Partida Rol por web

Yreth obvia aquellas palabras de amenaza y aun mas indiferente a la partida de Mutombo prosigue hacia donde tenia pensado desde un principio acudir. Sin tener idea de que camino elegir continúo ascendiendo por la nave considerando tal vez la posibilidad de que la estructura de aquella nave seria parecida a la de un barco...

 Al ver que cada uno va en una dirección me muevo inquiento sin saber que hacer exactamente, asi que me paro en medio del camino y observo con atención el camino de cada uno.

Mirando a mi alrededor veo como todo el mundo empieza a separarse -Esto no está bien- me susurro a mi misma. Ignorando las acciones de mi compañero de viaje me dirijo al muchacho que se revuelve inquieto -...Yo voy a ir por donde se fue Mutombo, parece que alguien necesita ayuda...¿vienes?- le digo mientras echando una mirada rápida a Yreth me dispongo a ir por el camino de Mutombo.

-No vienes a ayudar... amigo- le dije a Yreth mentalmente cuando le eché aquella rápida mirada antes de adentrarme en el camino que había seguido Mutombo

Se detiene a medio camino de salir de aquella habitación.

-¡Maldita sea! Porqué tienes siempre que ir a ayudar a los demás- empezaba a enfurecerse, odiaba tener que depender de su palabra, pero había jurado que lo haría y no podía echarse atrás. No le molestaba el por quien lo hacia, solo aquella dependencia.

Durante unos segundos intenta respirar para calmarse, luego a fin de ponerse a la altura de Daelire empieza a correr hasta situarse a su lado. Tarea fácil para él pues la muchacha no era en comparación tan veloz.

-Maldita sea Dae… son lo suficientemente capaces de defenderse,… y deja de decirme amigo, tengo nombre y en todo estos años juntos seguro que no lo has olvidado- Era una respuesta a sus palabras dirigidas solo a su mente.

Y cuando sus cuerpos quedaban a la misma altura sus ojos se posan en la muchacha quizás recriminándole, o solo esbozando un sentimiento de preocupación acompañados de unas palabras. – Te dije que no te alejaras demasiado de mí-

Cuando la chica se dirije hacia mi la  miro y asiento con la cabeza.

---Esta bien...- digo y comienzo a caminar por donde se fue Mutombo

Llegáis al puente de mando de la nave.

El puente es una gran habitación ovalada, con grandes ventanales y diversos aparatos que permiten controlar el zepelín. Casi todo está decorado con madera y grandes cortinas, lo que le da un aspecto majestuoso y solemne.

Desdichamente, al entrar, ves esa gloriosa imagen mancillada por miles de salpicaduras de sangre, y si miras al suelo, encuentras diez individuos, entre los cuales media docena yace en el suelo, muertos, en distintas partes de la estancia, cada cual, de modo más horrible. El cadáver del capitán de La Dama es el que más llama la atención, pues permanece aferrado al timón con una expresión de terror absoluto.

Justamente a vuestra llegada, veis al capitán Sadler abalanzándose sobre Abie blandiendo su espada y 3 de sus hombres a su espalda desenfundando.

El capitán se abalanza contra Abie con espada en mano.

¡¡MUERE ZORRA!!

Los 3 guardias que acompañaban al capitán se han quedado quietos después de dar escasos pasos y miran más allá de tu posición.

Inmediatamente, ya que aun intentando una treta no había bajado la guardia, sienot como el capitán s elanza a por mi dispuesto a partirme por la mitad. Doy un salto ágil y le paso por encima de la cabeza situándome a su espalda, dispuesta a atacar.

Esa rabia es la que lo va a matar...

Le golpeo la espalda con un golpe seco de mi brazo en un punto concreto para desestabilizarle y cortarle al respiración en seco. Eso me dará unos minutos para poder seguir golpeando. Tras eso y sin que pase un segundo con la otra mano le golpeo en un lateral del cuello.

El capitán sufre el golpe de Abie.

Ugh...!! Ya...estoy harto...de ser blando...

Se intenta incorporar como puede.

Traedme sus cabezas.

Se me fue la pinza hice mal la primera tirada no puse el +60 tiro de nuevo esto... eh?

Aún vas a medio camino, adentrándote en el comedor donde empezó todo.

En la lejanía escuchas gritos pero no eres capaz de comprender las palabras por el bullicio de los burgueses aún alterados.