Partida Rol por web

-No. Sí. Una cerveza, si tienes -contestó Izzy.

Estaba bebiendo demasiado y lo sabía. Negó con la cabeza.

-No. Nada.

La chica se quedó un poco confusa con la contestación de Izzy. Ladeó la cabeza y después asintió y haciéndole un gesto con el brazo para señalar la cocina.

-Bien. Supongo que no pasará nada porque pases y te sientes -comentó en voz alta.

Cuando se giró la nómada se dio cuenta de que ella llevaba una pistola enganchada al pantalón bajo la camiseta. Eso o un bulto muy raro. No tenía por qué significar nada, la mayor parte de la gente tenía armas por casa, pero no era difícil adivinar que ella estaba nerviosa.

Pasó de la cocina a un salón en penumbra bastante desordenado, con un sandwich sobre la mesa intacto y varias botellas de agua vacías. Había estanterías con muchos libros y CDs, y también una televisión encendida que Natalie apagó al entrar. Miró entre las rendijas de la persiana y la levantó achinando los ojos.

-¿Has venido por algo de la banda? Bueno, soy amiga de Rhys, todo lo que él sepa lo sé yo.

Izzy hizo lo que Natalie le sugería. Entró en la cocina y se sintió demasiado grande para todo lo demás. Se sentía constreñida con la chupa de cuero blindada en una casa tan pequeña. Odiaba los espacios cerrados: suyas eran la carretera y lo que quedaba del campo. Vivir en ciudades le resultaba algo doloroso.

Ladeó la cabeza y contestó:

-Sí, tengo que... estoy buscando a una persona.

La chica asintió y no hizo muchas mas preguntas. Le ofreció una revista cuando sacó un taco de un cajón y se sentó ojeándola de forma distraída. De vez en cuando miraba por encima como que no quiere la cosa contemplando a Izzy. Era muy incómodo, y Natalie no hacía mas que removerse en el sofá consultando un reloj subcutáneo que tenía en la muñeca izquierda.

Veinte minutos mas tarde sonaron las llaves en la cerradura y Natalie se levantó de un salto arrojando la revista sobre el sofá donde había estado sentada. Se apresuró a ir hasta la puerta atravesando la cocina sin importarle demasiado que Izzy se quedase sola.

-¿Natalie? –pregunto una voz masculina con un extraño acento.

Sonó la puerta cerrándose.

-Por fin. ¿Dónde estabas para tardar veinte minutos?

-Calla. ¿Dónde está la chica?

Los pasos se acercaron de nuevo a donde estaba Izzy. La chica iba acompañada de un hombre maduro con la piel bronceada y rastas largas hasta la mitad de la espalda. Vestía de forma desaliñada y sencilla, con un chándal y playeros. Tenía barba de varios días y unos ojos pequeños de color oliva semiocultos por las pobladas cejas. La miró de arriba a bajo meditativo.

-Soy Rhys. ¿Para qué me buscas?

-Vengo del clan Stevens -dijo ella, segura, y tomándose su tiempo para tenderle la mano-. Estoy buscando a alguien. Se llama Quinn, es nómada, y me debe una cosa. Me dijeron que tú podrías saber dónde está.

El hombre lo meditó unos segundos antes de estrecharle la mano.

-Ah, sí. Mal se puso en contacto con nosotros hace unos días. Siéntate, por favor.

Rhys tomó asiento también tras quitarse la chaqueta. Natalie se quedó de pie unos segundos y al final les imitó sentándose en el reposabrazos del sofá, cerca del tipo. Izzy se dio cuenta de que llevaba la zapatilla izquiera manchada de sangre, aunque no dejó muchas dudas cuando, mientras seguía hablando, se remangó la pernera del pantalón para examinar un corte que tenía en la pantorrilla.

-Yo no me he hecho cargo de ello, pero sé que mandaron a alguien a localizarte a esa chica. La banda a la que se pegó estacionó aquí hace una semana. El problema es que tenemos nuestros propios conflictos. Creo que el chico que andaba buscando a Quinn fue uno de los que aparecieron esta mañana acribillado a tiros.

-Mierda -dijo ella, ladeando la cabeza-. ¿Entonces, qué? ¿Tengo que ayudaros en vuestra guerra entre bandas?

El hombre enarcó una ceja y la miró fijamente mientras sacaba un pañuelo del bolsillo.

-Nuestros asuntos los solucionamos nosotros solos. Si ha parecido que te pedía ayuda, te pido disculpas. Aun así, no soy yo el que manda.

Y acto seguido, sin dar más explicaciones, empezó a limpiarse la sangre y a enrollar el pañuelo entorno a la herida.

Natalie, que estaba bastante atenta a la conversación, miró a Rhys con desaprobación y bastante sorpresa.

