Partida Rol por web

“Ya me he fijado…”, respondo a Troy cuando menciona los peligros de la zona. Menudo agujero de oscuridad y desesperación. “¿Qué me puedes contar de éste sitio?”, añado, sentándome a descansar un poco.

Quizás me fuese a explorar o quizás no, pero, mientras esperaba su puesta al día, no podía sino observar los alrededores. No parecía que las armas les faltasen a los guardias, aunque viendo su equipamiento, las protecciones no es que abundasen mucho, aunque claro, cuando cualquiera te puede clavar un cuchillo por la espalda o rajarte el cuello para después tirarte a las vías, de mucho no te servían las armaduras.

Usando un par de sucias mantas a modo de respaldo Troy se sienta contra la pared, su hija parece exigir menos comodidades ya que hace lo mismo pero sin nada que amortigüe su peso a apoyarse.

- Antes y después de la guerra esto era un sitio de paso, la última parada antes de llegar a KC. La mayoría de visitantes no salían de la estación, estaba llena de tiendas y restaurantes. Ahora no salen por el peligro, de hecho empezaron a usar los vagones porque eran la mejor defensa contra las hormigas y las ratas topo, las vías y la elevación los mantiene seguros.

Observas desde la distancia unos de los vagones, efectivamente están separados del suelo casi medio metro. Eso impide a las ratas topo subir y complica a las hormigas hacerlo con facilidad, con solo cerrar la puerta esas bestias quedarían fuera sin posibilidad de entrar.
Por otro lado lo vagones no dejan de ser cajones de metal, algo útil para detener balas y protegerse de las inclemencias del tiempo.

- Ahora está lleno de vagabundos, muchos son mercaderes arruinados, no te ofendas. - hace un gesto de disculpa al darse cuenta de que puedes sentirte aludido - A los que seguimos en activo nos sirve como recordatorio de que en un momento el negocio se puede ir a la mierda. Aún así muchos se han buscado la vida en este lugar, no solo quien ofrece protección y comodidades, hay salas de juego en los vagones, prostíbulos y apuesto a que se vende más droga que comida. Lo que sea que necesiten y quieran los visitantes, normalmente guardias de caravana con los bolsillos llenos.

Como si lo hubiera predicho justo al decirlo salen dos hombres de la nave donde os encontráis, por su aspecto son claramente personal de seguridad de alguna caravana. Su ropa es similar y han debido dejar sus armas largas ya que solo portan pistolas. Buscas la caravana a la que pertenecen pero debe ser una de las que están tapadas.

- Al otro lado - prosigue Troy señalando hacia la ciudad - solo hay cadáveres de ladrillo, ni siquiera los ghoul quieren vivir aquí como ocurre en Jericho. Es una ciudad sin valor, nadie se molestará en limpiar el lugar. Pasaremos la noche y partiremos a primera hora, hasta entonces eres libre, nosotros estamos seguros aquí.

El lugar resultó ser tanto una fuente de problemas como un recordatorio para los comerciantes, y no sabía cuál de las dos cosas me gustaba menos.

 Las rata-topos y las hormigas frecuentaban el lugar con demasiada asiduidad, instando a todo el mundo a vivir en los vagones y demás sitios, siempre en lo alto, por el riesgo a captar la atención de alguna amenaza que pueda surgir del suelo. Lejos de ser lo único problemático, la cantidad de mendigos y gente en distintos niveles de desesperación hacía que no tuviesen nada que perder si les daba por querer robarte o matarte, seguramente ambas cosas, si salías de la zona de ‘confort’ de las caravanas.

“Iré a dar una vuelta...”.

No es que hubiese mucho que ver en un lugar como éste más allá de la mencionada desesperación, pero me distraía a la par que mantenía mi desconfianza en constante tensión. Viajar con Troy podía hacer que me… acomodase, que me confiase, y eso era algo que no podía tolerar.

Nada más salir por la puerta notas el cambio de estrato social, el suelo pasa a ser tierra, el olor que percibes es de comida poco apetecible y el ruido se basa en gritos de borrachos y golpes aleatorios.
Que el yermo es sinónimo de pobreza ya lo sabes, que toda se reúna en un mismo lugar es habitual, pero que alcance cotas tan bajas no es algo que se vea todos los días.

Como era de esperar no hay autoridades que mantengan el orden, la única autoridad la lleva cada uno colgando de su cintura, a la espalda o escondida bajo la ropa.
La mayoría de la gente simplemente está allí, sin hacer nada más que verte pasar, ni siquiera evitan tu mirada aunque tampoco parecen desafiantes. Pasas por delante de un vagón reconvertido a tienda, los productos están colgados lejos de la altura de los clientes y no tardas en comprobar que la calidad de la mercancía es tan baja como el nivel de sus clientes potenciales.

