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Castillo de Fougères, País de Rennes, 24 de diciembre de 1264

—Primeras horas de la noche—

—Para eso me encuentro aquí, monsieur —respondó el tremere llevándose las manos a la espalda —. Nuestro clan desea que las cortes de Bretaña prosperen, así como las del resto de Europa. La inestabilidad provocada por Morgaine no es aceptable, ni tampoco.. apetecible.

En ese momento Sybilla se alejó del grupo en el que se encontraba inmersa, se acercó a Margawse, y aunque Firminius no pareció prestar atención a este movimiento, Lothaire sí que lo hizo.

Castillo de Fougères, País de Rennes, 24 de diciembre de 1264

—Primeras horas de la noche—

La atención de Arthelstan hacia las palabras de Ingvar eran atentas, pero el tono, o la forma de expresarse, parecía que no causaban asombro o confort en el Maestre de la Garza Negra. El cainita arrugó la frente en un par de ocasiones, no parecía convencerle lo que el gangrel decía.

—Tengo en gran estima al Príncipe Raynier, gangrel —respondió con asertividad, pero marcando la distanción —. Su fe y preocupación por los desposeídos son dignas de alabanza, y puede que por esa razón se apiadara de alguien como vos. Por esa estima me guardo mi opinión al respecto, y la respeto. Pero me intriga abiertamente una duda, debido a la persona que es el Príncipe, ¿sois un hombre piadoso, Ingvar Lundson? ¿Guardáis la debida devoción a nuestro Señor Jesucristo?

La mirada del ventrue era algo inquisitiva, pero mantenía una calma absoluta al respecto, puede que fuera mera curiosidad.

Castillo de Fougères, País de Rennes, 24 de diciembre de 1264

—Primeras horas de la noche—

Cuando te acercaste al trono donde Margawse y Mahé conversaban, la Príncipe detuvo la charla fijándose en ti, no mostró ninguna molestia cuando lo hiciste. Quería entender que no actuabas de este modo por capricho, y cuando te acercaste para susurrarle aquello notaste su repentina tensión. Mahé y Elaine, junto a vosotras, así como el propio Dominic, no eran ignorantes de lo que habías dicho y también reaccionaron con algo de tensión...

Castillo de Fougères, País de Rennes, 24 de diciembre de 1264

—Primeras horas de la noche—

Sybilla se había acercado a susurrar algo Margawse interrumpiendo brevemente su conversación con Mahé, lo que le había dicho parecía haber causado una reacción instantánea en la Príncipe. La duquesa de Bretaña se levantó en el acto, tuvo un instante de silencio, su voz tronó a continuación con una solemnidad tan recia que se propagó por todo el salón.

—Nos atacan. ¿Qué ha pasado con los guardias? —la mirada se dirigió fulminante a Dominic, el capadocio, a pesar de sus capas de inhumanidad lívida no escondía la sorpresa que le provocaba esta revelación. De inmediato, Margawse se dirigió a todos los presentes.

—Alguien ha superado las defensas del castillo. Han entrado. Se acercan —la Príncipe no se movió un ápice del trono, erguida con orgullo frente a él y tomando un aspecto absolutamente amenazador. Mahé se apartó enseguida y buscó con la mirada a su chiquilla.

Estabais desarmados debido a la naturaleza de la recepción, pero erais conscientes de que había una guardia de ghoules protegiendo las puertas principales al salón y una numerosa guarnición de mortales y ghoules vigilando el castillo. En el salón que os encontrabais había tres puertas, la principal por la que habíais llegado, que daba a una antesala con diversos pasillos, y dos laterales que ignorabais dónde llevaban. Casi de inmediato, justo después de que Margawse anunciara que quien fuera que estuviera llegando se acercaba, un viento sobrenatural apagó toda la iluminación del salón dejándoos a oscuras.

Parece que mis palabras, cargadas de misterio y elucubraciones, son recibidas con más apatía que entusiasmo.

