Partida Rol por web

Garlukan ni lo pensó. En su cabeza solo rondaba una idea, y era destruir a aquella criatura. Así, levanto su espadón y descargó con todas sus fuerzas el arma contra el ser. Con suerte, mutilaría algo de aquella abominación.

Rob intentó localizar la estatuilla que, según había entendido, llevaba encima el guardián. Desgraciadamente, esos zarcillos de oscuridad le impedían ver con detalle dónde la podría guardar y, aunque el mediano era experto en localizar cosas que la gente pretendía mantener escondidas, ese ser era lo suficientemente poco humanoide como para desconcertar al mediano.

"Si al menos el fuego hubiese aclarado un poco esa oscuridad tal vez podría haber echado un vistazo para localizar la estatuilla", se lamentó. "Bueno, habrá que hacer las cosas por las malas", pensó, preocupándose por cómo la forma de actuar de Garlukan podría llegar a ser contagiosa. Él no tenía los biceps del bárbaro y algo le decía que, si se acostumbraba a lanzarse al combate igual que él, la gente no se lo tomaría demasiado en serio. Además, el guardián tenía demasiadas cabezas, lo cual implicaba demasiados ojos, como para que Rob estuviera seguro de poder acercarse a él sin ser detectado, así que se decidió por mantener su posición, para poder cuidar del viejo y de Valeria, que parecía seguir intentando comunicarse con su dios.

Cogió su pequeño arco y una de las flechas de su aljaba y apuntó con cuidado al guardián. Soltó su flecha en el último momento, pero el mediano sabía que no estaba lo suficientemente concentrado como para tirar con arco, así que sería mejor que pensase alguna otra cosa antes de que esa criatura los acabase absorbiendo a todos. Claro que, ¿cómo sería formar parte de esa cosa? ¿Todas esas cabezas mantenían sus propios pensamientos? A pesar de todas las preguntas que le suscitaba, Rob tenía muy claro que, por una vez, no sentía demasiadas ganas de probarlo en primera persona.

Nora continuó disparando una y otra vez¹ para evitar que esa repugnante mole de cabezas y miembros  sin sentido devorara finalmente a Garlukan. Luna se encontraba a su lado, junto a su pierna, temblando pero a la espera de una orden para atacar. Nora no quería mandarla a una muerte segura por no conocer el alcance del poder de aquel monstruo.

—¡Garlukan, cuidado!— Gritó en vano. Los bárbaros no actuaban con cuidado en esas situaciones y por esa misma razón tenía que ayudarle de inmediato. Pensó en apuntar a la cabeza, atravesar el cerebro de la bestia, como solía hacer normalmente ¿pero a qué cabeza disparar? ¿Acaso tenia tantos cerebros como cabezas o dirigía una al resto? Era difícil imaginar cómo podía llegar a existir una criatura así. Se le removieron las tripas. No era algo que uno le gustara tener delante. Tardaría mucho tiempo en olvidarla y le perseguiría en sueños más adelante, pensó, "si salgo de ésta, claro".

Así que hizo la prueba: levantó el arco una vez más, apuntó, al azar, a uno de los ojos del Guardián, inhaló profundamente y soltó la flecha… ²

Garlukan entró a matar, como buen bárbaro que era. De hecho su enorme espadón se clavó en la carne del Guardián desgarrando todo a su paso. Incluso para lo gomoso que era su oponente el guerrero logró causar una buena cantidad de heridas removiendo el filo a su paso. Por desgracia para él una de las extremidades venía directa hacia su yugular a gran velocidad¹.

Por desgracia tanto movimiento dificultaba la puntería del mediano, cuya flecha se perdió en algún punto indefinido de la sala del mapa.

Fue entonces cuando en medio de todo aquel caos Nora lanzó aquella certera flecha que alcanzó uno de los ojos más pequeños del monstruo. El aullido de la bestia demostró que el golpe había sido más certero de lo que podría esperarse del la punta de una flecha. Por su parte Luna parecía confusa ante el engendro² y no se decidía como atacarlo.

