Partida Rol por web

Han pasado varios meses desde el último ataque de Magneto y su Hermandad de los Mutantes Diabólicos. Como en otras ocasiones, os alzasteis con la victoria, pero el precio fue alto. Vuestro hogar durante muchos años, la Escuela de Xavier para jóvenes talentos, acabó gravemente destruida.

Algunos decidisteis quedaros para intentar ayudar en la reconstrucción de vuestra querida mansión. Otros decidisteis marcharos por vuestra cuenta a zanjar asuntos pendientes o por otros motivos personales.

Por suerte, el profesor Xavier contaba con la ayuda de Industrias Worthington, presidida por vuestro antiguo compañero el Ángel, que se ocupó de cubrir los gastos de la reconstrucción y en unos meses la escuela volvía a estar en pie, como si nunca hubiese sucedido una calamidad por esos lares.

Aquellos que os marchasteis oísteis la buena noticia y decidisteis regresar a la escuela. Charles contactó con todos vosotros para reuniros hoy, ya que quería pediros ayuda. Ninguno sabíais que era lo quería deciros vuestro mentor, pero no dudasteis en acudir a la llamada.

Desde que la Hermandad de Mutantes Diabólicos atacó, había pasado ya un tiempo y aunque algunos decidieron quedarse, yo me marché un tiempo para intentar localizar a mi madre, necesitaba respuestas.

¿Porque Mística decidió aparecer en mi vida como lo hizo?.

Era lo que me preguntaba, sin embargo aunque muchos días la busqué por la Ciudad de Nueva York, no la había encontrado aun, estaba cansado y frustrado, con un ¡bamf!  me teleporté a un almacen cercano que ya conocía de haber estado en otras ocasiones para descansar, mientras al activar mi poder  surgían sombras oscuras y moradas, y luego me desvanecía.

Sin embargo una vez dentro en aquel almacen abandonado entre aquellas cajas vacías, no pasó mucho tiempo cuando escuché la llamada de nuestro mentor en mi mente, requiriendo de mi presencia.

Cabeza abajo descansaba, mientras meditaba en el porque no había encontrado a Mística aun, era cierto que era dificil encontrar a mi madre, era esquiva y escurridiza y podía cambiar de forma, por eso aun no había dado con ella, pero conocía por donde solía moverse, aquella llamada aun resonaba en mi mente cerré los ojos con fuerza y apreté los dientes, necesitaba descansar, asi que tras recuperarme un poco me teleporté con un ¡bamf! al despacho de Charles Xaviers, dejando tras mi paso jirones de sombras negras y moradas como ocurriá siempre que usaba mi poder teleportador.

Había aparecido en el aire y aterricé en la cabecera de un sillón donde me instalé y acuclillado estudie la sala-el primero en llegar-dije con una sonrisa que podría considerarse cordial, si no fuera por la frustración que sentía en esos momentos.

Agité mi cola parecida a la de un demonio a modo de saludo-aqui estoy profesor-dije-Rondador Nocturno ha llegado-estaba preocupado por mi madre y tal vez Xaviers leyese mi mente pero no me importaba, además tal vez el pudiera ayudarme.

Sabía que el motivo de Xaviers era importante, asi que después de aquellas palabras guardé silencio. 

La escena del establecimiento se volvía cada vez más silenciosa por la salida de los bebedores a las tantas de la noche. La conversación ya hacía eco entre las esquinas oscuras del fondo, tan solo iluminaba la tenue luz del bar que acompañaba débilmente a la lámpara que permitía ver mesa de juego. En un lado se encontraba Gambito y, de frente, el dueño del mesón, junto a dos secuaces a cada lado; los tres prometían darle una paliza en las cartas a este listillo, mucho más joven que ellos (y por eso creen menos experimentado), que entró por las puertas con ganas de perder su dinero.

