Partida Rol por web

La granada cae junto a Agustín sin explotar, porque el mecanismo que enciende la mecha ha fallado.

Contra todo pronóstico, la granada cayó al suelo sin detonar. Agustín la miró con pavor, alivio y sorpresa. La tenía a sus pies.

Pero los gritos de dolor de sus compañeros le sacaron rápido del ensimismamiento. Había que actuar.

La ametralladora había alcanzado a Manas, que no se había cubierto lo suficiente al seguir en shock, y a Pouldre, que creía estar en una cobertura más favorable. Manas yacía en el suelo, inmóvil, pero Pouldre aullaba de dolor: era su segundo balazo en pocos minutos.

Adrien se libró, y abatió a otro alemán de la trinchera derecha, cubriendo a Bernard y sus hombres....

... que ya estaban en el flanco de la trinchera izquierda. Podrían entrar en cualquier momento. 

Bernard ordenó lanzar una granada al interior para generar el caos antes de atacar. La granada causó una fuerte explosión en el interior de la trinchera enemiga, que el resto visteis desde fuera. El revuelo hizo detenerse a la ametralladora. 

El joven Fournier es uno de los que había ido entrando al cráter después de vosotros. Y también quien había ido a hacer de enlace con el teniente.

- ¡Sargento! ¡Sargento! - Avanzó pesadamente por el barro, pero parece ser algo urgente. Cuando se puso a tu altura, estaba resoplando del esfuerzo.

- Sargento... Krullé le ordena tomar la trinchera izquierda... Cannes va a por la derecha... No habrá refuerzos de momento... por lo menos hasta que la artillería alemana no detenga el bombardeo de nuestra trinchera... Nuestra artillería parece seguir dándonos cobertura... e impidiendo la llegada de refuerzos alemanes... Pero Krullé duda que vaya a continuar mucho más... Empezó temprano, y los bouches seguro que lanzarán contraofensivas en otros puntos del frente...

​​​​El chaval se dejó caer sobre una caja, cansado. Necesitaba recuperar aire.

Aún con su acierto sobre el boche no mejoraría su situación, sino que empeoraría con la metralla que ahora se alojaba en un costado y otra parte del lateral de la pierna. Suelta el fusil del shock y se agarra las heridas entre gritos. Nunca había sentido el plomo caliente en el cuerpo. Mira hacia sus compañeros que, resintiéndose o escapando el fuego enemigo, parecen dispuestos a avanzar. Se busca las heridas y presiona con fuerza para intentar que deje de sangrar, a la vez que arranca algunas telas, propias o ajenas, para metérselas en las heridas más graves. Si ve un lugar más seguro en las cercanías en el que colocarse, irá ahí con la cabeza gacha y el cuerpo pegado al suelo, esperando, al menos por el momento, evitar recibir más disparos.

Y el infierno no dejó de desatarse. Solo se podían ver pequeñas victorias. Un alemán derribado, una ametralladora eliminada… Con su primer objetivo ya logrado, dar cobertura para que se se pudiese asaltar ese jodido nido de destrucción, se dedicó a salvar más vidas o por lo menos a intentarlo. Los gritos de agonía que le rodeaban, los que había silenciado obviándolos hasta ese momento. La escena que contempló era dantesca, sangre, viseras y sangre mezclada con el barro. Una realidad a la que estaba comenzando a acostumbrarse. Presionó la herida de un soldado — Ordenes, joder necesitamos ordenes — Lo que hacía falta en momentos de lucha es alguien que lidere, que marque el camino a seguir para mantener la calma.
Un chorro de sangre le salpicó el rostro y se dio cuenta que ese hombre ya no Vedia un nuevo amanecer. Aferró nuevamente su rifle para regresar al combate — ¿Como vais, superaremos este puto día?

Agustín sorprendido de seguir vivo tomó la granada y revisó el sistema de encendido de la mecha, lo acomodó lonsostuvo con el dedo y luego miró la situación a su alrededor, los heridos, los que estaban por entrar a la trinchera.

Corrió entonces hacia el borde de la trinchera izquierda se aseguró de hacer girar el gatillo de la granada, contó hasta tres y la revoleó en dirección al nido de ametralladora. Luego se agachó entre las primeras protecciones de la trinchera y los últimos escombros del cráter, preparando la bayoneta para ingresar tras los otros soldados franceses o ensartar al primer soldado alemán que intente salir, lo que suceda primero.

Paul miró al muchacho agotado - Bien muchacho bien! - y en ese momento se giró y dio la orden de lanzar la granada. Todos esperaban tumbados al borde del crater con el fusil en la mano. Cuando el sonido retumbó se incorporaron apuntado hacia la trinchera - Vamos, vamos! - dijo Bernard siendo el primero en disparar. 

