Partida Rol por web

France estaba incorporándose para romper el cristal con la baldosa cuando escuchó la furibunda y rasposa voz de Montesinos, lo que la puso más nerviosa. Oh, no, por favor, que no vuelva a disparar... Temblando de miedo, juntó impulso y arrojó el objeto contra el cristal, alcanzando su objetivo, más con los nervios a flor de piel, no pudo evitar lanzar un grito cuando escuchó el estruendo. Así, su presencia y posición habían quedado delatadas.

France sentía una enorme pesadez en alojada en su pecho, mientras inspiraba y expiraba a toda velocidad escondida junto al marco de la puerta: trataba de calmar su ansiedad, pero cada vez veía más puntos negros cruzándose en su visión mientras  el terror amortiguaba los mismos sonidos que llegaban a ella... Mierda, tenía que salir de allí, ¡tenía que salir de allí!

Entre tanto, el estruendo de los cristales rotos al desplomarse provocó que el boxeador levantase el arma un tanto, lo justo para dejar de encañonar a Vincent para vigilar con los nervios a flor de piel la entrada... que en cualquier momento cruzaría la aterrada France. Pero Dagmar vio su oportunidad, enfocó su teleobjetivo y el obturador comenzó a funcionar: disparos de flash que iluminaron el jardín a velocidad casi imperceptible entre el temblor de las manos y las emociones bullendo enloquecidas...

...y la cuenta atrás seguía corriendo... 8... 7...

Dagmar entrecerró los ojos cuando el flash iluminó la escena, el rostro de Montesinos era una máscara extraña, con la boca abierta y los ojos desencajados. No es que hubiera sido como un rayo de sol en medio de la oscuridad, pero tal y como estaba configurado, resultó lo suficientemente dañino como para que el loco armado se deslumbrara y el daño recibido fuesen como picotazos en sus córneas. Por lo menos tardaría unos segundos en poder volver a ver con claridad, con lo que ya no sabría a dónde apuntaría... Dagmar intentó alejarse del cañón de la escopeta después de disparar el flash...

Cuando el flash iluminó la escena violentamente una, dos, tres veces, cual relámpago violento, Vincent vio la oportunidad que necesitaba.

Sus pulmones se llenaron de aire, aire y sangre pues se había mordido el labio de la tensión. El caño de la escopeta de Montesinos se había corrido unos centímetros, en la dirección de Dagmar. Entonces sus piernas se convirtieron en resortes, se sintió poderoso y con vigor, como cuando en su casa imaginaba que tenía las dotes de Van Damme y entraba a los tiros en una base del gobierno para rescatar a Mary, la vecina de enfrente. El boxeador se convirtió en su mente en un soldado, un SWAT, un enemigo opresor del sistema que se interponía entre él y la verdad, entre él y el hangar donde guardaban las muestras de las naves, entre él y la super sala de ordenadores que clasificaban a todos los ciudadanos de este, su país, su orgullosos país de libertad y amor y oportunidades... 

- Libertad!!! gritó al tiempo que se abalanzaba como un gatito, uñas fuera, interponiéndose entre France, Dagmar, todo el mundo oprimido e ignorando, y Montesinos. Confió que con tirar todo su peso contra el arma podría arrancarla de las manos del boxeador, ganar algo de tiempo hasta que las chicas corrieran de allí. 

Dagmar lanzó un rápido vistazo a su alrededor tratando de hallar un lugar donde refugiarse y, de improviso, el tiempo se detuvo para ella. Pareció como si todo se sumiera en el silencio y la calma, como si aquella fuera una escena compuesta por inofensivas figuras de cera: el monstruoso boxeador, congelado en una pose de dolor y confusión inhumanas, con el cuerpo echado hacia atrás y una gigantesca mano sobre los ojos; el detective, observando todo con el pánico tallado en su boca abierta en un grito interminable y su mirada oculta tras lentes polarizadas.