El centro de la mesa estaba lleno de billetes, más de lo habitual. Gambito se temía que esta sería la última ronda, pues, sin querer que hubiese sido tan temprano, sus contrincantes ya se olían que algo no cuadraba en su exquisita racha de victorias. Se dio cuenta al notar que otros compinches cerraban las puertas traseras disimuladamente y oscurecían cada vez más el escenario, incluso se escuchaban sonidos de cadenas entre el ensordecedor silencio del fondo. Él, como había hecho hasta ahora, miró su pésima combinación de cartas a la vez que atendía a las señales de la doncella que servía el coñac y limpiaba los ceniceros. La chica no había podido resistirse a los encantos, tan mágicos como humanos, emanados por la sonrisa seductora del pelirrojo. Recibe un guiño y un beso discreto de la rubia. Inmediatamente después, más rápido que la velocidad visual, Gambito ya había escondido sus cartas por la manga izquierda y sacado una nueva combinación por la derecha.

—¡Voilà!
—¡No puede ser, maldito! ¡A ver, enseña las cartas! —De un manotazo, empujó fuertemente las cartas contra el tablero para verlas. Al mismo tiempo y sin poder remediarlo, cayeron un montonazo de cartas, dentro de sus mangas: del brazo izquierdo variadas, del brazo derecho las mejores combinaciones seguidas unas de otras.— ¡Lo sabía, y ella la compinche! —Uno de los abultados hombres se adelantó hacia él, y el otro agarró a la chica de la muñeca.
—¡No a mi chérie!

Gambito coge tan solo tres cartas y las lanza justamente en la zona indicada para noquear a los hombres, liberando a la chica. Atrapa velozmente el dinero con una bolsa ya preparada y a ella la sostiene de la cintura, muy pegado a él, permitiendo que se sujete ante los acontecimientos. El resto de matones fue fácil esquivarlos gracias a su bastón extensible, que permitió elevarse por los aires para escapar de un ventanal en la zona superior. A salvo, en la azotea de tres manzanas más alejado, descansa sentado mientras ríe orgulloso por su éxito. La chica agarra fuertemente de su muñeca y seriamente se dirige a él, como si estuviese poseída.

—Remy, no tenemos para juegos, necesito vuestra ayuda. Ven lo antes posible a la escuela.
—Profesor... —Era la voz de la chica, pero Gambito sabía perfectamente que se trataba de de de él. La chica ya había regresado a su consciencia sin entender nada.
—¿Qué? ¿Qué profesor? —Mira a los lados desorientada.
—No problema, chérie, aquí está nuestro tesogo.

Gambito sabe que es su última noche de aventuras en la ciudad, pues en la mañana siguiente iría a visitar a su mentor.

Aquella noche la mansión quedo reducida a escombros, aunque no sufrimos pérdidas humanas, lo que dentro de todo resultó en una victoria, sin embargo, el lugar había quedado inhabitable por lo que decidí tomar mi confiable Harley y dirigirme hacia el norte, pues tenía asuntos que atender al otro lado de la frontera.

Tras un largo viaje, finalmente me encontraba nuevamente en este maldito lugar, aún no comprendía la razón, pero sin importar cuantas veces regresara a estas viejas ruinas, no podía evitar buscar nuevamente los mismos viejos archivos que había leído cientos de veces: "Protocolo Arma X".

Era plenamente consciente que incluso antes de formar parte de este maldito programa mis orígenes ya eran un misterio y poco o nada de lo que había aquí podría conducirme a ellos. - ¡Mierda! No sé porque pierdo el tiempo en este lugar, por más que vuelva a revisar estos papeles, no encontraré nada sobre mi verdadero nombre o mi lugar de origen.

Hacía buen tiempo atrás que me había llevado los últimos restos de adamantium que quedaban aquí, lo mismo que cuanto ordenador funcional que encontré y nada, luego de volver a leer mi expediente, procedí a volver a guardarlo en el mismo lugar de siempre, mientras la  voz del profesor sonaba alta y clara en mi cabeza, lo que significaba que Cerebro estaba de nuevo en línea.

Está bien Charles, voy de regreso, llegaré en una semana, cinco días si no encuentro tráfico en la carretera. - digo mientras abandono las derruidas instalaciones y vuelvo a bloquear el acceso con la misma pesada roca que había colocado aquí para disfrazar la entrada.

Cinco días más tarde, llegó a la mansión y tras estacionar mi motocicleta en el patio trasero ingreso por la puerta de la cocina y me dirijo a la sala para descubrir qué era lo que tanto preocupaba al viejo Charles.

