Partida Rol por web

La chica te miro incrédula mientras le cuentas tú historia y le ofreces esas cosas. No parece gustarle ninguna. Más bien al contrario:

- ¿De verdad te has adentrado aquí para coger esas mierdas? Eres más tonto de lo que pensaba. Además, que te hayan engañado no te hace menos idiota...

Un zombi se acerca peligrosamente a ti. Y ella permanece inmóvil. Tienes que girarte y asestarle un certero golpe con el tridente. Cuando te vuelves hacia ella sigue hablando, sin importarle lo más mínimo lo que acaba de pasar:

- Te dije que no gastaría más balas por ti, idiota. Tienes dos cosas más que no has mencionado, esa red y esos brazales. Me gustan mucho, los brazales para mí y la red para mi bebé, sí. ¡Eso será suficiente para sacarte de aquí. Pero ni cuidaré de ti ni te alimentaré. Con eso sólo puedes pagar el transporte, ¡y casi ni eso, ladrón idiota!

Varios zombis más se acercan por ambos lados.

Mientras ella se reía de mi, un zombie se acercó lo suficiente como para atacarme... Con rabia, me giré y le di un golpe, pero a la par, me di cuenta de... Joder, me dolía el hombro aun, y me noté espeso de reflejos. Ahí solo no podría sobrevivir... ¿Porque aquella mujer no se parecía a su gente de Baroña? O incluso, a los pescadores de otros lados, o a la gente del mercado... Era fría, era indiferente, me despreciaba... 

Y

¿En serio tenía la desfachatez de pedirme la red? ¿Mi red? -¿De verdad? ¿Mi red? Querría volver a ser pescador, ¿Me la vas a quitar? -Vi su expresión, totalmente firme, reafirmandose en su petición... No podía quedarme allí, no podía. Aquellos podridos los podría eliminar, pero, ¿y a la hora de dormir? Tan cansado como estaba... Sería presa fácil. Levanté las manos en señal de protesta... Y aceptación. -Bien, bien, te doy ambas cosas, los brazales, perfecto, la red... Joder, venía de una buena villa pesquera, ¿para tu hijo? ¿Es pescador? -Pregunté con ingenuidad. No se me ocurría otro motivo ...

- Jajaja ¡yo no te la voy a quitar, idiota! Me la vas a dar tú.

Y se la das, junto con los brazales. Una vez tiene las cosas en su poder, se coloca los brazales con calma, contenta, admirando lo bien que le quedan, sin importarle mucho los zombis que se te acercan. Luego coge la red y la examina, sin que se le borre esa sonrisa plácida y relajada de la cara.

- Está bien. -y te ayuda a subir el muro. Ya estás a salvo, o eso crees- ¡Yo no tengo hijos! No eres muy avispado, ¿no, ladrón? -ríe, tranquila, sin dejar de apuntarte- Ése es mi bebé -y señala al barco volador.

Aquí arriba todo es diferente, está mucho más ordenado que abajo, como si el caos no hubiese llegado hasta aquí. Es una explanada de hierba alta que domina la ciudad, con una casa un poco más allá, el barco atado en mitad de ella, enorme, colosal, descomunal, y una puerta llena de cadáveres, sangre, humo y olor a explosivos.

Cuentas cuerpos a docenas hasta que pierdes la cuenta. Es horrible. Las paredes están llenas de disparos. Hay mucha sangre. Una de las puertas está en el suelo, arrancada por la explosión que viste desde Obradoiro. A la chica no parece afectarle nada de esto, parece incluso contenta. No ves a nadie más. Estáis solos ella y tú, su bebé, los zombis que rodean la fortaleza, y el silencio.

- Por ahí deben andar los trozos de Hemorragia y Prime, los muy estúpidos cayeron los primeros, nada más llegar. -por un momento mira al cielo, a las nubes, en silencio; y luego vuelve a hablarte- si ves que algún brazo o mano se mueve aplasta la cabeza, ¿sabrás hacer eso?

Luego se aleja, hacia su bebé, hablándole como si realmente de un bebé se tratase, con palabras de amor, con tono dulce, mostrándole tu red.

