Partida Rol por web

A través de los prismáticos puedes ver bastante mejor lo que está ocurriendo en Hoke. Al principio ves sombras moverse, siluetas de personas, más de las esperadas. Luego vas entendiendo poco a poco lo que pasa: están siendo atacados. A esta distancia no puedes decir si por zombis o por humanos, pero por cómo actúan son humanos. Ves alguna luz más, parecen linternas y antorchas, y hay muchos. Han atacado Hoke por dos lados, les han rodeado, y luego han entrado, han sobrepasado las escasas defensas.

Cuando miré con los prismáticos, cualquier posible duda que hubiera podido tener desapareció por completo. Rápidamente miré a Nara y a Anuncia con gesto de preocupación y alarma.

—¡Están atacando Hoke! —les avisé—. Son... muchos... han rodeado Hoke y están entrando por dos lados.

¡Mierda, mierda, mierda...! ¿Por qué nos pasaba esto? Las desgracias iban una detrás de otra... ¿no podíamos tener tan sólo un pequeño respiro? Una cosa buena que nos pasaba, una enorme mala que venía a continuación: habíamos encontrado el carro con las herramientas, casi matan a Gaspar; habíamos encontrado la cabina con las armas y medicinas, atacan Hoke...

—¡Joder! —grité de la impotencia, aunque luego traté de coger aire y relajarme. No era momento para dejarse llevar por impulsos viscerales—. Anuncia, estate atenta... vendremos a por ti mañana si todo ha ido bien, ¿vale? Si no volvemos... bueno... —no pude terminar la frase. Luego miré a Nara—. Tenemos que darnos prisa... Son muchos pero tenemos una ventaja... no saben de nosotras y es de noche. Con sigilo podemos hacerlo, Nara...

Al menos... debíamos salvar a las niñas...

Estupendo Anuncia, seguro que aquí estás segura y no hay ningún problema.

Pero Sunhee, para un momento... ¿Son muchos qué? ¿Zombis o personas? ¿Alcanzas a distinguirlo? ¿Y una estimación de cuántos son? ¿Diez, cincuenta, cien? Tendremos que ser super sigilosas, lanzaré flechas desde mi escondite. ¡Qué pena que no tengas ya tu tirachinas ni tus infalibles shurikens! - bromeé. No era una situación como para reír pero intenté quitarle hierro al asunto y tranquilizarla.

Mientras hablaba con Sunhee, me preparé para salir a trote. Arco y flechas a la espalda, machete, y a correr.

Sinceramente, si no estuviera allí Gaspar, me sentía tentada a no volver... ¿Cuántos eran muchos? ¿Qué podíamos hacer nosotras dos contra, por ejemplo, 100 zombis en campo abierto? O peor aún, si eran numerosos fráteres, la llevábamos clara.

Esperando la contestación de Sunhee, empiezo a trotar en dirección a Hoke mirándola, invitándola a seguirme.

- De acuerdo. Protegeré este lugar y os estaré esperando por si tenéis que volver apresuradamente.

Empezáis a descender la colina, a paso ligero. Camináis bajo la Luna llena hasta llegar al fondo del valle, frente al río. Desde aquí podéis oír algunos ruidos arriba en el refugio, pero sólo eso, ruidos. Además el cielo, y las copas de los árboles más altos, se iluminan de un color anaranjado sobre Hoke.

El corazón me latía a mil por horas. Todos mis sueños de vivir en sociedad, de crear un lugar seguro en el que pudiéramos convivir alejados de los fráteres y los zombies, todo lo que había soñado y deseaba estaba a punto de volar y desaparecer como una montaña de hojas secas en un día de viento otoñal. No me podía creer que aquello estuviera pasando... pero, sin embargo, por mucho que no quisiera... estaba pasando...

—Son... personas, Nara. No lo he podido ver bien, pero... estoy casi segura. Unos... ¿15? ¿20? Muchos más de lo que se puede defender ahora mismo en Hoke...

Antes de despedirme de Anuncia, sin saber si la volvería a ver, cogí... algo redondo con una anilla. No sabía bien lo que podía ser, pero... por alguna razón sentí el impulso de cogerlo. Luego emprendí el viaje...

—Nara —dije, cuando nos detuvimos al llegar al fondo del valle—, debemos planear algo... Nos superan en número, y ni siquiera sabemos si hay más escondidos o vigilando los alrededores. Y nosotras dos solas... no podemos matar a 20 personas... ¿se te ocurre alguna idea?