Ingvar: Vivimos una época de mitos. Las brujas de las leyendas se alzan, pronto Ker-Is renacerá de las aguas y las cabalgatas de los espíritus se apresuran en los caminos. No creo que sea imposible que algún caballero con suficiente entusiasmo saque una espada de una piedra. La espada en sí no me inquieta demasiado.. Pero aún me falta el voluntario para blandirla. Lo haría yo mismo, pero creo que no sería muy popular.

No puedo evitar llevarme una mano a la frente. No me sorprende que el normando no conozca las leyendas artúricas, pero desde luego pensar que el libro que sugiero sea coetáneo nuestro es vergonzoso. Me pregunto qué clase de maestros tendrán en normandía, y qué les enseñarán a los bárbaros de allí.

 Para mi sorpresa, sin embargo, la esclava de piel oscura interviene con una declaración inesperada.

Selin: Lo he leído recientemente, cuando estuve en el monasterio de Saint-Mathieu. Y también vimos una espada clavada en una roca, como la que extrajo el Rey, solo que esta pertenecía a otro hombre, a otro monarca. Semejantes como bien dices, no iguales

¡Una espada clavada en la roca! ¡Lo sabía! Sabía que todo esto tenía que ver de alguna manera con la leyenda del rey Arturo. Una bruja llamada Morgana, una Dama del Lago, los espíritus que vimos a la noche... tiene que tener algo que ver...

Pero antes de que pueda expresar mis conclusiones en voz alta, la esclava se marcha a hablar con Sybilla, y el normando se enzarza en una conversación de lo más insulsa con otro de los cainitas de la corte.  

Aethelstan: ¿sois un hombre piadoso, Ingvar Lundson? ¿Guardáis la debida devoción a nuestro Señor Jesucristo?

Escuchada de soslayo, esta frase no puede evitar hacerme soltar una carcajada desde la garganta, que consigo reprimir lo suficiente para que salga por la nariz con un sonido ronco.

 Una risa que es abortada por una dramática declaración de la princesa.

Margawse: Nos atacan. ¿Qué ha pasado con los guardias? Alguien ha superado las defensas del castillo. Han entrado. Se acercan 

-Ahora sí que nos vendría bien que sacárais una espada de cualquier piedra, normando -murmuro, con una mueca.

Me aproximo a Mahé con pasos ligeros, y la tomo del brazo suavemente.

-Marchémonos, no somos guerreras. Esta batalla no nos corresponde.

Permaneció en silencio mientras los demás comentaban cosas sin mucha importancia, en ese momento había preferido la observación. Sin embargo, la joven chiquilla de Mahe había sacado un tema bastante peculiar. Ella conocía bien el libro, lo había leído en cuanto había podido poner sus manos sobre él. Había resultado muy interesante.

A pesar de todo no hizo ningún comentario al respecto sobre el asunto, no veía que muchos allí lo hubieran ojeado siquiera y tal vez por eso mismo, le pareció mejor dejar el tema a un lado para no hacer que los demás se sintieran desplazados en la conversación.

De hecho seguía más preocupada por el cruce de palabras entre los dos monarcas y como uno de ellos abandonaba la sala con evidente furia al ser tratado de aquella manera. En su opinión, creía que Margawse no estaba en una posición adecuada como para rechazar alianzas. No si su enemiga era tan poderosa y además le guardaba tanto rencor como había visto en las noches anteriores.

El anuncio del ataque, les cogió a todos por sorpresa, aunque en el fondo, en la situación en la que se encontraban, no debería. Era el momento perfecto con la cantidad de cainitas de alta alcurnia reunidos en un solo lugar. Podía hacerse una idea de quien enviaba dicho ataque, pero prefería ver con sus propios ojos antes de confirmar sus sospechas. Solo necesitaba un lugar con vistas al exterior.

Se acercó a su compañero de viaje en aquella ocasión en vez de abandonar directamente la estancia.

