Partida Rol por web

Las cosas se pusieron difíciles al momento, cómo sabían que ocurriría; a ninguno podía pillarles por sorpresa aquella amenaza. Y estaban preparado, todo lo que podían estarlo al menos tras el duro camino por el bosque.

Listo para el combate, Alandrel optó por dar todo de sí desde el principio, ya que debían acabar rápido si querían tener una oportunidad. Empero, para un elfo de su edad, con tanto a sus espaldas, aquello no significaba precipitarse, eso nunca; su magia jugaba con el espacio habitualmente —moviéndose a la gente a su alrededor o creando de la nada dónde antes no había, congelando en el sitio o desintegrando del lugar, bloqueando los caminos o sorteando obstáculos—, pero no era lo único que sabía hacer: el tiempo, cuando así lo quería, también se plegaba a su voluntad. Fue ese poder al que atrajo hacia sí mismo.

El tiempo, aunque pocos lo sabían, no era algo lineal. Se podía manipular, moldear en beneficio propio, y eso hizo. En un instante estaba en un sitio y, al otro, apenas un parpadeo, no solo se había movido hasta una posición más alejada, sino que había conjurado también a un arconte de los reinos superiores, que ya estaba enfrentándose al gigantesco ciempiés.

Shen Long estaba muy adelante, sonrió pensando que no era su sitio, pero vendería cara su piel.

Con una súplica a Irori, invocó su conjuro favorito, una luz dorada como el amanecer emanó de él y cubrió por unos instantes a todos sus compañeros.

El avance fue lento al principio, pero cuanto más avanzaban menos resistencia encontraba. Quizá era por la confianza que estaba ganando a cada paso o quizá es que habían atravesado el muro defensivo. Se giró para infundir fuerza a sus compañeros rezagados.

- Solo es al principio! Si dais el primer paso podréis continuar! . - Esperaba que esto los ayudará. No era seguro quedarse atrás.

Este pensamiento se borró de su mente de repente al ver el portal escupir monstruos sin parar. Sea como sea, nadie debía quedarse solo. Analizó fríamente la situación mientras los veía acercarse. Estaba claro quién era el jefe a batir, pero no podían obviar a sus apoyos. Seijuro empezaría con los gusanos, mataría tantos como pudiera. Recibir ataques de todos lados no permitiría centrarse en el ciempiés. Esperaba acabar con ellos rápido, y luego uniría fuerzas contra el enemigo poderoso. Los voladores los dejaría para otro ya que eran un objetivo difícil para él al no poder volar.

El intercambio de golpes no tardaría en comenzar, una vez todos lograsteis sobreponeros al temor que causaba el lugar.
Los qlippoths voladores se lanzaron al ataque tomando la delantera, pero antes de que pudieran llegar a haceros nada, un par de ellos ya habían caído. Yun Mei acribilló a tiros a uno, que cayó estampándose contra el suelo, mientras que Dao Yang se deshizo de otro usando sus flechas.
Su suerte no mejoraría, porque la Princesa Yeomi conjuró un poderoso relámpago que acabaría con un tercero y heriría a dos más.

Mientras tanto, Keiko se lanzaba al ataque contra el más peligroso de los demonios, consiguiendo crearle dos grandes tajos en su escamosa piel.

Boss: 112 PD, Inmune Frío, RD 15 Electricidad, CA 39

Entre tanto, Alandrel había innovado a un arconte para ayudar a la Sumeragi, pero los ataques del ser celestial, no lograron superar la increíblemente dura piel del Señor demoníaco.
Por su parte, él atacó a ambos, causando heridas tanto en Keiko como en el arconte.

Keiko: 47 PD? A falta de usar su Habilidad
Arconte: 58 PD, Destruido

Seijuro luchaba codo a codo con Chen Dao contra los gusanos, consiguiendo acabar con dos cada uno, demostrando que no eran especialmente peligrosos.
El último de ellos cayó cuando Hakko apareció por su flanco y le infligió tres poderosos cortes.

Arashi, Lena y Wufan aparecieron entonces en medio del combate, viendo que sólo quedaban dos Demonios voladores y el temible ciempiés.
Pero el templo seguía emitiendo esa malsana luz rojiza, y de sus grietas se intuían más figuras que comenzaban a asomarse hacia la salida, probablemente en una interminable avalancha si no se hacía algo.

Uno de esos seres voladores logró herir a Yeomi, y otro a Dao Yang.

Yeomi: 14 PD
Dao Yang: 16 PD

El combate seguía, y había quedado claro que el principal peligro era el ciempiés y el propio templo, del cual no paraban de salir enemigos una y otra vez.

Keiko esquivó ágilmente dos de las dentelladas del colosal ciempiés-demonio, pero le siguieron dos más, terribles, poderosas y precisas. La kensai intentó desviar los golpes con su espada, pero su enemigo era demasiado grande, demasiado fuerte. Sintió como las pinzas en sus mandíbulas rasgaban su carne, aunque consiguió evitar que la hicieran trizas. 