La situación era desesperada. Viendo que Rob ocupaba la posición defensiva junto a los priosioneros Valeria se lanzó al combate. El montruo parecía capaz de enfrentarse a una cantidad indeterminada de oponentes haciendo crecer miembros o modificando los existentes. A todas luces era una abominación contra las leyes de los dioses³. Por desgracia su ataque no alcanzó el objetivo sino que, además, provocó la aparición de un aguijón.

Lo siguiente que sucedió dejó a todos sin aliento. El aguijón atravesó limpiamente el abdomen de Valeria para salir por su espalda⁴. La paladina palideció mientras su espada se deslizaba entre sus manos y un gorgoteo de sangre amenazaba con obturar su respiración.

En algún lugar, en el Panteon de los Dioses, Pinxopas lanzó un gemido como si aquel aguijón la hubiese atravesado a ella misma.

- ¡No puede ser! ¡Es mi leal sierva en este combate! ¡NO ES JUSTO!

- La justicia nada tiene que ver con la aventura.- dijo Random, quien conocía bien el tema - La gente se arriesga para conseguir gloria... y los riesgos traen consecuencias...

- ¡Lucha mi niña! ¡Debes luchar! - susurró la diosa...⁵

Pero Valeria no tenía más fuerzas. Había sufrido mucho durante todo aquel viaje, se había entregado a fondo. Cuando el aguijón abandonó su cuerpo su aliento vital lo hizo con él. Cayendo de rodillas la joven guerrera sintió como el mundo se volvía más oscuro, más siniestro...⁶

El ataque del bárbaro hizo que uno de los zarcillos fuese mutilado. Aún se podía ver como aquella cosa aún se retorcía en el suelo. Pero no había tiempo para detenerse a mirar eso.

Otros de los tentáculos se lanzó a por el gigantón, pero gracias a sus reflejos desvió el golpe con su espada, a tiempo para poder ver el ataque a Valeria.

Por desgracia pudo ver como la paladina era atravesa por el aguijón y cómo su cuerpo caía al suelo sin vida. Quizá otro hubiese sentido pena, pero no un bárbaro. Garlukan lo único que sintió fue una ira brutal, unas ganas de acabar con la amenaza que se le presentaba, fuese como fuese y a cualquier precio.

—¡Por Crom! ¡Juro que acabar contigo aunque ser lo último que haga! ¡AAARRRGGGHHH! —Y tras estas palabras, se lanzó a por la criatura, con intencióm de destruirla como fuese.

¡¡¡NOOOOOO!!!

Rob corrió hacia Valeria, poniéndose de rodillas a su lado. - ¡No, Valeria! ¡Levanta! - lloriqueó. - ¡Aún tienes que proteger a toda esta gente! Garlukan mata monstruos, pero tú eres quien siempre ayuda a los demás... - Una lágrima resbaló por su rostro. - ¡Es culpa mía! La última vez que cogí algo prestado se me olvidó dejar otra cosa a cambio, como te había prometido - sollozó. - ¡Venga! ¡Levanta! ¡¡¡Tienes que reñirme!!!

Pero la mano de la mujer yacía inerte entre las suyas. Rob la dobló, dejando que descansase bajo el pecho de la paladin, justo por encima de la herida que había acabado con su vida. Con lentitud y determinación, volvió a coger su arco. Enjugándose las lágrimas de sus ojos, levantó la vista hacia el guardian.

- Vas a pagar por esto - dijo. Y, por primera vez en su vida, había odio en su voz. - ¡Vas a pagar por esto! - repitió, gritando mientras cogía una flecha y la cargaba en el arco. Con precisión, el proyectil impactó en la base del apéndice que tenía el aguijón que había matado a su amiga y el mediano empezó a coger otro para seguir ensartando a la criatura, aunque tuviese que disparar a todos sus ojos uno a uno para acabar con ella y vengar a Valeria.

"Pinxopa , ¿por qué me has abandonado? Yo he sido una sierva fiel... ¿por qué dejas que la oscuridad me envuelva?"