Pero dos de las figuras eran las importantes, las que habían absorbido su atención: el cuerpo caído en el suelo, con el rostro hundido en la sangre mientras la lluvia caía sobre sus ojos abiertos, y la muchacha que ahora asomaba su cuerpo menudo por la puerta entreabierta y desvencijada de la habitación C. La muchacha de aspecto oriental, con el semblante pálido y dominado por un rictus de agonía y terror trenzados, con la ropa desgarrada y empapada por sus heridas, con el largo cabello negro, pringoso de coagulos... como su hermana Cordei.

El parecido golpeó como una bola de demolición el alma vapuleada de Dagmar, revelando vacíos y grietas que ella no se había atrevido a enfrentar por sí misma. Y es que aquel Richard tirotado, ¿no estaba caído del mismo modo que se derrumbó Chris, el prometido de Cordei, asesinado por un vulgar ladrón? Y aquella chica cubierta de sangre en un cuarto de baño, ¿no presentaba exactamente el mismo aspecto que Cordei cuando al fin la convenció para salir de la bañera y dejarse cuidar las muñecas rajadas...?

¡No podía estar pasando de nuevo, no podía...!

Montesinos, bajo el aguijonazo de los flashes, sintió el movimiento de Vincent.

Y es que toda una vida de percibir por el rabillo del ojo a mil contricantes tomando posición delante de él para asestarle golpes, toda una vida de aguardar su oportunidad cegado por sus propios guantes, toda una vida dedicada a practicar la manera de hacer daño a otra gente lo habían dotado de unos reflejos animales.

Notó cómo aquel hombre agarraba el extremo de la escopeta y, en lugar de tirar de ella, empujó a ciegas para estampársela contra el pecho y la cara mientras daba un paso hacia adelante y Vincent sentía como la rodilla del titán se le incrustaba en su pierna magullada...

¿Técnica o pasión?

La mente de Dagmar no daba crédito a lo que veía... el dolor de su vieja herida le dio un fuerte pinchazo en el pecho y de pronto no pudo respirar, fue como si le hubieran vuelto a disparar en el pecho. El miedo volvió a surgir, el miedo a la pérdida, el miedo al dolor, el miedo a la soledad. Sus dedos no notaba el peso de la cámara, no sabía que estaba haciendo allí, estaba confusa y aturdida. Su hermana, su hermana estaba en peligro, Chris estaba muerto y su sangre se extendía cada vez más. Y su hermana necesitaba ayuda, estaba allí, tirada en el suelo, cubierta de sangre, sola, herida, a punto de morir, se quería suicidar, no podía dejarla morir, no podía dejarla sola, no podía, no podía, no podía...

- Cordei... - murmuró con un hilo de voz.

Sin pensarlo dos veces, sin ser consciente de lo que la rodeaba, ella solo veía a Cordei en peligro. Reptó por el suelo con dificultad en dirección al lugar dónde estaba su hermana.

 Vincent sintió el caño de la pistola en su pecho, demoledor, y la rodilla en la pierna, haciéndole caer. Afortunadamente para el banquero pudo resistir con todas sus fuerzas el soltar el caño, y arrastró por lo tanto el arma hacia abajo. El golpe del metal con el piso hizo retemblar las manos del boxeador, que tuvo que soltarla.

Una nueva patada hacia la pierna hizo que Vincent aullara de dolor... definitivamente esto no era como en sus sueños. Esto era real. Real como el frío caño del arma ahora en sus manos, real como el dolor que no lo dejaba ponerse en pie, como la máscara de odio que deformaba la cara de Montesinos... odio y muerte. 

Dagmar pasó detrás de él apenas visible, y no podía ver a France. Dónde estaba su sobrina? Huye, corre... murmuró escupiendo sangre. 

El ex-boxeador intentó atinarle nuevamente pero falló. Su cuerpo, ya obeso, no era el de antes, no era tan ágil como sus reflejos lo recordaban. Vincent se envalentonó al ver que la patada fallaba y el cross a su cabeza quedaba apenas alto. Mierda! Eres una mierda! le gritó en la cara, y una vocecita en su cabeza le dijo: ahora la cagaste... se está por enojar...