Un hombre con mas barba que pelo en la cabeza está vendiendo drogas, mediante dos correas ha colgado un maletín de su cuello y expone una cantidad considerable de productos variados. Bajo el maletín puedes ver un arma, siempre dispuesta a abrir fuego contra el cliente.

Oyes golpes y gritos a unos metros, un grupo de personas jalea a dos hombres que están peleando en mitad de un circulo formado por el público. Llegas justo a tiempo para ver como uno de ellos, mas gordo que fuerte, se proclama vencedor tras noquear a un tipo que posiblemente pese la mitad que él.
El reparto de dinero indica que se han realizado apuestas, aunque no parecen cuantiosas a tenor de las chapas que se mueven. El vencedor se marcha tras recibir una cantidad mas suculenta, aunque algo te dice que el dinero desaparecerá antes que los cortes de su cara.

Un hombre vestido con un desgastado traje se acerca a ti pese a que observas la escena desde la distancia, te muestra una bolsa llena de chapas y señala al improvisado ring.

- Eh, amigo, ¿te sientes afortunado? Apuesta y gana algunas chapas, nunca viene mal algo de dinero extra. O, si confías más en tus puños que en la suerte, puedes intentar ganar mucho más. Pete el Feo está esperando rival, esta puede ser tu noche.

Pete el Feo hace honor a su nombre, un tipo con los ojos saltones y la cara destrozada seguramente por el abuso de los combates a puño descubierto. No parece el más fuerte del lugar, ni siquiera el más preparado a juzgar por la botella de whisky que se está terminando.

Troy no se equivocaba con el lamentable estado de la mayoritaria población local, aunque las lamentables cotas que éstos habían alcanzado superaban mis expectativas. No es que fuese un recordatorio de lo bajo que puedes caer, ya sea por tus acciones, las de otros, o simple mala suerte, no. Parecía más como si todo el mundo decidiera agruparse con el fin de crear una comunidad de ‘caídos en desgracia’. Todos estaban más muertos que vivos, todos tenían algo que ofrecer, todos mostraban sus colmillos en forma de armas… Casi era como pasear por el Yermo durante un mal día.

Observo un espectáculo desde una distancia prudencial, un improvisado ring que, automáticamente, me provoca un par de flashes de memoria, no muy agradables ellos, disipados en cuanto un… llamémoslo empresario… se me acerca, queriendo que gaste mis chapas.

Manteniéndome en silencio, no impresionándome por la bolsa llena de las susodichas, observo el asunto y al tal Pete el Feo, antes de decir nada.

“¿Cuánto?”.

El tipo del traje sonríe al ver que no te has negado de primeras.

- ¿Cuánto? Depende de las apuestas, puede que sean cincuenta chapas o puede que sean doscientas. - se gira para mirar al grupo que rodea el ring - Hoy ha habido pocas peleas, todavía tienen chapas, si lo haces bien puede que rondes las cien chapas.

Tu posible rival termina el whisky, o al menos parecía ser eso, y lanza la botella lejos por encima de un vagón oxidado.
Comienza a moverse por el ring y lanzar puñetazos al aire mientras el público lo jalea e insulta a partes iguales, parece ser conocido en el lugar aunque no precisamente respetado.

Aunque no te han explicado las reglas todo indica que se trata de una pelea a puños descubiertos, sin interrupciones y hasta que uno de los dos se rinda o no pueda seguir luchando. No es la primera vez que lo ves, aunque siempre ha tenido algo más de glamour y categoría.

Meterme en una pelea siempre sacaba mi lado más animal y aunque siempre prefería tener un arma entre las manos, ya se tratase de piedra, madera, plástico o metal, no podía negar la satisfactoria sensación de un mano a mano.

Mantengo el silencio a la par que evalúo mis opciones ante la perspectiva, observando al ‘Feo’ tras haberse acabado la botella. Por cómo se movía, y pese al lamentable aspecto de su cara, todavía no había tenido suficientes peleas… ni botellas… en el día.

“De acuerdo…”, acabo diciendo, cediendo a la suerte. “Lucharé…”.

El hombre sonríe satisfecho, está claro que él también ganará algunas chapas sin apenas esfuerzo.
Te conduce entre el publico hasta el ring y señala una caja fuerte sin puerta donde puedes dejar todas tus cosas.

- Nada de armas, ni nudillos metálicos, ni armaduras. Las manos libres, los puños cerrados y los píes en el suelo.