Ahora ves de cerca el enorme barco volador. Sobre un estructura metálica hay un enorme globo, una boya gigantesca que flota, levita, y levanta del suelo cuatro aparatos, cuatro cabinas, cuatro barcos más pequeños (en realidad son 4 fuselajes de helicóptero). Cada uno de ellos es como un camión de grande, con puertas, ventanas, y unas palas finas y alargadas encima. Deduces que esas palas, esas hélices, son para elevar el gran barco, que se llama Bebé. Mide más de cien metros de largo, es realmente gigantesco. Claramente ha sido recompuesto, o fabricado a partir de chatarra, de restos... en el lateral tiene pintado un enorme muñeco amarillo, algo feo, pero que te resulta familiar.

Al fin me había dejado subir. Joder. No era lo mismo, ver los zombies desde una zona segura sabiendo que saldría de allí, que verlos acercarse. Pero me había costado. Y aún así, me sentía agradecido. Casi, casi, iba a salir de allí. Al fin. Ya me sentaría a rehacer mis herramientas de pesca, que había dejado cerca de la Catedral, y una nueva red, allá en Baroña, con tiempo... ¡Ahh! El mar, sin tanta complicación... 

Luego miré alrededor. Aquellos habían hecho un trabajo "duro". Iban masacrando y destruyendo lo que podían, buscando algo allí dentro, pero me daba igual. Sólo deseaba esperar a la hora de irnos. Cuando me habló de dos que habían caído y podían levantarse, me estremeció, pero asentí. Estaría atento. Le hablé: - Ah, vale... este es tu bebé, entiendo. Grandioso, es grande de carallo... me encanta. Por cierto, ¿Cómo te llamas? 

Mientras pregunto su nombre y admiro su "bebé", me quedo extrañado. Ahí, en el lateral que da a nuestro lado, se ve una imagen, un muñeco amarillo. Joder, juraría que lo he visto en algún lado, ¿dónde, dónde? Ojalá no sea nada malo... ¿a quién se lo he visto? ¿O dónde? ¿En Baroña? ¿En el mercado? ¿En Arousa? ¿En algún monasterio fráter? ¿Dónde? Maldito cansancio...  No me deja pensar...  

La chica no te quita ojo de encima cuando te acercas a su bebé, ni tampoco deja de apuntarte. Cuando preguntas su nombre te mira extrañada, por alguna razón no se lo esperaba: - ¿Ahora vamos a ser amigos, ladrón inútil?

En ese momento algo ocurre al otro lado de la puerta: una luz naranja se enciende, iluminando el interior de la primera sala. La luz da vueltas y os pone muy nerviosos a los dos. Es una luz de emergencia, aunque pocas veces habéis visto alguna. Puedes ver con más o menos claridad el interior, es una especie de almacén, con muchas cajas, palés, bidones amarillos, y muchos cuerpos y sangre por el suelo. Al fondo hay dos puertas muy grandes, la de la derecha abierta. El olor que sale de ahí dentro es insoportable.

Intenta aparentar tranquilidad, tener la situación bajo control, pero esta vez no lo consigue, te das cuenta de que ella tampoco sabe lo que está pasando: - Estos gilipollas han tocado algo que no debían, ¡segura estoy de ello!

Luego mira arrugando su cara, como queriendo ver mejor hacia el interior: - ¿Qué coño es eso?

En la pared de dentro, entre las dos puertas, bien alto, hay un reloj digital, con números rojos:

Es una cuenta atrás.

Aparte de la luz naranja y ese cronómetro no notáis nada más. Ningún ruido, ninguna señal...

Cuando ella me dice extrañada sobre mi pregunta sobre su nombre, quizás sospechando una trampa, le digo, sencillamente: - No es ser amigos, pero prefiero decirte "gracias" por tu nombre y no un "tu, gracias". No me parece adecuado. 

Pero ella no tiene tiempo de responder, porque algo extraño pasa. Una sirena, de emergencia, con su luz y todo, comenzó a sonar. ¡Suena como alguna vez de los Narcos de Arousa! ... Pero, viene de ahí dentro ¿Qué será? Por su cara, nada bueno... 