Buenas noches, ya estoy aquí.

A diferencia de alguno de sus compañeros, Jean fue una de las pocas que decidió seguir en la Escuela después del ataque.

Desde los 16 años era su hogar, su refugio, y tras una larga y dura pelea verlo reducido a piedra y cenizas era una puñalada directa en el corazón, queriendo ayudar en la reconstrucción con sus poderes. Era lo mínimo que podía hacer por Xavier.

Además, por suerte para ella sus poderes servían también para aligerar el trabajo de reconstrucción, incluso intentó convencer al profesor que no era necesaria una ayuda externa si no fuera que el nombre de Ángel surgió por medio de la conversación, sabiendo que era imposible insistir de lo contrario. Pero ella también quiso colaborar, aprovechando sus ratos libres para acercarse a las zonas más afectadas y, gracias a su telequinesis, levantar la piedra, gravilla y cemento del suelo lentamente para colocarlas en su lugar original. En realidad era Scott quien tenía que sacarla de allí para no arreglar todas las zonas destruidas para poder descansar, no dándose cuenta en muchas ocasiones que había tirado al final largas horas.

En todo caso cuando lograron por fin arreglar el último desperfecto sintió que todo volvía a una relativa normalidad. No podía disimular estar contenta por pasear por los pasillos y ver las estancias completamente renovadas pareciendo que el ataque de Magneto sólo había sido un mal sueño que en realidad no había pasado.

Cuando recibió el mensaje de Xavier, Jean se encontraba en su habitación descansando un poco del caluroso día.

Un vaso levitaba a su alrededor mientras terminaba de peinarse, dejando el peine sobre la mesita antes de coger el vaso y mirar a través de la ventana. Reconocía que parte de ella estaba nerviosa por volver a ver a sus compañeros, aunque también había un punto de curiosidad sobre qué quería Xavier de todos ellos. ¿Una nueva amenaza? ¿Simplemente una “reunión familiar”? Bebió un sorbo mientras seguía controlando la entrada desde su ventana, perdiendo su mirada en el horizonte.

Sin embargo no los vio, sino que los escuchó.

Captaba las voces mentales de alguno de ellos desde distintos puntos de la casa, girando el rostro hacia la puerta de la habitación mientras intentaba localizar con exactitud la ubicación de cada uno. ¿Por qué no usáis la puerta principal? Sonrió ante su propio pensamiento mientras dejaba la copa en la mesita y se disponía a recorrer el camino que separaba su habitación del despacho para el tan esperando reencuentro.

Ante la visión de las ruinas, lo primero que Piotr Rasputin pensó en que aquello podía ser el final que había esperado durante mucho tiempo. Una oportunidad para marcharse que seguramente no volvería a repetirse. Y después de todo, aquella nunca había sido la vida que él había querido. Su hogar —su hogar de verdad— se encontraba muy lejos de allí, y sus pasiones siempre se habían visto irremediablemente relegadas a un segundo plano. Y eso con suerte.

Pero por más que esa fantasía de una vida diferente alimentara su imaginación durante un instante, Piotr comprendió bien rápido que no era para él. Él tenía una responsabilidad, un deber ineludible que había sido puesto sobre sus hombros por el mismo Charles Xavier. Y por eso mismo tenía que quedarse. Sus deseos propios no tenían ningún valor cuando se comparaban al bien común que podía traer su esfuerzo.

Aun con todo, pronto descubrió que las tareas de reconstrucción le resultaban extrañamente calmantes. Que su poder y su fuerza ayudaran a construir algo en vez de destruirlo hizo que se sintiera mejor que en mucho tiempo, y más todavía después del precio que se había cobrado la lucha contra Magneto.

Durante esos días no habría sido extraño ver a Coloso deambulando de un lugar a otro, normalmente, cargando sus brazos de ácero con materiales. Y cuando no trabajaba, lo más común era que uno se lo encontrara pintando. Si bien su lienzo apuntaba a las ruinas, con cada pincelada representaba el aspecto que la escuela había tenido. Así fue hasta que la reconstrucción terminó, y aquel cuadro pareció haber buscado inmortalizar el presente más que el pasado.