En cuanto entras en el ring los espectadores aplauden, parecen ansiosos por ver a otros partirse la cara.
Mientras te preparas para la lucha el promotor comienza a apuntar las apuestas de los presentes, por lo que oyes está repartido pese al aspecto mediocre de tu oponente.

Una vez ambos estáis listos os dan la señal para empezar. Pete el Feo sonríe, parece confiado pese a todo.

En el tiempo que me dieron para prepararme, dejando mis cosas a buen recaudo, me mentalicé de que todo siempre podía salir mal, y ahí estaba la gracia de todo. No es que fuese masoquista y me gustase que me dieran una paliza, sino algo más… filosófico. Si a Troy la ciudad le recordaba la suerte que podía correr, a mí me sucedía algo parecido con juegos como éste.

Si ganaba, me llevaría la satisfacción de la victoria, las chapas, y la experiencia de ponerme a prueba nuevamente. Si perdía, sólo me quedaría con lo último, amén de unos cuantos golpes de más.

Untando las manos con ceniza y tierra del suelo, dando unas palmadas para sacudir el resto, calenté ligeramente el cuerpo antes de lanzarme al combate. En ésta ocasión, sólo sería una pelea de puñetazos.

Lo primero que descubres es que eres más rápido y fuerte que Pete, sabe pegar pero su forma física deja mucho que desear.

Encaja tus dos primeros puñetazos, no han sido precisamente fuertes pero sí certeros. Tu tercer intento se marcha rozando la oreja de El Feo, momento en el que contraataca hundiendo sus nudillos en tus costillas. Su izquierda intenta repetir éxito en tu cara pero un buen movimiento de cabeza malogra su intento.

A vuestro alrededor cada puñetazo que entra se celebra con vítores, parece que el espectáculo importa más que las apuestas. A fin de cuentas no hay mucho que ver en este lugar.

Aunque empecé siendo el más rápido de los dos, así como el primero en golpear, mi cadena de tres rápidos golpes de derecha no fueron más que un calentamiento, especialmente por fallar, por muy poco, el último.

El Feo no tarda en responder con un golpe a mis costillas, momento que aprovecho para recular antes de que mi cara reciba un golpe similar. Ni qué decir que la gente alrededor empieza a gritar pero yo, salvo por el estado de mis pertenencias, no les prestaba especial atención, por lo que volví al ataque con otros tres directos de izquierda.

Fallas una combinación de tres golpes, el primero no entra y los restantes se desvían cada vez más.
Pete se viene arriba viendo que yerras y contraataca con su izquierda, pero logras agacharte a tiempo para esquiva su puño. Sin embargo su derecha ya venía de camino e impacta fuertemente contra tu mandíbula.
El mundo a tu alrededor se tambalea mientras los oídos te zumban, estás a punto de caer pero logras aguantar de píe y tus sentidos vuelven a normalidad.

Las mofas del público por la serie de fallos se convierte en gritos y aplausos cuando Pete está a punto de tumbarte.

El segundo asalto fue desastroso. Además de no lograr encajarle ningún golpe, acabé recibiendo uno en la mandíbula que casi me manda al piso. Dejándome zumbado, el dolor no logró abrumarme aunque sí notar la saliva de mi boca un poco más cálida ahora. No tenía nada roto ni suelto por lo que volví al ataque.

Recuperando la compostura, lancé una rápida cadena de golpes. Directo de derecha, directo de izquierda, gancho de derecha… tratando de volver a llevar la batuta del combate.

Pegas más y más fuerte, pero aún así no es suficiente y Pete te devuelve los golpes.
El Feo está sangrando y eso no parece importarle, debe estar acostumbrado a este tipo de peleas. Su respiración es más pesada y sus puños no están tan altos como antes, el cansancio y los golpes están haciendo mella.

Sea como sea no te puedes confiar, el dolor en tu cara te recuerda que aunque lleves ventaja el combate no está ganado.

Ésta vez el intercambio de golpes está mucho más a la par, dejándome bien claras dos cosas. Por un lado, que El Feo pudiera no ser el tipo más hábil del mundo, pero sí que aguantaba bien los golpes. Y por el otro, que yo no debía confiarme lo más mínimo.

Aprovechando el aparente bajón en sus fuerzas, lancé dos rápidos de izquierda y luego un amplio lateral de derecha, a ver si lograba hacerlo retroceder.

Tus dos directos de izquierda fallan pero colocan la cabeza de Pete en el punto justo para recibir tu puño derecho directo a su rostro.
Sus ojos miran al infinito durante un par de segundos mientras retrocede torpemente, aunque levanta la guardia brevemente sus puños caen hacia un lado y su cuerpo los sigue desplomándose contra el suelo.