Ella se puso nerviosa, aunque mantenía muy bien el tipo. Sus compañeros, o lo que fuera, habían entrado ahí dentro, y buscaban algo, porque... habían tocado algo y no debían haberlo hecho, según el enfado que se le notaba. De hecho, una cuenta atrás comenzó. ¿Cuenta atrás? Pero... ¿para qué? Xose no llegaba a entender que podía haber en aquel lugar subterráneo de tanto interés, en la Zona, para lo que venían con un barco flotante de ese tamaño. Miré a aquella mujer que seguía apuntandome con su fusil, señalé con la cabeza a la puerta y la alarma y dije: 

- ¿Qué pasa? ¿Están en peligro? ¿Hay que ayudar? - La camaradería marinera me salía natural, preocupado por personas que estaban allí dentro, y quizás en peligro. - ¿O deberíamos tener cuidado? - Me mantuve alejado de la puerta. Aquel olor a muerte me horrorizaba. No quería entrar, en el fondo, pero si hubiera que hacerlo, lo haría, por cansado que estuviera. Miré al interior atentamente, ¿habría trampas? ¿Qué era aquel reloj?

- Esto no me gusta. -por un momento la chica baja la guardia y se dirige a ti en un tono muy diferente del que ha usado hasta ahora.- ¡Esto es una mierda! ¡NOS VAMOS DE AQUÍ YA! -Se gira y te mira fijamente: - Tú... -se da cuenta de que no sabe tu nombre- soy Elica... me llamo Elica... ¡¿Y tú?! ¡Da igual! Como te llames... ¡SUELTA ESOS CABOS!

Te da la orden escuchando tu nombre mientras corre a desatar el del otro lado. Debes desatar dos, ella uno, los nudos no son un problema para ti, los barcos en Baroña se atan al muelle igual que el Bebé. Te da la sensación de que si soltáis todo a la vez esta cosa se elevará en el aire.

- ¡Cuando desates el último corre a meterte allí!

Ella, tras soltar el primero, se sube en una de las cuatro cabinas, similares a un coche, pero a la vez muy distintas. Cuando has desatado el segundo cabo, un ruido de arrancar motores te sorprende. Cada una de las cabinas tiene un motor encima, que mueve una hélice... empiezas a entender cómo funciona esta mole. Te ha ordenado subir a la cabina opuesta a la suya, supones que por equilibrio.

- ¡VÁMONOS MI BEBÉ! - la oyes gritar entre los ruidos de los motores, que no son demasiado estruendosos, hacen menos ruido que las motoras que llegan de Arousa.

Ante aquella situación, Elica se pone tan nerviosa, que decide salir de allí, usándome como ayuda para soltar a su Bebé. Joder. 

- Ehhh, ya te dije antes que soy Xose... - De pronto, me veo abrumado por las órdenes, el sonido retumbante de la alarma, la propia ansiedad de Elica y mi propio cansancio. Me encuentro totalmente desorientado, así que sin darme cuenta, sus órdenes de desatar fueron lo único que había en mi cabeza, y las seguí mecanicamente.. 

Corrí con fuerza tras desatar el último de los nudos (que recuerdos, los nudos, en las pequeñas barcas de cabotaje...), y me metí en aquella especie de cabina, ya con los motores sonando... Un escalofrío recorrió mi espalda, cuando me di cuenta de que estaba en un aparato a motor, como aquellos en los que la droga llegaba... 

Un pequeño pensamiento que apareció entre ese agotamiento que sentía, me hizo gritarle: -¡¿Y los otros?! ¿¡Tus compañeros?! ¿¡No los esperamos?! ¿¡Los abandonamos?! ¿¡O sólo nos movemos a lugar seguro?!- Me parecía extraño... yo no había abandonado ni a Xervasio ni a Xena, y no entendía como alguien podía hacerlo... La miré inquisidoramente, aunque... no podría discutirlo demasiado. Estaba tan agobiado por salir de allí que, quizás, estaba alegre de hacerlo cuanto antes. 