Por lo menos la bestia también había sentido la mordida de Takahane, y sangraba también. 

Y si sangraba, podía morir.

Sin dejarse arredrar, reanudó su ataque. Con un poderoso kiai!, descargó de nuevo su katana contra la inmensa mole artrópoda, cambiando la forma.

El Colibrí Liba la Savia.

Tajo a tajo y golpe a golpe iban menguando bastante rápido todas esas alimañas. Esos bichos no parecían ser muy peligrosos, pero si iban llegando sin parar podían llegar a ser más que una molestia, y debían todos aunar esfuerzos para atacar al gran cienpiés. Desde donde estaban podían oir el ruido de una marabunta llegando al portal. No podían dejar que llegaran o no terminarían nunca.

- El portal! No podemos dejar que pasen! - Seijuro tenia claro que eso debía hacerse con magia, pero él poco podía hacer. - Se puede poner otro portal enfrente y enviarlos a otro lugar? - Se permitió proponer, y le dió un leve gustazo el pensar en la posibilidad de enviar esas bestias al castillo de Chu Ye. Pero no se distrajo demasiado. No tenía tiempo de regoderarse en ello. Ni tampoco sabía si era posible hacerlo. Redirigió su atención a lo único que podía hacer en ese momento que era atacar, ahora sí, al gran cienpiés. Era el momento. Lanzó un grito en su dirección, retándole, y se lanzó hacia él con todas sus fuerzas.

Le gustaba la idea del samurai, aunque Wufan no tenía el poder para ello, pero si quizá para retener a la legión de monstruos mientras otros lo hacían. Los hermanos estaban luchando contra el ciempiés y él iba a correr a ayudarlos, pero recordaba otros combates y sabía que podrían con él... además había muchas más criaturas por todos lados.

Enarbolando el bastón se adentró entre las filas de enemigos, golpeando a su alrededor a todo rival que encontraba.

Arashi se detuvo apenas un instante, el aire aún denso y palpitante a su alrededor, mientras el retumbar de criaturas monstruosas se acercaba desde el templo. Sabía que los primeros segundos de un enfrentamiento como ese podían marcar la diferencia entre la gloria y la muerte.

Alzó una mano poderosa, dedos extendidos como garras mientras recitaba en voz baja pero firme las sílabas del conjuro. La magia respondió de inmediato, vibrante, casi eufórica por volver a fluir tras tanto tiempo silenciada. Un brillo sutil recorrió su cuerpo y al instante su figura se desdobló una, dos, tres… hasta que ocho duplicados suyos se alinearon a su alrededor, imitando a la perfección cada uno de sus movimientos.

— Eso los mantendrá ocupados un rato —murmuró con una media sonrisa, mirando de reojo cómo los enemigos se agolpaban cada vez más cerca.

Entonces se dirigió a sus aliados:

— ¡Escuchad! Con dos puertas dimensionales y la nube de Wufan, podemos entrar en el templo directamente y cerrar la entrada tras nosotros. Sólo tenéis que acabar con ese monstruo gigante.

Sus ojos, brillando con energía arcana, se clavaron en la silueta maldita del templo, de donde emergía esa ominosa luz carmesí.

El vanara escuchó a Arashi en el estruendo de la batalla y le hizo un gesto como que lo había entendido.

- Yo me llevaré a Yun Mei.- Gritó.

El arconte no había durado mucho, pero lo cierto es que esa tampoco era su función; evitar daños a sus compañeros, cuya muerte si podía ser definitiva en aquél plano, era el principal objetivo de aquella invocación. Lo cierto es que poco podía hacer por sus compañeros más allá de eso, ahora el peso del combate estaba en sus manos.

Él tenía otra obligación mucho más acuciante: habían prometido hacer todo lo posible por cerrar el portal, y eso haría. Y si quería tener una oportunidad, necesitaba tiempo para estudiarlo, por lo que antes de nada debía bloquear el avance de las nuevas amenazas que parecían querer cruzar oleada tras oleada sin fin. Su mejor opción en ese momento era una barrera física, algo que les impidiera pasar de un lado a otro, así que conjuró un muro de piedra justo delante; con suerte no podrían atacar desde el otro lado, lo que básicamente les impediría pasar de manera indefinida hasta que alguna otra criatura que ya lo hubiera atravesado les abriera un paso desde ahí.

Con aquello resuelto, avanzó hacia allí y comenzó a estudiar las fluctuaciones y composición de la grieta, buscando un punto débil del que aprovecharse para poner fin a esa invasión.

Shen Long volvió a conjurar, de nuevo volvió a rodearse de una luz cálida que se trasladó a todos sus compañeros. El tono era parecido, algo más amarilla tal vez.

La sensación fue reconfortante, y un poco... fortalecedora.