Partida Rol por web

Me estaba resultando una marcha relativamente cómoda y fácil, pero sabía que ninguno de nosotros se podría confiar, aún no habíamos llegado a nuestro destino y con lo que fuera que nos encontrásemos al final del camino.

—Humo... Nos estamos acercando.

La señal de vida más adelante era un claro ejemplo de que íbamos bien encaminados, incluso había una senda bien marcada. Mirando a todas partes con desconfianza, por si acaso los úlfhédnar estuvieran espiándonos, mis ojos se toparon con nidstóng. Me quedé clavado en el suelo, sin atreverme a dar ni un sólo paso más, sabiendo que aquello era una advertencia de lo que nos podía esperar más adelante. No podía seguir avanzando y que mi vida se convirtiera por culpa de un mal de ojo en peor de lo que ya estaba.

Respiré profundamente, el temor a continuar me tenía paralizado pero mi orgullo era demasiado fuerte y sabía que si daba media vuelta caería en desgracia... aún más.

—Esto no me gusta... no me gusta nada...

Armándome de valor e intentando no volver a mirar la cabeza de caballo, y mucho menos fijarme en la runa, adelanté un pie para seguir el camino, imprimiendo una rapidez a mi paso que seguramente acabaría pasando factura a mi tobillo, pero quería acabar cuanto antes con todo aquello.
 

La subida ha sido más complicada de lo que pensaba, pero aun con una pequeña caída, lo consigo. Por fin avanzamos hacia nuestro objetivo y este parece más cercano. El camino parece demasiado claro y facil pero no. Me clavo en el suelo sujetando a mis dos compañeros por los brazos, con la mirada fija en el poste que vigila el camino.

-No podemos seguir por aquí-les digo totalmente en serio. Ese lugar maldito nos traerá desgracias y los dioses no querran ver lo que hacemos en una tierra así. De hecho, si alguno de nosotros cae, probablemente vagará por la eternidad en aquellas tierras, perdido, como una sombra.

-No...

Úlf continua después de tomar aire mostrando su determinación, así que me veo forzado a seguirle, pues no hacerlo sería aún peor a la vista de los dioses y de mis amigos.

-Vordeemos un poco el lugar aunques sea-digo mientras pasamos demasiado cerca del poste para mi gusto.

Tengo un nudo en el estomago y preparo mi hacha en la mano esperando ver en cualquier momento un enemigo imbatible y sin pensar en la posibilidad de que nos quedemos ciegos o nos volvamos locos por estar simplemente alli.

Me quedo mirando a mis compañeros, con cara de circunstancia, y rápidamente imito a Hálfan y saco mi fiel arco, cargando una flecha.

- Bordeemos, bordeemos. Está claro que los dioses no quieren que pasemos por aqui.

Dáis un pequeño rodeo para esquivar el poste nidstóng, estáis asustados por lo que pueda pasar. Seguramente malditos por lo que estáis haciendo. Pero de un modo u otro llegáis a la choza de los Mordsson. Tiene dos pequeños cobertizos que la flanquean. En uno de ellos cocean un par de caballos robustos y asustados. Detrás de la cabaña hay un claro con una zanja en la que se acumulan una enorme cantidad de despojos de todas las reses robadas. Esto lo véis a poco que os aproximéis, también se ven a un par de hombres jóvenes y de aspecto atemorizador realizando diversas tareas, parece que se están preparando para marcharse. No se ve a la muchacha, si es que todavía está viva, ni al otro úlfhédnar.

Al comprobar que no sólo yo había sentido la sombra de la mala suerte sobre nuestras cabezas al ver el nidstóng, me quedé un poco más tranquilo, aunque el miedo aún seguía en mi interior, al saber que lo rodearíamos, tardaríamos un poco más en llegar a la cabaña pero por lo menos no tendríamos el peso del mal de ojo sobre nosotros.

Desde una distancia prudencial, tuvimos una buena visión de cómo era el terreno por el que deberíamos movernos, e incluso pudimos ver a dos de los Mordsson muy afanados recogiendo sus cosas. En zanjas, se podían ver los restos del pillaje al que aquellos úlfhédnar parecían haberse dedicado durante bastante tiempo, pero de la chica no había ni rastro.

—Parece que están pensando en largarse. Si nos acercamos ahora corremos el riesgo de que nos descubran antes de tiempo y que maten a la chica, si es que no han acabado con ella ya. Yo esperaría a la noche para caer sobre ellos, desde aquí podemos ver si dejan a alguien de guardia.

Noto cómo me hierve la sangre y aprieto los nudillos entorno al arco, hasta que se vuelven blancos. Por mi parte, me lanzaría de cabeza a degollar a esos bastardos hijos de un buitre, pero en el fondo soy consciente de que mi hermano de leche tiene razón. Le tocó la teta más cabal, al parecer.

Me contengo soltando un quedo bufido y afino el oído, esperando escuchar algo que nos pueda ayudar, pero desde ahí me es imposible: entre que soy duro de oído y están demasiado lejos, no escucharía ni el cuerno del Ragnarok si se pusieran a soplarlo.