-Pero… ¿La vas a dejar así, tirada en medio de una ciudad? ¿No le debemos un favor a su clan? –insistió-. Si quieres me encargo yo, sé como manejarme.

Como respuesta solo recibió una mirada hosca por parte de él que dejó bien claro que de ninguna manera. Natalie se cruzó de brazos.

 Ninguno de los dos pareció darse cuenta, pero Izzy, que siempre estaba alerta, sí. Era alguien forcejeando con la puerta, pero desde luego se lo estaba tomando con mucha calma procurando que no se percatansen los del interior. Estaban intentando asaltarles.

-Mierda -farfuló Izzy parapetándose tras una esquina y activando su visión calorífica para ver quién intentaba entrar. Echó mano de la pistola y le quitó el seguro. El primero que entrase se llevaría un tiro de hermoso calibre en plena cara.

Natalie se asustó cuando vio que Izzy sacaba una pistola así, sin decir nada, pero Rhys entendió lo que ocurría y le hizo una señal para que se callase. La nómada vio que había tres figuras, no, cuatro, al otro lado de la puerta. Entonces vio como el tipo de las rastas sacaba un arma bastante pesada (no supo cual porque con la visión calorífica no se distinguía) de una maleta alargada de debajo del sofá y se parapetaba tras este.

-Natalie, lárgate de aquí. ¡Vamos! Y tú también –susurró.

La rubia pareció dudar unos segundos, pero no tardó en salir corriendo hacia la puerta que había al otro extremo del salón. No todos estaban hechos para la pelea.

Al otro lado de la puerta el que andaba agachado forcejeando con la puerta pareció cansarse, así que arremetió contra esta dándole una patada. Se escuchó el crujido de la puerta, pero no terminó de ceder y uno de los que estaban allí gritó algo. Entonces una figura mas grande cargó contra la puerta y esta cedió.

Izzy salió de detrás de la esquina y disparó al tipo que entraba en plena pierna. El agujero que le hizo le reventó el músculo, el hueso y los tendones de la rodilla provocando una profusa hemorragia y un gran dolor.

El disparo de Izzy fue más que certero: esa pierna no iba a volver a ser útil nunca más. El hombre cayó al suelo soltando un alarido de dolor que advirtió a los demás de que dentro les esperaba una buena resistencia. Aun así, al segundo no le dio tiempo a ver cómo si compañero caí al suelo y entró apuntando con la pistola a Izzy, que era a la que había visto. Fue inútil porque al ir a disparar se le descargó y no sonó ningún “pum”. Ella no lo vio porque tenía el sensor de calor activado, pero la cara del chico fue un poema.

Rhys aprovechó su error para dispararle en el pecho, haciéndole un enorme agujero en él. Ni si quiera gritó.

-¡Venid, cabrones! –vociferó el propietario del piso con mala ostia.

Las otras dos figuras parecían indecisas. Estaba claro que no iban a lograr nada mas que la muerte intentando entrar.

Izzy se acercó todo lo despacio que pudo para acabar con los últimos cabrones. Su capacidad para cuidar de sí misma había descendido bastante en el último mes hasta volverse una temeraria. Como si intentase morir con cada cosa que hacía, no dudaba en ponerse en peligro como acercándose a sus enemigos en mitad de un tiroteo sólo para poder acabar con ellos más rápido.

Rhys no se percató de que Izzy avanzaba hacia la puerta hasta que estaba casi en el marco.

-¿Pero qué…? –le chistó y le hizo señas para que volviera, pero Izzy no hizo caso.

Entonces vio como uno de los cuerpos hacia ademán de entrar y, automáticamente, disparó. Le acertó en la espalda y la persona emitió un gemido de dolor volviéndose a ocultar tras la pared. Lo raro fue que directamente los dos asaltantes salieron corriendo escaleras abajo al tiempo que Rhys la llamaba por su nombre. O bueno, el de Laurie.

Algo había caído al suelo. Lo escuchó rebotar cerca de su pie, aunque no distinguía lo que era por las gafas de visión calorífica. Pero sí desprendía calor.

-¡Laurie! ¡Apártate de ahí!

Era una bomba con la potencia suficiente como para mandarla a la tumba.

Las manos de Izzy se movían de forma mecánica el pelo de Laurie, dejando que el jabón crease espuma de color blanco. Era agradable notar el tacto suave de de su cabello mezclado con el jabón. Lo dejaba suelto y fino, y ahora que lo tenía más largo, cuando se le secaba le caía por ambos lados del rostro hasta los hombros, aunque la parte de arriba se le encrespaba dándole un aire rebelde.