El público celebra y maldice a partes iguales, es fácil saber quien ha ganado o perdido su apuesta.
Mientras un hombre se acerca a ver el estado de El Feo tu recuperas tus cosas antes de que alguien lo pretenda hacer por ti. A tu lado aparece el promotor, te entrega un trapo para que te limpies y estrecha tu mano con bastante efusividad.

- Sabía que ibas a ganar, esperaba una victoria más amplia pero aquí no hay puntos. Tu parte, como te prometí.

Te da un pequeño paquete en cuyo interior hay 122 chapas, para ser un lugar tan pobre la gente tiene mucha facilidad para deshacerse de sus chapas.

- La velada ha terminado por hoy, si mañana sigues aquí seguramente haya otro rival para ti. No creo que Pete quiera la revancha tan pronto.

A Pete se lo llevan entre dos hombres, no tiene nada que un buen descanso no pueda curar.

Si bien los directos de izquierda no sirvieron de nada inicialmente, los acabé aprovechando para colocar a Pete El Feo justo donde quería, propinándole un buen golpe con el que, al final, acabó cayendo al suelo.

Apenas la gente había empezado a celebrarlo o maldecirlo, que yo me estaba haciendo nuevamente con mis cosas. Sólo me faltaba ganas y quedarme sin nada, razón por la que no pasé al tema social hasta que no me aseguré bien.

“Siempre viene bien dar juego…”, respondo, estrechando su mano y posteriormente haciéndome con las chapas. No sabía si había sido una buena o mala recaudación, pero ésta cantidad me ayudar, y mucho, más adelante. Quizás ni necesitase vender el revolver, pero tiempo al tiempo.

“Lo tendré presente…”, añado en relación a la posibilidad de un segundo combate. No me iba a confiar pues perfectamente podían sacarse a un boxeador veterano para metérsela doblada a los que apostasen por mí tras la victoria de hoy, pero la opción no la descartaba del todo.

Sea como fuere, por aquí había terminado. No iba a pasearme por ahí con una suma de chapas tan fresca, por lo que volvería a donde las caravanas. Conocía de sobra el alcance de la desesperación humana cuando no tienes nada que perder.

Los espectadores no tardan en dispersarse y tú te marchas antes de que se les ocurra recuperar la apuesta perdida o aumentar sus beneficios de esa noche.
Al regresar a las cocheras ves que casi todo el mundo está durmiendo, no hay mucho más que hacer y sabes muy bien que en cuanto haya un mínimo de luz todos retomarán el viaje para perder el menor tiempo posible.

Optas por hacer lo mismo, no has parado en todo el día y para concluir acabas de pelearte, al menos te has ganado un descanso.

Antes de lo que te gustaría llega la hora de partir, Troy no tarda en comentar sobre tu cara herida aunque no parece exigir una respuesta viendo que el resto de ti está bien.

- Creía que las ojeras salían en los dos ojos, espero que el otro quedase peor que tú.

Retomáis la marcha y dejáis atrás Norton, o Nortrain como lo llaman, para seguir la vía durante unos cuantos kilómetros más.
Vuestro camino se va redirigiendo hacia el sur sureste por lo que deduces que estáis abandonando la llamada ruta norte. El panorama no cambia, miles de hectáreas de cultivos muertos, tierra envenenada por la radiación y ningún lugar donde habitar.

Para llenar las horas de viaje Troy te adelanta información sobre vuestro próximo destino.

- Se trata de un antiguo desguace reconvertido a fuerte gracias al metal que albergaba. Pertenecía a unos saqueadores pero ahora es propiedad de los Rangers de Kansas, "un grupo de voluntarios que se dedican a proteger el yermo de saqueadores y demás escoria." - dice a modo de cita - O al menos eso es lo que dicen cuando les preguntas, tenían un lema pero no me molesté en memorizarlo. No son malos clientes, al menos tengo claro que no me atracarán.

Al llegar te encuentras con más o menos lo que esperabas, unos muros de unos tres metros hechos con carrocerías de coches y un portón formado por trozos de un trailer.
Hombres con armas largas vigilan las cuatro esquinas del recinto y otro se dedica a custodiar la entrada, todos con los característicos sombreros de Ranger cuyo origen desconoces pero parece haber suficientes para todos.

Entráis sin problemas y os conducen a una patio formado entre el edificio original del desguace y muros de coches apilados. Parece que a todos les han quitado el motor nuclear para evitar accidentes o para algún uso más provechoso.
Mientras Troy se dedica a hacer negocios el intendente del lugar un tipo alto y fornido con un bigote poblado se acerca a ti.