Por todo esto, cuando Xavier los convocó él no tuvo que viajar desde ninguna parte. Había estado allí desde el principio. Y es que aquello podía no ser su hogar, pero desde luego era algo mucho más grande que eso. Cuando llegó la hora, salió de su cuarto, que pese a todo volvía a estar sorprendentemente abarrotado de libros, y caminó para reunirse con el profesor y todos los demás.

Para Cíclope cuando se derrumbo la mansión para él solo había un camino, el de reconstruir, el hombre que mas admiraba en el mundo, aquel que le enseño a ver (en figurativo y literal) había recibido un duro golpe, él entonces no lo ponía en duda, se quedo a ayudar en la reconstrucción.

Scott Summers había conocido bien el mundo, como este se dedica progresivamente a destruir los sueños de los hombres y en especial de los mutantes, en ese mismo sentido el veía en esto otro golpe del mundo, un golpe a un sueño que el compartía y admiraba ciertamente, pero Scott sabía también que los sueños no eran algo por lo que solo se construía, sino que también se luchaba y eso a veces también involucra reconstruir, nada nuevo para él bajo el sol.

La tarea de reconstrucción fue ardua, entre que ayudar en los trabajos y asegurar que Jean no se sobrecargase tuvo harto movimiento, pero después de todo el trabajo la recompensa vino con sus descansos y sus deleites, tener la casa mas desocupada entre la finalización de la reconstrucción y el retorno de los demás también fue algo de algún modo para mejor pues le permitió disfrutar de mas tiempo a solas con Jean, así, cuando el profesor llamó Scott fue por Jean y fueron juntos a ver al profesor.

Vais llegando de uno en uno al despacho de Xavier. En la mesa del centro podéis ver la familiar figura del profesor, en su silla de ruedas. A medida que entráis os saluda con una agradable y paternal sonrisa. Veis que no está solo.

En una de las butacas está Hank McCoy, la Bestia y el científico del grupo, tomando café de una taza. Él se quedó en la escuela para ayudar en la reconstrucción, en especial de los niveles inferiores de la escuela. -Saludos mis amigos, me alegro de que hayáis podido llegar a tiempo para esta reunión-os saluda con una afable sonrisa mientras deja la taza y un libro sobre la mesilla de al lado.

Al lado de la butaca en la que Rondador se teletransporta, está Bobby Drake, el Hombre de Hielo. -Tú si que sabes hacer una entrada, Elfo. Aunque en realidad yo llegué primer-dice el joven mutante con una sonrisa burlona. Al igual que Scott, Jean y Piotr también se quedó para ayudar en todo lo posible y levantar los ánimos cuando hiciese falta.

Finalmente sentada cerca de una ventana está Pícara que al contrario estuvo en el sur del país durante la reconstrucción para solucionar algunos asuntos pendientes. -Es bueno veros a todos de una pieza-os saluda la mujer con su acento sureño. -Remy...-dice dando un saludo muy breve a Gambito.

Intercambiáis saludos entre vosotros, el profesor os observa en silencio, os da tiempo el tiempo, ya que ha pasado mucho tiempo desde que estuvisteis todos juntos. Una vez habéis acabado, Xavier carraspea un poco para llamar vuestra atención. -Agradezco mucho que hayáis venido, mis queridos X-men, sé que muchos de vosotros habéis estado ocupados con vuestros asuntos personales desde que la escuela fue destruida y doy gracias por ver que estáis sanos y a salvo-empieza diciendo el profesor. -Desde el ataque de Magneto, la situación entre los humanos y mutantes sigue siendo tensa, aunque han aparecido muchos humanos que luchan por los derechos de los mutantes y que creen en la igualdad entre ambas especies. Ahora que la escuela está reconstruida gracias a vuestra ayuda, quiero hablaros sobre el siguiente paso: me gustaría abrir la escuela para jóvenes mutantes y que entre todos podamos ayudarlos y guiarlos en este mundo tan complicado-explica Xavier. -Empezaríamos trayendo un grupo pequeño de alumnos ya que la escuela ha sido reconstruida recientemente y con el tiempo ir incorporando más futuros estudiantes. Vosotros habéis pasado por mucho desde que eráis jóvenes y creo que seríais los guías perfectos para esta nueva generación.-dice con una sincera sonrisa el telépata. -¿Podré contar con vuestra ayuda?-

Tras las breves presentaciones llegaba el tiempo de atender, cortando alguna frase que tuviera a la mitad para ponerse al día con sus compañeros cuando Xavier carraspeó, queriendo dedicarle al profesor toda su atención.