De momento, lo único que teníamos era el factor sorpresa, pero con eso no bastaba...

Mientras andábamos, un escalofrío me recorrió al pensar que eran personas y no zombis.

Pero Sunhee, cómo habrán abierto la valla? Tengo un mal presentimiento. Si han abierto la valla puede que sea porque conocían a la persona que les pidió abrir. Cada vez estoy menos convencida de entrar a luchar. Yo... Espero de verdad que Gaspar esté bien, que todos estén a salvo, pero no creo que sea buena idea dejarnos ver porque seremos atrapadas y no servirá de nada. Antes de ser atrapadas quizás matemos a unos cuantos, y eso hará que se ensañen más aún con nosotras después.

Hablar tanto mientras trotabamos me dejaba sin aliento.

Esa cosa que has cogido no me parece gran idea Sunhee, podríamos matar a las niñas! De verdad que no sé qué hacer, de momento seamos muy sigilosas y vamos a mirar desde lejos, vale? Bien escondidas. No pienso dejarme atrapar.

Subís la fuerte pendiente hasta un saliente de la montaña cerca de la fuente (5), bordeando la carretera de acceso del puente (7c). Aquí os escondéis entre unos arbustos y la frondosidad del bosque. Más abajo está Hoke, y podéis ver con claridad lo que ocurre, pues las primeras luces del día empiezan a iluminar débilmente el cielo nublado.

Frateres. Son frateres. Almenos algunos de entre ellos lo son. Entre los barracones (1a, 1b y 1c) hay dos camiones aparcados, y una gran hoguera en el patio entre el corral (9) y el taller (2). Están saqueando todo. No véis ni a Gaspar, ni a las niñas, ni a Senés, ni Asunta, ni Elica ni Antón por ninguna parte. Los hombres encapuchados, algunos, están saqueando el lugar, cargando en uno de los camiones todo lo que es de utilidad, y destrozando y echando a la hoguera todo lo que no lo es. Son muchos, sí, alrededor de una docena, al menos que podáis contar desde aquí. En la puerta del puente hay dos frateres blancos a caballo, vigilando, al igual que en la otra. Hay un hombre en la atalaya, mirando insistentemente con unos prismáticos, pero no va de blanco. Hay otro frater, o eso parece, dirigiendo todo. Va vestido de negro y da órdenes a los demás, cuya mayoría no lleva hábito, sino que van vestidos como todos los supervivientes de este mundo. ¿Serán los mercenarios de los que os habló Antón? Os llama la atención alguien, un joven frater, vestido de blanco, que ayuda a cargar cajas. Es Jose, vuestro hermano Jose. Pasa media hora y el convoy está listo para partir; los jinetes se reúnen en torno a los camiones y enfilan la carretera (7b) que baja hasta la carretera del valle, y continúa hacia Dumbria y Ponte Olveira. Se han asegurado de prender fuego a todo antes de marcharse, y las altas llamas consumen vuestro hogar, salpicando a los bosques de alrededor, cubiertos de nieve. Prácticamente no podéis hacer nada, más que ver la escena, inmovilizadas por el miedo, la importancia, y el shock.

En otra aproximada media hora, el convoy se pone en marcha y abandona Hoke. Ya ha amanecido, y la luz ilumina vuestro devastado hogar. Cuando lo creéis prudente, bajáis de la colina dando largas zancadas, esperando encontrar algún superviviente. No hay nadie. Sólo silencio y el crepitar de las llamas por todas partes. No quedan animales, se los han llevado a todos. No queda nada en pie, sólo uno de los containers que formaban la estructura principal del refugio y algunos arcos del invernadero. Los nuevos barracones, el corral, y el taller, construidos enteramente de madera, no son ahora más que montones de cenizas. En la pira que hay en el centro aún hay rescoldos del fuego, han quemado todo. Plásticos, papel, madera, ropas, libros...

El patio está lleno de huellas marcadas sobre la nieve. Huellas de pies, de herraduras y de ruedas de camión.

Tan sólo la atalaya parece haber resistido con su estructura metálica, alzándose e imponiéndose sobre los árboles. No hay nada que recuperar. Lo que no se han llevado lo han quemado; todo estaba aquí. Todos estaban aquí.