Laurie llevaba tres meses en el clan, viajando en moto de un lado para otro por el estado de Arizona pegada a Izzy. Al resto le caía bien, incluso Mal había felicitado a Izzy por haber hecho tan buena elección, no como la anterior. Estaban parados a la orilla del río Colorado, y habían aprovechado para bañarse en una zona donde la corriente era más bien escasa, aunque uno de los primos pequeños de Izzy había estado apunto de ahogarse por desobedecer a los mayores e irse demasiado adentro. La luz del sol caía por detrás de los grandes riscos rojizos, y Otis había mandado encender un par de hogueras para hacer la cena. Ellas dos estaban un poco más allá, algo apartadas. Ya habían pasado la fase de aislamiento social en la que se habían dedicado a retozar la una con la otra sin importarles el resto del mundo. Aun así, les gustaba estar a su aire, y era normal. Izzy lo había visto con otros parientes, así que nadie decía nada. Es más, se alegraban de ver a la sobrina de la fundadora del clan de tan buen humor.

Laurie estaba hablando sobre la primera película que había visto en el cine. Parecía entusiasmada. Decía que apenas recordaba lo que era la televisión porque ella y su hermano habían tenido que unirse al clan cuando sólo tenía siete años, así que le impactó muchísimo. Izzy la escuchaba a medias, pero tenía la mente en otra parte. No es que no le prestase atención, es que sencillamente disfrutaba del momento.

Entonces Laurie mojó la mano en el barreño de agua caliente que tenían al lado para aclararse el pelo y le salpicó.

-Oye, ¿me estás escuchando? –preguntó, divertida porque Izzy estuviese tan abstraída cuando normalmente siempre era ella la que hablaba.

-Por supuesto. Justo ahora me estabas contando lo que me vas a hacer esta noche -dijo Izzy con una sonrisa pícara-. Y yo estaba pensando en lo mucho que me intriga saber cómo te las vas a arreglar para hacer lo que me quieres hacer.

Así era. Izzy sólo disfrutaba del momento. Si alguna vez se había preguntado lo que significaba la felicidad, aquella imagen era la respuesta perfecta. El olor de Laurie, el agua, la naturaleza, su familia a salvo a pocos metros de ella... Izzy sentía el corazón henchido de puro éxtasis.

-Me gusta mucho cómo estás ahora mismo. No te muevas, déjame mirarte. ¿Ves? Justo así.

Laurie curvó los labios en una tierna sonrisa. Sus ojos estaban del color azul claro, igual que la superficie cristalina de un lago en calma. Alguna vez Izzy los había visto así, pero pocas. Sospechaba que ese color reflejaba estado de éxtasis y plena calma en el que ella se encontraba, como si no existiese nada más perfecto que aquello. Se lo había visto también una vez que iban en moto por la carretera y se había dado la vuelta para darle un beso. Le recordaba al azul cielo de los ojos de un huskie, pero en Laurie era mucho más bonito y cristalino.

Tras unos segundos en los que se miraron fijamente, ella rompió el silencio.

-¿Con el pelo lleno de espuma? Bien, si tanto te gusta le diré a Harold que me saque una foto así otro día y podrás llevarla siempre encima.

Lo había hecho meses más tarde, aunque por desgracia esa foto se había perdido. Como muchas otras cosas que habían compartido.

Laurie la besó suavemente y volvió a mirar hacia delante, echando la cabeza atrás para que Izzy le aclarase el pelo. Suspiró profundamente, quizás algo melancólica.

-¿Sabes una cosa que echo mucho de menos de cuando mis padres vivían? Las bandadas de pájaros surcando el cielo por encima del trigal, muy lejos. No sé si alguna vez has visto, cuando todavía había, la típica escena de un montón de pájaros creando formas en el cielo.

-Oye, que yo también he vivido en una granja. La verdad es que me gustaba mirarlos. Somos un poco como una bandada de pájaros, los nómadas. Una familia que surca la carretera los unos cerca de los otros para que nadie se pierda. Es bonito, ¿no?

Izzy le aclaró el cabello hasta que la espuma desapareció, momento en el que le dio un beso suave en la frente y sonrió.

Laurie dejó que el agua cálida lavase su pelo, algo poco frecuente.

-Me gusta estar en tu familia, me gusta estar contigo. Me siento como en casa -se volvió hacia ella y le echó los brazos al cuello besándola suavemente en los labios-. Eso me recuerda que en la próxima ciudad tengo que intentar localizar a Paul para ver cómo está. Um... Antes te estaba contando lo que te iab a hacaer esta noche, ¿no? -le recordó con una sonrisa pícara en los labios.

Se encaramó sobre ella, juguetona, y apretó sus labios contra los suyos haciendo que Izzy cayese de espaldas al suelo.