Se quedó de pie en el centro de la habitación, cerca del resto, cruzando los brazos mientras observaba a Xavier con especial interés. Era cierto que ahora contaban con el apoyo de algunos humanos, pocos en comparación a la población general, sí, pero los suficientes como para empezar a construir algo decente para luchar por los derechos de los mutantes.

¿Abrir la escuela? – En primera instancia le pilló desprevenida aunque si lo pensaba seriamente tenía sentido. El lugar tenía la capacidad suficiente como para albergar a varios alumnos, y allí fuera debían de haber tantos mutantes perdidos como ellos perdidos que ayudarlos no sólo facilitaría su integración con la sociedad, sino que los protegerían de aquellos que quisieran hacerlos daño por temor. Sin embargo sonrió ante la perspectiva de verse ella misma como una guía o profesora teniendo en cuenta que, para Jean, parecía que fue ayer cuando puso el primer pie en el edificio y todavía tenía alguna que otra “pequeña fuga” en el control de sus poderes.- Supongo que ya has localizado a un grupo por el que comenzar con Cerebro.- Dudaba bastante que Xavier dejara algo a la suerte, no cuando era tan importante. Estaba bastante segura de que tenía una lista de chicos a los que escoger, tal vez incluso ya se había puesto en contacto con ellos.

Si no hubieras aparecido para ayudarme no sé dónde estaría ahora.- Enfrentarse a su primera manifestación de poderes había sido un hecho traumático, desconociendo realmente su destino si no fuera por Xavier. Tal vez ni siquiera seguiría viva.- Imaginarme que hay niños ahí fuera pasando por lo mismo o algo peor hace que se me encoja el corazón… Cuenta conmigo en lo que necesites.

Desde buena hora de la mañana, cuando la luz del alba asomaba por el horizonte, Remy ya paseaba por las afueras de la mansión, observando cómo la habían reformado: utilizaba sus cartas, en vez de sus palmas o pulgadas, como método de medida de, por ejemplo, los ladrillos, así podría calcular distancias si se diera la ocasión. No era su fuerte llegar temprano a las citas, pero se moría de ganas por volver a ver a sus compañeras. El resto de horas hasta el encuentro lo pasó apoyado en la fachada trasera, haciendo pompas con su chicle y haciendo bailar sus cartas por sus dedos a modo de juego; le gustaba hacer deleite de su capacidad de elusión, aunque en ese jardín tan abierto no había mucho espacio en dónde esconderse.

Una vez llegada la hora, llegó al despacho del profesor y se encontró con sus viejos conocidos. A quienes primero descubrió fue a Kurt y Bobby, quienes discutían sobre quién de los dos llegó primero.
—Todos pueden relajarse, Gambito ha regresado.
—Remy... —Se acerca a ella con su sonrisa pícara, tomándose su saludo como una invitación a hacerlo.
—¡Chérie, cuánto tiempo sin sentirme atraído de esta manega! ¿Cómo fuegon las vacaciones, ah? La última vez que te vi saliste volando.

El profesor comienza a hablar y Remy piensa sobre lo que dice: si bien es cierto que ya ha sido en el pasado mentor de otros mutantes más jóvenes, no fue para enseñarles un camino civilizado, menos aún para ser cordial con los humanos (y no todos los mutantes). Sin embargo, la persona más sabia que ha conocido nunca se lo está pidiendo, una persona que le conoce más que él mismo debido a sus poderes.

—Profesor, sus alumnos estagán en muy buenas manos conmigo. —Se frota las manos, de las cuales dejan verse algunas chispas que iluminan sus brillantes ojos rojos.

Reflexioné sobre aquella pregunta, pues mucha gente me miraba mal y se asustaba al verme.