Deberíamos ponernos a salvo Monsieur y dejar que sean los guerreros los que hagan su trabajo de protección.

Ingvar siguió con la mirada, curioso, a la figura de Sybilla dirigiéndose hacia su señora, pero pronto se giró de nuevo hacia el ventrue para escuchar sus palabras. Frente a la expresión poco satisfecha de Aethelstan, el gangrel sonreía ligeramente. Al parecer, el religioso ya tenía una opinión bastante formada de él, y la cortesía con la que lo trataba emanaba tan sólo de la sombra que Raynier proyectaba sobre él.

Estaba a punto de contestar cuando de pronto la voz de Margawse se proyectó sobre el salón con autoridad… y con cierta urgencia. Sus palabras cortaron limpiamente todas las conversaciones como el acero corta la carne, y fueron seguidas por un instante de absoluto silencio y sorpresa.

Pero el normando no acostumbraba a dejarse sorprender. Tan pronto como la duquesa había pronunciado la palabra ataque, Ingvar ya se había girado, localizando las entradas de la gran sala y la posición de los que la ocupaban, esperando en tensión algo que, si obedecía a su instinto, no tardaría en llegar.

-Seguiremos hablando de mí en otro momento, monsieur. -Dijo en voz baja con una voz muy distinta a la que había utilizado unos instantes antes. Y dirigiéndose hacia damas que completaban su círculo, añadió. -Tened cuidado. Sólo en el mejor de los casos serán lobos.

eso que, cuando apenas unos instantes después el viento que presagiaba la llegada de la bruja barrió el salón, apagando todas las luces y trayendo el negro telón de la noche, el Gangrel reaccionó de manera instintiva a la marea de sombras que los engulló a todos.

La respuesta poco reveladora de la dama oscura provoca que me quede observando su marcha en silencio, escuchando la conversación de fondo entre los dos hombres. Mis propias inquietudes por el estado de Sybilla no tardan en ser respondidas y casi al momento de revelarse ese hecho, suelto mis manos dejándolas caer a los lados. Si las defensas del castillo habían sido superadas, muchas vidas correrían peligro en terribles actos llevados a cabo por seres en busca de poder. Mis ojos recorren la sala, localizando las tres salidas, y quedándose fijos en la dirección aproximada en la que había dejado mis pocas pertenencias.

Entonces, un viento mece mis encrespados rizos dejando toda la sala en una oscura claridad. Nerviosismo e impaciencia por lo que vendrá son las sensaciones que recorren mi cuerpo. Respiro profundamente, serenándome y esperando a como acontece la situación, no conozco mucho más que el pasillo que hemos recorrido hasta aquí y los rumores sobre la magnífica música del lugar. No me será de ayuda. Y lo que más temo es tener que enfrentarme a soldados que ni siquiera conozcan el juego en el que han caído, esa carga sería demasiado pesada.

Caballo y alfil atacan la torre. La imagen del ajedrez, juego al que se había aficionado tras verlo practicar a un emisario mozárabe, apareció en la mente del lasombra. Era de esperar. La adversaria ya había desmostrado, repetidas veces, su capacidad de adelantarse a los movimientos de sus adversarios. Y ahora, obviamente, había tenido conocimiento de la reunión y había logrado preparar un ataque.

Lo peor no era eso, sino que las palabras de la reina parecían indicar que tal eventualidad no estaba prevista. Era un profundo error, aunque no era algo que pudiera evitarse y, en todo caso, el error era más del chambelán que de la líder. Antes que pudiera decir algo, sin embargo, la dama Maëlys se acercó hasta él con una solicitud que le pareció sorprendente. Y agradable.

- Gracias por vuestra preocupación, mi dama. Pero si mis temores son ciertos, desperdigarnos podría ser necedad... salvo que la plaza esté perdida- respondió en un susurro a la dama brujah para luego alzar la voz en mitad del caos- Soberana Margawse Menguy, estoy a vuestro servicio. Estamos bajo ataque. ¿Cuales son vuestras órdenes?