"Es necesario, pequeña. Fuerzas que no comprendes se agitan en Zork. Fuerzas que no puedo controlar, que no debo intervenir. Pero quédate tranquila, tu sacrificio no será en vano y tus compañeros te recordarán hasta el último de sus días."

La vida se escurre, el frío la invade, mas Valeria ya no sufre. No teme. Ha vivido según sus convicciones y no ha dudado en lanzarse a la batalla para defenderlas o para proteger a los que la necesitan. No ha sido una vida larga, pero sí plena y eso es lo que cuenta. En paz consigo misma, exhala el último suspiro y se entrega a los brazos de la Muerte. Su tiempo ha llegado a su fin.

Nora se quedó inmóvil. Muda. La distancia prudencial que la separaba del combate cuerpo a cuerpo le parecía excesiva en este momento, como si ella no formara parte de todo aquello. Sintió en su cabeza como ocurrían de manera muy lenta los últimos instantes: la caída de Valeria, la tristeza de Rob, la ira de Garlukan…

De repente Luna se despegó de su lado y corrió hacia la paladín. Este sobresalto le hizo volver a la realidad y un  lágrima le recorrió la mejilla al ver a su pantera lamer las manos de Valeria. Ahora un extraña sensación le recorría el cuerpo: ¿venganza?

La bestia seguía con vida. Pero no por mucho más tiempo. Rob y Garlukan estaban demostrando a Valeria, desde allá donde se encontrase ahora, que su muerte no sería en balde. La exploradora también quería demostrárselo y no estaba dispuesta a quedarse atrás.

Levantó su arco de nuevo, despacio, ya que esta vez parecía pesar tres veces más. Aún así lo tensó. Lo tensó tan fuerte como si fuera a romperlo. Como nunca lo había hecho antes. Y siguió disparando una y otra vez¹. Apretando los dientes. Sin apartar la mirada sobre aquella bestia, con los ojos húmedos. Un solo pensamiento. Un solo desenlace. Morir o matar.

La furia y la frustración embargó al grupo de aventureros.

Pero el sacrificio de su compañera no fue en vano.

Garlukan desgarró la parte central del monstruo. Tan ensimismado estaba en la labor de desgarrar tejidos y salpicar con la sangre de la criatura toda la sala del mapa que no tuvo tiempo de esquivar una enorme boca llena de dientes que le metió un mordisco descomunal en las costillas¹. El bárbaro, a pesar del dolor, siguió introduciendo su espada en los recovecos de las heridas, devolviendo todo el dolor que podía.

Luna se interpuso entre el cuerpo de Valeria y el caos reptante, como si temiera que aquella cosa intentase todavía profanar el cadáver de la luchadora caída.

Rob, que hasta ahora nunca había sentido la verdadera furia, descargó una certera flecha contra otro de los múltiples ojos de aquel ser inmundo. La criatura se retorció de tal manera que llegó a soltar al bárbaro que tenía aferrado. Y entonces una nueva lluvia de flechas, procedentes en este caso del arco de Nora, cayó sobre ella.

El bicho se retorció intentando librarse de aquellos molestos seres que tanto daño le habían hecho. Pero Garlukan seguía sobre él lanzando tajos a diestro y siniestro. No pudo avanzar más que unos metros cuando, retorciéndose de dolor, empezó a convulsionarse atrozmente repartiendo expulsando sangre como si fuera un volcán. Y tras un espasmo especialmente largo todos sus apéndices y bocas cayeron al suelo, dejando que la masa completa del monstruo se viniese abajo como gelatina. La oscuridad que rodeaba al monstruo se disipó rápidamente.

El grupo, exhausto también por la batalla, tardó todavía unos segundos en asimilar que aquella monstruosidad estaba por fin muerta.

Un silencio sepulcral siguió al fragor de la batalla. ¿Qué harían ahora los héroes?

El bárbaro dió su último tajo exhausto, casi tambaleándose. Aquella criatura lo había dejado en las últimas, pero solo tenía dos opciones. Morir o matar. Tras el espazo. dió un traspié para acabar casi en el suelo, apoyado en su espada.