Aquello era una pesadilla de la que, por mucho que intentara, no podía escapar. Todo había ardido: nuestro hogar, nuestras pertenencias, nuestros amigos y nuestros sueños. Hacía tan solo unos días estábamos organizando nuestro futuro. Todo iba bien. Las voces de las niñas jugando en el patio mientras el resto trabajábamos en crear nuestro refugio... y ahora... Ahora todo era oscuro... el olor a ceniza llenaban mis pulmones. Y era en aquellas cenizas donde estaba segura de que habían ardido ellos también. Gaspar, Made, Antón, Senés,... todos. ¿Y por qué? Ni siquiera habían sido los zombies... habían sido humanos. ¿Humanos? No... esos no eran humanos. ¿Qué les diferenciaban de los zombies? Al menos los zombies mataban por hambre...

—N-no puede ser verdad —miré a mi hermana, la única que me quedaba. Mis ojos se nublaron en un llanto descontrolado. Traté de taparme el rostro con la mano—. Esto... no puede ser verdad. Dime que no lo es... ¿qué hemos hecho para merecernos esto...?

Y... lo que más me partía el alma era que... le había visto. A él. A José. Siempre quise creer que le volvería a ver. Que nos abrazaríamos y reiríamos. Que todo volvería a ser como era antes. Pero no... ya nada podía ser como antes... El hermano con el que había crecido. El hermano con el que había jugado y reído... Esa persona a la que creía conocer había muerto. Ya nada me unía a él...

Al llegar me quedo en shock y se me cae el arco al suelo. Abrazo a Sunhee y susurro -​​​​​​ Vayamos a por Anuncia -.

Arrastro los pies incrédula, pensando en todas las oportunidades perdidas que tuve de matar a Jose. No quiero creer que Gaspar haya muerto, ¿Quizá sea prisionero?

Saliendo de lo que era Hoke en dirección a Anuncia, le digo a Sunhee - ¿Buscamos a Declan y Xose, no?

Anuncia, Xose y Declan eran lo único que nos quedaba. Así que, cuando Nara me propuso ir a por ellos, asentí con la cabeza. Traté de coger aire y... olvidar Hoke. Ahora teníamos que proteger a quienes quedaban con nosotros.

—Vamos...

Al salir de Hoke lo hacéis por la otra puerta, por la que se fueron los camiones. En el suelo de la carretera que baja, ya fuera del recinto, brilla algo pequeño. Sunhee lo ve desde lejos y os acercáis:

Cuando veo a lo lejos la llave de nuestra querida Pulga, no puedo evitar correr hacia allí.

¡Sunhee! ¡La Pulga! Gaspar está bien, está vivo, nos ha dejado la llave de la Pulga para que la busquemos. ¡Les rescataremos! Deben estar secuestrados en ese camión. - corrí y le enseñé la llave a Sunhee y se la tendí - ¿Quieres guardarla tú? Podríamos hacer un collar - sonrío e intento animarla, aún tiene la cara llena de churretones por las lágrimas y no quiero que esté triste. - ¡Menos mal que no ha muerto nadie! ¿Verdad? Venga, vamos a por Anuncia - y comienzo a andar con el brazo rodeando los hombros de mi hermana. Por un momento pensé que era lo único que me quedaba, pero otra vez tengo esperanzas. Y sed de venganza. Pasé unos minutos imaginando la paliza que le daría a Jose. Eso me dio una placentera serenidad dentro de la tormenta que tenía en mi interior. La rabia me daba un sentido por el que vivir.

Vamos de vuelta a buen paso, estoy ansiosa por asegurarme de que Anuncia está bien.

Desde la colina, echo un vistazo atrás un momento justo antes de perder de vista Hoke. Mira Sunhee, puede que sea la última vez que veamos Hoke. Aquí hemos vivido meses, nuestro segundo hogar... No podemos olvidar lo que han hecho con nuestro hogar y nuestra familia.

Cerré los puños, me di la vuelta y seguí caminando.

Cuando vi la llave, y luego escuché las palabras de Nara, sentí una ligera esperanza. Quizás no estaban muerto, sólo secuestrados. Pero... los fráteres solían sacrificar a los que consideraban infieles. Aun recordaba la sala llena de sangre del convento... Eso suponía que debíamos darnos prisa si queríamos salvarles.

—¡Tienes razón, Nara! ¡Les rescataremos!

Aunque antes teníamos que avisar a Anuncia, y también encontrar a Declan y Xose... y luego saber dónde habían ido los fráteres. A decir verdad, las posibilidades eran pequeñas... pero aún existían y a eso me aferraba. En cuanto a la llave, sonreí a Nara y asentí con la cabeza

—Haremos un collar y lo guardaremos hasta que volvamos a ver a Gaspar...