Partida Rol por web

Victorian Vampire

Escena conjunta: Solsticio de invierno.

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04/02/2018, 03:10
Director

Atravesando el valle, entre dos pequeñas montañas,hay un lugar, un bosque frondoso entre la unión en v de la montañas, deja ver la luna entremedio de ellas en el cielo. En ese bosque frondoso hay un sendero sinuoso que lleva a un claro. El lugar esta oculto ya que ese sendero muy pocas personas saben llegar.

El claro es de unos 30 metros de diámetro y en el centro hay un pequeño atril de piedras amontonadas de unos 50 centímetros de alto. En el centro hay una rama seca de un roble legendario. Su poder se siente a kilómetros por seres de la noche y una vez encendido en dia del Solsticio, si esa rama se enciende, solo se apaga cuando este termina, dando comienzo y final al ritual mágico.

 

 

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05/02/2018, 00:19
Margot Grinac

Dos dias despues del percance en la casa de mi madre, estaba yo avanzando con mi nueva aprendiza, Sylvie, sin duda tenia muchas cualidades y sabía muy bien lo que hacia, era sensata y directa, como también observadora e inteligente.

"El Solsticio de Invierno es una ceremonia donde nosotras, bueno mucha gente con dones especiales, se reúne en un claro, espero que no digas nada a nadie Sylvie, porque esto es uno de tantos secretos ocultos en la zona"

Me giré hacia ella quitandome la capucha negra para que me viera el rostro. Unos ojos serios ya que lo que ban a ver y conocer era algo muy fuera de lo común entre gente normal.

"El año pasado estuvo un poco solitario y solo algunas conocidas fueron a hacer el ritual, por eso no quise quedarme atrás y por eso llevas ese gallo en la jaula, es una especie de sacrificio a los mu... dioses" sonrio ante mi ultimo comentario.

Como siempre fuimos de los primeros en llegar, despues de atravesar el bosque y conseguir, oculto entre arbustos y frondosidad turba enredada, el sendero que nos llevó hasta el claro.

"Bueno quiza venimos algo temprano, deberiamos ir a recoger algunas ramas Sylvie, tenemos que hacer unos fuegos alrededor del atril de piedras, como a unos tres metros alrededor, nos hara falta y cuando vengan los demás haremos unos fuegos un poco mas grandes..."

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05/02/2018, 01:49
Sylvie Blanchett

Sylvie había asistido al lugar tal y como le había indicado Margot. No estaba aún acostumbrada a aquellas prácticas ni tenía demasiado claro que debía esperar de aquel ritual. Por el momento, aunque reconocía que aquella que regentaba la herbolistería era una mujer peculiar, tampoco tenía asumido que hiciera magia. En cierto modo la mayoría de remedios que le había enseñaro a preparar tenían una base racional: se usaban unos ingredientes determinados, que se cocinaban de una manera determinada. No era como chasquear los dedos y voilá.

- Claro, dama Grinac. Seré una tumba -hizo una pequeña mueca al decir lo último. Quizás debió escoger un ejemplo más alegre.

Aquella noche la tenía algo perturbada. No tenía muy claro a qué se refería con dones especiales. Y la idea de bromear con sacrificios la tenía algo tensa. Sin embargo se mostró obediente: aquella bruja tampoco le había dado ningún motivo para desconfiar en ella hasta la fecha.

- Por supuesto, me ocuparé de ello rápidamente -mostró media sonrisa antes de dirigirse a la tarea encomendada, empezando a amontonar el combustible en forma de ramas que iba encontrando por la zona, dedicándose a ello con cierta presteza.

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06/02/2018, 11:28
Hasel

La vida da giros inesperados y en el caso de Hasel en los últimos dos meses esa premisa se convirtió en una realidad aplastante. Sin saber como ni por qué, se vio envuelto en una realidad paralela a la miseria que vivía trabajando en la fábrica de cerillas, en donde no tenía ningún futuro y de seguro iba a terminar muerto exponiéndose a las bondades tóxicas del fósforo blanco.

Seres sobrenaturales se presentaron en su vida, de repente por causas ajenas a su desdicha y consciencia rondaban a su alrededor.  Una vampira, Ludmilla, le salvó de morir una fría noche en mitad de la calle tirado sobre la nieve. El precio por salvar su vida fue convertirse en adicto a su sangre y prácticamente un esclavo sometido a los caprichos de su voluntad inhumana y monstruosa. Pensar que podía escapar de ella si cortaba la adicción a su sangre, el vínculo que ese líquido traicionero había envenenado su mente, si ella moría con la ayuda de un cazador, era una ilusión bonita, porque detrás de todo ese tormento había también amor.

