Partida Rol por web

Tras una fortísima explosión que ha sacudido todo el campo de batalla, el tiempo parece detenerse. ¿Qué acaba de ocurrir? Os miráis unos a otros, incrédulos, dejando de hacer lo que estábais haciendo. No ha sido un ataque sobre vuestra trinchera, pues estáis ilesos.

- ¡Menuda explosión!

- ¡Humo negro en la vanguardia alemana!

- ¡Nuestro artillería ha alcanzado un polvorín!

- ¡Enfrente de nuestra posición!

Los vigías en los parapetos informan del suceso, mientras desde dentro de la trinchera observáis cómo una columna densa y negra se eleva, formando una nube como de tormenta. Parece que habéis reventado un polvorín enemigo en la trinchera enfrentada a la vuestra. De hecho, donde antes creéis que había un búnker, ahora hay un enorme cráter.

Antes de que podáis reaccionar, un silbato resuena en la trinchera. Es la orden de atacar del teniente Krullé.

- ¡Calen bayonetas!

- ¡Preparen escalas!

- ¡Carguen armas!

- ¡Máscaras de gas!

- ¡A los nidos!

- ¡Cascos!

- ¡Eh! ¡Vuelve aquí!

- ¡Munición!

- ¡Granadas!

- ¡Avisen al cuartel!

Las órdenes de los sargentos se entremezclan, y los soldados franceses despiertan de su entumecimiento físico y mental. Unos obedecen mecánicamente, otros corren desorientados y algunos gritan de júbilo. Incluso hay quienes rezan y quienes rompen a llorar.

- Allez! ¡No hay tiempo que perder!

Se espera de vosotros que, cuanto antes, os preparéis para el combate y forméis con vuestra escuadra.

Y creíamos que sería un día tranquilo— Acaricio su arma como si fuese su mujer. Entrar en batalla era una puerta abierta a la muerte que le gustaba cruzar en más de una ocasión y quizás un día como ese mismo podrían saciar más de uno de sus deseos. Como una oveja sigue a su rebaño, Adrien fue tras los pasos de su compañía. El no estaría en primera línea pero casi. La escasez de hombres había diluido las responsabilidades y ya todos se podían considerar francotiradores, zapadores o cualquier otra función que se necesitase. Con un poco de suerte aún se podría rezagar unos pasos para poder hacer lo que mejor sabía.
Se cuadro a la espera de las órdenes que llevaría y serían sencillas ¿Cuantos regresarían esa noche?

La explosión lo sobresaltó y rápidamente tomó el fusil de su hombro Demoró un par de segundos en notar que no era una granada que hubiera estallado cerca, y por la agitación que había alrededor comprendió que no estaban siendo blanco de una carga sino que ellos debían preparase para cargar sobre la posición enemiga.

Agustín echó el ajedrez en su mochila, acomodó el bolsito con la máscara antigas que colgaba en su pecho y se colocó la mochila para empezar a caminar con desgano hacia donde estaba su cabo. Todo lo hizo mecánicamene, sin mostrar más emoción que la de un oficinista al llegar al trabajo.

Recién al arribar a su posición alzó la vista del piso, y notó la columna de humo en la trinchera enemiga, comprendiendo que esa carga no sería igual a las otras. Si el cambio sería para mejor o para peor, no sabría determinarlo.

La explosión sobresalta a todos alrededor de Rémi, incluido él, que se gira con cuidado a ver la columna de humo. En cuanto los oficiales empiezan a dar las órdenes y ve que todo el mundo se prepara para avanzar, se pone la mano en el hombro para ver si lleva colgado su fusil. No está ahí.
—La madre que me parió —De inmediato se pone a buscar cualquier fusil que vea, aunque se ve interrumpido por el oficial de otra compañía, que le increpa y patea para que vuelva con su tropa. En el instante siente una mezcla de ira, congoja y respeto que podría solucionar metiéndole un puñetazo al tipo, pero se contiene. Se vuelve a toda prisa con sus compañeros, rezando porque estuviera aún ahí su fusil. De conseguirlo de vuelta, lo revisaría para ver que esté cargado y coloca la bayoneta con fuerza. La situacion le sobrepasa por mucho, siendo esta su primera carga. Ya había experimentado situaciones de tensión antes, pero esta mierda no se parece en nada a las peleas ni los atracos. Aguarda a lo que sea que ocurra a continuación, alternando la mirada entre su arma, otras compañías y la salida de la trinchera.