- Voy a intentar acercarme, a ver si puedo ver u escuchar algo más. Cubridme.

Me adelanto en silencio, esquivando con agilidad rocas y guijarros y usando el terreno para ocultarme lo máximo posible.

Buena idea-respondo muentras me digo a mi mismo que la actitud de aquellas personas es algo extraña.

De todas formas, lo mejor es esperar a ver si Oddi ve algo o estar bajo el manto estrellado, pues un enfrentamiento directo no nos conviene.

-Van a pelear si o si. Tal vez sea mejor provocarlos-digo en contra de la idea de esperar a,la noche, ademas, es su territorio y no seria de extrañar que nos estuvieran vigilando.

Ves que en el otro cobertizo hay algo de leña y un montón de carne ahumada. También escuchas los ruidos de la cabaña, parece como si una bestia estuviese yaciendo con una mujer. A la mujer se la oye lloriquear, ni fuerzas debe tener ya para gritar.

Algo se rompe en mi interior cuando soy terriblemente consciente de lo que está sucediendo en el interior de la cabaña. Me invade una furia fría que no soy capaz de describir y tenso todos los músculos de mi cuerpo y respiro hondo. No una respiración relajada, para tranquilizarme. No, estas vez no. Es la respiración del lobo antes de salir de su escondite, al acecho. La del oso antes de cargar a través del bosque. La del guerrero antes de encomendarse a la espada y demostrar ser digno del Valhalla.

Arco y flecha en mano, tenso la cuerda y me abalanzo contra aquellos monstruos.

- ¡¡¡¡ ODIIIIIIIIIN !!!!

Si por mi fuera, quizás pecando de demasiada prudencia, hubiera esperado a la noche, pero mis compañeros no parecían estar dispuestos a esperar por más tiempo. Cuando vi a Oddi lanzarse contra los hermanos puse los ojos en blanco mientras descolgaba el arco de mi espalda. Me parecía una locura, pero no iba a dejar tirado a mi hermano de leche frente aquellos úlfhédnar.

Corrí hacia él y, al llegar a su altura, me detuve a coger una de las flechas para colocarla en el arco, tensando la cuerda y centrando mi atención en uno de los hermanos, el más cercano a mí, solté la flecha mientras escuchaba el silbido de las plumas rozando el aire.

No tengo ni idea de por qué Oddi ha reaccionado así, pero sin duda ha visto algo, así que me acerco hacia ellos cogiendo mi hacha.

¿Qué ocurre ahi?

No necesito mucho la respuesta, pues vamos a ir a por ellos sin más, así que espero a que disparen sus flechas para salir a la carrera hacia nuestros enemigos y así dar tiempo a mis amigos a coger sus armas.

Los Mordsson al escuchar a Oddi sacan sus armas y corren hacia vosotros. Uno de ellos cae abatido por por las flechas, pero el otro llega hasta donde está Hálfan y puede que por lo precipitado del combate falla. De la cabaña sale el último de los Mordsson, parece el más mayor de ellos. Se está subiendo el pantalón y masticando una especie de seta. Se lanza al combate a apoyar a su hermano y ataca a Hálfan con su espada y salvo que Hálfan lo pare se llevará un buen tajo.

Sonreí con confianza al ver como uno de aquellos cerdos caía bajo nuestras flechas, pero aún quedaban otros dos ya que, el que se escondía en la cabaña, había salido al escuchar el jaleo cargando contra Hálfan sin contemplación alguna, al igual que había hecho el otro hermano.

Sin perder un sólo instante, arriesgué cogiendo una nueva flecha en el arca en lugar de coger mi hacha, colocándola en la cuerda y disparando sin pararme demasiado a apuntar, al fin y al cabo los dos hermanos estaban bastante cerca, pero ahí estuvo mi error ya que, por culpa de esa precipitación, el culatín no había quedado bien encajado en la cuerda, como consecuencia la flecha apenas consiguió volar.

Con un gruñido de frustración y rabia, tiré el arco al suelo dispuesto a enfrentarme a aquellos hombres cuerpo a cuerpo.

La sangre me hierve y estoy fuera de mi. En cuanto la segunda flecha vuela, directa y segura hacia su objetivo, suelto el arco y saco el hacha, saltando directo hacia esos malnacidos, que ya estaban encima nuestro, gritando como un energúmeno.

- ¡Bastardos hijos de perros sarnosos! ¡Os arrancaré la piel*, cortaré vuestra carne a trocitos y os daré como alimento a los perros! ¡¡Y ME COMERÉ A ESOS PERROS!!

Mi diarrea verbal, unida a mi estado alterado, hace que falle el primer golpe, pero me rehago y con el segundo siento con satisfacción cómo el acero se hunde en la carne.

Los dos hermanos se me echan encima lo cual no es nada bueno, pues con las setas que habrán comido estarán demasiado furiosos y no se dejaran vencer fácilmente.

Aunque el primero falla, el segundo consigue evitar mi hacha y me provoca un tajo bastante feo, pero aun así le respondo intentando hincar la ancha hoja de mi hacha en el pecho.