Justo a tiempo para ver cómo la criatura daba sus últimos estertores, muriendo ante sus ojos. Y menos mal. Estaba lleno de cortes, arañazos, mordiscos... Todo su cuerpo estaba lleno de su propia sangre y la sangre verdosa de aquel ser.

En un último esfuerzo, Garlukan se levantó y se dirigió arrastrando los pies hacia el cuerpo de Valeria. Cuando estuvo a su altura, se dejó caer de rodillas, para solo musitar—. Que Crom tener en su gloria. Actuar como una valiente. Deber ser honrada como valiente.

Y tras decir estas palabras y frotarse los ojos (llorosos debido al polvo del combate, por supuesto) se levantó y se dirigió hacia el anciano...

La exploradora dejó caer el arco el suelo y a ella misma de rodillas. Lo habían conseguido, sí, pero ¿a qué precio?.

Se levantó despacio y se acercó hasta Garlukan que se encontraba junto a Valeria. Le puso una mano delicadamente sobre su ancha, herida y sucia espalda. A veces, un simple gesto es suficiente cuando no se encuentran las palabras adecuadas. El bárbaro se levantó de repente sin decir palabra, como si se avergonzara de algo, y se fue a ver al anciano.

Nora se arrodilló junto a la paladín. Se quitó uno de los collares que llevaba colgado del cuello y con delicadeza se lo puso entre las manos, ya frías, de Valeria.

—Este collar representa la valentía con la una debe enfrentase a la vida, y a la muerte. Y tú lo hiciste, hermana. Eres merecedora de llevarlo, por siempre, allá donde el destino reclame finalmente tu presencia.

Se levantó, con espíritu renovado, acarició la cabeza de Luna y juntas fueron a examinar más de cerca aquella aberración mundana (o no tan mundana).

Nora rebuscó entre los restos de la criatura hasta encontrar la extraña estatuilla que el anciano portaba cuando lo habían encontrado. Aquel tentáculo enrevesado de forma cristalina estaba ahora caliente por la sangre del monstruo. Nora sintió una repugnancia enorme que no solo procedía del modo en que había encontrado la pieza sino de algo más. Aquella pequeña escultura parecía un ser vivo - y desagradable al tacto - en sus manos. ¿Estaba escuchando voces que le susurraban?

- Diebes dármela...- dijo el anciano que se había incorporado con la ayuda de Garlukan - Diebemos hacer un ritual que extraiga todo su poder, el poder robiado a mi gente. Eso los deviolverá... Sé como podemos hacerlo.

El viejo extendía sus manos temblorosas hacia Nora.

- No deberías hacerlo.- susurró una voz en la cabeza de Nora - Ahora que me has liberado de la Oscuridad necesito tu ayuda. El anciano está corrompido por ellos.. No me entregues o acabará con vosotros...

Nora se acercó al anciano. Cogía la estatuilla con ambas manos. Ya no le importaba lo sucia que estuviera. Se detuvo delante de él, de pie, agachó la cabeza y lo miró detenidamente antes de hablar.

—No— le dijo la exploradora, muy seria, y dio un paso atrás. —No, no voy a entregártela, anciano. ¿Cómo sé que nos estás diciendo la verdad?—.

Apretó la figura contra su pecho —En serio, chicos. Siento como si nos ocultara algo, como si nos estuviera mintiendo desde el principio—. Y siguió reculando sin apartar la mirada en el chamán.  

Rob se había quedado de rodillas junto a Valeria, con los ojos completamente llenos de lágrimas. Su flecha había ayudado a acabar con el guardián, pero la muerte del monstruo no había hecho nada por aliviar su pena. Seguramente por eso decían que la venganza era un plato amargo, pero el alegre mediano nunca había tenido la ocasión de comprobarlo en primera persona. No le costó decidir que era una sensación que preferiría no haber llegado a conocer.

La pequeña mano de Rob se apoyó en el hombro sin vida de Valeria. Sin que se diera cuenta, sus dedos encontraron el cierre de un collar, no el que Nora le había dejado a su compañera como gesto de valor, sino el símbolo sagrado de su dios que Valeria siempre llevaba consigo. Sin que la voluntad del mediano mediase para nada en lo que hacía su mano, el cierre del broche se abrió y acabó en su mano. Lejos de llevarlo a alguno de sus bolsillos, como había hecho durante toda su vida, descolgó el colgante frente a sus ojos llorosos y lo observó durante un momento.