Una decena de poilus entraron por el lateral de la trinchera desde el cráter, a la orden de Bernard. Solo Fournier se quedó fuera, agotado.

Sorprendieron a los enemigos, aún aturdidos por la granada. Las alemanes más cercanos fueron abatidos por los primeros disparos y atravesados por las bayonetas. Para colmo, la granada de Agustín estalló más al fondo de la trinchera, sobre el nido de ametralladora.

Fue una carnicería. Los bouches ni pudieron defenderse: Halt! Gnade! Vitte! - Unos pocos gritaban soltando los rifles mientras se arrodillaban o tumbaban. Otros intentaban escapar, escalando el paradós de la trinchera hacia su retaguardia....

... No podían más. El bombardeo mañanero. La explosión del polvorín. El ataque francés. La guerra eterna. La moral era tan baja entre los alemanes como entre vosotros.

¿Que decidiría Bernard?

Fuera de la trinchera, Pouldre logró estabilizar sus heridas gracias a su instinto. Ya no perdería más sangre. Bussaglia intentó lo mismo con un compañero cercano, pero en vano. El cabo Manas seguía inconsciente. Adrien no tenía a nadie cerca para darles órdenes.

En una posición más avanzada, Izoard tuvo el detalle de "devolver" su granada a los alemanes. Explotó contra el parapeto de la ametralladora. Pero no volvió a disparar. Sus operarios estaban igual de asustados que el resto de alemanes, y se habían rendido, habían huido o habían fallecido.

Sin embargo, desde su posición Izoard observó que por fuera del paradós enemigo, agazapados, avanzaba un grupete de alemanes hacia los hombres de Bernard. Vio un casco en punta.  Aún no estaban a la altura de la ametralladora, pero no tardarían en atacar. Obvio, pues la trinchera enemiga no se acababa tras el nido.

Rémi se toma un descanso tras el lugar que ha elegido para parapetarse. Respira con rapidez y maldice entre dientes mientras se sujeta las heridas y agarra el fusil con la otra mano. Ve desde lejos que el grupo hace avances y que quizá en algún momento los alemanes se retiren, pero él se quedará en la retaguardia intentando pasar desapercibido. Al menos hasta que algún oficial le eche cuenta y le mande de una patada al combate. Si puede evitar volver a exponerse de nuevo o pegar un tiro más, tanto mejor.

Cerró los ojos del que acababa de abandonar el mundo. Y se tiró al suelo para no ser un blanco tan facil, el dolor en el pecho se agudizó y le pasó tras el vendaje. No era una posición cómoda pero quiera asomar algo la cabeza para poder apuntar. Si aliados, amigos con los que había compartido comida y temores iban a realizar un asalto final, estaría listo para dísparar. No seria sencillo porque alguna cabeza haría de obstáculo pero sabía como superarlas. El ruido fue en aumento, tanto que si los disparos y explosiones cesasen, ya no lo notaría por el silbido que conservaría en los oídos

Agustín se incorporó al grupo del sargento en la trinchera, "cuidado que vienen más por allí", dijo mientras apuntaba a los que intentaban huir esperando la orden correspondiente. Por algún motivo no sentía remordimientos de dispararle por la espalda a los que corrían pero no estaba preparado para tirarles a los que se habían rendido.

Remi no podía más. Las heridas le ardían y la desolación le rodeaba ¿De verdad había cambiado la cárcel por ese infierno?

Desde su posición segura en el borde del cráter, a resguardo de balas perdidas y explosiones, pudo observar con detenimiento la batalla.

Junto a él yacían varios cuerpos... Entre ellos su cabo Manas. También reconoció soldados alemanes, por el uniforme.

Escuchaba los disparos, gritos y granadas en ambas trincheras. El combate parecía feroz. Y a favor de ningún bando. Contrastaba con el fondo del cráter, en completa calma. ¿Que hubo allí para causar tal explosión? Más allá, el acceso a la retaguardia alemana seguía tranquilo y despejado. Por un momento, le extrañó que no hubiese contrataque. Pero entonces recordó que la artillería francesa estaba bombardeando la retaguardia enemiga, al igual que los germanos la suya. Nadie parecía que fuese a recibir refuerzos. Ni siquiera para evacuar a los heridos, como él.

Levantó la vista, y se percató que todo el frente era ya una batalla campal. El entorno del cráter era una pieza más de un gran tablero, como en aquel juego de sus compañeros de esa mañana. Apenas hacía unos minutos, y parecían días. 

Algo en él le pedía tumbarse y dormir, esperar a ser rescatado o morir. Con suerte le inhabilitarían para volver al frente. Pero otra parte de él anhelaba más. Mucho más.