Así que de momento Hasel se conformaba con ir averiguando el punto de alcance de ese mundo de sombras desconocido que oscurecía aún más sus noches. De la mano de Alistair, un brujo a quien conoció en una taberna la noche que la vampira visitó junto a Laurel al príncipe Dorian, llegó al enclave donde suponía que podría ver a su madre después de 17 años de ausencia.

La sangre de Ludmilla fluía por su cuerpo y le proporcionaba fuerza y aplomo, ni que decir que las las sangrientas pesadillas que sus jóvenes ojos habían enfrentado eran la mejor defensa y preparación psicológica para las futuras carnicerías que presenciase. Acarició el colgante de protección de su madre y se encendió un cigarro mientras se posicionaba con Alistair detrás de una gran piedra rodeada de matojos abundantes. Le dedicó una mirada inquieta en medio de la oscuridad y un susurro. - Espero que venga, si no todo habrá sido inútil. - le importaba más bien poco el ritual, aunque no se negaba a si mismo el hecho de que contemplar el poder de la magia de la que el brujo le habló en la taberna le causaba curiosidad.

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06/02/2018, 12:20
Kay Schneider

Después de haberse encontrado con Nicoleta en París no había dudado de la utilidad que podía tener para poner freno a las inquitantes prácticas, según John, tenía ese antiguo vampiro llamado Dorian. O al menos descubrir qué planes tenía para llevar a cabo esas atrocidades.

La idea de que un vampiro recolectara sangre de humanos, de otros vampiros, e incluso de lobos para algo que no fuera alimentarse, para lo cual no le servía la de los licántropos, hacía evidente que tenía que planear algo muy inquitante.

Y dado que reunía sangre, un agente muy poderoso para realizar hechizos y rituales, a Kay le preocupaba la posibilidad de que el vampiro contara con la ayuda de algún brujo. Y Nicoleta era una cazadora especializada en brujos y vampiros, la combinación perfecta.

Por ello había puesto en antecedentes a Nicoleta y, evidentemente, a Elisabeth ya que había prometido a John presentarlos e intentar que la loba los ayudara. Y aunque había tenido la precaución de mencionar que Nicoleta no daba caza a licántropos y que era una antigua conocida que podía resultarles de utilidad, sabía que las tensiones iban a ser grandes cuando los cuatro se encontraran por primera vez.

Tras descubrir junto con John que los brujos celebrarían el solsticio de invierno la posibilidad de investigar y marcar un, más que seguro, grupo de brujos tan surtido era única.

Pero por desgracia no había tenido oportunidad de presentar a John, Elisabeth o Nicoleta, sólo hablar de ellos.

Confiaba en que los objetivos en común y la palabra de Kay bastaran para forjar entre los cuatro una alianza temporal. De todas formas eran sólo tres lobos en una ciudad con incontables vampiros, ni siquiera sabían si los brujos estaban apoyando a los chupasangres, y él era consciente de que necesitaban ayuda si no querían ser presa en lugar de cazadores.

Tras "invitar" a sus tres conocidos a reunirse en el bosque para ver qué se cocía en ese ritual él lo hizo con Elisabeth, de quien esperaba que guardara las garras tanto con John como con Nicoleta.

Conociendo a la loba era demasiado esperar.

Es aquí —dijo, cuando llegaron al lugar indicado a cierta distancia del claro imaginando que ni Nicoleta ni John tardarían en llegar.

Notas de juego

Elisabeth te dejo elegir como vamos, si como lobos y nos transformamos en humanos al llegar al lugar del encuentro (a lo Kay) o en caballo (a lo tú) XD
 

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06/02/2018, 15:22
Lady Elisabeth S. Héloïse Des Lioncourt

Al principio la situación de la que Kay le puso al corriente logró inquietar a Elisabeth. Ese tal Dorian con su recolección de sangre, los apestosos no-muertos y la posible colaboración de brujos...

Si criaturas como lo eran ellos existían ¿por qué semejante conspiración no? El problema eran el resto de integrantes del curioso equipo que acababan de formar.