Nora había ya encontrado la estatuilla y se encontraba junto al chamán, pero eso preocupaba poco ahora al joven Rob. Una loca idea corría por su cabeza ahora y se levantó con decisión, cruzando el umbral en el que yacía el monstruo tan muerto como su amiga.

Con pasos rápidos, se colocó junto al mapa del mundo y alzó la vista, hacia la representación de los salones de los dioses. Buscó alguno que se correspondiera con el símbolo que llevaba en la mano. - ¡Pinxopa! - Le gritó al vacío sillón. - ¿Así cuidas de Valeria que te sirvió durante toda su vida? - Las lágrimas volvían a llenar sus ojos y tan sólo podía pensar una cosa. "Ella era mi amiga". Agarró el medallón y, con todas sus fuerzas, lo lanzó al sillón. - Espero que esto te sea útil entonces, porque a ella no le sirvió.

Tras su vacío gesto, se secó las lágrimas con su manga y volvió hacia el umbral de la cámara. Tal vez ya no podría hacer nada por Valeria, pero seguro que sus otros amigos necesitarían a alguien con un poco de sentido común, ahora que la paladín no estaba con ellos.

El bárbaro miró de arriba a abajo al viejo. Después miró a Nora. Era cierto que algo no olía bien en todo aquello, pero había visto al anciano desde que era un niño. ¿Por qué iba a engañarlos? Aunque, ahora que lo pensaba, el anciano llevaba siendo anciano desde que tiene uso de memoria.

¿Acaso esto era alguna treta de quien fuese que estaba detrás de todo esto? ¿Y si al enchufarle a los tubos había perdido parte de su ser y ya no era el mismo?

Todo era muy raro. El bárbaro se quedó unos segundos mirando a ambos, intentado saber qué ocurría.

El medallón golpeó el suelo quedando inmóvil. Si el mediano esperaba una respuesta de la diosa ésta no llegó de forma alguna. En las viejas leyendas, en momentos así, la deidad aparecía para levantar a su paladín caído e insuflarle de nuevo la vida para que volviera al campo de batalla. Luego todo eran celebraciones y alegrías. Pero aquello no era una vieja leyenda sino la dura realidad. Y aunque el mediano no lo supiera los dioses no tenían poder suficiente como para arrebatarle a la Parca lo que se había llevado a sus tierras sombrías¹.

Por su parte Garlukan y Nora tenían un problema más acuciante y mundano entre manos. ¿Le entregaban la estatuilla al viejo? Nora parecía desconfiar del anciano y dicha desconfianza alertaba al bárbaro, que observó con cuidado la escena.

El asombro del anciano le pareció verídico y se dio cuenta entonces de que Nora doblaba ligeramente la cabeza como si estuviese escuchando a alguien². Recordó entgonces que cuando se encontraron con el viejo éste se sorprendió de que Rob pudiera coger la estatuilla sin sufrir ningún mal y que varias veces afirmó que dicha estatua era un castigo. Se giró hacia su compañera: ésta mantenía la estatuilla en sus manos pero la agarraba de una forma un poco extraña, con mucha ansiedad. Era cierto que la situación estaba tensa pero ¿tanto? Volvió a mirar al anciano, a la estatuilla y a Nora. Estaba claro que la estatuilla estaba influyendo de alguna manera en la percepción de Nora³. Una estatuilla, recordemos, que había recogido del interior de una entidad maligna. Y entonces Garlukan observó sorprendido otra cosa: un músculo de la pierna de Nora estaba moviéndose de una manera muy rara, como si fuera una gelatina viviente. Nadie salvo él parecía darse cuenta de lo que pasaba pero empezaba a tener la sofocantes sensación de que la cosa que habían matado en esa sala había sido una vez humana. Y quizás su amiga estuviera en verdadero peligro⁴.