Si había que presentar batalla, había que saberlo, y había que estar bien dirigido. Y si no, había que saberlo para poder huir.

Sybilla se mantuvo erguida, junto a su señora, siendo notable el gesto preocupado en su rostro. Tuvo muy ligeras dudas de quién podía estar efectuando el ataque, pero al soplar aquel viento antinatural no le quedó duda. El recuerdo de lo sucedido en Brest se manifestaba en su memoria, trayendo consigo el nombre de Morgaine, mientras daba un paso hacia la Príncipe, escudriñando la oscuridad con sus profundos ojos negros como ala de cuervo. 

Castillo de Fougères, País de Rennes, 24 de diciembre de 1264

—Cerca de la medianoche—

Lograste acercarte a Mahé gracias a tus sentidos agudizados, pues la oscuridad provocada por el viento frío había apagado cualquier fuente de luz. Tu sire tampoco estaba completamente ciega, pero reaccionó con tensión apenas un instante cuando la abordaste. Se apartó contigo unos metros antes de responderte.

—¿No es nuestra lucha, Leyre? —casi sentiste su mirada recaer sobre la tuya, su tono de voz era seco —. No, no debería serlo. Pero estamos aquí, al cobijo de la Príncipe, para los que nos están atacando hemos escogido bando.

En el tono de Mahé había más frustración que rabia, pero estaba claro que no la apetecía enfrascarse en ninguna clase de combate. Claro que dadas las circunstancias, aquella opción parecía irse evaporando poco a poco.

—Acerquémonos a un lado, busquemos una de las puertas laterales. Evitemos la lucha si es necesario..

De repente las puertas principales se abrieron y...

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—Cerca de la medianoche—

A su vez, el increpado Dominic, reaccionó de un modo presto para su habitual porte pausado.

—Ignis Fatuus...

El capadocio invocó alguna clase de poder de los de su clase, y pronto un orbe de luz blanca empezó a brillar tenuemente alrededor del trono. Aquella luminaria creada por Dominic era un fuego fatuo, que empezó a orbitar alrededor del trono dotando aquella parcela de la sala de algo de luz, pero no llegaba apenas a alumbrar la totalidad de la estancia que aun permanecía en oscuridad. Bajo la luz se encontraban Margawse, Sybilla, Elaine y Dominic.

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—Cerca de la medianoche—

El tremere Lothaire Chabroux prendió una llama en su mano que, por el momento, usó como punto de luz. Cerca de él estaban Artur y Maëlys. No había ningún rastro de Firminius, quizá se encontraba sumido en la penumbra que aun gobernaba el salón.

—El clan Tremere defenderá la legítima gobernante de Bretaña, Príncipe Margawse —anunció severamente mirando hacia la puerta.

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—Cerca de la medianoche—

—Maestre Aethelstan —anunció severa la Príncipe Margawse —. Confío en sus dotes bélicas para defender este salón y este castillo. Todos aquellos presentes, seguid las órdenes del maestre Aethelstan. Mi hermana está detrás de este ataque, no os quepa duda, y sus asesinos no distinguirán rostros o ascendencias.

La Príncipe, alumbrada por la invocación de Dominic, dirigió una mirada hacia Elaine, también a Sybilla.

—Si las cosas se complican. Dirigíos al torreón de Melusina, no salgáis bajo ningún concepto —ordenó inapelable, Margawse no parecía tener intención de abandonar aquella estancia sin luchar, pero pareció mostrar cierta preocupación por sus allegadas —. Dominic, a pesar de este fracaso, no te expongas. No quiero tener que dar explicación al abad Jermaine.

El frío se acentuaba, el suelo de piedra empezó a escarcharse de forma sobrenatural, y del otro lado de la puerta se escucharon los quejidos secos de dos empalamientos y cuerpos caer. Fuera lo que fuera lo que estaba por llegar, ya estaba ahí..