Ese sitio no era para él, eso desde luego. Si esos idiotas se iban a matar por los mamones con los pechos llenos de medallas, allá ellos, pero desde luego Rémi no tiene intención de quedarse ahí más tiempo. Si el sueño le empezaba a tomar lo que menos debía hacer era quedarse quieto. Se tumba sobre su vientre y echa un ojo a ambos lados del lugar de donde venían en tierra de nadie. En el caso de que las ametralladoras siguieran disparando a quien se acercara, estudiaría si salir arrastrándose de vuelta a la trinchera francesa, aprovechando que estuvieran ocupadas acribillando al resto de soldados. De no ser la mejor vía, esperaría rifle en mano a que el resto de su compañía despejase al menos uno de los nidos antes de emprender su huída de vuelta a líneas aliadas.

La trinchera izquierda estaba prácticamente tomada, los enemigos se tendían o huían. Disparasteis sobre los que corrían, pero sobre los que estaban tumbados o de rodillas... Ni Bernard sabía qué hacer. - ¿Órdenes? ¿Sargento? ¡Sargento!

Uno de vuestros compañeros, ávido de sangre, pasó por la bayoneta a un joven rendido. Enseguida otro más le imitó, paranoico porque fuese un engaño... Pero otros compañeros se interpusieron para que no asesinasen a nadie más... Y hubo pelea. Bernard estaba consternado por el ataque, no supo mediar.

Por ello, nadie escuchó a Izoard a tiempo.

Una ráfaga de disparos desde el paradós interrumpió la refriega, acertando en varios poilus, incluido el sargento. El mandamás alemán de aquella trinchera, reconocible por su casco con pincho, no pensaba rendirla. Lanzaba a sus últimos hombres contra vosotros. Era todo o nada.

Mientras tanto, en el borde del cráter, Bussaglia desistía de salvar vidas. Él no era Valerie. En cambio, cerca de él, Pouldre lograba salvar la suya. Ambos tuvieron un momento para observar el campo de batalla.

Desde su posición segura en el borde del cráter, a resguardo de balas perdidas y explosiones, pudo observar con detenimiento la batalla.

Junto a él yacían varios cuerpos... Entre ellos su cabo Manas. También reconoció soldados alemanes, por el uniforme.

Escuchaba los disparos, gritos y granadas en ambas trincheras. El combate parecía feroz. Y a favor de ningún bando. Contrastaba con el fondo del cráter, en completa calma. ¿Que hubo allí para causar tal explosión? Más allá, el acceso a la retaguardia alemana seguía tranquilo y despejado. Por un momento, le extrañó que no hubiese contraataque. Pero entonces recordó que la artillería francesa estaba bombardeando la retaguardia enemiga, al igual que los germanos la suya. Nadie parecía que fuese a recibir refuerzos. Ni siquiera para evacuar a los heridos.

Levantó la vista, y se percató que todo el frente era ya una batalla campal. El entorno del cráter era una pieza más de un gran tablero, como en aquel juego de sus compañeros de esa mañana. Apenas hacía unos minutos, y parecían días. 

Remi, con determinación, decidió que había tenido suficiente. No pensaba morir allí.

Las ametralladoras era lo que le estaban quitando la vida. Literalmente. Se fijó en ambos nidos, a izquierda y derecha. Ninguno disparaba.

El de la izquierda, más cercano, ni tenía operarios, pues habían salido a defender la trinchera del ataque de Bernard. En cambio en el de la derecha, más lejano, era menos claro lo que pasaba... pero los soldados de Cannes estaban también luchando en el borde de la trinchera.

Siendo que la izquierda estaba más claramente despejada, abandonaría la batalla por ese lado. Boca abajo se empezaría a arrastrar en dirección a su trinchera con la mayor rapidez posible, siempre vigilando delante por si alguno de sus compatriotas saltaba de esta para unirse al resto en la trinchera alemana y le encaraba. Con suerte nadie le vería, o como poco le dejaría ir al verle malherido. Arrastra consigo el fusil, bien pegado al cuerpo, dejando atrás cualquier parte de su equipo que le ralentice.

Agustín buscó un lugar a cubierto, en el desorden imperante, con varios compañeros delante, con soldados alemanes rendidos entre ellos y encima otros alemanes que disparaban era imposible definir a quién tirarle y a quien no.

Atrajo hacia sí a uno de los alemanes rendidos que parecía aún más connfundido que él, tomó una pistola (dejando el fusil colgado al hombro) y le apuntó al cuello.

—Deciles que no disparen— dijo Agustín en castellano, y luego lo repitió en francés e inglés (¿el alemán lo entendería?)