-Podría servir de guia a esos nuevos estudiantes, siempre me ha gustado ayudar, pero no se como reaccionarán ante mi aspecto, muchos me consideran el Diablo, tan sólo con verme aunque se que hay gente de bien, no podrían evitar sentirse atemorizados por mi presencia, y no podría culparlos, solo Dios sabe lo que puede suceder, pero estaré encantado de guiar y proteger a una nueva generación de estudiantes, sean como sean, pues siempre puede haber salvación para un alma perdida, sea cual sea su naturaleza o sus pecados, siempre cabe la posibilidad de redención si hay arrepentimiento. 

-Ésta es mi opinión, Charles asi que Rondador Nocturno esta dispuesto, pero dime ¿quienes son esos estudiantes? , ¿en quienes habías pensado?                              

Me he informado y Rondador es muy religioso, es por eso que puse esto en el post para reflejar asi su comportamiento religioso y eso.

Mientras tanto Scott escucha atentamente la conversación, cómodo, apoyado en muralla y de brazos cruzados, habiendo escuchado lo que dijo el profesor y estando feliz de la respuesta de sus compañeros contesta (al profesor).

-Por supuesto profesor, puede contar con nuestra ayuda-

Sacando un brazo de sus brazos cruzados haciendo un gesto de conceder, tras esto, y volviendo a su posición original agrega:

-¿Hay algún riesgo conocido que deberíamos saber antes de ir por ellos? ¿y deberíamos ir por ellos profesor o ellos vendrán aquí?-

No perdió la oportunidad de saludar a sus compañeros. A algunos de ellos los había visto hacía apenas unas pocas horas, pero con otros no se había cruzado desde el mismo día del desastre. Sin embargo, cuando el profesor empezó a hablar escuchó con atención, y aunque no fue el primero en presentar su opinión, cuando llegó su turno no dudó en hablar.

Piotr no había perdido su marcado acento ruso, pese a que a esas alturas a efectos prácticos dominaba el idioma. Además de eso tenía una voz potente y audible, aunque extrañamente géntil, al contrario de lo que normalmente se habría esperado de alguien de su tamaño y forma física. Al fin y al cabo, incluso cuando no estaba en su forma acorazada seguía siendo un hombretón que rozaba los dos metros de altura.

—Es nuestro deber ofrecerles amparo —declaró con decisión, sumando su voz a la de los compañeros que ya se habían posicionado—. Si nuestra dedicación y esfuerzo puede dar un futuro mejor a la próxima generación de mutantes, entonces ese es propósito deber como X-Men.

El profesor había mucho por él. Que los que estaban por venir pudieran encontrar en él una figura similar era algo que llenaba el corazón del gigante de orgullo: Ese era la mayor recompensa que había para él, por encima de cualquier necesidad o deseo egoista que él mismo pudiera sentir.

—Ah, pero concuerdo con Jean —añadió él, señalando con la mano abierta a la peliroja—. ¿De quién se trata? No nos habrías reunido sin tener por lo menos eso ya claro.

Al escuchar las palabras de Charles, mi rostro se torna en extremo serio. - Charles, eres mi amigo y te seguiría al mismo infierno y de regreso, pero no creo que alguien como yo se encuentre capacitado para ser docente, es decir, básicamente lo más cercano a una familia que he tenido en mi vida son ustedes.

Es obvio que no se tratar con niños o adolescentes que recién descubren sus habilidades, si quieres que los prepare para combatir soy tu hombre, pero si esperas que los tome de la mano y los motive a dejar atrás sus traumas, no soy la persona más adecuada para ello.

Si pese a ello quieres que colabore en el proyecto, pues, por mi está bien, pero nunca olvides que yo no soy más que un simple soldado. - digo dejando en claro mi posición respecto al presente proyecto.

Tanto Hank, Bobby y Pícara dan respuestas similares a las vuestras, dispuestos a ayudar y enseñar a futuros estudiantes en la escuela.

El profesor os escucha a todos y sonríe con orgullo al oír vuestras respuestas. -Estoy muy agradecido de que queráis ayudarme a guiar a una nueva generación de mutantes. Sé que haréis un gran trabajo con ellos y podréis ser como una familia para ellos-os dice el telépata.