Castillo de Fougères, País de Rennes, 24 de diciembre de 1264

—Cerca de la medianoche—

Tras la orden de de Margawse , la voz del maestre Aethelstan se elevó por encima de la confusión. El ventrue ya había estado organizando la improvisada defensa.

—¡Ser Bohort! Cerrad filas, proteged el trono —aun desarmados, los caballeros presentes parecían dispuestos a pelear contra lo que fuera a atravesar las puertas. En realidad no estaban desarmados, no dejaban de ser vampiros —. ¡Todo aquel que sea combatiente, en la fila!

—¡Ser Edwin! Asegurad una de las salidas. ¡Aprisa!

En aquella fila defensiva se posicionaron tanto Aethelstan como Bohort, Lothaire se dispuso en una segunda línea con su mano en llamas preparada. Bastian Magloire, también guerrero, se colocó junto a los caballeros de la Garza Negra dispuesto a presentar batalla mientras su hermano Edwin se dirigía a una de las puertas laterales para asegurar la salida. Treveur du Tinténiac se alejó de la primera fila, acobardado, quedándose cerca del trono ante la despreciativa mirada de la propia Margawse que se mostraba firme y orgullosa. De Firminius no había ningún rastro, e Ingvar también se había evaporado a ña vista de la mayoría escondiéndose tras una columna al acecho.

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—Cerca de la medianoche—

Hubo un nuevo silencio de tensión, tras las puertas ya no se escuchaba nada, mas los que poseían sentidos agudizados podían escuchar el sutil tintineo de metal, respiraciones pesadas y corazón latiendo con rapidez. La escarcha se extendió por el suelo como una plaga, la madera crujió y acabó partiéndose dando entrada a lo que fuera que hubiera al otro lado. Al otro lado había oscuridad, densa e impenetrable, tan impenetrable que ni siquiera las capacidades sensitivas más poderosas eran capaces de atravesar. Era un muro de pura tiniebla.

No hubo palabra que mediara, de la oscuridad salió disparada una cabeza, con una puntería privilegiada que acabó cayendo a los pies del trono. La cabeza descompuesta en un paroxismo de terror de Louarn Le Guillant, el Príncipe de Nantes, que ya se estaba descomponiendo en cenizas tras su muerte definitiva.

—Ha sido sencillo —dijo una voz melódica, pero cargada de una malicia que ninguno erais capaces de concebir —. Os llamáis señores de la noche, pero ni siquiera sois capaces de ser parte de ella..

De repente, cinco pares de ojos prendieron en la oscuridad, un brillo rojizo, maligno. Y tras estos ojos rojos, prendieron dos plateados. Los ojos rojos avanzaron un paso, a ellos se unieron tres pares más, pronto mostraron el carmesí de la sangre de sus enemigos y los emblemas de la familia aparecida de los Jakkelsen de Dól. Un total de ocho guerreros de Dól, que escoltaban a uno de ojos plateados.

—Me llamo Dullahan —el siguiente paso mostró el perfil sombrío de un rostro maligno, tatuado y de orejas picudas —. El Señor del Bastión de las Cabezas Cortadas, mi reina reclama las vuestras —una espada de filo que parecía hecho de hielo apuntó directamente a Margawse —. La tuya, traidora.

Los aparecidos gangrel se lanzaron al combate tras una señal muda de su líder, rugiendo y aullando como los berserkers que eran. Tras Dullahan parecían verse más ojos rojos, pero la criatura que teníais delante no se movió esperando que los ghoules chocaran contra la primera línea. Justo tras eso..

Castillo de Fougères, País de Rennes, 24 de diciembre de 1264

—Cerca de la medianoche—

Obedeciendo a la misma señal que parecía haber espoleado a los guerreros de Dól, Treveur sacó una estaca oculta en su manga, se había acercado lo suficiente como para estar al lado de la propia Margawse, pendiente de lo que sucedía delante de ella. Las intenciones del traidor toreador estaban claras, pero.. ¿sería lo suficientemente rápido para cumplir su propósito?