Montesinos, descomunal en su rabia, descargó su puño en la cara de Vincent, que sintió como su cabeza se bamboleaba de lado a lado mientras el dolor le hacía perder la visión. Luego llegó otro golpe... y otro... y otro... Los nudillos se estrellaban contra la piel y los huesos, dejando atrás inflamaciones duras como piedras, desgarros y morados, aunque a Lacrue no le importaban: a partir del segundo impacto su cerebro se desconectó, dejándolo sumido en un embotamiento del que sólo le sacaban los intentos de tomar aire.

Al cabo de una eternidad de golpes, Fernando levantó al banquero y lo arrojó al fondo embarrado de la piscina vacía, donde quedó hecho un guiñapo y con la escopeta oculta bajo su cuerpo.

...6...5...

Dagmar aprovechó la lucha de los dos hombres para acudir, prácticamente a cuatro patas, en auxilio de su hermana. A sus ojos no existía ni el cuerpo del recepcionista, ni la mortal escopeta, ni nada que no fuera su Cordei herida, y su corazón palpitó de angustia cuando la vio, toda ella vulnerable y cubierta de sangre de pies a cabeza, junto a la puerta.

La muchacha reaccionó con una terrible lentitud, pues había perdido ya una gran cantidad de sangre : al ver entrar a Dagmar a gatas a la habitación y dirigirse como una demente hacia ella, se aturulló y, con un gemido, trató de de cerrar la puerta, de interponerla entre las dos.

- ¡Déjame, mierda! ¡Deja que me vaya! ¿Qué quieres, joder?- gritó la oriental, haciendo que su voz retumbara por todo el baño.

- ¡Cordei, rápido! ¡Tengo que sacarte de aquí!- apremió entre susurros Dagmar, forcejeando con el pomo de la puerta-. ¡Tenemos que salir para que te vean las muñecas!

- ¡Mierda! ¿De qué vas? ¡Yo no soy Cordei!

(EDITADO para que no lo vean las chicas, que no tiene que ver con la escena y bastante barullo hay :P)

France se encontraba poseída por el pánico. Luego de romper el cristal, cayó hacia atrás en el suelo y como si fuese un cangrejo comenzó a retroceder torpemente. Apenas podía reparar en los esfuerzos que hacían Dagmar y Vince para detener a Montesinos y hubiera seguido así de no ser porque el ex boxeador arremetió contra su tío, cual si de una bolsa de punching se tratara.

Cuando el cuerpo de su tío voló por los aires, un NO! se ahogó en su garganta. Nuevamente desesperada, pero ya con los  sentidos en su lugar, la joven se giró para incorporarse y corrió los últimos pasos que la separaban de la piscina.

Con un ágil salto estuvo al lado de su tío en un abrir y cerrar de ojos.

-¡Tío Vince! Por Dios, ¿qué te ha hecho ese animal?- su tío balbuceó algo que  ella no alcanzó a comprender. -No te preocupes tío, ese animal no volverá a tocarte, te lo prometo.- Pasó su mano por debajo del cuerpo de su tío para acomodarlo mejor y allí sintió la escopeta. En el forcejeo, Vincent la había traído consigo.

-Tío ayúdame, si logras entenderme- susurró la joven a toda velocidad -gírate un poco que tomaré el arma- con cuidado, France ayudó a rotar un poco el cuerpo de quién había sido como un padre durante casi toda su vida y con esfuerzo logró hacerse con el arma.

Tomó la escopeta, la observó, la sintió. Nunca había disparado en su vida, pero nunca tampoco había tenido que pelear por conservarla. Resuelta a no permitir que el hombre que estaba en la habitación causara aún más daño, se asomó a la piscina para poner a Montesinos en la mira y gritó.

-¡Detente de una vez animal! ¡no permitiré que sigas dañando a nadie! O te rindes... o tus tripas adornaran el piso.- En su voz había furia y deseo de matar. Todo lo que esperaba era que Montesinos le diera la excusa para jalar el gatillo.