Dentro de la cabina el zumbido es más fuerte, el ruido del motor y la vibración hacen que apenas oigas tu propia voz al gritarle a Elica, así que supones que ella no te oye en absoluto, estando al otro lado del destartalado aparato.

En el interior de la carcasa, que entiendes sirvió a otros fines muy diferentes hace muchísimo tiempo, sólo está el motor, sujeto por correas, tornillos y precarias soldaduras, y varios tanques de combustible que lo alimentan. El eje sale por el techo para mover las aspas que has visto. No hay asientos, ni vidrios en las ventanas, ni ningún tipo de comodidad; todo lo que cubrió esos perfiles afilados fue expoliado hace mucho.

Cuando "el Bebé" empieza a elevarse, debes sujetarte a lo primero que alcanzas. Ascendéis poco a poco, alejándoos de la entrada al búnker primero, y de la colina después. El viento es más fuerte aquí arriba, y hace bastante más frío. El invierno empieza y temes no estar preparado.

Una vez estáis a una distancia prudencial Elica detiene los motores del aparato, que se mantiene inmóvil en el aire. Desde aquí puedes ver la ciudad, devastada, la catedral, que ha sido tumba de tus amigos, la puerta del búnker y las montañas que se extienden hasta el horizonte. Por un momento parece que estés en el cielo, rodeado de una calma extrema, de un silencio y una paz que nunca, o muy pocas veces, has sentido. 

Ese silencio, esa levedad, se rompe por un silbido, un agudo silbido que te inquieta. Segundos después una gran llamarada sale de la puerta del búnker, y casi alcanza al Bebé, que se balancea, obligando a Elica a realizar una maniobra para recuperar el control y la estabilidad.

A esto le sigue una explosión, que sacude y quiebra la colina, lanzando por los aires cientos de cascotes de hormigón y rocas. Uno de ellos alcanza una de las cabinas que están vacías, golpeándola con fuerza y parando el motor. El barco se escora hacia ese lado, y ves a través de la ventanilla cómo Elica lucha por evitar un fatal final. Es tal el tamaño del barco volador, que todo esto sucede despacio, como si no fuese algo grave, pero a tus pies ves moverse el suelo, las calles...

Miras hacia la colina, hacia las ruinas que han quedado, a donde estaba el acceso, y ves a una figura emerger de entre los escombros, una silueta antropomórfica que se mueve despacio, y que dirige su helada mirada hacia el aparato en el que estás recluido sin poder hacer nada. Está quieta, relajada, y se cubre su cuerpo con telas negras. Tienes la certeza de que está muerta, pero también la tienes de que es especial:

Tras la horripilante visión de este ser, que por algún motivo crees femenino, Bebé se aleja, escorado, hacia el oeste, describiendo una trayectoria algo errática. Ves a Elica agitar los brazos, nerviosa, sin poder hacer mucho más que retardar la caída. La noche os envuelve, el frío te hiela los huesos, y el barco aún no ha tocado tierra, aunque sí va perdiendo inexorablemente altitud.

La subida del "Bebé" fue movida, no había vivido nada parecido. Durante un instante deseé estar abajo, y no en aquel barco volador, donde no podía agarrarme cómodamente. Me di un par de golpes al intentar agarrarme. Joder, todavía me dolían los golpes de la huida de la Catedral... Que allí se veía, abajo. Al fin. Lejos. No sabía dónde dónde agarrarme, así que me quedé en él centro de la cabina, asiendo hierros de la estructura tumbado en el suelo para no caerme.

-¡Elica! ¿Tus compañeros? ¿Qué era esa cuenta atrás?- repetí, pero los motores ahogaron mi grito. Como Elica parecía no haberme oído, iba a preguntarle de nuevo, cuando paró los motores.

Pero entonces, entendí porque mi mente había asociado al Bebé con un barco... El viento soplaba, el "barco volador" se mecía como un navío detenido en medio de la ría, con las olas golpeando el casco. Casi estuve tentado de sacar el sedal, los anzuelos, y pescar... Inspiré hondo, y la ciudad, muerte y esos días se me fueron de la cabeza. ¿Cuánto hacia que no me sentía así?