-Si, Jean, gracias a Hank hemos podido reparar a Cerebro-responde Xavier. Bestia sonríe con orgullo. -Gracias a Cerebro, he sido capaz de encontrar a cuatro candidatos con los que empezar a abrir la escuela. Tendréis que ir a buscarlos y traerlos. Ahora os iré hablando un poco sobre dónde se encuentran ahora mismo. La primera de estos jóvenes manifestó sus poderes este mismo verano en Kent. He estado en contacto con su madre desde entonces, y tenía pensado traer aquí a su hija, pero hace poco ha habido un incidente en el instituto de la chica con sus poderes y creo que es lo mejor que vayáis lo más pronto posible a llevarla aquí por seguridad de la joven-empieza diciendo Charles.

-Otra joven mutante que he detectado proviene de Denver, Colorado y parece ser una mutante bastante poderosa. El tercer candidato proviene de Chicago, sus poderes parecen ser mentales, por desgracia en Chicago han empezado a surgir varios movimientos anti-mutantes y temo por la seguridad del joven. El último mutante manifestó hace un par de días sus poderes en Fairbury.-termina explicando Charles.

-Os conseguiré los billetes de avión para que podáis viajar a recoger a estos chicos, además de sus direcciones actuales para que contactéis con sus familiares y también os daré esto-dice mientras saca algunas tarjetas de crédito. -Usadlas sólo en caso de que necesitéis comida, alojamiento o surja alguna emergencia-explica. 

-Lo más lógico sería dividirnos para poder traer a todos los alumnos, ¿no Profesor?-pregunta Pícara.

-Exacto, creo que ir en parejas sería lo más recomendable. Podéis hablarlo entre vosotros en como os organizáis y si no, puedo organizar los grupos-responde Xavier. -Una vez tengamos los grupos listos os daré más detalles sobre cada alumno-

-Entonces se me ocurre una buena idea de que yo y Jean vayamos a buscar al chico de Chicago ¿que piensas tú querida?-

Pregunta a Jean, tras lo cual agrega:

-Tus poderes psíquicos tal vez le den confianza para que confíe y se anime a venir.-

Sí, creo que es lo mejor.- Afirmó con la cabeza a Cíclope al proponer que ambos fueran a por el alumno de Chicago.- Pero antes que animarlo a venir hay que protegerlo.

Los poderes mentales son… complicados de gestionar, pueden desbordar con relativa facilidad.- Miró a Xavier, quién podía entender como ella lo que era. Al fin y al cuando estaba aprendiendo le puso incluso un bloqueo para poder gestionar poco a poco los suyos.- Sin embargo lo que más me preocupa son esos movimientos. Si no se detiene rápido podría expandirse a otras ciudades.- Le apenaba que los trataran como monstruos, cazándolos e incluso matándolos al temerlos. Habían progresado mucho en relación a años atrás, pero no lo suficiente para evitar estos movimientos.- Creo que alguien más debería de venir con nosotros.- No dudaba en las habilidades de su esposo y ni en las de ella, pero ya se habían enfrentado anteriormente a medidas anti-mutantes y en ocasiones llegaron a tener problemas.

Además, eran 4 ciudades para nueve personas, seguía sobrando una si iban en grupos de dos.

Charles os escucha y asiente. -Si, es bastante preocupante esos movimientos, por lo que he oído sólo van tras adolescentes y universitarios. Por suerte no estaréis solos en Chicago. Cerebro detectó que este joven mutante ha estado en contacto con una amiga nuestra-dice Charles con una sonrisa ante la mención de esto último.

-¿No será?-pregunta Hank.

El profesor asiente. -Exacto Hank. Cuando la escuela se destruyó, Kitty regresó a Chicago para estudiar en la universidad. Estoy seguro de que ella os podrá ayudar con el chico, Scott y Jean-os dice Charles mientras habla de vuestra antigua compañera Kitty Pryde.

-Quizá yo pueda ir solo Charles para buscar a la joven alumna de Kent-dije-se trabajar bien en solitario y además si hay problemas podríamos teleportarnos y ponernos a salvo.

Se que es bueno ir de dos en dos o incluso tres por si surgen altercados pero yo soy veloz agil y cuento con mi teleportación, aunque es posible que mi aspecto la asuste, pero eso no importa, la aseguraré de que conmigo estará segura.