El hombre lobo no le suponía ninguna molestia, es más, deseaba conocer a otro de su especie. Sin embargo, la cazadora...Cazase lo que cazase seguía siendo una asesina, aunque Elisabeth, dama de día y criatura peligrosamente carnívora de noche, no era quien para hablar, de modo que, aún dudosa, aceptó unirse a su causa.

Eso ocurrió varios días antes del solsticio, claro. La actualidad era muy diferente.

Al alba, cuando los primeros rayos del astro rey besaban con su luz las flores perladas por el rocío matutino, Elisabeth salía a cabalgar con Pecado. Pero hacía media semana que la joven no se presentaba a su cita en las caballerizas.

Había viajado a París con un propósito; dar con sus verdaderos padres, conectar con sus raíces, reencontrarse. Ilusa.

La cruel realidad la golpeó con fuerza cuando, de forma inocente, se puso a curiosear en los antiguos muebles del desván, entre los que se encontraba la vieja cuna en la que la abandonaron.

Lo que allí descubrió... la rompió en pedazos. El último resquicio de esperanza de su corazón moría con esa carta.

Sus sueños se nublaban así como sus ojos, hinchados por las lágrimas.

No abrazaría jamás a aquellos que le concedieron la vida. No disfrutaría la calidez de su proximidad. No le serían respondidas las preguntas que acarreaba consigo desde el despertar de su otro yo. Esa maldita carta solo le había dejado dolor y un vacío tan profundo que temía fuera su perdición.

Desde entonces todo se resumió a dormir, dormir, dormir. Cada segundo, cada minuto, cada hora...

Tras la primera mañana sin salir a montar, cosa jamás ocurrida en la historia de los tiempos de la primogénita Des Lioncourt, Tata Evelyne se preocupó, con razón, y muy a su pesar tuvo que mentirle.

Le dijo que se sentía indispuesta, y por una vez la mujer prefirió no insistir.

Dormía sin cansancio, comía sin apetito. Levantarse de la cama y mirar por la ventana desde la penumbra de su habitación era una forma de romper esa monotonía.

Entonces, la noche del solsticio llegó. La esperanza que la movía fue reemplazada por la sed de venganza, insaciable hasta la agonía e incapaz de permitir un instante de autocompasión, que movió a su inerte títere al encuentro de Kay después de vestirse de forma adecuada para la ocasión, dejando de lado los vestidos y demás incordios, y dando la bienvenida a unos comodísimos pantalones de cuero masculinos que mantenía ocultos al fondo de su armario.

Prefería dejar a Pecado esa noche en su cuadra, por lo que siguió al licántropo en completo silencio al lugar indicado en su forma lobuna. Una vez retomada su humanidad, sintió como aquel collar le quemaba en el pecho ante la sola idea de tener que soportar la presencia de una de esas viles criaturas.

Se llevó una mano al colgante de la joya, apretándolo, y respiró hondo, tratando de convencerse de que no liberar a su bestia interior era lo adecuado.

Miró a su alrededor, inquieta. Sus sentidos agudizados a su máximo potencial percibían un sinfín de energías desconocidas. Era una noche extraña.

"Contrólate" se repitió. "Contrólalo".

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09/02/2018, 01:18
Diane L'Heureux Martel

Cuando salí al claro, lo primero que hice fue mirar a la Luna.

Dentro de mi algo sonreía de una forma distinta a como lo hacía yo por fuera. Yo estaba allí para probar otro tipo de cosa por si podía librarme de una vez de Véronique, aunque ello fuera a costa de mi autismo. Ella por si se libraba de mi y dejaba de condicionarla cuando salia por las noches a ... pasárselo bien. Pese que eso significase volver a casa con las manos manchadas de sangre. Literalmente.

Solo esperaba que el brebaje hiciera bien su efecto. Según mis cálculos, aun debería durarme unas horas mas. Pero sus efectos eran impredecibles muchas veces.

Había oído hablar de este sitio. ¿Quien no? Cualquier persona extraña, por decirlo de alguna manera, conocía en secreto, mas que el lugar, lo que allí se practicaba. Y aunque aquello parecía mas algún sitio donde se realizaban ritos paganos, algo me decía que allí, no todo era brujas.

Alistair me invitó muy cortésmente. En realidad fue a Veronique. Esperaba ver al Hechicero por allí en algún momento. Sería una cara conocida, al menos.