- ¡Es la hora de demostrar de lo que estais hechos! Me acerco a mi compañía.

- Tenemos que confiar los unos en los otros, cuando lleguemos a la trinchera enemiga, solo nos tenemos entre nosotros, cualquier decisión, la diga quien la diga, en mi compañía se consulta conmigo, vamos, nos van a quitar toda la diversión. Muestro una sonrisa lo mas calmada posible. Hago señas a los soldados de la compañía, para que me siguan, y nos colocamos mientras avanzamos en la retaguardia del avance, o como a mi me gusta decir por mi pasado como marine, la popa del barco.

Bernard no se podía creer lo que veían sus ojos. Llevaban años en esta ratonera esperando este momento. 
 

- ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos!…mueve el culo negro…¿que coño haces? …venga arriba…explosivos…cabooo!…en fila de a dos…vamos! Vamos! Seguidme…

- ¡Sargentos!  ¡Quiero a todo el mundo preparado para un ataque total! - Krullé da las órdenes desde una posición visible y audible para todos - ¡Baudet! ¡Tus hombres nos cubrirán con fuego de ametralladora! ¡Subteniente! ¡Solicita una cortina de artillería! 

El sargento Bernard os da la orden de seguirle a las escalas, pues no hay tiempo que perder. Krullé puede dar la orden de cargar en cualquier momento.

Pero cuando os agrupáis en torno al cabo Manas... No se sabe si vais a la guerra o a cazar patos.

De los doce soldados de la escuadra, solo Pouldre y Fournier han calado sus bayonetas. El resto llevan los fusiles desnudos, como si en la trinchera alemana fuese a dar tiempo para prepararse.

Y más allá de los rifles... Parecéis belgas en vez de franceses, sin apenas equipamiento. No tenéis equipo. Menos Izoard, que parece más pertrechado.

Manas está a punto de cagarse en vosotros, pero se da cuenta de que él ni siquiera ha tomado su fusil. Como Bernard se fije en ellos...

Valérie se acerca hasta tí por detrás de la escuadra, y te entrega algo:

- Por Dios, Moustache, protégete. - te susurra, mientras te entrega... ¿un cuenco? No, es un casco de metal que dentro tiene una máscara de gas, una venda y una lata. - La lata es un pequeño botiquín. Aunque espero que no lo necesites, amiga.

Tras ver el percal y escuchar las órdenes Rémi no parece tener ninguna intención de ponerse el primero. Se toca el cinto y el resto del cuerpo con nerviosismo para ver si está todo el equipo reglamentario. De hecho intenta hacer memoria de lo que le dijeron en aquella instrucción exprés de seis horas que recibió, pero solo recuerda los gritos de aquel sargento que le llamaba "liendre trasquilada". Busca quedarse lo más atrás posible del grupo. La gallardía que demostraba en las calles no tiene lugar en este infierno.

Cojo mi fusil y preparo la bayoneta lo mas rápido que puedo para dar ejemplo al mismo tiempo que me coloco en mi posición.

Al ver a otros colocando la bayoneta al fusil, Agustín se da cuenta que él olvidó hacer lo propio con la suya. Revolvió en su mochila buscándola, y mientras lo hacía se topó con la pala y el pico, y los arrojó hacia la entrada de su refugio, para ir un poco más liviano. El resto de sus posesiones personales las llevaba con él a todas partes. Su experiencia en en el ejército argentino le había enseñado que cualquier cosa dejada sin cuidado sería robada por otro soldado.

Verlo al cabo Manas colocándose a la cola de la avanzada lo tranquilizó. Su cabo no era suicida y eso hacía más fácil que él lo siguiera.

Pues realmente todo el equipo que pudiera llevar dado que nuestra tropa no parece tener más que lo esencial: máscara antigás, las balas sueltas del rifle en sus respectivos bolsillos de municiones, la cantimplora, su lata de hojalata para llevar la comida y poco más. Nunca le dieron pala ni granadas.

No problemo.