Partida Rol por web

El fantasma lanzó una risotada cadavérica:

- Vaya, que se ha picado el druida. Claro, acostumbrado a tratar con espíritus del bosque se creía que todo el monte era orégano. En fin, no por nada les llaman medios-hombres a los medianos. Pero veo que vosotros seguís aquí. Tenéis pinta de ser de esos aventureros que saben lo que vale la palabra aventura, capaces de apostar sus ganancias a una única carta. 

La puerta de la cabaña se abrió chirriante sin necesidad de que nadie la tocase.

- Pues si queréis pasar a mi humilde morada sed bienvenidos. Hace tanto que no tengo visitantes que sería capaz de entablar conversación hasta con un troll de piedra. 

—Quieto ahí, tunante —dijo el enano apuntando con su martillo al esqueleto—. No hemos dicho que fuésemos a pasar. Primero responde a mis preguntas, y después veremos qué hacer.

—Exactamente— apuntó Rathikus—. Además, eres tú el que necesita algo de nosotros y no al revés. Podríamos irnos de aquí tan tranquilos y tú seguirías aquí atado al mundo de los vivos, ¿verdad, Grom? Pero apuesto a que eso no te gustará ni una pizca, ¿no es así?

—No solo eso. Incluso podríamos hacer que todo fuese mucho más disuasorio de lo que es ahora. ¿O no te has preguntado qué pasaría si te colgásemos como si fueses un ladrón?

Dicho esto, sin apartar la mirada de la calavera, añdió—. Ah, y no me llames Grom. De hecho, te recomendaría no acortar nunca el nombre de un enano.

—¿Seguro?— le preguntó Rathikus al enano, también sin apartar la mirada del esqueleto— Había pensado que sonaba más heroico, pero tú mismo. Como de dios de la guerra bárbaro o algo así, ¿sabes?

El gran Meser se llevo una esquelética mano a la barbilla y permaneció un momento en silencio. Después asintió:

- Bien. Supongamos que es cierto que tenéis la jugada más alta de la mesa y yo debo replegar mi apuesta. Entonces ¿cuál es tu pregunta enano? Porque imagino que alguna tendrás. Pero después de tu pregunta ¿jugaremos? 

—¿Condenado a pasar toda la eternidad aquí y no me estabas escuchando? ¡De sobras sabes lo que te he preguntado! ¡Ahora contesta o te quedarás peor que estabas!

- Oh, que mal genio tenéis los enanos. Y también tenéis muy mal perder. Nunca jugaba en vida con enanos desde aquella ocasión que... ah, da igual. En vida. No quiero recordarlo. Si me ganáis al Rokun seré libre. Podríamos también jugar a las verdades de borracho^[1]. Es un juego que se hace con licor fuerte. Casualmente tengo una botella de licor galisiano en una despensa. Lo malo es que yo no puedo beber, pero en vez de beber me comprometería a responder a una pregunta como acabo de hacerlo con el mago. 

Se quedó un momento mirando la puerta. 

- Claro que yo lo que quiero de verdad es jugar al Rokun y perder. Si lo logro mi alma será por fin libre y podré seguir mi camino. No sé a donde pero cualquier sitio será mejor que el aburrimiento infinito de esta choza. Si eso sucede os recompensaré revelandoos como recuperar un poderoso artefacto que dejé al cuidado de un prestamista. Un tesoro suculento y fácil de obtener si sabes a quien pedírselo y como. Y si gano... maldita sea, entonces el contrato me obliga a convertirme en un fiero espectro e intentar acabar con vuestras vidas. Pero sois aventureros. Eso no debería daros miedo. Intentaré no ser muy duro. Y si me derrotáis volveré a la tumba durante unas cuantas noches, lo cual no deja de ser un alivio menor.

—No hará falta ir a por nada —dijo el enano poniendo el odre enano sobre la mesa—. Cerveza enana, de la mejor que encontras, servida en un artilugio que la mantiene a buena temperatura. Olvídate de ese licor de bárbaros. Y siempre puedes echarte la cerveza por encima. Dudo que gastes el odre.

—De momento, jugaremos a esto. Después, veremos lo que pasa —Y diciendo esto, el enano echó un trago del odre, para calentar y añadir después—. Bien, comencemos. Yo nunca he hecho un trato con demonio.

Rathikus se sentó junto a la extraña pareja a observar cómo jugaban. Probablemente se habría unido si no hubiese sido por su voto de sequía, que había partes de su memoria muy borrosas y que un mago borracho era un espectáculo digno de un dios del caos.

