrás a compañeros frente a un enemigo que les superaba, quizá no en armamento, pero si en un abrumador número.

Su descenso fue cubierto por los disparos de Trebek, Stein y Cole, que diezmaron la primera línea de ataque del enemigo, el cual avanzaba con decisión hacia la posición del equipo de batalla, pisando a sus congéneres sin pararse a pensar en las numerosas bajas que habían recibido en los primeros compases del enfrentamiento. 

- Hermano Justicar. Escalera de Mano de unos 20 metros de descenso, rellano redondo con portón, parece de corredera, y con código de seguridad para el acceso.

Con voz de sorprendido añade:

- Todo está hecho del mimo material que el exterior. 

- Procedo a intentarla abrir "manualmente".

Tras ver como tu disparo bólter acaba con al menos dos de esas criaturas de afiladas guadañas, descendiste por la compuerta a través de una escalera de mano durante bastantes metros, a ojo unos 20, hasta una pequeña sala circular del mismo material metálico que el exterior de la estructura, con un portón de aparente apertura lateral mediante código de seguridad. El lugar estaba iluminado por varios tubos de luz verde fluorescente que rodeaban toda la estancia sobre tu cabeza. 

Conductos serpenteantes de cables multicolor entraban y salían de la estancia por varios orificios, al igual que lo hacen varias tuberías de diverso grosor, pero no tan grandes como para caber en ellas. 

La Inquisidora te esperba con semblante serio junto a la escalera, visiblemente preocupada. Leinad, en cambio, estaba junto al panel de seguridad de la puerta, intentando abrirla al parecer.