- Conozco a Troy y a su hija, pero tú no pareces de la familia. ¿Te ha contratado como escolta? Si quieres un trabajo de verdad deberías unirte a nosotros y ayudarnos a limpiar el yermo. Igualmente nunca serás rico y cualquier malnacido podrá matarte de un disparo, pero habrás dedicado tu vida a una buena causa y siempre serás recordado.

Al decir la última frase señala una pared donde están grabados todos los Ranger caídos, no sabes desde cuando llevan apuntándolos pero hay cerca de sesenta nombres.

“Lo suficiente para conseguir algunas chapas extras…”, fue lo que respondí para aclarar las dudas de Troy sobre mi estado.

No me molestó lo más mínimo pasar el tiempo justo en Nortrain, ni siquiera el perder una segunda posibilidad de conseguir chapas. Ese lugar no era deprimente, era lo siguiente, amén de peligroso. Si yo estuviera en mejores condiciones, y con un grupo a mis espaldas, podría optar por perder el tiempo en un lugar como ese y conseguir chapas a diario. Pero como ese no era el caso, mejor estar lo justo y seguir.

La siguiente parada resultó ser un pequeño fortín, aunque en plena tierra yerma, cualquier a cuatro paredes soldadas se le podía llamar como uno quisiera, dominado por un grupo de ‘justicieros’. ¿Matar saqueadores y demás ralea? Música para mis oídos, pero de ahí a considerarlo algo como una ‘buena causa’, pues había un buen trecho.

“Unión por circunstancias. Necesitaba moverme o dejaría de ser un ‘piel suave’…”, respondo al intendente. Estudiándolo por completo, observé su equipamiento general, así como el del resto de Rangers a nivel general. “…y acompañar a Troy era la mejor opción, por no decir la única”.

Desviando la mirada hacia el ‘tablón de recuerdos’, pude contar… ¿50? ¿60?, nombres inscritos para toda la eternidad, o hasta que el óxido y el tiempo los acabase borrando. A mi viejo le habría encantado éste sitio.

“No me suenan los Rangers de Kansas…”, añado, observando el lugar y cómo lo tenían todo montado. ¿Tendrían tienda o bar aquí?. “¿Cuánto hace de su creación?”.

El ranger parece comprensivo con tu relato, al fin y al cabo no hay escuelas para cada oficio y todo el mundo hace lo que puede para sobrevivir. Incluso su mostacho se eleva ligeramente cuando sonríe, seguramente el no estar atado a Troy te convierte en alguien idóneo para la causa.

- Llevamos veinte años en esta región. Aunque no pertenecemos a la República procedemos de allí, la NCR envió un destacamento hacia el este para intervenir algunas bases militares antes de que lo hiciesen los esclavistas o alguna banda de saqueadores. Las ordenes originales eran establecerse en alguna de esas bases como avanzadilla, pero las cosas no eran tan fáciles. Base tras base todo estaba saqueado, así que seguimos avanzando. Primero Nevada, luego Utah, Colorado y finalmente llegamos hasta aquí. Por el camino nos hicimos con material y para entonces las ordenes cambiaron, había demasiados enemigos entre California y nosotros, nos dejaron tras las lineas enemigas.

Los ocho rangers que ves visten armaduras de combate que seguramente pertenecieron al extinto ejercito. Hombreras y un peto que cubre dos tercios del pecho y la espalda, lo justo para proteger los órganos vitales del torso. Todos tienen visible y reluciente su estrella indicando su condición de rangers, el casco parece opcional ya que algunos llevan el clásico sombrero de guardabosques.
En cuanto a las armas la variedad es ligeramente superior, los vigilantes de las torres y la entrada tienen rifles, el hombre con el que hablas lleva cartuchos de escopeta en su cinturón.

- Construimos esta base hace diez años, bueno, realmente estaba a medio hacer cuando llegamos y la ocupaban una banda de esclavistas. Los echamos y la hicimos nuestra, no es Vault City pero aguantará.

- Si quieres chapas este no es tu lugar. - advierte Troy desde la distancia seguramente haciéndose una idea de lo que te está contando - Todo por la causa, incluso las chapas.

La mirada del ranger casi fulmina al comerciante pero recupera la sonrisa rápidamente.

- Puede que gracias a nosotros y nuestra "causa" no estés metido en una jaula y se estén comiendo a tu brahman.

- Y puede que vosotros ahora tengáis otra vez radio gracias a mi, los transistores no abundan en el yermo.

Parece que Troy está terminando sus negocios aquí, no parece un lugar para quedarse mucho más tiempo salvo que lo hagas definitivamente.