—¿Os molesta si pico algo?— preguntó mientras sacaba frutos secos de una pequeña bolsa de tela —No he cenado nada y me muero de hambre.

- Ah, ah... no, no... la mesa de juego la pongo yo. Demasiadas cosas que están fuera del reglamento: se juega en la casa, con mi licor ¡y no se puede estar aquí si no se juega!- dijo mirando al mago - Veo que queréis amañarlo todo para salir ganando sin arriesgar nada. Buh. 

Dicho lo cual el gran Mesmer desapareció con un estallido ectoplásmico para reaparecer en el interior de la casa.

- Podéis iros. No merecéis mi tiempo. Ya vendrán otros aventureros con los redaños suficientes para jugar conmigo.- dijo desde el interior mientras se sentaba en una silla frente a su propio esqueleto, como si de un reflejo fantasmal se tratase.

El enano se detuvo un momento frente a la puerta, sopesando sus opciones.

Gromenauer se quedó pensativo en el umbral. ¿Por qué el esqueleto insistía tanto en que debían jugar dentro de la casa? Era evidente por su posición relajada - todo lo relajado que puede parecer un esqueleto - que aquel era su entorno natural. Y probablemente tendría algún poder sobre la casa. De hecho ahora que miraba el umbral se daba cuenta de que la luz se veía distinta dentro que fuera, como si pasase por un prisma invisible. 

—Ya podrías aportar algo más que frutos secos, mago —dijo el enano viendo como el mago parecía totalmente ajeno a la situación—. Tú eres el que ha hecho que esta cosa se despertase.

Dicho esto, aún desde el umbral, se encaró al esqueleto espectral que flotaba al otro lado de la puerta para decirle—. ¿De verdad crees que vamos a caer en un truco tan viejo? ¡Presumes de ser un tahúr, pero no he conocido a ninguno que no hiciese trampas! ¡Si de verdad te interesa que te liberemos, usa nuestras condiciones! A menos que solo quieras engañarnos, y no necesites que te liberemos, claro.

Tras el envite, el enano esperó la respuesta del equeleto. Si de verdad era un jugador, no les dejaría marchar tan facilmente. Si no lo era, se desmontaría todo su engaño.

—Yo no lo he despertado— se quejó Rathikus —únicamente lo arrastré ante nuestra presencia. Deberías agradecermelo, ahora sabemos que nos la iba a jugar. Yo voto por irnos de una vez antes de que Raimundo enfade a otro gitano.

El esqueleto parecía enfadado por las palabras del enano:

- ¿Pero que gano yo jugando a verdades de borracho con un enano que consume su propia cerveza mientras un mago mira? ¡Yo sólo juego si hay algo que ganar! Como todos los enanos eres un gruñón desconfiado. Y el mago por lo que veo un pusilánime cobardica. Maldita sea mi suerte: de todos los aventureros de Zork vienen a llamar a mi puerta los desplantes de la baraja.

—Tampoco has dicho qué ganas con ese juego con tu propio licor y dentro de la cabaña —replicó el enano—. ¿Cuál es la diferencia si no hay trampa ninguna?

—Has de reconocer, Meser, que tienes muy mal perder. Y un serio problema de metáforas.

- El reglamento indica que se debe jugar en mi casa y al Rokun. ¡Yo no pongo las normas de la banca! Si por mi fuera ten por seguro que preferiría jugar en Sarem con... espera...

Se levantó de un salto.

- ¡Todo juego puede tiene agujeros en el reglamento de la que alguien listo puede sacar provecho! ¡Olvidad la partida! Os propongo algo mejor. En Sarem hay un bardo llamado Jingel. Es un elfo bocazas que suele frecuentar la taberna de Shen. Y es un gran jugador de Rokun. ¡Mucho mejor que yo! Y me debe algún favor de cuando estaba vivo. 

El espectro empezó a dar saltitos, muy ilusionado:

- Sólo tenéis que encontrar a alguien que sea capaz de invocar a un espíritu lejano y que se haga una sesión de espiritismo. ¡Que me invoque a mí! Fuera de esta choza mis poderes estarán mermados y no seré tan buen jugador. Es más: ¡no podré hacer trampas mágicas! ¡Y aunque me convierta en un espectro de combate al ganar fuera de mis dominios no seré ningún peligro! 

Se quedó mirando a los dos aventureros:

- Venga... por favor... si lo hacéis os diré como conseguir ese artefacto.