Algo mas lejos oí ruido y me escondí en mi abrigo, ocultando algo el rostro, hasta que descubrí a alguien conocido.

-Señora Blanchett. Me alegra verla por aquí.- dije acercándome a ella. Afortunadamente, desde aquella noche, la sentía mas cercana. Empatizaba con la perdida de su marido. Casi... una amiga. Casi. Las amigas se cuentan todo, y yo no era una buena amiga.

No, aun no puedes, Veronique. Ella es mía, no tuya. Aunque no de la forma que crees maldito monstruo.

Había alguien con ella. NO la reconocía, pero por sus vestidos podía imaginarme a la típica zíngara que lee las manos o te echa el tarot.

- Hola, disculpe. Soy Diane L`Heureux.- Me presenté a la otra mujer intentando sonreir de forma sincera.

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09/02/2018, 02:00
Margot Grinac

Mientras ya estábamos terminando la colocación de las antorchas para los fuegos, alguien llego, podía sentir a mas gente acercándose pero quien se presento tenia una aura muy intensa. Al parecer conocía a mi concubina Sylvie.

Espere a que esta le hablase y despues se me presentó "Encantada, mucho gusto Diane (Le ofrezco al mano) yo soy Margot Grinac, la que llaman la bruja cerca del rio, pero soy herbolaria y curandera... quizás haya oido mas el apellido por mi madre, es más conocida que yo...espero que no haya venido por curiosidad y nos ofrezca su aura al ritual, sería un placer tener un especimen como usted... perdone por llamarla así pero siento una fuerza extraordinaria dentro suyo y a veces mis palabras no son las correctas."

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11/02/2018, 22:28
Alistair Klein

Alistair había terminado por acompañar al joven Hasel a la ceremonia del Solsticio de Invierno. Había informado al zagal de que en un cónclave como aquel se reunirían algunos de los más grandes brujos de París y sus alrededores, por lo que si había una festividad a la que "Petra de Orleans" pudiese acudir, esa era sin duda el Solsticio de Invierno.

Si bien el hechicero había asegurado al muchacho que intentaría reunirlo con su madre por puro altruismo y porque ella era una "vieja conocida", como el propio Alistair la había denominado, muchos otros habían sido los motivos reales por los que había decidido conducirlo hasta allí. En cierto modo, Hasel le recordaba a sí mismo veinte años atrás, inocente y confiado, y el hecho de que fuera el hijo de una bruja tan poderosa como Tatiana Constantinescu le indicaba que el chico podía serle de gran utilidad. "E incluso podría convertirlo en un compañero y aprendiz" se dijo Alistair, con una sonrisa maliciosa. Por otra parte, él mismo esperaba obtener beneficios si conseguía hallar a tan afamada bruja.

Agazapados tras una roca, los dos hombres observaban cómo se desenvolvía la escena y comenzaban a acudir los primeros asistentes.

-Vendrá -le aseguró Alistair, entre susurros-. O al menos se pondrá al corriente de lo que aquí acontece. -Los ojos negros del hechicero se posaron en la figura de la mujer que parecía presidir la ceremonia-. Esa es Margot Grinac, la curandera. Visité su tienda hace poco. -Luego señaló con un dedo a la joven menuda de cabello negro que la acompañaba-. Y si los ojos no me engañan, esa es Lady Blanchett, mi casera. Si alguna vez necesitas de rumores en esta ciudad, ella es una buena opción. Tal vez haya oído hablar de tu madre. Diablos. -Sonrió con picardía-. No sé qué estará haciendo aquí. -En último lugar, sus ojos se posaron en la dama pelirroja y de elevada estatura que se había unido a las dos mujeres-. Aunque no sabría decirte quién es esa.

El hechicero se llevó las manos a los bolsillos para tantear cuántos guijarros llevaba en ellos. Nunca eran suficientes y más cuando se exploraba lo desconocido.

-Creo que podríamos acercarnos a conversar con ellas -sugirió Alistair, pensativo-. Tienes suerte que esto no sea un aquelarre de magos viejos y barbudos, esos son los peores. -Sabiendo que Hasel no había tenido contacto con hechiceros hasta que se conocieron, optó por formular una sádica broma-. En el peor de los casos, esas señoritas solo te desmembrarán y ofrecerán tu cuerpo al Príncipe de las Tinieblas. -Sonrió, indicando que sus palabras no iban en serio-. A decir verdad no. ¿Nos acercamos a ellas?