La calma se quebró, con una explosión, que casi fue en cámara lenta, que despedazó la colina. Y con ella, seguro, a los compañeros de Élica. Maldita ciudad. Un jodido cascote golpeó el "barco volador Bebé". El pánico me invadió, porque todo volvía a moverse, como en el ascenso, o peor... Joder, mierda, me voy a morir aquí, casi saliendo... Elica, estresada, controló la nave, y miré a mi alrededor, por si alguno de ellos hubiera salido y yo, yo, yo...

¿Qué fue eso que vi? ¿Producto de mi imaginación? ¿De mi mente cansada?

No, no... Era... no... no... ¿La Santa Compaña? ¿Una mujer, una ánima en pena que me perseguiría?

Hice, como pude, un círculo con la cuerda, y... y... me encogí dentro de él. No quería morir... No, no quería... Cerré los ojos, mientras la nave caía. Los minutos pasaban lentos mientras caíamos, pero yo no quería abrir los ojos, hasta que tuve la certeza de estar bien lejos... Seguíamos bajando. Íbamos a estrellarnos. Pero no podía comunicarme con Elica. Sólo me quedaba esperar. Cansado, frío, hambriento... y asustado.

Elica intenta mantener el barco en su posición, o haciendo círculos, buscando un lugar en el que poder posarlo. No lo hay. El sol roza el horizonte y el viento empieza a levantarse, sabes bien que en horas nocturnas es más agresivo. El barco sigue escorado, y lo estará hasta el fin de sus días. Por suerte para ti, Elica parece ser muy diestra en su manejo, y amarlo como si de su hijo se tratase, así que hará todo lo que esté en su mano para no estrellarlo.

Pierdes la noción del tiempo, la oscuridad no te deja ver mucho aparte de algunas luces muy lejanas. La niebla os rodea, la humedad y el frío se hacen más presentes y se te hielan las carnes hasta los huesos. Un ruido te despierta, te has dormido, estás agotado y al final el cansancio ha podido contigo. Es un ruido extraño, como una escoba golpeando el suelo. El bebé roza las copas de los árboles de un negro bosque que te parece infinito. Parece que el momento ha llegado.

Me até con la cuerda para no caer, y me quedé dormido. Al despertar sobresaltado, Elica todavía está intentando controlar al Bebé, y vamos a chocar con los árboles. Me siento dolorido, helado, pero pienso con algo más de claridad tras el descanso. Debería saltar. El suelo no está lejos, y quizás eso le de a Elica una oportunidad, sin mi peso...

Me desato rápido, y me dispongo a saltar. No me da tiempo a improvisar nada, más allá de atarme la cuerda a la cintura y dejar por arriba una especie de lazo, para engancharme en un árbol. Grité: - ¡Gracias, Élica, que todo te vaya bien!- y me dejé caer, sin saber si me escuchó.

Caí a plomo, hiriéndome con ramas y hojas, y de pronto, la cuerda se enganchó. Si, lo que quería, excepto porque me hizo balancearme, chocar con más ramas, y finalmente, empotrarme con un tronco de árbol. Qué dolor. 

Y encima, estaba colgado de un árbol, a unos 2 o 3 metros del suelo, tocando el tronco con el que había chocado... Miré a mi alrededor. ¿Dónde estaba?

El barco se estrella unos cincuenta metros más allá, haciendo un fuerte ruido. Ves una pequeña llamarada que se apaga al poco. Luego sólo queda silencio, oscuridad y quietud en el bosque. Tú colgado de una rama. atado, atrapado en tu propia cuerda. Estás un poco alto pero crees que puedes cortar la cuerda (y perderla) y llegar al suelo sin hacerte daño; es difícil pero posible.

Una vez en el suelo podrás pensar con más claridad. Antes de hacerlo echas una ojeada a tu alrededor. Estás bastante cansado, bocabajo, dolorido, sangrando por demasiados sitios diferentes, pero consigues concentrarte y observar, sólo hay oscuridad, árboles, arbustos, y un rastro de troncos partidos por el Bebé.