En los ojos del brujo relucían con ímpetu. Para él, aquel evento no dejaba de ser una cotidianidad, uno de tantos cónclaves a los que había acudido durante las dos últimas décadas. Aunque era la primera vez que mostraba su vida de hechicero a una persona ajena por completo a esa clase de mundo.

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15/02/2018, 14:00
Nicoleta Golescu

Durante los últimos días se había dado cuenta que había elegido el peor lugar del mundo para retirarse y olvidar su anterior vida. Si creía que en París iba a conseguir la paz que andaba buscando y la tranquilidad que podría otorgarle la simple vida ociosa que llevaría cualquier noble, estaba muy equivocada.

Conocer, gracias a monsieur Bonnot y a Klay, la existencia de vampiros en la ciudad y sus alrededores y saber que los brujos podrían estar detrás ayudándolos, había conseguido que Nicoleta, después de muchas noches en vela decidiendo qué hacer, hubiera reconsiderado su idea de abandonar la caza porque… ¿Y si por fin se reencontraba con aquel que tanto odiaba? No sería capaz de descansar en paz sabiendo que le había vuelto a dejar escapar.

Kay le había hablado de su improvisada manada. Él, que siempre había ido por libre, que no se sujetaba a nada ni a nadie, ahora se encontraba atrapado en una ciudad, con otros iguales que él a su cargo y en medio de lo que podría llegar a ser una auténtica guerra. Y Nicoleta lo iba a ayudar, como él la había ayudado en el pasado. A pesar de su reticencia a actuar junto a otros licántropos, no iba a dejar colgado a Kay y sabía que él no la traicionaría.

Había llegado el día, esa noche se celebraría el solsticio de invierno, momento muy apropiado para que los brujos, hechiceros y tantos otros de su misma ralea salieran de sus escondrijos para gritar a la luna, revolcarse en sus miserias y adorar al señor de la noche.

No sabía qué esperar de esa reunión, ni a quién se encontraría en ella, de hecho tampoco sabía cómo reaccionaría ante los compañeros de Kay, si serían tan receptivos como él o, por el contrario, la guerra ya prendería incluso entre los posibles aliados. Porque había pactos demasiado frágiles, pactos que se podían romper por una simple palabra mal dicha.

Nicoleta sentía que caminaba por el filo de una navaja y esa noche, más que cualquier otra, tendría que estar con todos sus sentidos en máxima alerta y su ánimo calmado. Ante todo frialdad.

Se vistió con sus ropas de cazadora, cómodas, ajustadas, apropiadas para los movimientos que ella necesitaba realizar. Se colgó la cruz de plata al cuello, se enroscó el rosario de su madre en la muñeca y se guardó varios frascos de agua bendita en los bolsillos de su cinturón de cuero ya ajado por el uso y el tiempo y que había sido un regalo de su marido cuando aún sólo eran amigos. Cogió sus armas, la pequeña ballesta y sus dardos, los afilados cuchillos y las dos pistolas que quedaron colgando también de su cinturón, dudó unos instantes si llevarse la espada pero al final, decidió no hacerlo. Esa espada estaba destinada para alguien muy concreto que dudaba que esa noche fuera a aparecer.

Con todo preparado, se montó en un caballo tan negro como la noche e, intentando guiarse por los caminos siguiendo la explicación que le había dado Kay, cabalgó en dirección al bosque donde habían quedado de encontrarse.

La velocidad, el frescor de la noche, el viento de nuevo en su cara consiguieron vivificarla y sintió cómo la adrenalina se disparaba. Y, como un recuerdo del pasado, sintió de nuevo la tensión de la caza, la emoción de seguir, acorralar y matar a su presa. Sintió que volvía a la vida pues, por mucho que se hubiera empeñado renegar de su pasado y su destino, aquel siempre había sido y sería su camino.

La cazadora había regresado.

Llegó cerca del lugar donde había quedado con los otros y, dejando su caballo sujeto a una rama, se adentró en el bosque en silencio hasta dar con Kay, al que vio acompañado de una mujer joven,... demasiado joven.

Kay… —Saludó al hombre antes de dirigir un asentimiento de cabeza a la mujer, tanteándola con la mirada.